TRES PRINCIPIOS PARA LIBERTARIOS EN TIEMPOS DE GUERRA

Por Patrick Carroll
Fundación para la Educación Económica
Martes 5 de diciembre del 2023

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es patrick carroll, foundation for economic education, war, December 5, 2023. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

Ponerse del lado de la libertad significa ponerse al lado de individuos, no naciones-estados.

El conflicto existente entre Israel y Hamas parece haber sacado lo peor en muchas personas de ambos lados, no sólo en el sentido de sed de sangre, de lo que tristemente hay mucha, sino, también, en el sentido de dejar que la emoción se meta en el camino de un razonamiento moral claro. En un grado menor, el conflicto de Rusia-Ucrania ha conducido a resultados similares.

Desde las profundidades de medios sociales hasta las alturas de la torre de marfil, las opiniones que la gente ha proferido acerca de estos conflictos han sido tirando hacia lo salvaje. Hasta quienes de otra forma son bastante buenos en una serie de asuntos, parecen haber dejado el compás moral en la puerta cuando opinan sobre este tópico.

En medio de este diluvio de malas opiniones, los libertarios tienen una oportunidad, y un deber, de llevar claridad moral genuina para tratar estos problemas. Si podemos mantener la cabeza fría y sustentada en principios, en especial en tiempos de crisis, seremos mucho más respetados, y en ese tanto más cercanos a ganarse los corazones y mentes de las masas.

Pero, cuando se trata de guerra, ¿cómo luce una claridad moral genuina? ¿Cuál es la opinion libertaria? He aquí tres principios que les ayudan a libertarios a navegar este problema.

1) REHÚSE IGNORAR, CONDONAR, O JUSTIFICAR LA MATANZA DE INOCENTES

Hay demasiada ira rodeando este conflicto. Y, de hecho, se justifica plenamente la indignación. Miles de inocentes están siendo asesinados, y eso debería hacer que hierva nuestra sangre. Hay grandes injusticias que están teniendo lugar, y esos males necesitan ser corregidos.

Pero, hay mejores y peores formas de responder. Tristemente, ambos lados en este conflicto han estado respondiendo a las injusticias cometidas contra su gente cometiendo injusticias propias, perpetuando aún más el ciclo de violencia y dándole al otro lado aún más razón para arremeter.

Para discernir una solución mejor, necesitamos empezar por reconocer que ambos lados en este conflicto están cometiendo actos de maldad, como matar civiles inocentes. Pero, aún esto muestra ser un punto de contienda.

Por ejemplo, una de las primeras reacciones cuando rompió el conflicto de Israel-Hamas fue este tuit de Ben Shapiro.

Con su comentario de “ambos lados,” Shapiro parece apuntar al tema de conversación de que ambos lados tienen sangre en sus manos. De alguna forma, denunciar toda injusticia es parte del problema. Supuestamente, la forma correcta de pensar sobre esto es sólo mirar hacia los crímenes de un lado; esto es, a los crímenes de Hamas.

Debería se obvio porqué esto es el opuesto a una claridad moral.

Cuando ambos lados matan gente inocente, ambos lados necesitan denunciarse. Podemos debatir sobre el grado relativo de maldad que se está perpetrando, pero, no hay espacio para ignorar selectivamente actos de agresión contra inocentes. La existencia de maldad dentro de ambas partes debería reconocerse y ser condenada por todos

Ahora bien, mucha gente justifica esta matanza de inocentes con el argumento de que es necesario para defenderse, y, así, el otro lado es “realmente” responsable de sus muertes. Por ejemplo, en respuesta a un comentario perfectamente civil y equilibrado de Piers Morgan en que expresa angustia por las víctimas inocentes de ambos lados, Ben Shapiro opinó “Ambas son culpa de Hamas.”

Pero, en lo absoluto esto no tiene sentido. Digamos que un asesino en serie se esconde en un edificio de apartamentos lleno de civiles inocentes. Aún si todo mundo estuviera en completo acuerdo en que el asesino en serie era culpable, peligroso, y merecía la muerte, ¿sería moral bombardear el edificio, matando al asesino a la par de docenas de inocentes? Claramente esto es ridículo. En esa equivocada búsqueda de “defensa” usted se acaba de convertir en agresor.

No obstante, Ben Shapiro lo lleva un paso más allá. No sólo ante sus ojos se justifica tal bombardeo, sino que la muerte de esos inocentes ¡es de alguna forma la culpa del asesino en serie! Según esta lógica, siempre que alguien comete un crimen y significa una amenaza activa, incluso matar a cientos de inocentes, y la sangre de todos esos inocentes, es, de alguna forma, responsabilidad del criminal y sólo de él.

Lo que sea que represente tal sistema, seguro que no es justicia.

Note que esto es exactamente en mucho un problema con aquellos del otro lado, que dicen que la muerte de inocentes palestinos por Israel justifica las acciones de Hamas. Los izquierdistas pro palestinos comente exactamente el mismo error que Shapiro, al justificar ataques terroristas sobre civiles israelitas.

2) APOYE A LOS INDIVIDUOS, NO A LOS COLECTIVOS

Los libertarios creen en los derechos individuales y la responsabilidad individual, y en ninguna parte esto es más importante que en la guerra. Lamentablemente, la retórica colectivista domina estas discusiones, como cuando grupos enteros de gente son llamados agresores o defensores.

Entonces, ¿cuál es la alternativa individualista?

En sencillo, nosotros condenamos a los agresores; es decir, a los individuos que están cometiendo actos identificables de agresión, ya sea en nombre de un gobierno, organización terrorista, u otro grupo militar. Los libertarios no apoyamos un “lado” sobre otro en estos conflictos. No apoyamos naciones, tribus, o gobiernos. Más bien, apoyamos a los civiles inocentes de todos los lados contra quienes buscan controlarlos.

Murray Rothbard expone brillantemente la mentalidad colectivista de la guerra en su libro For a New Liberty [Hacia una nueva libertad].

“Ahora que el mundo entero ha sido dividido entre Estados particulares, una de las doctrinas y tácticas básicas de los gobernantes de cada uno de ellos ha sido identificarse a sí mismos con el territorio que gobiernan. Como la mayoría de los hombres tiende a amar a su patria, la identificación de la tierra y de la población con el Estado es un medio para hacer que el patriotismo natural juegue a su favor. Si «Ruritania» es atacada por «Walldavia», el Estado de Ruritania y sus intelectuales se apresuran a convencer al pueblo de que el ataque realmente se lleva a cabo contra ellos, y no simplemente contra la clase gobernante. De esta manera, una guerra entre dirigentes se convierte en una guerra entre pueblos, cada uno de los cuales se precipita en defensa de sus gobernantes, en la errónea creencia de que estos los están defendiendo a ellos. Esta estratagema del nacionalismo ha tenido éxito particularmente en los últimos siglos; no hace mucho, al menos en Europa occidental, los pueblos consideraban las guerras como batallas irrelevantes entre grupos de nobles y sus séquitos.”

Luego, en el libro Rothbard destroza la idea de que un Estado “defensor” tiene algún “derecho” a “defenderse a sí mismo” frente a un Estado “agresor.”

“La idea de participar en una guerra para detener la ‘agresión’ es una clara analogía de la agresión de un individuo a otro,” escribe Rothbard. Así como Jones tiene el derecho a defenderse a sí mismo cuando Smith lo golpea, muchos afirman que un Estado defensor tiene el derecho a lanzar una guerra “defensiva” cuando es invadido por agentes de otro Estado. También, se deduce que otros países pueden intervenir en nombre del Estado “defensor”,” pues esto sería equivalente a una “acción policial.”

“Pero la “agresión” sólo tiene sentido en el nivel individual, o sea, entre Smith y Jones, y lo mismo ocurre con la ‘acción policial,’” continúa Rothbard. “Estos términos no tienen ningún sentido en el nivel interestatal.”

¿Por qué es así? Rothbard desarrolla su razonamiento en términos inequívocos.

“Primero, hemos visto que los gobiernos que intervienen en una guerra se transforman en agresores de civiles inocentes; de hecho, cometen asesinatos en masa. La analogía correcta con la acción individual sería: Smith golpea a Jones, el policía sale en defensa de éste y, mientras intenta aprehender a Smith, bombardea una manzana de la ciudad y asesina a miles de personas, o ametralla a una multitud inocente. Ésta es una analogía mucho más exacta, dado que eso es lo que hace un gobierno belicoso, y en el siglo XX lo lleva a cabo en una escala monumental. Pero cualquier agencia policial que se comportara de esta manera se convertiría en un agresor criminal, generalmente mucho peor que aquel Smith original que inició la cuestión.”

Aun si se concede la analogía de Smith-Jones, está diciendo Rothbard, los proponentes de guerras “defensivas” no tienen un caso. ¡La misma analogía a la que apelan para justificar su posición en realidad la socava!

“Pero aún existe otro gran defecto en la analogía de la agresión individual,” continúa Rothbard, usando los hipotéticos Estados de “Graustarquía” y “Belgravia” para formular su punto.

“Cuando Smith golpea a Jones o le roba su propiedad podemos identificarlo como a alguien que viola el derecho de su víctima sobre su persona o su propiedad. Pero cuando el Estado graustarquiano invade el territorio del Estado belgraviano, es inaceptable referirse a la ‘agresión’ de manera análoga. Para el libertario, ningún gobierno puede reclamar con justicia ningún derecho de propiedad o ‘soberanía’ en un área territorial dada. El reclamo del Estado belgraviano sobre su territorio es, pues, totalmente diferente del que realiza el señor Jones sobre su propiedad (aunque, si se realizara una investigación, esta última podría ser también el resultado ilegítimo de un robo). Ningún Estado posee una propiedad legítima; todo su territorio es el resultado de alguna agresión o conquista violenta.”

Si matar a inocentes para detener a un individuo agresor ni siquiera se justifica en el nivel de Smith-Jones, en que Jones es al menos el propietario legítimo de su cuerpo, a fortiori [con mayor razón] no se justifica en el nivel interestatal, pues los Estados no son siquiera los dueños legítimos de “su” territorio.

Sería suficientemente malo que los Estados estuvieran matando inocentes para proteger a su pueblo de todas las formas de agresión. Pero, en realidad, el Estado “defensor” está matando inocentes para defender
su propio monopolio de la agresión proveniente de agresores potenciales.

“Entonces,” concluye Rothbard, “la invasión del Estado graustarquiano necesariamente es una batalla entre dos grupos de ladrones y agresores: el único problema es que se está maltratando a los civiles inocentes en ambas partes.”

Cuando dos mafias batallan por territorio en una ciudad, ninguna de ellas es “defensora” inocente y ninguna merece nuestro apoyo. Y me atrevo a decir que la única diferencia entre una mafia y un Estado es que el ultimo es percibido como legítimo.

3) APOYE UNA POLÍTICA EXTERNA NO INTERVENCIONISTA

Estados Unidos tiene una larga historia de no intervencionismo, y por una buena razón. El intervencionismo trae muchos problemas asociados con él.

Primero, cuando un gobierno interviene en un conflicto externo en nombre de una parte, millones de contribuyentes son obligados a financiar una iniciativa con la que están profundamente en desacuerdo. Tal vez están alentando a favor de la otra parte, o, tal vez, simplemente, no quieren parte en este conflicto. Independientemente de las razones para oponerse a la ayuda, el punto es que están siendo obligados a financiar una causa en contra de su voluntad.

Eso es simplemente injusto. La gente no debería ser obligada a financiar cosas -en especial, guerras- con las que usted no está de acuerdo. Si personalmente quiere involucrarse, siéntase libre de hacerlo con su propio bolsillo. Pero, si respeta la libertad de sus compatriotas estadounidenses, respetará sus deseos de que se les deje por fuera.

Y si los medios coercitivos de recaudar el dinero no son lo suficientemente malos, considere en qué se está usando el dinero. Esos fondos están siendo usados, entre otras cosas, para matar a miles de civiles inocentes. En sí, los políticos y burócratas que suministran este financiamiento muy literalmente están actuando como cómplices de un asesinato.

Es impactante, dado este entendimiento, que incluso la intervención esté sobre la mesa como una opción respetable. En una sociedad justa estos actores políticos serían perseguidos por facilitar una actividad criminal, no siendo objeto de regateo por preocupaciones presupuestarias y ciertamente no siendo alabados.

También, hay razones resultantes para oponerse a la intervención. El simple hecho es que, cuando ls poderes globales se involucran en un conflicto local, invariablemente eso crea una situación más peligrosa que tiene el potencial de salirse de control. Como escribió Rothbard en Hacia una nueva libertad, “Si esta clase de ‘seguridad colectiva’ realmente se aplicara a escala mundial, y todas las ‘Walldavias’ se inmiscuyeran en todos los conflictos locales y los intensificaran, cada escaramuza local pronto se convertiría en una conflagración global.”

Por todas estas razones, la intervención en guerras extranjeras debería estar prohibida desde el principio.

EL CAMINO HACIA LA PAZ

Hay mucho más por decir, tanto sobre esos conflictos específicos así como acerca de preguntas filosófica que en general rodean a la guerra. Para aquellos interesados, antiwar.com brinda algunos análisis importantes a lo largo de estas líneas, y estas dos piezas son también valiosas como para que se verifiquen. Pero, es de esperar que se haya dicho lo suficiente en este punto, como para, al menos, desarrollar el caso libertario básico en contra de la guerra e intervención externa.

Y, este es un primer paso crucial.

El camino hacia la paz descansa en abrazar la filosofía de la libertad y aplicarla correctamente. Tan sólo cuando hacemos eso, terminaremos finalmente el ciclo de violencia injusta y dejaremos atrás el sufrimiento, muerte, y destrucción que ha llegado a ser demasiado familiar alrededor del mundo.

Patrick Carroll es Administrador de Edición en la Fundación para la Educación Económica.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.