LO QUE PUEDE HABER SIDO

Por Donald J. Boudreaux
American Institute for Economic Research
3 de diciembre del 2023

Comprensiblemente, mucha gente se maravilla de qué tan espectacular música le fue negada a la humanidad por la muerte prematura de Mozart a la edad de 35. ¿Qué sinfonías, óperas, y conciertos serían hoy parte del repertorio de orquestas y otras agrupaciones musicales, si ese sublime compositor hubiera vivido siquiera otros diez años? ¡Imagínese si hubiera vivido hasta los 80! Aun tomando en cuenta la posible declinación de la creatividad debido al envejecimiento, valorar tal pérdida rompe el corazón. Música gloriosa que habrá sido nunca lo será. Nunca. Todo lo que sabemos es que, si Mozart hubiera vivido más tiempo, hoy tendríamos más música suya para disfrutar. Pero, no podemos posiblemente saber qué música habría sido – cómo sonaría la finale de la Sinfonía número 42 de Mozart, qué notas abrirían su Sinfonía número 69, o cuáles serían los puntos destacados del concierto para clarinete que podría haber compuesto en su aniversario 38.

Todo está perdido por siempre, pues nunca se creó.

Un dolor del corazón similar me sobrecoge al valorar la quema, en su lecho de muerte en 1790, de la mayoría de manuscritos no publicados de Adam Smith. La sabiduría y perspicacia que marcaron sus trabajos son preciosas por ser tan escasas. Sabemos que esos trabajos existieron, pero, también ellos -como la música no compuesta de Mozart- están perdidos para siempre, nunca jamás existirán.

Bien puede ser que la Inteligencia Artificial pueda justificar el temor de que destruirá o esclavizará a la humanidad. O, tal vez en vez de ello, la Inteligencia Artificial librará pacíficamente a la humanidad de la necesidad de esfuerzos continuados. Lo que sea. La Inteligencia Artificial nunca compondrá la música que habría sido compuesta por un Mozart de 36 o 43 años de edad. La Inteligencia Artificial nunca escribirá lo que Adam Smith escribió pero quemó.

Pero, al menos sabemos de Mozart y Adam Smith. Tenemos tanto, si bien no lo suficiente, de ellos. (¿Cómo puede haber lo suficiente?) Si usted en realidad quiere ser abrumado por la pérdida de algo que podría haber sido, valore a los poetas, novelistas, economistas, ingenieros, físicos, médicos, filósofos, inventores, banqueros, y empresarios cuyos nombres hoy aún no conocemos, pero que habrían contribuido a la humanidad si no hubieran sido masacrados o mutilados en la Guerra de los Treinta Años, la Revolución Francesa, la Guerra Civil de Estados Unidos, las dos Guerras Mundiales, y en las junglas de Vietnam.

Por supuesto, difícilmente soy la primera persona en lamentar las pérdidas que no conocemos en detalle o medida con alguna exactitud. Pero, estas pérdidas, tan grandes y lamentables como lo son, son muy reducidas comparadas con las pérdidas acumuladas por simples obstrucciones impuestas a lo largo de décadas por gobiernos sobre los mercados.

Considere el impuesto a las ganancias de capital. Este gravamen desalienta algunas inversiones. ¿Qué nuevas empresas habrían existido, pero que, por ese impuesto, no lo fueron? ¿Qué nuevos bienes o servidos podríamos disfrutar hoy si ese impuesto hubiera sido menor? Nunca lo sabremos pues toda empresa y producción que por este impuesto se desalentaron en el pasado, son para siempre inexistentes. La mayoría de recursos que, debido a ese impuesto, no se usó como debería haber sido en ausencia de ese impuesto encontró, por supuesto, usos alternativos menos gravados.
Pero, estos usos alternativos es posible que sean menos productivos y valiosos de lo que habrían sido usos que ese impuesto desalentó. Somos así más pobres, pero no podemos saber en cuánto o, exactamente, de qué manera.

Agregue a esto los nuevos productos y empresas que nunca se crearon debido a barreras regulatorias. ¿Cuáles son los productos farmacéuticos que hoy atesoraríamos pero no los tenemos porque que la Administración de Alimentos y Medicinas (FDA por sus siglas en inglés) eleva artificialmente los costos de la innovación en el cuido de la salud? ¿Cuáles son las herramientas médicas que, debido a la regulación de la FDA, ahora no tenemos y quizás nunca tengamos?

No dejemos pasar las oportunidades de empleo destruidas por legislación de salarios mínimos. Al dejar sin empleo a algunos trabajadores, los salarios mínimos disminuyen el ingreso a la fuerza de trabajo de mucha gente joven. Tenemos una buena idea sobre los costos para los trabajadores desempleados; pierden el ingreso actual y hoy la oportunidad de adquirir habilidades laborales. Estos costos por sí solos son razón suficiente para terminar todos los salarios mínimos.
Pero, también, hay “costos” para la sociedad – costos invisibles y desapercibidos. Porque los salarios mínimos dejan inactivos a algunos trabajadores, aun personas que piensan que a ellas no las afecta el salario mínimo, como resultado de esa intervención, sufren de un acceso reducido a bienes y servicios. Esas personas pagan precios más altos. ¿Qué habrían hecho ellas con el dinero que habrían ahorrado si los precios que pagaron hubieran sido más bajos? Con seguridad que algo de este dinero se habría invertido. ¿Cuáles son los sueños empresariales que se habrían financiado con ayuda de esos fondos invertidos, pero que, debido al salario mínimo, por siempre permanecerán sin ser financiados?

Y, ¿qué pasa con el gasto gubernamental? Hoy, tan sólo el gobierno de los Estados Unidos gasta anualmente cerca de $7 millones de millones de dólares. Eso es más de una cuarta parte de lo que anualmente producen los estadounidenses. El uso de más de uno en cada cuatro dólares del valor de los recursos lo determinan individuos -por funcionarios del gobierno federal- quienes sólo tienen incentivos débiles para usar sabiamente esos recursos. Estos funcionarios personalmente no obtendrán ganancias con el uso de esos recursos en formas especialmente productivas; tampoco sufrirán personalmente pérdidas debido al uso desperdiciado de estos recursos. Como resultado, podemos confiar en que una gran porción, medida en millones de millones de dólares, de recursos se usen desperdiciadamente cada año.

El desperdicio de recursos resulta necesariamente en hacer imposibles de lograr algunas oportunidades económicas que son posibles. ¿Cuáles fueron estas oportunidades dejadas de obtener en 1973? ¿En 1983? ¿En 1993? ¿En el 2003? ¿Cuáles son esas oportunidades dejadas de obtener en el 2023? Nunca lo sabremos. Así como podemos estar confiados en que, si Mozart hubiera vivido más tiempo, hoy tendríamos un almacén de música más rico para disfrutar, podemos estar confiados en que, si los impuestos hubieran sido más bajos, hoy tendríamos un almacén más rico de bienes, servicios, y oportunidades económicas para disfrutar. Pero, así como nunca podremos saber los detalles de la música que habría compuesto un Mozart que hubiera vivido más y que hoy disfrutaríamos, nunca sabremos exactamente qué bienes, servicios, y oportunidades habría producido para nuestro enriquecimiento una economía menos fuertemente regulada y con impuestos más bajos.

Tal vez parezca ridículo comparar música que Mozart habría compuesto pero no lo hizo, con producciones económicas que se habrían producido pero no lo fueron. Pares de zapatos Crocs no se comparan fácilmente con la Sinfonía de Praga. Pero, debido a que individuos cuya creatividad y esfuerzo son suprimidos, y en algunos casos totalmente obstaculizados por intervenciones gubernamentales, equivalen hoy en número a miles de millones, la cantidad total de Aquello que era Posible pero Nunca se Materializará es inconcebiblemente vasta.

Sí, Mozart murió demasiado joven. Desgraciadamente. Igual pasó con Franz Schubert. Lo mismo con Hank Williams, padre, Buddy Holly, Jimi Hendrix, y John Lennon. Lo que le ha sido negado a la humanidad como resultado de estas muertes prematuras es enorme. Pero, aun cuando la empresariedad y comercio y la producción de bienes y servicios materiales no agitan el alma como la música y la literatura, actividades económicas aparentemente rutinarias son las que hacen a nuestras vidas -incluido nuestro arte, descanso, y aprendizaje- posibles. Las instituciones e intervenciones que disminuyen actividades económicas probadas en el mercado nos empobrecen en cuerpo y alma. Tristemente, tales instituciones e intervenciones son muchas.

Donald J. Boudreaux es compañero sénior del American Institute for Economic Research y del Programa F.A. Hayek para el Estudio Avanzado en Filosofía, Política y Economía del Mercatus Center; miembro de la Junta Directiva del Mercatus Center y es profesor de economía y anterior jefe del departamento de economía de la Universidad George Mason. Es autor de los libros The Essential Hayek, Globalization, Hypocrites and Half-Wits, y sus artículos aparecen en publicaciones tales como el Wall Street Journal, New York Times, US News & World Report, así como en numerosas revistas académicas. Él escribe un blog llamado Café Hayek y es columnista regular de economía en el Pittsburgh Tribune-Review. Boudreaux obtuvo su PhD en economía en la Universidad Auburn y un grado en derecho de la Universidad de Virginia.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.