RESEÑA: MILTON FRIEDMAN-EL ÚLTIMO CONSERVADOR

Por Michael N. Peterson
American Institute for Economic Research
11 de enero del 2024

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es michael n. peterson, american institute for economic research, Friedman, January 11, 2024. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

En su biografía definitiva, Milton Friedman: The Last Conservative, Jennifer Burns hace una crónica de la vida e historia detrás del economista y niño prodigio de Nueva Jersey. Un duendecillo en estatura pero altísimo en intelecto, Milton Friedman fue, a la par de su contemporáneo inclinado hacia la izquierda John Maynard Keynes, el economista más influyente del siglo XX. Como primer tratamiento completo de la histórica carrera de Friedman, el libro de Burns no decepciona.

Burns documenta cómo la odisea personal de Friedman, con sus pruebas, triunfos, y tragedias, dio forma a su carrera académica al igual que su proeza intelectual. Nacido en el 2012, los años formativos de Friedman fueron testigos de la privación económica de la Gran Depresión y del liberalismo [en el sentido usualmente empleado en Estados Unidos de intervencionismo estatal] del Nuevo Trato. Cuando estaba a punto de marchar hacia la universidad, su padre, Sol, murió abruptamente. Durante la década siguiente, al ingresar al mundo de la economía, Friedman se engancharía a la sabiduría y brillantez económica de sus mentores: Frank Knight, Henry Simons, y Arthur Burns.

Durante su tercer año universitario, Friedman se sentó en el curso de economía de Arthur Burns, en donde la exposición a Alfred Marshal y la manera de pensar marginalista le dieron forma profunda a su futura agenda de investigación. El libro extensamente leído de Alfred Marshall, Los Principios de Economía, no sólo se convirtió para Friedman en un libro simplemente leído, sino saboreado, debatido, y revisitado durante toda una vida,” escribe Jennifer Burns. Encuentros posteriores con Frank Knight y Henry Simons en la Universidad de Chicago solidificaron su profunda devoción hacia la teoría de precios, una escuela de pensamiento que aún estaba en proceso de florecimiento durante los años treinta.

El impacto súbito de la Gran Depresión en 1932, y su terca persistencia, irritó a Friedman por muchos años. En Chicago, su educación se enfocó en la importancia de la economía clásica, y en el rol del dinero en la economía. Con tal base, él diseñaría sus propias contribuciones económicas, en su momento conduciendo a la nueva era de la Escuela de Economía de Chicago.

Burns hace un trabajo maravilloso explicando la importancia metodológica del pensamiento de Friedman. En vez de moldear teorías que calcen con los hechos, como lo hizo la mayoría de economistas institucionales de la corriente principal de su época, él preguntó si los hechos eran compatibles con la teoría. Friedman no era un opositor sino un firme creyente en seguir los hechos adonde condujeran. Este enfoque de “economía positiva” apuntalaría sus últimas contribuciones por las que fue más conocido, incluyendo el monetarismo, el impuesto negativo al ingreso, y la hipótesis del ingreso permanente, entre otras.

Al describirlo como “el último conservador,” Burns arguye que la firme adhesión de Friedman con la estabilidad monetaria le alineaba más con el campo conservador que con la rama liberal clásica naciente o de liberación. Mientras que los libertarios “a favor del oro” buscaron una moneda plenamente respaldada y prefirieron dejar que las recesiones se agotaran, Friedman creía que el gobierno tenía un papel activo en estabilizar el sistema monetario.

Pero, desacuerdos sobre la política monetaria ideal entre monetaristas como Friedman y liberales clásicos como F.A. Hayek, ignoran el traslape inmenso que compartían. Como Hayek, Friedman creía que nadie debería caer debajo de un umbral de ingreso mínimo. Friedman ejecutó la visión de Hayek de un ingreso universal básico por medio del EITC [siglas en inglés de Crédito Impositivo por el Ingreso Ganado], lo que es posiblemente el legado de política más influyente de Friedman. Ambos economistas promovieron lo que consideran un “programa positivo,” uno que defendía el sistema de libre mercado a la vez que atendía a quienes cayeron a través de las grietas.

También, Burns enfatiza el creciente estrellato político de Friedman. Luego de publicar su obra maestra, A Monetary History of the United States, 1867-1960, Friedman empezó a asesorar la campaña de Barry Goldwater de 1964. En esa época, las ideas de Friedman hicieron eco de muchas de Goldwater, incluyendo su posición conflictiva sobre integración racial forzada. Pero, al igual que Goldwater, las acciones personales de Friedman desmintieron su posición declarada contra la Ley de Derechos Civiles.

Cuando el hijo de Friedman, David, fue excluido de un club social afiliado con la Universidad de Chicago, aquel “sugirió que la universidad rompiera lazos con la organización.” Y, cuando la Asociación Económica Estadounidense consideró una sede hotelera que discriminaba contra afroamericanos, Friedman habló y propuso que el grupo se abstuviera de efectuar reuniones en el hotel hasta que “no hubiera discriminación.” Friedman reconoció que, aunque no era una panacea, el mercado era una herramienta disciplinaria poderosa a la luz de un racismo rampante.

Finalmente, Burns aclara la confusión que continúa revoloteando alrededor de la visita de Friedman a Chile en 1973. Ella hace ver que el viaje de seis días fue más una sarta de reuniones con lideres chilenos que una audiencia personal con Augusto Pinochet. De hecho, Friedman sólo se reunió con el dictador suramericano durante 45 minutos, tiempo en que propuso “fuertes reducciones en el gasto gubernamental y un compromiso creíble de dejar de imprimir dinero.”

Al no denunciar explícitamente los peores males del régimen militarizado, Friedman se puso para la crítica de activistas que con certeza malinterpretarían sus actividades. En su perspectiva, el enfoque diplomático de Friedman maximizó la posibilidad de que sus ideas fueran oídas, sin alienar a los jugadores a cargo de reformar el país. Como escribe Burns, “Nunca arguyó él que la violencia fuera defendible o que la izquierda chilena se buscó la persecución. Él sólo se enfocó en la omelet en vez de los huevos.”

La biografía maestra de Burns sobre Milton Friedman es más que un retrato intelectual. Es un rico recordatorio de cómo las ideas, el contexto histórico, y las relaciones personales dan forma al mundo que hacemos. Ya sea su trabajo monetario temprano, sus llamados a tipos de cambio fluctuantes, o su argumento para acabar con el servicio militar obligatorio, Friedman tipificó la manera de ser liberal clásica – individualismo, mercados libres, y gobierno limitado. Tal vez, él fue el último conservador que Burns describe, pero, si seguimos su legado intelectual hasta su fin último, arribamos a un destino liberal clásico.

Michael Peterson es especialista de contenido en una institución académica del área de Washington D.C. Actualmente estudia su maestría en economía en la Universidad George Mason. Los estudios de Michael se enfocan en la economía del desarrollo y el análisis institucional.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.