CHINA REVIERTE SU RUMBO DE PLANIFICAR LA POBLACIÓN

Por Peter Jacobsen
Fundación para la Educación Económica
Jueves 9 de noviembre del 2023

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es peter jacobsen, foundation for economic education, population, november 9, 2023. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

El giro de 180 grados de China es una condenatoria a un siglo de política de población centralizada.

El siglo XX estuvo lleno de intentos por planificar centralmente la población. Científicos como Paul Ehrlich y empresarios como Hugh Moore pasaron sus vidas poniendo presión directa sobre políticos y ciudadanos para enfrentar el espectro inminente de la “sobrepoblación.”

A menudo, el lenguaje fatalista de la población fue dramático y, con frecuencia, incluyó predicciones de muertes masivas dentro de pocas décadas.

Las predicciones nunca estuvieron cerca de ser realidad. La humanidad nunca se quedó sin alimentos -o cualesquiera otros recursos para el caso- antes del fin de siglo.

Pero, los fatalistas de la población tuvieron un impacto. Gobiernos como los Estados Unidos por medio de la Agencia Internacional de Desarrollo (AID) y organizaciones como el Fondo de Naciones Unida para actividades de Población (UNFPA) enfocaron amplios recursos organizacionales para frenar la población mundial.

Esta presión se manifestó en el primer Premio de la Población de las Naciones Unidas otorgados a líderes de China e India en 1983.

En aquel momento, ambos países habían utilizado tácticas coercitivas para reducir el crecimiento de la población, pero uno ha permanecido en el zeitgeist [espíritu de la época] como ejemplo primordial de planificación de la población – China y su infame política de un solo hijo.

Hace poco más de una semana, el 30 de octubre, el líder del Partido Comunista Chino Xi Jinping implícitamente hizo una admisión monumental – la política de población de China fue un grave error.

El 2022 marcó el primer año en más de seis décadas en que China registró una caída en la población. Esto no es sólo una irregularidad. Es que, a menos que algo cambie, la población de China caerá crecientemente con mayor rapidez en el futuro previsible.

Para combatir esto, dice Xi “[N]osotros debemos cultivar activamente una nueva cultura de matrimonio y natalidad.”
Aunque los líderes del Partido Comunista Chino nunca admitirían que las políticas sobre población del pasado fueron un error, por temor a admitir un fracaso del fallecido dictador Mao Zedong, este cambio de rumbo es lo más cercano que cualquiera puede obtener.

Sin embargo, la lección clave en este momento no es sólo el fallo de Mao y la política de un sólo hijo. El fracaso descansa en la misma idea de planificación centralizada de la población y de todos los planificadores que la promovieron durante el siglo XX. Echémosle una ojeada a por qué fracasó.

HUMANIDAD + CREATIVIDAD > TRAGEDIA

En último caso, el llamado a la planificación central de la población emana de un único ejercicio intelectual que es algo como esto. Imagínese que vive cerca de un lago del que nadie es dueño. Cada persona que vive alrededor del lago rápidamente reconoce que, cada vez que un vecino pesca, el vecino recibe el beneficio pleno de la pesca, pero quien sea que vive cerca del lago sufre la pérdida al tener un pescado menos.

Esta situación incentiva a cada persona a pescar más a menudo, pues significa que cada persona reclama más del pescado. Este reconocimiento conduce a un círculo vicioso en donde cualquiera corre a pescar y, al hacerlo, captura todo el pescado en el lago, de forma que por siempre permanece vacío.

Este escenario se conoce como la tragedia de los bienes en común. El ecólogo Garrett Hardin fue la primera persona en formalizar esta preocupación y lo hizo en el contexto del llamado problema de la población. La teoría de Hardin era que, si había recursos en común, la gente sobre produciría hijos en exceso pues los hijos recibían el beneficio total de los recursos en común sin que los padres sufrieran el costo.

Las justificaciones de la planificación central varían con el tiempo en relación con el recurso en común. En los años setentas, muchos estaban preocupados porque los alimentos (en realidad no un recurso en común en algún sentido formal) serían consumidos en exceso por una población creciente. Hoy, académicos escriben artículos sobre la población que sobre consume nuestro recurso en común el “clima”.

Cada vez, estas justificaciones han resultado ser erradas. Los economistas Julian Simon y Elinor Ostrom explicaron por qué a lo largo de sus carreras. Simon destacó cómo el crecimiento de la población aumentaba el número de gente creativa que respondería a la escasez de recursos con soluciones inteligentes. Durante su vida, él debatió este punto con Hardin (“¿Se está acabando la era de los límites?”, Public Opinion, 5, febrero-marzo de 1982, p. p. 48-57) y le ganó una apuesta a Paul Ehrlich al demostrar que los recursos se estaban haciendo más abundantes.

Ostrom enfrentó el problema por otra vía. Destacó cómo con frecuencia grupos de gente viene con reglas culturales e institucionales inteligentes, que protegían de la sobreexplotación a bienes en común, y al hacerlo obtuvo el premio Nobel en economía.

El mensaje general de ambos académicos es el mismo – la gente no se encuentra atrapada en la tragedia de los bienes en común. Es capaz de pensar soluciones inteligentes que, en apariencia, ecólogos como Ehrlich y Hardin no pudieron concebir. Esta inhabilidad de reconocer la creatividad humana como solución definitiva a los problemas asociados con una población mayor, es la primera razón del fracaso de la planificación central de la población.

LOS HUMANOS NO SON MOSCAS DE LAS FRUTAS

La segunda razón del fracaso de la planificación central de la población también se relaciona con la importancia de la creatividad humana. A diferencia del supuesto que subyace en muchos modelos de crecimiento de la población animal, la gente es capaz de considerar y sopesar los costos y beneficios futuros de tener hijos.

Por mucho tiempo se ha observado este problema con los planificadores de la población. En un artículo de 1932 de Lyman Bryson, titulado “Population and Culture,” con un comentario del economista Frank Fetter, Bryson desmantela el “enfoque biológico” por el que humanos son tratados iguales que animales. Defensores de este enfoque arguyen que funcionaría si usted ignora el hecho que los humanos responden a condiciones cambiantes. Bryson responde,
“... ¿y es que ninguna otra forma de especificar los datos derivados del laboratorio, provenientes de experimentos controlados con moscas de las frutas, tendría algún significado en interpretaciones demográficas, si no fuera por la tendencia obstinada de los hombres a ser hombres y no moscas de las frutas?”

El comentario de Fetter refuerza este punto:

“…tenemos el espectáculo del biólogo, malamente entrenado en los elementos del pensamiento en el ámbito social, proponiéndose reducir el problema complejo de la población humana al tamaño y contenido de una botella de larvas en su laboratorio.”

En resumen, los humanos no son moscas de las frutas. Por lo general, toman decisiones inteligentes sobre cuestiones importantes como tener hijos. Eso no significa que los humanos no cometen errores, pero, también, significa que sencillamente nosotros no somos siervos de nuestros impulsos.

En muchos países en desarrollo, los niños sirven una función importante para brindar seguridad social a los padres. Agregue a esto la preferencia cultural por varones que dejan de lado a muchas mujeres fuera del mercado laboral, y se facilita ver cómo familias grandes son una respuesta racional de gente pobre con base en su situación.

A menudo, países ricos desacoplan la seguridad social de los padres y sus descendientes directos. En vez de ello, la generación más vieja como un todo es apoyada teóricamente con el trabajo de la generación más joven como un todo.

No obstante, vea que este desacoplamiento de padres e hijos significa un desacople de los incentivos. Cuando sus hijos proveen directamente su seguridad social, usted tiene un incentivo para tener hijos. Cuando los hijos de alguien más pueden proveer su seguridad social, usted tiene un incentivo menor para tenerlos usted mismo.

Esto no es decir que el sistema desacoplado no puede funcionar. Sencillamente, el país que lo usa necesita ser lo suficientemente rico como para lidiar con este asunto. El problema es que la planificación central de la población ignoró del todo esta realidad. Al imponer una política artificial de un solo hijo, China redujo en millones la cantidad de personas en generaciones futuras.

Ahora, China enfrenta el tema de una fuerza de trabajo relativamente pequeña en comparación con una más grande generación más vieja. Si el país hubiera descansado en la toma de decisiones de los individuos, parece posible que la pirámide de la población de China sería mucho menos problemática de lo que es.

EL MANDATO DE MUCHOS PLANES

El fracaso de la planificación central de la población en China es un microcosmos de la tendencia a siempre fallar de la planificación central de la población. La actitud del planificador central es bien capturada en una cita de Mao Zedong, quien dijo,

“Las necesidades (re)productivas necesitan ser planificadas. Desde mi punto de vista, la humanidad es totalmente incapaz de administrarse a sí misma. Hay planes para la producción en las fábricas, para producir tela, mesas y sillas, y acero, pero no existe un plan para producir humanos. Esto es anarquía – nada de gobierno, nada de organización, y nada de normas.”

Irónicamente, esta cita de 1957 llega exactamente 8 años después que Mao proclamara que el crecimiento de la población sería siempre un don para China.

El error fundamental cometido aquí es el alegato de que sin planificación central no existe nada de gobierno, organización, o normas. Esto simplemente no es cierto. Las reglas institucionales formales e informales fuera del estado gobiernan la mayoría de nuestras acciones e interacciones diarias. La ausencia de una planificación central no es ausencia de un plan. Más bien, es la presencia de millones de planes creados por individuos inteligentes, quienes saben más acerca de sus situaciones de lo que jamás podría saber un planificador central. Cito al economista Ludwig von Mises en su libro El Socialismo:

“Lo que preconizan quienes a sí mismos se llaman “planificadores,” no es la substitución de una acción planeada a una conducta a la deriva, sino la substitución del plan del planificador en lugar de los planes de sus prójimos. El planificador es un dictador potencial que desea privar a todas las demás personas de la facultad de planear y de obrar conforme a sus planes. Sólo tiene un objetivo: la preeminencia absoluta, exclusiva, de su propio plan.”

Tal vez, apoyar los planes de los muchos es una especie de anarquía, pero es todo menos caótico.

Contraste esto con el caso de la planificación central. En los últimos 80 años, China ha virado desde un sentimiento pro natal, a un sentimiento anti natal, a una política anti natal, hacia un sentimiento pro natal, y, posiblemente, pronto hacia una política pro natal. Con planes como estos, ¿quién necesita del caos?

La mejor esperanza para la humanidad en la cuestión del crecimiento de la población es que la gente vea hacia atrás a la historia de la política de población de China y se dé cuenta que eso no fue sólo un caso de mala suerte. Por el contrario, la inestabilidad demográfica es un resultado predecible de lo que sucede cuando el gobierno se entremete en los planes de los ciudadanos.

Peter Jacobsen es compañero escritor en la Fundación para la Educación Económica.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.