POR QUÉ GENTE COMÚN HABILITA A TOTALITARIOS, PARTE II

Por Barry Brownstein
American Institute for Economic Research
13 de diciembre del 2023

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es barry brownstein, american institute for economic research, totalitarians part II, December 13, 2023. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

En la parte I de este ensayo, exploramos la idea de Sebastian Haffner de que los alemanes que habían perdido contacto con el impulso humano innato de crear y vivir una vida significativa, era más posible que llegaran a ser nazis. Muchos nazis, afirmó Haffner, no entendieron las consecuencias de su fallo moral. “la mayoría de ellos,” escribió Haffner, “habría sido profundamente impactada si uno hubiera sugerido que, en lo que realmente estaban a favor, eran cámaras de tortura y pogromos [masacres de judíos por el poder] oficialmente decretados.”

Hitler arribó al poder en 1933 en parte al prometer, en palabras de Haffner, “todo a todo mundo, lo que naturalmente le atrajo un ejército vasto e informal de seguidores y votantes ente los ignorantes, los desilusionados, y los desposeídos.” Una disposición a renunciar a la autosuficiencia y el estado de derecho a favor de ventajas para los pocos, fue campo fértil para lo que siguió.

Rápidamente, Hitler emitió directivas totalitarias y Haffner quedó atónito: “’¿Qué fue de los alemanes?’… Una mayoría de ellos votó contra Hitler… ¿Cómo era posible que no hubiera ni la más ligera reacción visible de [la mayoría].”

Una explicación obvia era el temor, pero, las ides de Haffner llegaron más hondo. Él reconoció una mentalidad en común entre los alemanes de no “hacer algo que pudiera ‘descarrilar’ su vida – algo audaz o fuera de lo ordinario.”

Vemos hoy el mismo comportamiento autoprotector en Estados Unidos. Cada día, surgen nuevos ejemplos, pero, hoy, leía acerca del Dr. Mike Joyner, quien está siendo “disciplinado” por la Clínica Mayo por su disposición a escribir sobre la ventaja que la testosterona les da a atletas natos. Sin duda, muchos colegas del Dr. Joyner entienden o respetan su posición, pero guardan silencio por temor a sus carreras.

No queda claro del manuscrito de Haffner si él se daba cuenta de las ideas de Jung y de Freud sobre proyección.
Quienes viven la vida sin sentido inevitablemente proyectan en otros la vergüenza y culpa de sus propias elecciones míseras. No necesariamente, ni siquiera típicamente, ataque, significa un ataque físico. Proyectar impensadamente en otros todo lo que uno odia acerca de uno mismo es una forma de ataque. Ver a otros como objetos de disgusto es una forma de ataque. El odio aprobado por el estado es un mecanismo que usan los autoritarios para hacer presa de mentes condicionadas para atacar.

Haffner relató el crecimiento del odio sancionado por el estado. En 1933, él era un Referendar (un abogado en entrenamiento) para la Kammergericht (la corte suprema de Berlín). Poco después que el gobierno nazi organizara boicots a negocios de judíos, los abogados judíos se convirtieron en un objetivo. Un día, Haffner escuchó “un ruido de pasos afuera en el corredor, el sonido de botas ásperas en las escaleras, luego, un estruendo lejano e ininteligible, gritos, golpes a puertas.” Como en una escena de muchas películas, los SA (los Sturmabteilung), que era el ala paramilitar del partido nazi, habían arribado.

Haffner estaba en la biblioteca de derecho y escuchó a uno de sus colegas decir, “Ellos están lanzando a la calle a los judíos.” Otros empezaron a reír. Haffner, quien no era judío, escribió “En ese momento esas risas me alarmaron más de lo que en realidad estaba pasando. Con sobresalto me di cuenta que había nazis trabajando en esa sala.” Eso desorientó a Haffner, quien se dio cuenta que entre sus colegas había antisemitas que ahora se sentían libres para compartir su odio.

Luego, un hombre de los SA se aproximó al escritorio de Haffner y le preguntó, “¿Es usted ario?” reveló Haffner, “Antes que tuviera tiempo para pensar, dije, ‘Sí.’ …Un instante demasiado tarde sentí la vergüenza, la derrota. …Qué humillación, haber respondido tan fácilmente la pregunta injustificada de si yo era ‘ario’… Había fallado en mi primer examen. Me podía haber dado a mí mismo una cachetada.”

Al leer el testimonio de Haffner, me di cuenta que, si hubiera estado en sus zapatos, me hubiera comportado de la misma manera. Entendí en un nivel muy profundo, que la mejor salvaguardia de la libertad es el apoyo social a un sistema que impide abusos del poder antes que sean necesarios actos de heroísmo individuales. Cuando conservar la libertad requiere resistir la amenaza de violencia, probablemente es demasiado tarde.

Afuera en el parque, con su novia, Haffner discernió que el virus mental del antisemitismo había infectado al país. Era un día de excursiones escolares y cuando cada grupo de “escolares de rostros frescos acompañados y supervisados por sus maestros… pasaba, [ellos] nos gritaban ‘Juda verrecke!’ (¡mueran judíos!) con sus voces jóvenes brillantes, como si fuera una especie de bienvenida a caminantes.”

En una contribución significativa para nuestra comprensión del odio sancionado por el estado, Haffner exploró el engaño mental que los nazis usaban, no sólo contra los judíos, sino contra otras naciones y grupos. Los nazis diseminaban su odio provocando conversaciones, no acerca de su odio, sino acerca del derecho a sus víctimas de existir.” Reportó Haffner que,

“Súbitamente, todo mundo se sintió justificado, y de hecho obligado, a tener una opinión sobre los judíos, y afirmarla públicamente. Se hicieron distinciones entre judíos “decentes” y los otros. Si alguien apuntaba a los logros de científicos, artistas, y médicos judíos para justificar a los judíos (¿justificar? ¿para qué? ¿contra qué?), otros responderían que ellos eran un “influencia extranjera” detrimental en esas esferas.”

Presagiando la política de identidad de hoy, que demanda igualdad de resultados, escribió Haffner,

“De hecho, pronto se hizo costumbre imputar a los judíos si tenían una profesión respetable o intelectualmente valiosa.
Eso era tratado como un crimen o, en el menor de los casos, como ausencia de tacto. Se les dijo con el ceño fruncido a los defensores de los judíos que era reprensible de los judíos tener tal o cual porcentaje de médicos, abogados, periodistas, etcétera. De hecho, los cálculos porcentuales eran un ingrediente popular de la ‘cuestión judía.’”

Luego, Haffner explicó con claridad por qué el nazismo y, de hecho, todo tribalismo, es una amenaza existencial para la humanidad. Él razonó que “el nazismo y el antisemitismo no tenían nada que ver con las virtudes o vicios de los judíos.”
Para Haffner, las justificaciones que daban los nazis para sus programas contra judíos eran “un completo disparate” y, por tanto, no eran el verdadero horror. Lo que Haffner reconoció era que los nazis fueron los primeros en la historia “en negar a humanos la solidaridad de cada especie que le permite sobrevivir; convertir instintos depredadores humanos, que normalmente se dirigen contra otros animales, contra miembros de su propia especie, y convertir toda una nación en una jauría de perros de caza.”

Escalofriantemente, Haffner previó que, una vez que esta apelación a lo peor en la naturaleza humana es “despertada… e incluso convertida en un deber, es un asunto sencillo cambiar el objetivo. Eso puede verse hoy claramente; en vez de “judíos,” uno puede por igual ver a “checos” o “polacos” o cualquier otro.” Haffner explicó por qué la civilización estaba en juego:

“Tenemos aquí la infección sistemática de toda una nación, Alemania, con un germen que causa que su pueblo trate como un lobo a sus víctimas; o, para ponerlo de otra forma, la liberación y revitalización de precisamente esos instintos sádicos cuyo encadenamiento y restricción han sido el trabajo de miles de años de civilización.”

Con ello, Haffner advirtió, “Si el corazón central del programa nazi se convierte en una realidad, equivaldría a una crisis importante para la humanidad, y podría en riesgo la supervivencia de la especie Homo sapiens.”

El programa nazi se convirtió en una realidad, pero la humanidad sobrevivió. Con la religión de justicia social de grupos de identidad en ascenso, ¿está la humanidad de nuevo en riesgo?

En una entrada de una revista de 1829, Ralph Waldo Emerson escribió, “Imagine que la esperanza se remueve del pecho humano y verá como la Sociedad se hundirá, como se relajarán los fuertes lazos del orden y la superación, y qué quietud mortal tomará el lugar de las energías sin descanso que ahora mueven al mundo.” Haffner tenía la esperanza de que este país despertaría, pero la historia enseña cómo las acciones de seres humanos pueden crear un sufrimiento humano inimaginable. Para prevenir lo peor, debemos aprender las lecciones de la historia.

Barry Brownstein es profesor emérito de economía y liderazgo en la Universidad de Baltimore. Es autor de The Inner-Work of Leadership, y sus ensayos han aparecido en publicaciones como la Fundación para la Educación Económica e Intellectual Takeout.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.