ENTENDIENDO MAL A MILEI

Por G. Patrick Lynch
Law & Liberty
23 de noviembre del 2023

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es g. patrick lynch, law & liberty, Milei, November 23, 2023. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

Tomó casi 80 años. Ese es el tiempo que la economía y sociedad argentina han estado en picada libre. En cierta forma, que ningún líder político tuviera los incentivos políticos y simplemente el valor para sacudir el statu quo, es un testamento a nuestros grandes temores sobre la democracia y autogobierno. Ochenta años de inflación implacable y agotadora y déficits en espiral, seguidos de incumplimientos de pagos, devaluaciones de la moneda, y reinicios antes del 19 de noviembre. Pero, al fin, la gente de Argentina ha rechazado un fallido statu quo. Javier Milei ganó públicamente de manera casi aplastante según los estándares argentinos, y, cuando uno considera la probabilidad de que el peronismo haga engaños de casi 100%, el margen posiblemente fue mucho mayor. Si o no la alternativa que los argentinos han elegido “arreglará la situación” por ahora no viene al caso. Ellos han ejercido la única opción que tienen – rechazar a los titulares ante la promesa de algo diferente. Eso es todo lo que la democracia promete.

Javier Milei, quien hoy está siendo llamado “de extrema derecha,” “radical,” y (por los muy perezosos) “libertario de extrema derecha,” es ahora el presidente electo de uno de los mayores estados fallidos en nuestras vidas. Es difícil explicar a plenitud qué tan malamente había sido gobernada Argentina por su larga línea de gobiernos peronistas, distinguida por su gasto fastuoso, corrupción increíble, tendencias autocráticas, y nacionalismo económico. Las estadísticas económicas son alucinantes. Impagos, tasas anuales de inflación regularmente por encima del 100%, como resultado un estado de bienestar enorme, sindicatos del sector público parasitarios, y políticos “centristas” cómplices en mucho: todos estos son ahora el panorama deprimente de la economía política de Argentina.

Pero, si uno no vivió esta realidad pero fuera simplemente a derivar conclusiones sobre la elección y Milei a partir de la prensa internacional (en particular la estadounidense), uno podría pensar que Argentina ha caído en un estado de engaño colectivo, al elegir una versión latinoamericana descabellada de un Trump cubierto de patillas, sin alguna otra razón distinta de algunas referencias vagas sobre inflación y pagos de la deuda. Como dice el dicho, la prensa internacional ha enterrado la cabeza.

Milei está tratando de encarar la situación desastrosa de Argentina, pero medios como Reuters lo describieron como una “terapia de shock” en una referencia no muy sutil del libro de Naomi Klein, Shock Doctrine [La doctrina del shock]. Klein indica que la naturaleza o la guerra pueden crear desastres y dar oportunidad para que el “capitalismo” (antropomorfizado a través de Milton Friedman) se involucre en la explotación al establecer políticas extremistas como derechos de propiedad y mercados. Sin embargo, en este caso, es el legado de las políticas exactas que Klein y su calaña apoyan, lo que ha creado un desastre absoluto. La impresión de dinero, un estado de bienestar abotagado, un énfasis en la “independencia” económica y otras recetas económicas prominentes del ala izquierda han causado este desastre, pero la ironía se perdió para los muchachos de Reuters.

Las principales, más bien fundamentales, propuestas de política están todas en el contexto de este telón de fondo. Su compromiso firme de abolir la banca central y recortar el gasto social viene directo de Ludwig von Mises y Milton Friedman, y es totalmente apropiado dadas las circunstancias. La única forma en que un “anarco-capitalista” podría ser electo era en una situación de gobernanza y estatismo de bienestar fallidos tan espantosos, que él podría abrir un poco la puerta e introducir ideas desconocidas por la intelectualidad de la corriente principal, sin dejar de lado al argentino promedio de la calle.

El lenguaje empleado por los medios internacionales, la gigantesca “masa amorfa” de intereses en el Banco Mundial y comunidades de ayuda internacional, y economistas de la corriente principal que se le oponen, está diseñado para deslegitimar a Milei. Ellos no quieren otra historia de éxito como Chile en la región. Dos naciones que adopten políticas “neoliberales” que funcionan significa que sus empleos y narrativas están en riesgo. Ellos están y deberían estar aterrorizados.

El problema es que sus términos son como insultos que se lanzan en el patio de una escuela. No son coherentes ni consistentes. Considere a los tres políticos más prominentes a quienes se les da el tratamiento de “extrema derecha” por la prensa de la corriente principal, Nayib Bukele de El Salvador, Giorgia Meloni de Italia, y ahora Milei. ¿Qué tienen ellos en común? Substantivamente, la respuesta es que muy poco. Bukele está envuelto en medidas enérgicas contra pandillas y el crimen que involucran violaciones extensas del debido proceso y derechos civiles, pero que ha conducido a un desplome de la tasa de criminalidad. Meloni es conocida por ser una cruzada anti inmigrante, pero, también, ella apoya la guerra de Ucrania y, como Bukele, tiene altas tasas de aprobación. Milei quiere abolir el banco central, y, si bien es pro vida, también es un soltero que se jacta de su vida sexual y arguye a favor de mercados abiertos y comercio con Estados Unidos, de todos los sitios. No obstante, para un periodista de medios heredados, todo ello es parte de lo que se ha llegado a conocer como la “extrema derecha.” No satisfechos con que sea suficiente para asustar a sus lectores describir a políticos como “conservadores” o de “derecha”, las redes de noticias, periódicos nacionales y servicios noticiosos han decidido agregar un calificativo al término. El crecimiento en el uso del término es aún otro ejemplo de cómo la honestidad intelectual, consistencia filosófica, y respeto por la expresión liberal están totalmente ausentes en nuestros debates públicos.

Teniendo raíces europeas, los términos que usamos para describir la izquierda y derecha evolucionaron de las divisiones en una era de cambio democrático y consolidación nacional. Pero, debido a que los contextos eran diferentes a lo largo de Europa y todas partes, los términos nunca se aplicaron con claridad. En el siglo XIX, el surgimiento del socialismo, y luego del comunismo, junto con debates sobre el lugar del liberalismo y la naturaleza del conservadurismo, ocasionaron un giro considerable en el sentido de los términos. A menudo, liberales como John Stuart Mill fueron asociados con alguna forma de límites a los mercados, pero se opusieron a ideas conservadoras arraigadas sobre la estabilidad del orden económico y social. Pero, el comunismo soviético y el fascismo europeo en el siglo XX brindaron el tipio de contrastes superficiales que los términos parecían implicar, aunque ninguno de ellos brindó mucho de una alternativa cuando se trataba de libertad. Ambas formas de gobierno apoyaban la planificación económica y límites a la libertad individual.

Una vez que el fascismo fue derrotado, las alternativas al socialismo súbitamente se llegaron a agrupar en la derecha, incluyendo al liberalismo europeo. Cuando liberales y defensores del laissez-faire se reunieron en la primera Reunión del Mont Pelerin en Suiza, el organizador, F.A. Hayek, estaba en busca de una idea intelectual de consenso de cómo podría lucir una alternativa liberal al apoyo abrumador hacia la planificación a través del espectro. Dado que el fascismo se había acabado, los “ganadores” en la izquierda empezaron a describir a los liberales pro mercado como “conservadores,” particularmente en los Estados Unidos.

Pero, cuando vemos a los medios meter a estos políticos por la fuerza en una chaqueta bidimensional, eso no sólo presenta un problema de categorías. También se trata de los límites de la educación y los antecedentes de la élite. Como correctamente lo hace ver una columna reciente de David Brooks en el New York Times, los medios de comunicación nacionales se parecen mucho en antecedentes y educación. Las instituciones educativas que produjeron estas cifras apoyan opiniones consensuadas y la creación de políticas por expertos, que estén de acuerdo con sus propias preferencias. Brevemente, eso significa soluciones gubernamentales a problemas gubernamentales. Esas soluciones involucran contratar gente de la política para “arreglar” las cosas, Pero, ¿qué pasa cuando el consenso está equivocado? ¿Qué pasa si la teoría no calza con la realidad? ¿Qué sucede cuando el crimen corre rampante en El Salvador, a pesar de las mejores intenciones de responsables occidentales de las políticas? ¿Qué sucede cuando el banco central de Argentina lleva la inflación a niveles inimaginables con un inmenso costo social? Emergen respuestas no convencionales y la democracia les da energía.

Cuando responsables de políticas ven políticas fallidas continuas y pueden asociar esos fracasos con oportunidades políticas, es cuando las cosas se ponen interesantes. Bukele, Meloni, y Milei explotaron ese contexto.

Las élites de la prensa y la política no pueden abordar quién es Milei o qué propone en cuanto al fondo porque no calza con su visión del mundo. La hiperinflación no es causada por el cambio climático, racismo, u oposición al desplazamiento de género. No es un constructo social o un acontecimiento azaroso, en particular cuando sucede continuamente por casi 80 años y destruye una sociedad en mucho de clase media superior. Es el fracaso político y económico que resulta de la explotación política y la planificación central. La burocracia de Argentina y quienes hablan mucho y hacen poco les han fallado a los ciudadanos durante décadas. Sabemos la causa, e igual lo sabe Milei. Sus opositores querían hacer que las cosas fueran un poco menos malas, posiblemente por unos pocos años para que, de nuevo, una vez más, empeoren las cosas. El peronismo es la relación abusiva, la adicción, el concepto de que no es necesaria responsabilidad alguna luego de años de irresponsabilidad. Milei es la medicina, y no será una pastilla fácil de tragar.

La posibilidad del Barranco de John Galt [personaje de la Rebelión de Atlas de Ayn Rand] en Argentina es básicamente cero. Él enfrenta desafíos políticos casi intratables para lograr incluso un porcentaje pequeño de su agenda legislativa. Y, sin embargo, si puede lograr un objetivo, podría permitir que Argentina comience a tomar un camino diferente. Dolarizar la economía puede forzar al estado a entrar en responsabilidad fiscal y terminar con la insania monetaria que actualmente reina. Será doloroso, pero, tal vez, no tan doloroso como más décadas del efecto soporífero de más estímulo que en última instancia degrada la moneda.

Aquí no hay soluciones fáciles, lo que es parte de la razón de porque a los medios y sus influencias intelectuales de mentalidad estancada no tienen soluciones que ofrecer. No les queda otra cosa que un lenguaje vago, tácticas del miedo, y etiquetado. Lo que tomó 80 años destruir tomará décadas, tal vez centurias, para volverse a crear. Mucho antes de que ganara la primera ronda de votación allá atrás en setiembre, se le preguntó a Milei cuál era su modelo para Argentina. Él respondió, Irlanda. Irlanda, por supuesto, recortó famosamente los impuestos y regulación, liberando su economía, y estimulando un rápido crecimiento económico. A Argentina le podría ir peor que a Irlanda, pero cualquier cosa que sea diferente de su rumbo actual será una mejora.

G. Patrick Lynch es compañero sénior en Liberty Fund.