EL EMBARGO A LOS 50 AÑOS: CAUSALIDAD REGULATORIA VERSUS NARRATIVA ANTI PETRÓLEO

Por Robert L. Bradley, Jr.
American Institute for Economic Research
22 de octubre del 2023

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es robert l. bradley, jr., american institute for economic research, embargo, October 22, 2023. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

Los términos “Embargo Petrolero” y “Crisis Energética” se han incorporado a la historia de la nación durante medio siglo. Pero, esa crisis fue resultado de la intervención gubernamental, no un fallo del mercado. En específico, el pecado de larga data de controles de precios gubernamentales se olvidó y repitió en el contexto de acontecimientos internacionales que ocurrieron luego de una masiva intervención, no antes. Las filas para comprar gasolina de 1974 y 1979, de hecho, repitieron experiencias de motoristas durante guerras mundiales debido a controles similares.

La saga empezó en agosto de 1971, cuando el presidente Nixon impuso controles de salarios y precios máximos en la economía de Estados Unidos. La Fase I (por 90 días) rápidamente se transformó en cinco fases sucesivas durante 33 meses, lo que causó escaseces y declinaciones predecibles en la calidad a la luz de fuerzas inevitables del mercado.

Las escaseces de petróleo a nivel de mayoreo (entre refinadores y minoristas) y a nivel minorista (entre estaciones de servicio y motoristas) se hicieron evidentes a fines de 1972/principios de 1973. Henry Hazlitt escribió en el New York Times que Nixon tenía agarrado “un tigre por la cola.” También, a través del Congreso se estaba moviendo legislación para regular precios y la asignación del petróleo. El petróleo extranjero y la Organización de Países Exportadores de Petróleo) fue una idea de último momento.

EL EMBARGO

En octubre de 1973, la OPEP anunció un recorte de 5 por ciento en la producción y un embargo petrolero contra Estados Unidos. Las filas surgieron en las estaciones de gasolina de ciudades importantes, con choferes en pánico, incluso con tanques medio llenos, esperando algunas veces por horas para llenarlos. Los precios máximos que intentaban proteger a los consumidores no lograron su tarea.

Al mes posterior al embargo, los controles de precios del petróleo crudo y productos petroleros se codificaron en la Ley de Emergencia en la Asignación de Petróleo de 1973, para impedir precios mayores que habrían frenado las compras por pánico. Este contrafactual fue bien reconocido por economistas de libre mercado. Pero, emergió una historia diferente, remontándose a fines del siglo XIX contra el Gran Petróleo. ¿Las consignas? Especulación… el peligro del petróleo extranjero… la necesidad de una política energética integral.

Desde el Proyecto Independencia de Nixon hasta el Plan Nacional de Energía de Carter, los presidentes propusieron más gobierno para enfrentar los problemas de un gobierno previo. La intervención legalizada hizo una espiral desde controles de precios a controles de asignación hasta “cierre de brechas” – programas enteramente nuevos para incrementar la oferta y frenar la demanda. Bajo el nuevo Departamento de Energía de Estados Unidos (alrededor de 1977) yacían la Reserva Estratégica de Petróleo, el Programa de Combustibles Sintéticos, y nuevas directrices energéticas para los laboratorios nacionales de energía.

Se dio vida al maltusianismo de que los recursos se acababan. ¿No había sucedido que Paul Ehrlich sugiriera años antes de la crisis que era necesaria una burocracia federal que racionara el petróleo “limitado”? El Punto Crítico Petrolero y el Punto Crítico del Gas Natural se tradujeron en una nueva realidad, en que el “camino de la energía suave” de la conservación y energías renovables tenían que reemplazar al petróleo, gas natural, carbón y energía nuclear.

La saga terminó cuando el presidente Reagan ordenó a principios de 1981 cesar el control. Los precios del petróleo cayeron, y la nueva crisis fue para los productores de petróleo y gas, no los consumidores. La década de los ochentas nos vio alejarnos de las nociones de Punto Crítico Petrolero y Punto Crítico del Gas Natural. Pero, lo que sucedió en ese entonces debería haber sucedido años antes en 1974/75.

LA NARRATIVA ACTUAL

Subsiste la narrativa embarrialada. Un ingreso al sitio en la red Oil Embargo, 1973-74 en la Office of the Historian del Departamento de Estado de los Estados Unidos sostiene con un alfiler que la crisis petrolera es debida a “un conjunto complejo de factores más allá de las acciones inmediatas tomadas por los miembros árabes de la OPEP.” Escasamente mencionada está la causa primaria de la crisis de Estados Unidos: los controles de precios y la asignación preexistentes de Nixon, lo que en sí está ligado a otra intervención gubernamental, la inflación monetaria.

La historiadora de Princeton Meg Jacobs trata la crisis del petróleo como un hecho, en vez de un artilugio político. “La crisis empezó” con el anuncio de la OPEP. La “tormenta perfecta” se acentuó por la ausencia de “una política energética nacional efectiva” ante “el problema de dependencia energética.” Estados Unidos fue su peor enemigo propio, con seis por ciento de la población mundial consumiendo un tercio de su energía.

Desde ese entonces, una extensa literatura liberal clásica ha documentado la intersección entre controles de precios y asignación y la crisis energética de Estados Unidos, desde The Economics and Politics of Oil Price Regulation de Joseph Kalt hasta US Energy Policy and the Pursuit of Failure de Peter Grossman.

Lo que fue obvio en aquel momento debería ser más obvio hoy: Las crisis energéticas se deben a los gobiernos. Los desafíos y soluciones del mercado son enteramente diferentes de las emergencias verdaderas. “Así como el término embargo nos ha engañado, igualmente lo ha hecho el término crisis,” escribieron Thomas Lee, Ben Ball, y Richard Tabor en Energy Aftermath: How We Can Learn from the Blunders of the Past to Create a Hopeful Energy Future. Ellos señalaron, “En palabras sencillas, que una crisis es un fenómeno relativamente de corto plazo de que uno o muere o se recupera. Sabemos que el fenómeno de la energía no calza en esta descripción.”

El punto sutil de ellos: Las crisis energéticas no son inherentes al funcionamiento natural de los mercados. Se deben al gobierno y, por tanto, se pueden prevenir. El embargo y la crisis energética serían hoy mucho menos conocidas en la historia si a principios de los setentas hubiera estado en vigencia el mercado libre. Esta es una lección para hoy y mañana.

Robert L. Bradley Jr., compañero sénior del American Institute for Economic Research, es fundador y gerente general del Instituto para la Investigación de Energía. Es autor de ocho libros de historia de la energía y política pública y bloguea en MasterResource. Bradley obtuvo una licenciatura en economía en el Rollings College, una maestría en artes en economía en la Universidad de Houston, y un PhD, en economía política en el International College. Ha sido compañero Schulz de Investigación Económica y compañero del Liberty Fund para Investigación Económica, y en el 2002 recibió el premio en memoria de Julian L Simon por su trabajo en energía y desarrollo sostenible.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.