ES LA HORA DE LA VERDAD

Por Jorge Corrales Quesada


Al final de cuentas resultó lo que me temí cuando, durante cada día, desde el 23 de agosto hasta el 7 de setiembre, publiqué 15 artículos relacionados con la importancia que tendría la estructura de la composición del ajuste fiscal, como parte del acuerdo inevitable con el Fondo Monetario. Es más, unos tres o cuatro de aquellos, si no me equivoco, provenían de trabajos internos del propio Fondo.

En esencia, enfaticé que era indispensable que el acuerdo con el FMI descansara esencialmente en un descenso del gasto gubernamental, en contraste con un aumento de los impuestos, pues se supone que ambos lograrían resolver la crisis de deuda, derivada del enorme déficit gubernamental.

Lo importante de esos artículos era que los resultados o efectos de las medidas sobre una serie de variables económicas importantes, serían diferentes si el ajuste se hacía básicamente con aumento de impuestos, que por un descenso en el gasto público.

Resumidamente, el ajuste fiscal mediante una reducción del gasto (RG) es mejor para la ciudadanía que por un aumento en los impuestos (AI), pues,

1. El efecto recesivo del ajuste es menor si es basado en una RG, que por un AI.

2. La recuperación del crecimiento ante el ajuste se logra más rápidamente con uno basado en una RG que en un AI.

3. El crecimiento económico posterior derivado del ajuste sería mayor si este se diera por una RG en vez de un AI.

4. La tasa de desocupación se reduciría más rápidamente (se incrementará menos) si el ajuste fiscal se daba mediante una RG en contraste con un AI.

5. El objetivo de reducir la deuda como proporción del PIB será más fácil y rápido con un ajuste sustentado en una RG en contraposición con uno basado en un AI.

En La Nación del 18 de setiembre, en el artículo titulado “Ajuste fiscal del gobierno pone acento en nuevos impuestos,” se señala que, en el lapso de cuatro años que duraría el acuerdo con el FMI (2021-2024), los nuevos y aumentos en impuestos “generarían ingresos equivalentes al 17.5% del producto interno bruto (PIB)” y un “ahorro” en gastos gubernamentales (la expresión “ahorro” no señala que sea por un descenso en el gasto actual, sino en el crecimiento futuro de este) “por un 6.4% del PIB.”

En plata, los contribuyentes pagarían en impuestos adicionales ¢6.4 billones, siendo ¢4.2 billones en impuestos “temporales” y ¢2.2 billones en permanentes. (Bueno, ya sabemos que en el caso de impuestos lo de temporal es sólo un engaño para aliviar el malestar cuando se imponen, pero, siempre o casi siempre, terminan haciéndose “permanentes.”).

En lo correspondiente al “ahorro” en los gastos, las medidas temporales darían ¢638.000 millones y las permanentes ¢1.7 billones. Me atrevo a señalar que debe esperar una antítesis en cuanto a la “temporalidad”: en el caso de reducción del gasto gubernamental posiblemente lo de reducción temporal sí será así, retornando después, con el paso del tiempo: apenas puedan…

Lo que me interesa destacar más es la proporción que se da en la propuesta de aumento de los impuestos con respecto a la reducción de gastos. Según el medio, “por cada ¢3 adicionales que el gobierno pretende recaudar en nuevos impuestos, sólo ahorrará ¢1 en recorte al gasto y venta de activos.” O sea, grosso modo, un 75% del ajuste fiscal es por la vía del aumento de impuestos (AI) y el restante 25% por reducción de gastos (RG). Repase los cinco puntos arriba citados y sabrá algo acerca de esta torpe decisión, que sólo significará más dificultades económicas y dolor en los hogares.

Por ello, creo que las declaraciones del ministro de Hacienda en La Nación del sábado 19, son, por decir lo menos, groseras. Dice que “Es más fácil visualizar la parte de impuestos que el recorte de gastos,” como argucia política para minimizar el justo y correcto malestar ciudadano ante el paquete propuesto. Comparativamente lo que pasa es que casi no hay reducción del gasto y sí, con toda claridad, un aumento en los tributos. No somos miopes y menos tontos. Ya conocemos a ciertos políticos. Ojalá ahora podamos conocer a nuestros verdaderos representantes legislativos, reflejando la voluntad popular de tirar al canasto de la basura un proyecto desmedidamente dañino. Y, si es necesario el acuerdo con el Fondo, que le den vuelta a la propuesta del país, practicando el ajuste fiscal más por la reducción de la causa esencial de la crisis fiscal, el desmedido gasto gubernamental, y menos por un aumento en los impuestos, que sólo afectará negativamente los ingresos netos de las familias, el crecimiento de la producción y la reducción del devastador desempleo. Es la hora de la verdad y no del engaño, de la sumisión y del camino a la servidumbre.

Publicado en mis sitios de Facebook, Jorge Corrales Quesada y Jcorralesq Libertad, el 19 de setiembre del 2020.