Este artículo le da una oportunidad para entender la lógica del concepto básico de la ventaja comparativa y el intercambio o comercio entre personas e internacional.

SOBRE LA VENTAJA COMPARATIVA Y LA MOVILIDAD INTERNACIONAL DEL CAPITAL

Por Donald J. Boudreaux
American Institute for Economic Research
16 de enero del 2024

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es donald j. boudreaux, american institute for economic research, capital mobility, January 16, 2024. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

Hace dos décadas, el economista Paul Craig Roberts unió fuerzas con el senador Chuck Schumer (demócrata de Nueva York) para advertir sobre la globalización en el mundo moderno. En la edición del 6 de enero del 2004, en la página de opinión del New York Times, bajo el título “Second Thoughts on Free Trade,” Schumer y Roberts señalaron que el caso a favor del libre comercio prominentemente desarrolla el principio de la ventaja comparativa, cuyo descubrimiento se acredita a David Ricardo (1772-1823). También, Schumer y Roberts señalaron que Ricardo explicó la operación de la ventaja comparativa usando el supuesto de que el capital no puede fluir a través de fronteras internacionales. Luego, aquellos autores concluyeron que el caso a favor del libre comercio en el siglo XXI es inválido, dada la facilidad con que ahora el capital cruza las fronteras internacionales. Según resumieron su caso Schumer y Roberts,

“Cuando Ricardo dijo que el libre comercio produciría ganancias compartidas para todas las naciones, él asumió que los recursos usados para producir bienes -lo que él llamó ‘factores de producción’- no se moverían fácilmente a través de fronteras internacionales. La ventaja comparativa es socavada si los factores de producción no se pueden reubicar en cualquier lugar en donde son más productivos: en el caso actual, a relativamente pocos países con mano de obra barata abundante. En esta situación, ya no más existen ganancias compartidas – algunos países ganan y otros pierden.”

Al día siguiente de aparecer esta página de opinión, Roberts, en una actividad de la Institución Brookings, ofreció su predicción de que si Estados Unidos no restringía severamente la externalización de operaciones -en especial aquellas que emplean trabajadores de cuello blanco- hacia países de salarios bajos: “En veinte años los Estados Unidos serían un país del Tercer Mundo.” Debido a que no se impusieron tales restricciones significativamente, y debido a que Estados Unidos treinta años después obviamente no es un país del tercer mundo, es tentador ridiculizar la predicción Roberts como un fallo grosero y dejar allí el asunto.

En efecto, la predicción de Roberts fracasó terriblemente. Siendo un economista, debería haber sabido algo mejor que ofrecer un pronóstico absurdo. Pero, veinte años más tarde, el mismo mito sobre la ventaja comparativa está siendo vendido por una generación más joven de proteccionistas. Especialmente notorio entre ellos es Oren Cass, quien no es un economista. Recientemente indicó que:

“Ricardo conocía bien los límites de su propio modelo, al observar que su vino y tela hipotéticos funcionaban sólo debido a ’la dificultad con que el capital se mueve de un país a otro.’ Si Portugal fuera el productor de bajo costo de ambos, ‘sin duda ello sería ventajoso para los capitalistas de Inglaterra y los consumidores en ambos países, que, bajo tales circunstancias, el vino y la tela deberían ambos producirse en Portugal, y, por tanto, que el capital y mano de obra de Inglaterra empleada en hacer tela, debería removerse hacia Portugal para tal propósito.’ La gracia salvadora, creía él, era ‘la poca disposición natural que todo hombre tiene a dejar el país de su nacimiento,’ sentimientos que yo debería estaría triste verlos debilitados.’ Presénteles a Ricardo a Tim Cook de Apple o a Elon Musk de Tesla, y él puede en el instante renegar de la ventaja comparativa.”

Es verdad que, cuando explica la operación de la ventaja comparativa, David Ricardo supone que el capital no migra internacionalmente. Pero, no es verdad que la habilidad del capital para migrar internacionalmente anula el principio de la ventaja comparativa, Tampoco, de ninguna manera esta habilidad debilita el caso a favor del libre comercio.

EL EJEMPLO DE RICARDO

Es útil revisar el ejemplo de Ricardo de la ventaja comparativa. En él, Portugal puede producir tanto vino como tela usando menos mano de obra de la requerida en Inglaterra para producir cada bien. Específicamente, para producir una ‘pipa’ [barrica para vino equivalente a 105 galones en Inglaterra] en Portugal se requiere 80 trabajadores, mientras que para producir una unidad de tela se requiere 90 trabajadores. Para producir un ‘pipa’ de vino en Inglaterra se requiere 120 trabajadores, mientras que para producir una unidad de tela se requiere 100 trabajadores. Superficialmente, parece que los portugueses pueden producir ambos bienes a un costo menor que los ingleses, ocasionando que los portugueses no tengan nada por ganar al comerciar con los ingleses. Pero, observe con mayor profundidad. Lo que importa es el costo en un país de producir cada bien comparado con el costo en el otro país de producir cada bien. E, importantemente, el costo es la cantidad de cada bien que se deja de producir cuando se produce una unidad del otro bien.

La cantidad de vino que los portugueses sacrifican por cada unidad de tela que producen es 1.125 ‘pipas’ [90 / 80], que es mayor de lo que es la cantidad de vino –0.833 ‘pipas’ [100 / 120]- que los ingleses sacrifican por cada unidad de tela que los ingleses producen. Comparado con los ingleses, los portugueses producen tela a un costo mayor – es decir, ellos sacrifican más vino para producir una unidad de tela de lo que sacrifican los ingleses. Por tanto, los ingleses tienen una ventaja comparativa sobre los portugueses en producir tela. En cuanto al vino, la cantidad de tela que los portugueses sacrifican para producir una ‘pipa’ es 0.89 [80 / 90], lo que es obviamente menos que las 1.2 [120 /100] unidades de tela que los ingleses deben sacrificar para producir una ‘pipa’ de vino. Los portugueses tienen una ventaja comparativa sobre los ingleses en producir vino. Si cada país se especializa en su ventaja comparativa e intercambia con el otro, la gente de ambos países gana.

Suponga que los portugueses venden cada ‘pipa’ de vino a los ingleses al precio de una unidad de tela. Por cada unidad de tela que ellos compran de Inglaterra, los portugueses, en efecto, obtienen el trabajo de 90 trabajadores portugueses (la cantidad de mano de obra requerida para hacer una unidad de tela en Portugal) por sólo 80 trabajadores portugueses (la cantidad de mano de obra requerida para hacer una ‘pipa’ de vino en Portugal). Es mejor para los portugueses comprar tela de Inglaterra. Para los ingleses, al producir tela para comprar una ‘pipa’ de vino de Portugal, ellos logran el trabajo de 120 trabajadores ingleses (la cantidad de trabajo requerido para producir una ‘pipa’ de vino en Inglaterra) a cambio de sólo 100 trabajadores ingleses (la cantidad de trabajo requerido para producir una unidad de tela en Inglaterra). Es mejor para los ingleses comprar vino de Portugal. Ambos países se benefician con el intercambio.

Lo contraintuitivo de esta descripción es llamativo. Pero, observe que, en realidad, es sólo aritmética. El ejemplo de Ricardo sólo muestra que el costo -aquello a lo que se ha renunciado- de producir tela en Portugal es mayor de lo que es el costo de producir tela en Inglaterra, mientras que lo contrario es cierto del vino. En tanto que cada uno, los ingleses y los portugueses, desea consumir tanto vino como tela, los ingleses pueden obtener vino al costo más bajo posible al primero producir tela e intercambiar parte de ella por vino portugués, mientras que los portugueses pueden obtener tela al costo más bajo posible al primero producir vino e intercambiar algo de ese vino por tela inglesa.

Si los costos de producción de uno o más productos difieren de país a país -lo que, como asunto práctico, siempre será así- la gente de diferentes países mutuamente gana especializándose en producir lo que producen con ventaja comparativa y, luego, comerciando entre sí.

NADA ESENCIAL CAMBIA CON LA MOVILIDAD DEL CAPITAL

¿Qué tiene que ver la movilidad del capital con lo de arriba?

Ricardo supuso implícitamente que la razón por la que los portugueses requieren menos mano de obra que los ingleses para hacer tanto tela como vino, es que las condiciones en Portugal para la producción de cada uno de estos bienes son más favorables que en Inglaterra. Si el capital pudiera moverse fácilmente desde Inglaterra a Portugal, los fabricantes de tela se reubicarían desde Inglaterra hacia Portugal, en donde podrían producir tela usando menos mano de obra. Con ambos, vino y tela, siendo ahora producidos en Portugal, esos dos bienes ya no más se intercambiarían internacionalmente el uno a cambio del otro.

Las textilerías inglesas quedarían ociosas, y los trabajadores ingleses de las textilerías perderían sus empleos. Pero, de ello no se deduce que la movilidad de capital convierte al pueblo inglés en “perdedor” total debido al comercio internacional. Tampoco, esa movilidad anula la operación de la ventaja comparativa.

La capacidad ociosa y los trabajadores son activos que se pueden usar para producir otros productos. Empresarios aprovecharían los recursos y trabajadores actualmente ociosos en Inglaterra para producir algún otro bien, digamos, cerveza. Si estos empresarios actuaran inteligentemente, pronto los ingleses producirían cerveza a un costo menor del que pueden los portugueses. Los ingleses intercambiarían cerveza con los portugueses a cambio de vino y tela.

Aquí, el punto importante es que la movilidad internacional del capital no hace nada que elimina las ganancias de especializarse según la ventaja comparativa. Esta movilidad bien puede cambiar la distribución de ventajas comparativas a través de países, pero, a menos que literalmente un país quede despoblado, ella no eliminará la ventaja comparativa o las ganancias mutuas que surgen de especializarse y comerciar según aquella. Por tanto, incluso cuando el capital es internacionalmente móvil, los aranceles erigidos para obstruir el comercio dañan a los países que los imponen.

Paul Craig Roberts, Oren Cass, y otros proteccionistas, sólo tienen una respuesta posible, que es esta: Cuando el capital se mueve desde el país natal hacia otro país, la nueva ventaja comparativa del país natal es peor de la que perdió. Pero, esta respuesta falla. Si Portugal pudiera producir tanto vino como tela a un costo menor de lo que pueden los ingleses, el Parlamento haría que el pueblo inglés se empobreciera, no que se enriqueciera, si lo obliga a adquirir tela a precios más altos de los que tendría que pagar si fuera a comprar libre de aranceles desde Portugal.

Los proteccionistas responderán que, si bien Portugal puede actualmente tener una ventaja comparativa sobre Inglaterra en la producción tanto de vino como de tela, si el Parlamento protege a los productores ingleses de tela -dando así razón para que no reasignen sus operaciones hacia Portugal- ello mejoraría su eficiencia para producir tela en Inglaterra, asegurando así que, en el futuro, Inglaterra tendrá una ventaja comparativa en producir tela. Hace un año, en este espacio, examiné este argumento proteccionista específico y encontré que era gravemente deficiente. Pero, aun si este argumento proteccionista fuera válido, no es argumento contra la ventaja comparativa o la movilidad internacional del capital, En vez de ello, es un argumento de que funcionarios gubernamentales pueden mejor de lo que pueden los mercados, determinar qué industrias deberían progresar, y cuáles no, en el país natal.

CODA

Un punto final vale la pena hacerlo si es sólo para revelar más plenamente qué tan profundamente confundidos están los proteccionistas sobre la realidad económica. Cuando proteccionistas como Oren Cass insisten que la movilidad internacional del capital convierte al libre comercio en peligroso para Estados Unidos, su preocupación especifica es que el capital huye desde unos Estados Unidos de salarios altos hacia países extranjeros de salarios más bajos. Pero, también, estos proteccionistas se quejan incesantemente de los déficits comerciales vigentes de Estados Unidos, en apariencia sin darse cuenta que, siempre que un país tiene un déficit comercial, el capital está fluyendo hacia ese país.
Así que, si, en contra de los hechos, la movilidad internacional del capital convierte en dañino al libre comercio para algunos países, en tanto que continúa beneficiado a otros, dado que Estados Unidos por casi medio siglo tiene ahora una corriente sin quiebre de déficits comerciales anuales, sin ambigüedad los estadounidenses están entre los beneficiarios.

Donald J. Boudreaux es compañero sénior del American Institute for Economic Research y del Programa F.A. Hayek para el Estudio Avanzado en Filosofía, Política y Economía del Mercatus Center; miembro de la Junta Directiva del Mercatus Center y es profesor de economía y anterior jefe del departamento de economía de la Universidad George Mason. Es autor de los libros The Essential Hayek, Globalization, Hypocrites and Half-Wits, y sus artículos aparecen en publicaciones tales como el Wall Street Journal, New York Times, US News & World Report, así como en numerosas revistas académicas. Él escribe un blog llamado Café Hayek y es columnista regular de economía en el Pittsburgh Tribune-Review. Boudreaux obtuvo su PhD en economía en la Universidad Auburn y un grado en derecho de la Universidad de Virginia.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.