PENSANDO DIFERENTE SOBRE LA REGULACIÓN DE EMISIONES INDUSTRIALES, PARTE II

Por Donald J. Boudreaux
American Institute for Economic Research
27 de noviembre del 2023

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es donald j. boudreaux, american institute for economic research, emissions, November 27, 2023. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

En mi columna anterior, afirmé que la confianza de los liberales en la libertad de expresión es, tal vez, inconsistente con la aceptación rápido del caso a favor de usar el gobierno para “controlar” la contaminación del aire y otras externalidades negativas. Las ideas son emitidas y diseminadas desde las mentes y bocas humanas, tal como los gases de invernadero son emitidos y diseminados desde automóviles y fábricas. Y, como los gases de invernadero, las ideas pueden ser dañinas. Sin embargo, los funcionarios de gobierno, de quienes los liberales desconfían que vigilen las emisiones de ideas, se les confía por esos mismos liberales para que vigilen la emisión de elementos físicos, como gases de invernadero.

Debe haber una explicación sólida de esta aparente inconstancia y, por tanto, buenas razones para aceptar la intervención gubernamental que controle la contaminación física. Pero, si es así, esas razones no son inmediatamente obvias.

Nuestra sabia consciencia, de que nunca podremos estar seguros de cuál idea es correcta y cuál es equivocada, deberíamos aplicarla a las emisiones físicas. Tome lo que es la enorme emisión monstruosamente mala: el CO2. Mucha gente cree que es un asunto de hecho indisputable que en un mundo ideal la cantidad de emisiones de CO2 es cero. Tal vez esta creencia es cierta, pero tal vez no. Considere esta reciente observación del escritor de ciencia Matt Ridley:
“Dado que, globalmente, mueren de frío aproximadamente diez veces más personas que las que mueren de calor, y eso es cierto incluso en países como India e Italia, el calentamiento ha significado que muera menos gente.” Puesto que muy posiblemente las emisiones de CO2 elevan la temperatura promedio de la tierra, tal vez, estas emisiones, en el neto, producen beneficios positivos.

Escribo “tal vez” porque no lo sé. Pero, debido a que la vida es valiosa, la afirmación de arriba no es absurda. De hecho, creo que es plausible. Sin embargo, el punto más importante es que nadie lo sabe.

Aunque la ciencia puede decirnos mucho acerca de relaciones relativamente simples -por ejemplo, el grado en que, de hecho, emisiones de CO2 calientan la tierra, los diversos medios tecnológicos para reducir la cantidad de CO2 en la atmósfera, y si más gente en realidad muere de frío en vez de calor- nunca podemos estar seguros de que esas piezas de información científica son correctas. Sin embargo, un problema más básico es que la ciencia se vuelve más propensa a errores entre mayor sea el número de variables detalladas en el espacio y tiempo que se le pide tenga en cuenta y prediga. Hoy, la ciencia no puede decirnos cuánto del ingenio humano responderá mañana al cambio climático – cómo un agrónomo puede cambiar innovadoramente las prácticas agrícolas, para hacer que temperaturas en aumento pasen de ser un peligro a convertirse en bendición, cómo un ingeniero civil puede rediseñar diques que protejan de niveles del mar crecientes a comunidades costeras, o cómo individuos cambiarán sus preferencias de ubicación para reducir su exposición al cambio climático.

Todo lo que sabemos es que los humanos son innovadores y tienen gran capacidad para enfrentar creativamente los desafíos sin ser azuzados por políticos o mandarines. Pero, nadie puede predecir en detalle cómo se manifestará esta creatividad. Se deduce que cualquier plan para luchar contra el cambio climático se efectuará en ignorancia del conocimiento y posibilidades futuras. Y si, como es probable, imponer un plan central para “abordar” el cambo climático bloqueará varias avenidas alternativas para luchar contra el cambio climático, por siempre permanecerán sin ser descubiertas y sin ser corregidas muchas deficiencias en el plan hoy centralmente impuesto. Lo que tal vez, aparecerá en el futuro como siendo una respuesta espléndida al cambio climático, bien puede que haya sido expuesta como seriamente defectuosa si no se hubieran sofocado los enfoques descentralizados por un esquema centralmente diseñado e impuesto.

En resumen, si desconfiamos hoy en que los políticos tienen suficiente conocimiento como para protegernos de malas ideas, ¿por qué confiamos en que ellos tienen suficiente conocimiento para protegernos de contaminantes físicos nocivos? Y si confiamos en que, con el paso del tiempo, la verdad es más posible que sea vigorosamente buscada y descubierta y diseminada cuando los individuos son libres de hablar y escribir en ausencia de interferencia estatal, ¿por qué también no confiamos en que, con el paso del tiempo, un ambiente más limpio es más posible que sea vigorosamente buscado y descubierto y diseminado cuando los individuos son libres de luchar contra el cambio climático en ausencia de interferencia estatal?

Surge una pregunta similar relacionada con las motivaciones de funcionarios del gobierno El liberal correctamente rechaza cualquier sugerencia de que incluso políticos y burócratas plenamente informados puedan ser confiados con el poder para proscribir coercitivamente y, en caso contrario, regular la palabra y otras formas pacíficas de expresión.
Entonces, ¿cuál es la fuente de la confianza que tantos liberales (y no liberales) dan a políticos y burócratas para que coactivamente proscriban y, en caso contrario, regulen actividades pacificas que emiten contaminantes? ¿Pierden su venalidad los funcionarios gubernamentales venales en quienes no se puede confiar para regular la expresión en beneficio del interés público, cuando dirigen su atención al control de contaminantes físicos? ¿Puede ser peor el riesgo de abuso del poder para regular emisiones físicas por funcionarios gubernamentales, que el riesgo de descansar en individuos, actuando descentralizadamente, para lidiar con tal contaminación?

Las reflexiones previas, por sí solas, claramente no equivalen a un caso creíble contra impuestos por emisiones y otras intervenciones gubernamentales destinadas a controlar la contaminación. Pero, al contrastar el enfoque aceptado -y, creo, exitoso- del laissez-faire para lidiar con la expresión pacífica, con el enfoque altamente intervencionista para luchar contra actividades industriales y comerciales que emiten substancies físicas en la atmósfera, surgen preguntas relevantes que nos empujan a pensar con mayor cuidado sobre justificaciones ampliamente aceptadas a favor de intervenciones gubernamentales.

Donald J. Boudreaux es compañero sénior del American Institute for Economic Research y del Programa F.A. Hayek para el Estudio Avanzado en Filosofía, Política y Economía del Mercatus Center; miembro de la Junta Directiva del Mercatus Center y es profesor de economía y anterior jefe del departamento de economía de la Universidad George Mason. Es autor de los libros The Essential Hayek, Globalization, Hypocrites and Half-Wits, y sus artículos aparecen en publicaciones tales como el Wall Street Journal, New York Times, US News & World Report, así como en numerosas revistas académicas. Él escribe un blog llamado Café Hayek y es columnista regular de economía en el Pittsburgh Tribune-Review. Boudreaux obtuvo su PhD en economía en la Universidad Auburn y un grado en derecho de la Universidad de Virginia.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.