HIPERINFLACIÓN Y DOLARIZACIÓN-UN CAMINO PARA ARGENTINA HACIA LA ESTABILIDAD ECONÓMICA

Por Nicolás Cachanosky
American Institute for Economic Research
25 de noviembre del 2023

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es Nicolás cachanosky, american institute for economic research, dollarization, November 25, 2023. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

A partir de los resultados de la elección del domingo, está definido que Javier Milei se convierta en el presidente de Argentina el 10 de diciembre. Entre otras cosas, el presidente electo Milei ha prometido reemplazar el peso con el dólar estadounidense, una política conocida como dolarización. Algunos críticos han argüido que la dolarización vaciará al banco central argentino de reservas en dólares de Estados Unidos, lo que haría a la dolarización prohibitivamente onerosa y que, en última instancia, resulte en hiperinflación. Sin embargo, al formular esta crítica, ellos malinterpretan la situación económica actual de Argentina y fallan en considerar los casos del mundo real de la dolarización durante crisis inflacionarias.

El riesgo de hiperinflación en Argentina no se debe a la defensa de la dolarización por Javier Milei. En vez de eso, resulta de años de políticas monetarias poco sólidas. La inflación ha estado creciendo de forma constante desde el 2007, mucho antes que Milei propusiera dolarizar (y muy antes que alguien pensara que la dolarización fuera posible en Argentina).

Algunos expertos señalan que, según estándares internacionales, Argentina bien puede ya estar experimentando la hiperinflación. Según el estudio seminal de Philip Cagan de 1956, la mayoría de economistas define la hiperinflación como una tasa de inflación que excede el 50 por ciento mensualmente. Para poner esto en perspectiva, la tasa de inflación promedio anual en Europa entre 1950 y 1955 fue 5.1 por ciento. En términos de Cagan, un país hiperinflacionario experimentó aumentos mensuales de precios que eran diez veces superiores a los incrementos de precios que hubiera experimentado un país europeo típico en un año típico.

El panorama de la política monetaria es hoy muy diferente de lo que fue en los años previos al estudio de Cagan. En el lapso de cinco años que termina en enero del 2020, justo antes de la pandemia, la tasa de inflación anual promedio de la Unión Europea fue un simple 0.98 por ciento. Usando las proporciones de Cagan, eso implicaría que la hiperinflación en un país tiene lugar con al menos una inflación mensual del 9.8 por ciento. Argentina fue testigo de tasas mensuales de inflación de 12.7 por ciento y 8.3 por ciento en setiembre y octubre respectivamente. Por tanto, ajustar el umbral de la hiperinflación para que refleje la mejora en la política monetaria de algún otro lugar, sugeriría que Argentina ya está experimentando hiperinflación. Si bien es posible que se dé un deterioro mayor, los críticos de la dolarización necesitan reconocer qué tan severa es la inflación argentina en el contexto de la economía global moderna.

Experiencias internacionales muestran que la dolarización y la hiperinflación son temas interconectados, pero no como los dan a entender los críticos de la dolarización. Por ejemplo, Ecuador adoptó la dolarización en enero del 2000 para prevenir la hiperinflación. La dolarización de Ecuador mostró ser efectiva. Rápidamente, la dolarización alineó la tasa de inflación de Ecuador con aquella de Estados Unidos y, luego, la mantuvo estable durante la década que le siguió, a pesar de desafíos económicos y dos ceses de pagos de deuda soberana. Otro ejemplo convincente es Zimbabue, que adoptó la dolarización en enero del 2009 para combatir una hiperinflación que se desató. También, el resultado fue exitoso, alcanzando la inflación los niveles de Estados Unidos en enero del 2010. Como lo ilustran estos casos, la dolarización puede ser una solución a la hiperinflación. Argentina, también, puede emplear la dolarización ya sea para evitar la hiperinflación, o para escapar de ella en caso de que la inflación se salga de control.

El riesgo de hiperinflación en Argentina no surge de la intención de dolarizar, sino de un banco central que parece incapaz o no estar dispuesto a ejercer moderación. El registro histórico de Argentina muestra que la independencia del banco central está ausente y no es fácilmente asegurada. Para bien o para mal, la dolarización presenta la ruta más segura para evadir el colapso monetario. Le da una oportunidad a Argentina de poner en práctica reformas muy necesarias y embarcarse en una trayectoria de crecimiento sostenido. Con la dolarización las cosas se pueden poner peor antes que mejorar. Pero, decir que causará hiperinflación una reforma monetaria conocida por domar la inflación, es una visión distorsionada de la realidad económica de Argentina.

El Dr. Cachanosky es Profesor Asociado de Economía y Director del Centro para la Libre Empresa de la Escuela de Negocios Woody L. Hunt de la Universidad de Texas en El Paso. Es también Compañero del Centro Fridman-Hayek para el Estudio de una Sociedad Libre de la UCEMA. Sirvió como presidente de la Asociación de Empresas Privadas de la Educación (APEE, 2021-2022) y en la Junta Directiva de la Sociedad Mont Pelerin (MPS, 2018-2022). Obtuvo su licenciatura de la Pontificia Universidad Católica Argentina, una Maestría en Artes en Economía y Ciencias Políticas de la Escuela Superior de Economía y Administración de Empresas (ESEADE), y su Ph.D. en Economía de la Universidad Suffolk, en Boston, Massachusetts. Es autor de Reflexiones Sobre la Economía Argentina (Instituto Acton Argentina, 2017), Monetary Equilibrium and Nominal Income Targeting (Routledge, 2019), y coautor de Austrian Capital Theory: A Modern Survey of the Essentials (Cambridge University Press, 2019), Capital and Finance: Theory and History (Routledge, 2020), y Dolarización: Una Solución para la Argentina (Editorial Claridad, 2022). Su investigación se ha publicado en medios como el Journal of Economic Behavior & Organization, Public Choice, Journal of Institutional Economics, Quarterly Review of Economics and Finance, y el Journal of the History of Economic Thought, entre otros.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.