VIVIR PARA QUEJARSE PONE EN RIESGO LA LIBERTAD

Por Barry Brownstein
American Institute for Economic Research
19 de octubre del 2023

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es barry brownstein, american institute for economic research, grievances, October 19, 2023. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

En Los Fundamentos de la Libertad. F.A. Hayek escribe, “El hombre aprende por la decepción de las expectativas.” Algunos de nosotros, podría haber agregado Hayek, nos resistimos a aprender.

A pesar de ver sus expectativas constantemente defraudadas, los caracteres de la comedia de la televisión de larga duración Seinfeld se aferraron a sus quejas y nunca aprendieron. Adherirse a las quejas deja poco espacio en nuestras mentes para comprometerse con los valores eternos que facilitan la cooperación humana.

En el episodio de la Octava Estación, “Bizarro Jerry,” Elaine ha salido con dobles de Jerry, George, y Kramer. Ella le explica a Jerry por qué ella ha hechos esos nuevos amigos:

Elaine: “Kevin y sus amigos son gente amable. Hacen cosas buenas. Ellos leen.”

Jerry: Yo leo.”

Elaine: “Libros, Jerry.”

Jerry: “Oh, gran cosa.”

Elaine: “No puedo pasar el resto de mi vida viniendo a este hediondo departamento cada diez minutos para analizar las insoportables minucias de cada acontecimiento diario.”

Las minucias a las que Elaine se refiere son la interminable enumeración de pequeños resentimientos y agravios.

La escena se desvanece cuando Elaine deja a Jerry protestando, “¿Por qué no? Como ayer, fui al banco a hacer un depósito, y el cajero me echó esta mirada.”

¿Cuánto obtengo es en lo que se centran los personajes? ¿Puedo dar aún menos y aun así obtener más? es la mentalidad oculta que comparten los personajes.

Una mentalidad de buscar quejarse frenó a los caracteres en edificar vidas con sentido. En un episodio, Elaine consideró una mejor vía; ella tuvo un cambio temporal de opinión, pero, luego, el campo de fuerza de sus viejos hábitos fue demasiado fuerte.

En Seinfeld, cada episodio está lleno de las más mínimas, a la vez apreciadas, quejas. Un agravio puede empezar con una ligera punzada de molestia y luego transformarse en una queja total. Si no reconocemos nuestro propio comportamiento, no importa lo exagerado por los caracteres, el espectáculo no sería tan divertido y eterno como lo es.

Y qué
, podría decir usted, yo no leo a AIER para comentarios de televisión y autoayuda.

¿Qué si resulta que nuestra quejadera está estableciendo el escenario para el socialismo y la destrucción de la libertad?

Tal vez, usted se está exasperando un poco. Usted puede estar pensando, Vamos, mis quejas no son contra la sociedad. Mis agravios son acerca de gente en mi vida, y si le contara mi historia, estoy seguro que estaría de acuerdo en que tengo justificación.

Al adherirnos a los agravios, edificamos nuestro concepto de uno mismo alrededor de estar en contra de algo – una persona, un grupo, u otra nación. Colectivamente, nuestras querellas pueden ser explotadas hasta crear un odio tribal.

Cuando la profesora de derecho de Yale Amy Chua escribió, “Los demagogos en busca de votos encuentran que la mejor forma de movilizar el apoyo popular no es ofreciendo propuestas de políticas racionales, sino apelando a la identidad étnica, avivando quejas históricas, y explotando el temor y furia del grupo,” se estaba refiriendo al “mundo en desarrollo.” Lo que ella describió está crecientemente llegando a ser nuestra experiencia política en los Estados Unidos.

El crítico social prolífico, humorístico y perspicaz, Dr. Anthony Daniels escribe bajo el pseudónimo Theodore Dalrymple. En su libro The Wilder Shores of Marx, él describió cuando asistió al Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes en Pyongyang, Corea del Norte. Entre miles de personas reunidas allí, casi todo mundo tenía alguna queja, y era un grupo desagradable:

“Ser el miembro de un grupo victimizado era una vocación y destino que obviaba la necesidad de consideración de otros. La persecución, real o imaginada, era garantía suficiente de la corrección de su comportamiento. El problema, por supuesto, era que la mayoría de los delegados se consideraban a sí mismos perseguidos, ya sea como mujeres, miembros de partidos comunistas escindidos, vegetarianos, homosexuales, irlandeses por descendencia, proletarios, inmigrantes, o una combinación de estos. Por tanto, casi todos actuaron como más perseguidos que ustedes.”

Dalrymple tuvo que excusarse por ser sólo un simple individuo y no tener queja alguna:

“Pronto me encontré teniendo que explicar, algo avergonzadamente, que no representaba a nadie sino a mí mismo: ser un simple individuo cuando todos los demás representaban, o decían representar, a los oprimidos, los desfavorecidos o los desposeídos, era equivalente a traición de clase. En el salón, florecían abundantemente los placeres del agravio, pasado, presente y por venir.”

Avance rápido 30 años, y, como escribieron Helen Pluckrose y James Lindsay en su libro Cynical Theories [Teorías cínicas], el movimiento contemporáneo de justicia social “es una visión que se centra en quejas sociales y culturales y se orienta a convertir todo en una lucha política de suma cero, que gira alrededor de marcadores de identidad, como raza, sexo, género, sexualidad, y muchos otros.”

Los estudiantes universitarios de hoy no tienen que asistir a una conferencia en Corea del Norte patrocinado por la era soviética sobre agravios. Para usar la terminología de Seinfeld, cada día en las ciudades universitarias es un Festival [Festivus], con su eje central de ventilar agravios.

El resultado es un ciclo permanente de lucha. Pluckrose y Fleming hicieron la observación de que, “Desde el exterior, el enfoque intersectorial parece ser chirriante, díscolo e incomprensible. Parece operar como una especie de pelotón de fusilamiento, continuamente subvirtiéndose a sí mismo ante diferencias y quejas pequeñas.”

En su conferencia de 1976, “Socialismo y Ciencia,” Hayek señaló que el socialismo requiere un “gobierno con poderes ilimitados” para darles a grupos con agravios lo que ellos piensan “que tiene derecho.” Entonces, se espera que los políticos “trabajen para reparar cada agravio imaginando que tenga poder para reparar, por poco justificado que sea el reclamo.” [Énfasis agregado]

Hayek explicó que los agravios nunca pueden ser plenamente satisfechas. En la batalla socialista sobre quién obtiene qué, la distribución del ingreso es determinada por “el poder de esas personas o grupos para extorsionar beneficios especiales del gobierno.” El resultado es que el mérito no es una consideración.

Hayek hizo esta importante advertencia: Una “sociedad decente” no puede sobrevivir “a menos que la gente aprenda a aceptar que muchos de sus agravios son injustificados, y no les da derechos sobre los demás.” [Énfasis agregado].

Aún con buenas intenciones, “los más idealistas entre los socialistas serán forzados a destruir la democracia para cumplir su visión idealista socialista del futuro.” Y, luego, incapaz de cumplir con “una responsabilidad que no puede ofrecer,” un gobierno autoritario se verá forzado a usar “el knut [látigo] y la ametralladora” sobre aquellos con quejas.

El laureado premio Nobel en literatura Mario Vargas Llosa, en su libro La llamada de la tribu, indicó, “La civilización nace a partir de la necesidad de los seres humanos de acudir a otros para satisfacer sus necesidades.” Llosa aprendió por medio de su estudio de Adam Smith y F.A. Hayek, que el liberalismo clásico era la mejor manera de facilitar la cooperación humana y satisfacción de nuestras necesidades más urgentes. También, Llosa descubrió que había más en el liberalismo que mercados libres:

“[E]n contra de lo que gente determinó al reducir el liberalismo a una fórmula económica que supone mercados libres, leyes justas, bajos aranceles, un gasto gubernamental controlado, y privatización de empresas – el liberalismo es ante todo una actitud hacia la vida y sociedad basada en la tolerancia y respeto, un amor por la cultura, un deseo de coexistir con otros y una firme defensa de la libertad como un valor supremo.”

El florecimiento humano requiere nuestra atención de estar a favor de algo -una vida mejor para nosotros mismos, nuestros hijos, y otros- no en contra de algo o alguien.

Observe cuando usted se adhiere a una queja. ¿Cuántas irritaciones y agravios menores y mayores ocupan su pensamiento a lo largo del día? ¿Qué sacrificamos cuando nuestra atención se centra en quejarse? Escuchen la advertencia de Hayek: Una “sociedad decente” no puede sobrevivir cuando una masa crítica de gente se enfoca en agravios. Vivir para quejarse significa arriesgar nuestra humanidad y libertad.

Barry Brownstein es profesor emérito de economía y liderazgo en la Universidad de Baltimore. Es autor de The Inner-Work of Leadership, y sus ensayos han aparecido en publicaciones como la Fundación para la Educación Económica e Intellectual Takeout.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.