ODA AL SACRIFICIO DE MILEI

Por Álvaro Vargas Llosa
Independent Institute
Lunes 11 de diciembre del 2023

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es álvaro vargas llosa, Independent institute, Milei, December 11, 2023. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

Uno está acostumbrado a escuchar a muchedumbres gritar en la plaza pública, “No hay dinero” o algo parecido. Eso significa que la gente está furiosa con su gobierno y quiere que las autoridades remedien sus problemas redistribuyendo la riqueza de regreso hacia ella (“de regreso” porque los ricos han obtenido su riqueza a sus expensas.) Uno no está acostumbrado a escuchar a muchedumbres cantar “No hay dinero” para expresar su ensordecedora aprobación de un presidente entrante, quien acaba de anunciar que él desatará sobre ellas la terapia de choque más brutal de la historia del país, a fin de revertir una catástrofe fiscal y monetaria heredada. Eso es precisamente lo que pasó el domingo 10 de diciembre, enfrente del Congreso de Argentina, cuando Javier Milei, el autoproclamado líder libertario, dio su discurso inaugural y ofreció años del equivalente de “sangre, trabajo, lágrimas y sudor” en términos de austeridad gubernamental, para el país posiblemente más inclinado al populismo en el hemisferio Occidental.

En este punto no sabemos si Milei tendrá éxito pues las probabilidades en su contra son monumentales – una economía desastrosa, instituciones quebradas, una diminuta minoría parlamentaria, niveles récord de crimen, y una oposición peronista que en el pasado ha logrado ya bien descarrilar o derrocar a presidentes no peronistas y, subsecuentemente, regresar al poder.

Pero, Milei comprende la magnitud de lo que se avecina y ha empezado su período con la clara intención de desmantelar el legado estatista. Tan sólo por eso, él merece algún crédito, y Argentina merece estar en el radar de todos aquellos interesados en el fascinante proceso de desarrollo socioeconómico.

El plan, como lo explicó, es reducir drásticamente el gasto público y deshacerse del banco central (una vez que sean resueltas sus deudas masivas remuneradas), desregular grandes partes de la vida económica y social, eliminar los obstáculos y controles que paralizan la inversión y el comercio internacional y doméstico, y recortar los ligámenes mercantilistas entre empresas y sindicatos, por un lado, y el gobierno, por el otro. Si él logra una parte significativa de lo que presentó en su discurso inaugural, sus reformes podrían pasar a la historia como comparables con aquellas tomadas por Roger Douglass y Ruth Richardson en Nueva Zelandia en la segunda mitad de los años ochenta y principios de los noventa, respectivamente, la transformación de Gran Bretaña por Margaret Thatcher en la década de 1980, la revolución impositiva de Irlanda a inicios de los años noventa o el mar de cambio hacia el mercado libre en Estonia en esa misma década.

La magnitud de lo que él ha heredado es alucinante. El déficit fiscal equivale al 15 por ciento del Producto Interno Bruto – un tercio en manos del ministerio de Hacienda y dos tercios en aquellas del banco central, que bajo los peronistas ha actuado como un ministerio de Hacienda paralelo. No es de extrañar que la deuda equivale a más de $400 miles de millones, sin dejar de mencionar otros $100 miles de millones adeudados en diversas formas por el ministerio de Hacienda, el banco central, y el consorcio petrolero propiedad del gobierno.

En los últimos cuatro años, ese mismo banco central imprimió el equivalente de un 20 por ciento del PIB del país. El gobierno le ordena al banco central imprimir dinero para así cubrir sus enormes gastos para los que no tiene financiamiento y el banco central, a su vez, vende valores de corto plazo a bancos comerciales para tratar de esterilizar algo de ese exceso de pesos, pero, para que valga la pena prestar el dinero, les ofrece tipos de interés increíblemente altos (hace poco llegaron a 133 por ciento).

¿Cómo el banco central honra el interés de la deuda de corto plazo? Imprimiendo toneladas más de pesos, por supuesto, así derrotando todo propósito de esterilización monetaria. Periódicamente, los bancos renuevan la deuda – y ahí sigue la cosa. (Al aproximarse la fecha de la transición a un nuevo gobierno, ellos empezaron a intercambiarla por valores aún más líquidos). Esta es la razón por la que Milei advirtió en su discurso que, en ausencia de medida fiscales y monetarias drásticas, Argentina, cuya inflación es al momento de 150 por ciento, pero que se está acelerando rápidamente y alcanzará un porcentaje anualizado de 300 por ciento a principios del 2024, encararía una inflación de 15.000 en un futuro no muy distante.

En un santiamén, este país, uno de los diez más ricos a principios del siglo XX, tendría una tasa de pobreza de noventa por ciento. Luego de doce años sin crecimiento económico, la cifra actual ya está entre 40 y 45 por ciento. Tan sólo seis millones de argentinos (a partir de una población de casi 46 millones) tiene empleo formal.

El último empleo que alguien puede querer en esta coyuntura es ser presidente de Argentina. La mejor de las suertes, presidente Milei.

Álvaro Vargas Llosa es Compañero Sénior en el Instituto Independiente. Sus libros con el Instituto incluyen Global Crossings, Liberty for Latin America, and The Che Guevara Myth.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.