POR QUÉ GENTE COMÚN HABILITA A TOTALITARIOS, PARTE I

Por Barry Brownstein
American Institute for Economic Research
7 de diciembre del 2023

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es barry brownstein, american institute for economic research, totalitarians part I, December 7, 2023. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

Dijo Cicerón que la historia “lanza una luz sobre la realidad y es una guía para la vida.” La sabiduría ganada al entender el pasado ayuda a prevenir que se repitan los mismos errores.

Sebastian Haffner buscó respuestas a las preguntas de cómo los nazis ascendieron al poder en Alemania y por qué el pueblo alemán no los detuvo. En 1939, escribió pero nunca terminó su libro autobiográfico Defying Hitler: A Memoir. El análisis penetrante de Haffner le llevó a concluir que las escogencias y mentalidad de los alemanes ordinarios eran responsables del arribo al poder de Hitler. Los alemanes fueron facilitadores y víctimas de Hitler.

Haffner fue el pseudónimo de Raimund Pretzel. Haffner recibió entrenamiento como abogado, pero circunstancias le obligaron a proseguir una carrera como historiador y periodista. Él huyó de la Alemania nazi hacia Inglaterra en 1938.

¿Por qué debería importarnos la explicación de Haffner sobre los acontecimientos históricos en términos de la mentalidad de la gente corriente? Después de todo, como señaló Haffner, la teoría de la historia del gran hombre se sostiene ampliamente:

“Si usted lee libros de historia comunes -que, a menudo no se nota, contienen sólo el esquema de los acontecimientos, no los acontecimientos en sí- usted logra la impresión de que no más de unas pocas docenas de personas están involucradas, quienes sucede que están “al mando del navío del estado” y cuyos hechos y decisiones forman lo que es llamada historia.”

Si usted está buscando al gran hombre, escribió Haffner, creerá que la historia de los años treinta “es una especie de juego de ajedrez entre Hitler, Mussolini, Chiang Kai-shek, Roosevelt, Chamberlain, Daladier, y una cantidad de otros hombres cuyos nombres están en los labios de todos.”

Cuando aceptamos la teoría del gran hombre, las personas corrientes tienen poca responsabilidad. Son vistas en palabras de Haffner como “otros anónimos [quienes] en el mejor de los casos parecen ser los objetos de la historia, peones en el juego de ajedrez, quienes pueden ser presionados hacia adelante o dejados en su lugar, sacrificados o capturados.”

Haffner rechazó el principio del gran hombre y articuló “la verdad sencilla” de que “los acontecimientos históricos decisivos tienen lugar entre nosotros, las masas anónimas.” Explicó él,

“Los dictadores, ministros, y generales más poderosos carecen de poder contra decisiones masivas simultáneas tomadas individual y casi inconscientemente por la población en general. Es característico de estas decisiones que ellas no se manifiesten como movimientos o demostraciones masivas. Las asambleas de las masas son muy incapaces de una acción independiente.”

Haffner nació en 1907. Describió que su experiencia como estudiante escolar durante la Primera Guerra Mundial le había dado forma a su mentalidad: “Entre 1914 y 1917 una generación de estudiantes en edad escolar experimentó diariamente la guerra como un juego grandioso, emocionante, cautivador entre países, lo que proveía mucha mayor excitación y satisfacción emocional de lo que cualquier paz podría ofrecer.”

Para muchachos escolares, la vida real parecía ser demasiado ordinaria: “Uno iba a la escuela, aprendía a leer, escribir, y aritmética, y después latín e historia; uno jugaba con amigos, uno salía con los padres de uno – pero, ¿era esa una vida? La vida lograba su emoción, el día su color, de los acontecimientos militares del momento.”

Haffner se describió a sí mismo como “un fan de la guerra tal como uno es un fan del futbol.” Haffner no se involucró en campañas de odio, pero tenía una “fascinación por el juego de la guerra, en que, según ciertas reglas misteriosas, los números de prisioneros tomados, millas avanzadas, fortificaciones tomadas, y barcos hundidos casi que jugaban el mismo rol de los goles en el futbol y puntos en el boxeo.”

Las actitudes hacia la guerra inculcadas en las mentes de esos muchachos de escuela fueron precursoras del “entusiasmo por la acción” de los nazis y “su intolerancia y crueldad hacia opositores internos.”

“Hitleres” potenciales siempre han vivido entre nosotros, pero Inglaterra y Francia no se volcaron hacia uno. ¿Qué era diferente en Alemania?

Luego de la Primera Guerra Mundial en Alemania, vino la paz con hiperinflación, que arrasó con toda la riqueza. Haffner describió lo que economistas austriacos llamarían una elevada preferencia en el tiempo entre la juventud alemana: “En medio de toda la miseria, desesperanza, y pobreza, había un aire de juventud aturdida, libertinaje, y carnaval.” El dinero, reportó él, “era gastado como nunca antes o desde ese entonces, y no en las cosas en que adultos mayores gastaban su dinero.”

Los lazos de la civilización se crispan durante la hiperinflación. Como lo explicó Ludwig von Mises en On Money and Inflation: “La verdad es que el gobierno -es decir, el recurso a la violencia- no puede producir nada. Todo lo producido lo es por las actividades de individuos y es usado en el mercado para recibir algo a cambio de él.”

Sin un almacén de valor estable, se dificulta el intercambio voluntario. Como escribe von Mises, “La cooperación social entre hombres -y eso significa el mercado- es lo que trae la civilización.” Cuando el dinero pierde su valor, está en riesgo “todo lo que la civilización ha creado.”

Para el verano de 1924, había regresado la estabilidad monetaria, y Haffner vio que, a pesar de la paz y estabilidad monetaria, la mentalidad de muchos alemanes preparó el escenario para un futuro peligroso:

“Una generación de alemanes jóvenes se había acostumbrado a tener todo el contenido de sus vidas entregado gratis, por así decirlo, por la esfera pública, toda la materia prima para sus emociones más profundas, para el amor y odio, alegría y tristeza, pero, también, para todas sus sensaciones y emociones – bien podrían venir acompañadas de pobreza, hambre, muerte, caos, y peligro.”

Alemania se había convertido en una nación de consumidores pasivos de acontecimientos externos, una población incapaz de encontrar un propósito interior o lograr un significado de sus vidas. Lo explicó Haffner:

“Ahora que súbitamente cesaron esas entregas, la gente se sintió desamparada, empobrecida, robada, y desilusionada. Ella nunca había aprendido a vivir dentro de si misma, cómo llevar una vida privada grandiosa, bella, y que valiera la pena, cómo disfrutarla y hacerla interesante. Así que consideró el final de la tensión política y el retorno a la libertad privada, no como un regalo, sino como una privación.”

Los alemanes estaban ansiosos de una acción externa que llenara un vacío en su interior. Lo alemanes en los años veinte, relató Haffner, “estaban aburridos… esperaban ansiosamente el primer disturbio, el primer retroceso o incidente, de forma que pudieran poner este período de paz tras ellos y establecer alguna nueva aventura colectiva.”

La percepción de Haffner era que quienes se resistieron al nazismo podrían lograr significado al crear una vida rica que no dependiera de la excitación externa, mientras que, quienes no tenían tal fortaleza de espíritu, se hicieron nazis.

Hasta que Hitler llegó al poder, Haffner había tenido confianza en que prevalecerían las restricciones de la civilización alemana:

“Nos sentimos más o menos seguros de que los [nazis] serían mantenidos bajo control. Nos movimos entre ellos con la misma despreocupación con que visitantes a zoológicos sin celda caminan frente a las bestias de presa, confiando en que sus zanjas y setos hayan sido bien calculados. Por su parte, las bestias probablemente reciprocaban tal sentimiento. Con profundo odio acuñaron la palabra “sistema” para referirse a la fuerza impalpable que los mantuvo dentro de límites mientras les dejaba su libertad. Por el momento, al menos, estaban contenidos dentro de límites.”

En los Estados Unidos de hoy, escuchamos las mismas protestas airadas contra el “sistema,” y la Constitución de Estados Unidos es atacada como una de las “barreras para el progreso”.

En los Estados Unidos de hoy, Gallup ha encontrado que un 85 por ciento de los trabajadores no se involucra en el trabajo. Así, mucha gente no logra significado proveniente de una actividad que consume la mitad de sus horas que pasa despierta. Este aburrimiento se calma cuando habitualmente los individuos revisan sus teléfonos un promedio de 144 veces a lo largo del día. La gente se encuentra ansiosa por llenar un vacío interno.

Haffner advirtió, “Las decisiones que influyen el curso de la historia surgen de las experiencias individuales de miles o millones de individuos.” Si Haffner, un apasionado estudioso de la historia, estuviera hoy vivo, agitaría una bandera amarilla. La falta de propósito y cobardía pueden llevarnos a aceptar el llamado ruinoso de una sirena totalitaria.

Barry Brownstein es profesor emérito de economía y liderazgo en la Universidad de Baltimore. Es autor de The Inner-Work of Leadership, y sus ensayos han aparecido en publicaciones como la Fundación para la Educación Económica e Intellectual Takeout.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.