REVISE SU ARROGANCIA ECONÓMICA

Por Joakim Book
American Institute for Economic Research
21 de enero del 2024

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es joakim book, american institute for economic research, hubris, January 21, 2024. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

La historia financiera está plagada de predicciones pobres y de malos momentos. Tal vez, todo se debe al sesgo selección/supervivencia: Nosotros sólo registramos y recordamos predicciones financieras que han salido mal. De las buenas o mediocres usualmente no pensamos dos veces.

Luego de la crisis del 2007-2008, la Reina Isabel famosamente visitó la Escuela de Economía de Londres y preguntó en una sala llena de economistas por qué nadie vio llegar la crisis. Con todos sus títulos y credenciales, modelos y supuesto conocimiento, ¿cómo podía su profesión tan celebrada echarla perder tan plenamente?

El 2023 fue un año en que economistas de nuevo tuvieron algo de su arrogancia monomaníaca severamente verificada. Algunos de los pedacitos más jugosos pueden haber sido el escrutinio serio por pensadores claves acerca del Equipo de Piketty sobre desigualdad creciente y la caída en desgracia de la economía del comportamiento, a la par de la inevitable crisis de reproducibilidad de la psicología.

Pero, la medalla de oro va para…sonido de tambores… las corridas bancarias.

¡EL CICLO ECONÓMICO DEBE SER DOMINADO!

Regresemos a los exuberantes años 2000: Estados Unidos manejaba al mundo, su población era rica y se enriquecía aún más, su tecnología innovadora estaba en todas partes, y sus inteligentes responsables de políticas habían conquistado tanto la irracionalidad del mercado de valores como las recesiones.

En el 2003, Robert Lucas, premio Nobel y por mucho tiempo destacado profesor de economía en la Universidad de Chicago. dio un infame discurso presidencial en la Asociación Económica de Estados Unidos, en donde concluyó que la macroeconomía había tenido éxito: “su problema principal de prevención de la depresión había sido resuelto, para todos los propósitos prácticos, y, en efecto, resuelto por muchas décadas.” Su tesis era clara: la demanda de administración desde arriba hacia abajo había sido un éxito. Ahora sabemos cómo administrar cambios impredecibles en la economía y purgar los excesos financieros. Podemos frenar en seco toda forma de cosas malas – recesiones, crisis financieras, o corridas bancarias.

El año siguiente, Robert McTeer, presidente de la FED de Dallas, enfatizó que “el ciclo de los negocios está siendo mucho mejor tratado de como solía se. Los responsables de la política son más listos.” Su colega Timothy Geithner, en ese momento presidente de la FED de Nueva York, y después secretario del Tesoro bajo el presidente Obama, hizo ver en el 2006 que “las bases de la expansión hacia adelante aún lucen bien.”

Pero, el comentario más embarazoso y en el peor momento vino de Olivier Blanchard del MIT, a quien, por su excelente predicción, se le otorgó la posición de economista principal del FMI. Un mes antes del colapso de Lehman Brothers, él concluyó que la profesión de la economía había llegado a un consenso en visión y metodología y que los economistas entienden bien su tópico: “El estado de la macro es bueno.”

¡DEJEMOS QUE HAYA CORRIDAS BANCARIAS!

En octubre del 2022, a los economistas Douglas Diamond y Philip Dybvig, autores del artículo más famoso entre todos sobre dinero y banca, se les otorgó el premio Nobel en economía. Ellos compartieron el premio con Ben Bernanke, cuyos artículos sobre la Gran Depresión le valieron una posición en la FED y, subsecuentemente, lo arrojó al abismo durante la crisis financiera del 2007-8. En diciembre del 2022, todos ellos fueron llevados en avión a Estocolmo para recibir pomposamente el premio y que presentaran su investigación sobre cómo la política gubernamental podía detener las corridas bancarias.

Tres meses más tarde, los bancos estadounidenses se estaban incendiando.

El artículo de Diamond y Dybvig afirmaba que los bancos eran inherentemente inestables, y que depositantes volubles y propensos a corridas infundadas pueden acarrear pérdidas innecesarias para la sociedad, cuando sus activos deben ser dispuestos en un apuro antes que maduraran y se amortizaran las inversiones del mundo real que esos depósitos financiaron. La solución socialmente óptima, dijeron estos dos caballeros en un modelo teórico interminablemente repetido por banqueros centrales y economists desde ese entonces, era el seguro de depósitos gubernamental: Si el gobierno estaba listo para reembolsar los fondos a los depositantes, el incentivo desaparece y ya no más tendremos corridas bancarias.

¡Qué belleza! Los economistas habían “resuelto” el problema fundamental de la banca.

Excepto que aún los bancos están sujetos a corridas, lo que los británicos aprendieron en el 2007, cuando la sociedad edificadora convertida en banco Northern Rock no pudo renovar su financiamiento agresivo a corto plazo. En vez de depositantes efectuando una corrida sobre un banco, tuvimos un dinero inteligente rehusándose a financiarlo: una “corrida” institucional del banco. (Los depositantes minoritarios haciendo filas afuera de las oficinas del banco sólo después que el Banco de Inglaterra había anunciado políticas de prestamista de última instancia lo que sirvió para una cobertura cómica de la noticia.)

En la posteridad de la crisis con fuerte regulación, responsables de políticas con una boca poderosa impusieron medidas de aumento de capital y liquidez sobre los bancos y dieron un paseo victorioso por sus logros. El peor fue Janet Yellen, banquero central de tres décadas que tomó el manto luego de Bernanke como presidente de la Reserva Federal (y que ahora sirve como ministra del Tesoro en la administración Biden). En el 2007, ella se sintió tan cómoda con el remiendo regulatorio exitoso, que dijo que ella no creía que durante su vida pasaría otra crisis financiera.

Pocos años después -Yellen aún con vida y galopando- tuvimos la locura de los contratos de recompras de septiembre del 2019, en que el endurecimiento cuantitativo de la FED, en tándem con la regulación de la liquidez, casi quiebra a los bancos; el desastre del COVID-19, en que la FED imprimió dinero como si no hubiera un mañana; el mantra de la “inflación es transitoria” en donde funcionarios de la FED metieron la pata; y la ruptura de los bancos, cortesía del estrujamiento de la FED y (una vez más) por reglas de liquidez que impulsaron a los bancos a mantener bonos del Tesoro – que debidamente colapsaron en valor y ocasionaron cientos de miles de millones de dólares en pérdidas a los bancos. Oh, sí, y los depositantes retiraron fondos del Banco de Silicon Valley, que cerró en última instancia y fue afianzado por la Federal Deposit Insurance Corporation al precio de ganga de $20 miles de millones en pérdidas.

Eso es todo acerca de condiciones financieras estables y regulaciones.

Esa no fue la primera vez que un comité del Nobel escogió un material que hubiera resultado tan embarazosamente pobre, y, me atrevo a decir, que no será el último. En 1997 otorgó el premio a Robert Merton y Myron Scholes por su trabajo en la teoría de opciones ampliamente utilizada por el gigante financiero Long Term Capital Management, del cual ellos eran socios. El año siguiente, el célebre fondo explotó luego de un apalancamiento horriblemente alto en apuestas de opciones equivocadas.

Es lo que usted nunca esperaría que quiebre, dijo Robin Wigglesworth del Financial Times en medio de corridas bancarias:

“Debería haber sido un crédito con alto rendimiento, debería haber sido un mercado accionario en desplome, y debería haber sido un pico recesivo en el desempleo. Pero, en vez de ello, tasas de interés más altas en ultima instancia tostaron bancos pobremente cubiertos con activos de larga duración.”

La tendencia de banqueros centrales (y generales, y políticos, y…) de pelear la última guerra es un cliché sólo por haber sido exacto tantas veces. Jon Danielsson, economista de la Escuela de Economía de Londres -y probablemente entre la multitud cuando la Reina hizo aquella infame pregunta en el 2008, hizo eco de Hayek en su libro The Illusion of Control:
“los bancos centrales están cometiendo los mismos errores que los planificadores centrales de otrora.” Y, luego, procedió a destrozar modelos de riesgo, una regulación basada en datos previos, y pruebas de resistencia a la presión que equivale a poco más que una fachada – el propio teatro de seguridad de las finanzas. Rivalizando con el comentario de Lucas arriba comentado, Danielsson dice que él recibió el rechazo de un artículo revisado por pares alrededor del 2003, con un comentario de que su artículo sobre crisis financieras era “irrelevante debido a que el problema de las crisis había sido resuelto.”

Al empezar el 2024, el programa de financiamiento bancario a plazo, que la FED apuró en existencia para poner un parche sobre las fragilidades sistémicas de su propia creación, se mantiene logrando nuevos records. Lo que estos acontecimientos deberían enseñarnos es que la élite de conocedores rara vez tiene idea de que hasta las ideas o personalidades más célebres y ganadoras en cualquier momento pueden derrumbarse. No importa qué tan glorioso fue para Icaro volar y qué tan bien él pensó que podía hacerlo, la realidad tiene su forma de penalizar la arrogancia excesiva.

En verdad, hay algo de control de privilegios y purga de arrogancia reservados para los altos cuerpos económicos y nuestros planificadores centrales y responsables de políticas. Si ellos no reconocen eso, podemos estar en medio de un año aún más turbulento.

Joakim Book es escritor, investigador y editor entre muchas cosas de dinero, finanzas e historia financiera. Tiene una maestría de la Universidad de Oxford y ha sido académico visitante del American Institute for Economic Research en el 2018 y el 2019. Su trabajo se ha mostrado en el Financial Times, FT Alphaville, Neue Zürcher Zeitung, Svenska Dagbladet, Zero Hedge, The Property Chronicle y muchos otros medios. Es contribuyente regular y cofundador del sitio de libertad sueco Cospaia.se, y escritor frecuente en CapX, NotesOnLiberty y HumanPorgress.org.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.