SOBRE EXCEPCIONES A LA REGLA DE UNA POLÍTICA DE LIBRE COMERCIO

Por Donald J. Boudreaux
American Institute for Economic Research
28 de diciembre del 2023

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es donald j. boudreaux, american institute for economic research, free trade, December 28, 2023. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

No hace mucho alguien me envió un correo electrónico en donde dice que “es imposible importar bienes de otra nación sin importar algunos de sus valores. Cuando el Reino Unido solía importar algodón del Sur de Estados Unidos, necesariamente importó la tolerancia del Sur hacia la esclavitud. O, cuando importamos bienes de China, necesariamente importamos el estatismo chino.”

Esta observación acerca del comercio merece una atención respetuosa.

¿Puede esta observación apuntar a excepciones legitimas al caso en favor de una política de libre comercio unilateral? Por supuesto. Pero, como es cierto para todas las reglas, las excepciones aseveradas deben tomarse cuidadosamente en consideración sobre una base de caso por caso y limitadas a imponer la carga de la persuasión sobre aquellas personas que apoyan dejar de lado la regla en un caso específico. El peso de esta carga nunca debería ser modesto, y más pesado para reglas más importantes.

LA RAZÓN PARA LAS REGLAS

El hecho de que seguir una regla en un caso específico puede que no rinda, en ese caso, un resultado óptimo nunca es en sí una buena razón para violar una regla. Nosotros no seguimos reglas debido a que esperamos en cada caso que los resultados serán óptimos. De hecho, seguir una buena regla puede que nunca produzca un resultado óptimo. En vez de ello, al seguir reglas esperamos que el flujo vigente de resultados será superior al flujo de resultados que emergería en cada instancia en que la gente hizo una determinación de cómo actuar caso por caso. Usted no se brinca las luces rojas aún en esa instancia en la que usted tiene una confianza elevada de que hacer tal cosa no causaría un accidente. Al seguir la regla “manténganse detenido siempre que la luz esté en rojo” usted sabe que en muchos casos permanecerá estacionario cuando moverse en ese caso sería lo mejor – cuando brincarse esa luz roja en particular le ahorraría a usted tiempo valioso sin causar daño a alguien más. Pero, al seguir esta regla, con el tiempo el riesgo de herirse usted y a otros con su automóvil se conserva siendo mucho menor de lo que sería sin la regla.

En resumen, las reglas buenas, si bien casi nunca producen la optimalidad en un caso específico, producen flujos de resultados que se aproximan a la optimalidad cuando se consideran como flujos.

Por tanto, identificar correctamente como “subóptimos” los resultados de una política de libre comercio unilateral en uno o más casos, de ninguna forma justifica restringir el comercio en esos casos. Una política -una regla- de libre comercio unilateral se justifica porque el flujo de resultados con el tiempo será mejor de lo que este sería en ausencia de esta regla. La justificación de una política de libre comercio no descansa en la afirmación de que el libre comercio en todos y cada uno de los casos rinde resultados “óptimos,” o un flujo de resultados tan bueno como el que se lograría si políticas proteccionistas se administraran por gente con conocimiento y bondad como un Dios.

Pero, algunas veces se justifican excepciones a las reglas. No obstante, para entender cuándo se requiere ser consciente de “la razón para las reglas.” Primordial entre las razones para las reglas es la imperfección del conocimiento humano y sus límites. Simplemente no sabemos, y no podemos saber, lo suficiente para elegir sabiamente sin la guía de reglas. Las buenas reglas contienen conocimiento probado en el tiempo que nos guía para actuar como si supiéramos más de lo que realmente sabemos – como si tuviéramos conocimiento que es más cercano a ser una Divinidad. Dios sería un tonto si se atara a reglas; los Humanos son tontos de no hacerlo.

Al aplicarlo a la política comercial, los funcionarios de gobierno simplemente no pueden prever todas las consecuencias de sus interferencias con el comercio. Sabemos, como asunto de teoría, que algunas veces es posible elevar tarifas específicas de forma que ocasionarán que productores en el país natal desarrollen mejores ventajas comparativas de las que desarrollarían sin la tarifa más alta. Tal situación puede fácilmente ser descrita por un estudiante de tercer año con licenciatura en economía.

Pero, en la práctica, nunca sabremos cuando en realidad prevalecen tales condiciones. Debido a que hay una buena razón para creer que las fuerzas de mercado que operan cuando el comercio es libre, la mayoría de las veces incitan a que se desarrollen ventajas comparativas que promueven el crecimiento económico -y porque también sabemos que esas fuerzas de mercado aprovechan y usan una cantidad mucho mayor de conocimiento del que está disponible para funcionarios gubernamentales- la mejor regla es prohibir que, para mejorar el patrón de ventajas comparativas del país, funcionarios gubernamentales usen aranceles y otras intervenciones al comercio.

Otra “razón para las reglas” es el interés propio humano. La prudencia nos conduce a asumir que la mayoría de las personas la mayor parte de su tiempo perseguirá sus propios intereses. En los mercados, este motivo es pro social. Carniceros, cerveceros, y panaderos logran los ingresos que desean sólo si satisfacen los deseos de sus clientes. Pero, fuera de los mercados (o relaciones de familia y amistad cercanas), la búsqueda del interés propio es muy a menudo anti social. El ladrón satisface su deseo frustrando las habilidades de su víctima de satisfacer sus deseos. El gobernante autoritario cumple sus deseos frustrando aquellos de sus conciudadanos. El político en busca de votos satisface grupos de interés especial a un costo mayor del público en general.

La realidad del interés propio es otra buena razón para una política de libre comercio, pues esta política disminuye la habilidad del político para dañar al público en general cuando otorga privilegios especiales a productores políticamente influyentes.

PREGUNTAS QUE HACERLE A LA GENTE QUE PROPONE DEJAR DE LADO LA REGLA DEL LIBRE COMERCIO

¿Qué ayuda ofrecen estas cavilaciones para enfrentar las inquietudes de mi corresponsal acerca de comerciar libremente con los chinos? La respuesta es que ellas promueven cuestionamientos que deben responderse satisfactoriamente, antes de conceder que la regla del libre comercio debería en esos casos específicos ser violada. Tales preguntas incluyen:


  • Cuándo comerciamos libremente con China, ¿necesitamos realmente importar el estatismo chino? ¿Necesariamente las compras de estadounidenses de iPhones ensamblados en China llevan en realidad el estatismo chino a las costas estadounidense? ¿Podría existir la posibilidad de que existan estas compras a pesar del estatismo de Beijing, en vez de a causa de él? Debido que los años de inversiones en China hacen que hoy hacen estas compras, y otras, posibles fueron impulsadas más por fuerzas del mercado y no por el estatismo, tal vez lo que hoy estemos importando de China no es estatismo, sino, en vez de ello, los frutos de lo que sea que aún permanece de liberalismo de mercado en ese país.
  • Aún si arribamos a la conclusión muy poco posible de que las importaciones estadounidenses desde China son ahora básicamente frutos del estatismo chino (en vez de las fuerzas de mercado en China) ¿la cantidad de estatismo chino que importamos supera o se queda corto de la porción adicional necesaria de estatismo estadounidense para restringir la libertad de estadounidenses de comerciar con chinos? El supuesto estatismo “importado” debe sopesarse contra el estatismo producido domésticamente propuesto para usarse como un antídoto.
  • Aún más, lo que es cierto para Estados Unidos lo es también para China. E igual cuando el estatismo aumenta en Estados Unidos en forma de proteccionismo adicional, un resultado sería que, por medio de su intercambio con Estados Unidos, China importará más estatismo. ¿Cómo deberían los estadounidenses sopesar esta consecuencia negativa?
  • ¿Qué porción de bienes vendidos a los estadounidenses por los chinos se produce bajo condiciones tan tiránicas que el gobierno de Estados Unidos estaría justificado en impedir que estadounidense compren esos bienes? Obviamente, si sabemos que las cosas que importamos desde China son hechas por esclavos de verdad, entonces, se puede hacer un caso convincente a favor de que el gobierno de Estados Unidos impida comprar cosas desde China. Pero, suponga que sólo dos por ciento de las importaciones estadounidenses desde China son hechas por esclavos, mientras el restante 98 por ciento es hecho por trabajadores que son exactamente tan libres como lo son en, digamos, Europa occidental. Si es impráctico impedir la importación de cosas sin prevenir, también, la importación de una cantidad substancial de otros bienes desde China, ¿debería sin embargo el gobierno estadounidense restringir el comercio con China, dado que el peso del daño de esas restricciones al comercio sufridas por China recaerá, y dañará, sobre trabajadores ordinarios inocentes al caer su demanda de servicios?
  • ¿Puede confiarse en que políticos estadounidenses evalúen correctamente cuándo son las condiciones en las fábricas chinas lo suficientemente crueles -o suficientemente esclavizadoras- para justificar restringir el comercio de estadounidenses con chinos? Sabemos que los políticos están siempre ansiosos por encontrar cobertura para crear rentas a grupos con intereses específicos. ¿Son hoy las supuestas tiranías en China tan vastas y profundas como para justificar restricciones al comercio de estadounidenses impuestas por el gobierno de Estados Unidos?
  • ¿Puede haber otros medios diferentes de restricciones al comercio por el gobierno de Estados Unidos para presionar que Beijing trate mejor al pueblo chino? Si es así, ¿deberían en cambio usarse esos otros medios? Comparado con restricciones al comercio, ¿cuáles son las cosas favorables y desfavorables de esos otros medios?


Estas preguntas, y muchas otras relacionadas, son el tipo de las que deberían hacerse cuando alguien propone violar la regla del libre comercio para lidiar con un gobierno que actúa mal como ese en Beijing. Esas preguntas deberían siempre ser específicas para las alegaciones a mano, y las respuestas correctas a menudo no serán claras. Pero, no deberá haber excepción a la regla de poner el peso de la persuasión sobre quienes proponen hacer excepciones a la regla del libre comercio. Hacer preguntas como las de arriba es una forma sólida de asegurar que ese peso es asumido.
Esa carga será atendida algunas veces, justificando así restricciones al comercio. Pero, evitar abrazar demasiado rápido excepciones a esta regla excelente es vitalmente importante,

Donald J. Boudreaux es compañero sénior del American Institute for Economic Research y del Programa F.A. Hayek para el Estudio Avanzado en Filosofía, Política y Economía del Mercatus Center; miembro de la Junta Directiva del Mercatus Center y es profesor de economía y anterior jefe del departamento de economía de la Universidad George Mason. Es autor de los libros The Essential Hayek, Globalization, Hypocrites and Half-Wits, y sus artículos aparecen en publicaciones tales como el Wall Street Journal, New York Times, US News & World Report, así como en numerosas revistas académicas. Él escribe un blog llamado Café Hayek y es columnista regular de economía en el Pittsburgh Tribune-Review. Boudreaux obtuvo su PhD en economía en la Universidad Auburn y un grado en derecho de la Universidad de Virginia.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.