EL SIGLO DE MILTON FRIEDMAN

Por Peter Boettke
National Review
9 de noviembre del 2023

Milton Friedman: The Last Conservative, por Jennifer Burns (Farrar, Straus and Giroux, 592 páginas, $35)

Aunque su altura era de alrededor de 5 pies [cerca de 1.53 metros], Milton Friedman fue un gigante entre economistas del siglo XX. Probablemente sólo John Maynard Keynes caminaba tan fácilmente en los salones del poder, la academia, noticieros, y lugares de exposición en público. Friedman, a lo largo de su carrera, fue reconocido como un científico económico de élite, un analista de política inusualmente astuto, y un apreciado escritor de páginas editoriales en medios. Fue un orador en público con una elevada demanda quien se sentía tan cómodo en espectáculos de televisión populares en las tardes, como el Show de Phil Donahue, tal como lo estaba en el salón de clase en la Universidad de Chicago.

Friedman se ganó los reconocimientos más altos que un economista puede recibir: la Medalla John Bates Clark, la presidencia de la Asociación Estadounidense de Economistas, y el Premio Nobel en Ciencias Económicas. También, fue un autor exitoso en ventas, un columnista popular en Newsweek, un contribuyente frecuente en el Wall Street Journal y recibió la Medalla Presidencial de la Libertad. El 19 de diciembre de 1969, el rostro de Friedman agració la cubierta de la revista Time. Cuando hablaba, lo escuchaban sus colegas, sus estudiantes, aquellos con poder político, y el público. Él educó una generación entera con su serie Free to Choose [Libre para Escoger] en la televisión y, cuando fue publicado el libro que la acompañaba con el mismo título, se convirtió en un éxito de ventas internacional, traduciéndose a más de dos docenas de lenguajes y vender más de un millón de copias.

Escribir su biografía presenta un desafío único debido a la inmensidad de su estatura profesional y duración de su excelencia desde los años de 1930 hasta principios de la década del 2000. Jennifer Burns en Milton Friedman: The Last Conservative está a la altura del desafío. Profundamente investigado y bellamente escrito, el libro de ella hace que la vida personal e intelectual de Friedman salte de las páginas. Burns no sólo captura la vida de Friedman, sino que, al contar su historia, transmite la vida intelectual más extensa de Estados Unidos y el orden político y económico global del siglo XX. Su libro nos brinda una historia de la Escuela de Chicago y el monetarismo, a la vez que traza las líneas de batalla ideológicas de la profesión económica. A lo largo del camino, aprendemos sobre los contornos más amplios de los movimientos intelectuales y políticos de la Guerra Fría, entre ellos la coalición llena de tensiones de economistas liberales de libre mercado y conservadores anticomunistas del partido republicano, y extremistas del ala derecha, de quienes Friedman consistentemente se esforzó por distanciarse. Y, también, aprendemos sobre la diseminación internacional de las ideas de libre mercado entre 1980 y el 2005.

Milton Friedman nació en Brooklyn, Nueva York, en 1912 en una familia judía inmigrante y creció en Rahway, Nueva Jersey. Burns explica que, si bien Friedman no era practicante religioso, su identidad era innegablemente judía, y se daba cuenta clara de la realidad trágica del Holocausto y de las fuertes corrientes de antisemitismo en Estados Unidos, las que creaban barreras para el progreso individual que nunca debieron haber existido. Pero, en su vida, experimentó la disminución continua de la discriminación abierta contra los judíos y el aumento de oportunidades para individuos trabajadores y talentosos. Esta experiencia alimentó su optimismo sobre el poder del mercado para liberar a la gente, así como para guiar su toma de decisiones hacia la utilización eficiente de recursos escasos. Considere, por ejemplo, las partes introductorias de Libre para Escoger, que enfatizaron las oportunidades para una mejor vida que en Estados Unidos experimentaron los inmigrantes en las primeras décadas del siglo XX. La libre movilidad del capital y mano de obra condujo a una mejoría material en las vidas de multitudes y proveyeron una base para una expansión de la libertad individual.

Para Friedman, este optimismo fue importante como bastión contra la pérdida de fe en el sistema de libre empresa que sufrieron otros economistas de su generación a raíz de la Gran Depresión. La experiencia de la Depresión (tanto sus causas como sus consecuencias políticas) fue el otro factor crítico que dio forma a su visión del mundo: La inestabilidad económica no era una característica inherente al capitalismo, sino una consecuencia de mala administración de políticas.

Friedman obtuvo su licenciatura en la Universidad Rutgers, adonde llegó por influencia de Arthur Burns, el prominente economista y futuro presidente de la Reserva Federal. En Burns, Friedman no sólo tuvo un mentor, sino alguien quien le apoyaba estratégicamente ubicado en el pináculo del mundo de la formulación de políticas.

En 1932, Friedman se matriculó para estudios de postgrado en la Universidad de Chicago. Ahí, fue educado por Frank Knight y Henry Simons en el análisis del sistema de precios, la teoría cuantitativa del dinero, y un compromiso con usar el razonamiento económico para resolver problemas en el mundo – tales como la caída económica de la Gran Depresión.

Burns detalla el potencial que este grupo de economistas vio en desatar el sistema de mercado competitivo en general, y el sistema de precios en particular, para resolver problemas sociales por medio de la reestructuración de incentivos y comunicación de información vital mediante cambios en los precios relativos, y estados de pérdidas y ganancias registrados por empresas en la conducción ordinaria del intercambio. “La economía es la ciencia única y todo inclusiva de la conducta,” le enfatizó Knight a sus estudiantes. Esa ciencia aplicada no sólo a la actividad de intercambio dentro del mercado, sino a cada una y todas las elecciones que un individuo puede hacer al conducir su vida. Como lo describe Burns, Friedman y su cohorte de compañeros de estudios de postgrado (más famosamente George Stigler) se reunían en la Habitación 7 del edificio de economía con Simons y Aaron Director (el hermano de la futura esposa de Friedman, Rose) y perseguirían las profundidades y límites del razonamiento económico, absorbiendo en el proceso la marca Knight-Simons de economía y política económica. La influencia de la Habitación 7 sería evidente a lo largo de la carrera de Friedman como un intelectual académico y público.

Jennifer Burns ha desenterrado muchas gemas en la vida y carrera de Friedman, y, entre las más fascinantes, está la discusión de ella acerca de mujeres economistas que trabajaron cercanamente con él. Rose Director Friedman fue una constante en su vida, y le ayudó tanto en formas reconocidas como no reconocidas, en Capitalismo y Libertad, Libre para elegir, y sus columnas en la revista Newsweek. También, Rose fue la conexión de Milton con la investigación de Dorothy Brady y Margaret Reid en los campos de la economía del consumo y economía de los hogares. Fueron los primeros en desarrollar la hipótesis del ingreso permanente, que postulaba que los patrones de consumo se formaban a partir de expectativas sobre el futuro y la suavización del consumo en vez de por cambios transitorios en el ingreso.
Esta idea fundamental derribó una de las piernas del argumento keynesiano sobre el comportamiento del consumo y el efecto multiplicador del gasto gubernamental sobre el desempeño económico agregado. La extensa y productiva asociación de Friedman con Anna Schwartz condujo a A Monetary History of the United States [Historia Monetaria de los Estados Unidos 1867-1960], que transformó la visión de la profesión económica sobre la teoría y política monetaria y tuvo un impacto significativo sobre banqueros centrales alrededor del mundo. También, este trabajo debilitó el argumento keynesiano de que la política monetaria no era efectiva, y, en vez de ello, demostró que una política monetaria firme era un factor crítico en la riqueza o pobreza de las naciones.

Burns no se rehúye a destacar puntos ciegos de los que puede haber sufrido Friedman, que incluyen su tendencia a ver el consejo sobre economía política como una medicina y a economistas como análogos a Médicos sin Fronteros. Al crecer su fama y reputación, viajó a través del globo por igual a naciones libres como oprimidas. Nunca fue un consultor bajo paga, pero viajó como académico visitante a quien se le concedieron audiencias con liderazgo. Les dijo a diversos lideres políticos y responsables de políticas con quienes se reunió sobre las distorsiones causadas por la mala administración de la política monetaria, los pesos de la regulación en exceso, y el poder de la propiedad privada y el sistema de precios para aliviar problemas sociales y promover la paz y prosperidad. Su optimismo le hizo creer que una economía sólida podría salvar hasta el paciente económico más enfermo.

Friedman sí aprendió de algunas de las críticas que se le formularon en ese sentido. En el 2002, por ejemplo, al preguntársele durante un viaje a China en 1979 si lamentaba su mantra de “Privatice, privatice, privatice”, Friedman replicó que sí. Él enmendaría su declaración a “privatice, privatice, privatice – provisto que haya un estado de derecho.”
Al hacer su revisión, regresó a las enseñanzas de Knight y Simon en la Habitación 7, que buscaba combinar la teoría de precios con una atención a los contextos institucionales del derecho y la política.

En toda su vida, Friedman fue un aprendiz quien recibió influencias de una diversidad de pensadores y las moldeó en su enfoque propio. Su experiencia en Washington en los años treinta no le convirtió en seguidor del Nuevo Trato, tampoco sus trabajos en Columbia y el National Bureau of Economic Research le convirtieron en un institucionalista de la vieja escuela. En vez de ello, estas experiencias le enseñaron cómo podría aplicarse la teoría de precios fuera del aula para enfrentar problemas del mundo real. La teoría económica no era un simple ejercicio intelectual para que gente lista la disfrutara, sino que era una ciencia seria a ser desplegada para lograr sentido de lo sinsentido y diseñar políticas que fueran tanto sensatas como sostenibles.

Como lo explica Burns, no fueron sólo los poderes persuasivos únicos de Friedman como escritor y orador los que hicieron que sus ideas tuvieran el impacto que tuvieron. Sin duda esos poderes eran impresionantes, pero, ellos no dan cuenta de cómo sus posiciones pasaron de ser sostenidas por una minoría inconfundible a definir una era. Eso sólo puede explicarse por el hecho de que las ideas y observaciones “se ajustaron a la experiencia, ofrecieron nuevas formas de enfrentar viejos problemas, y predijeron lo que luego vendría.” Es debido a que sus teorías se alinean tan estrechamente con la realidad, que “Friedman es demasiado esencial como pensador para ser dejado de lado.” Sus ideas mejoraron nuestra comprensión de la operación de sistemas económicos, y, en el reino de los asuntos prácticos, condujo a mejoras en las vidas de miles de millones de individuos al escapar de la pobreza extrema en el mundo en desarrollo, liberarse del puño de totalitarios en el viejo mundo comunista, y sacudirse del malestar del estancamiento e inflación en los estados democráticos de Occidente.

Milton Friedman: The Last Conservative
es un libro brillante, escrito por una académica de primera categoría en una prosa accesible y elegante. También, es una lectura inmensamente placentera y una invitación sugerente para que esta generación aprenda nuevamente de Friedman.

Este artículo aparece como “An Economist for All Seasons” [“Un economista para todos los tiempos] en la edición impresa de diciembre del 2023 del National Review.

Peter Boettke es profesor universitario distinguido de Economía y Filosofía y director del Programa F.A. Hayek de Estudios Avanzados de Filosofía, Política, y Economía del Mercatus Center en la Universidad George Mason. Es autor de The Road to Socialism and Back, Money and the Rule of Law, y The Struggle for a Better World.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.