UNA RECONVERSIÓN OBLIGADA HACIA AQUELLA “VIEJA RELIGIÓN FISCAL”

Por Alexander William Salter
American Institute for Economic Research
17 de octubre del 2023

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es alexander william salter, american institute for economic research, fiscal religion, October 17, 2023. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

Greg Ip, comentarista principal de economía en el Wall Street Journal, escribió hace poco una columna interesante sobre los déficits presupuestarios del gobierno y las tasas de interés. La aseveración clave de Ip, que pienso es correcta, es que déficits estructurales grandes (esto es, rutinariamente gastar muy en exceso del ingreso) en parte explica el auge reciente en los rendimientos de bonos, “Súbitamente, la política fiscal de nuevo importa,” escribe Ip, no en el sentido usual de estabilización económica, sino en términos de la habilidad básica del gobierno para conseguir recursos.

Si usted está interesado en la política fiscal y monetaria, lea el artículo. Es un buen resumen de los desafíos contemporáneos para funcionarios de Hacienda y banqueros centrales. Aquí, quiero ofrecer algunas leves correcciones a algunos de los argumentos secundarios del artículo.

Ip escribe que los bancos centrales, “preocupados por una inflación demasiado baja y un crecimiento estancado,” por mucho tiempo mantuvieron tasas de interés cercanas a cero. Este es un punto en común entre comentaristas de la política monetaria posterior al 2008. Pero, deberíamos ser cautos. Sí, la FED tiene un mayor apalancamiento administrativo para afectar las tasas de interés desde el cambio de un sistema de corredor a un sistema de piso. Pero, eso no significa que los bancos centrales puedan reprimir los mercados de capital por una década o un tiempo mayor.
La combinación de un lento crecimiento del ingreso real (el lado de la oferta) y un rumbo reconfigurado de crecimiento del gasto nominal (el lado de la demanda) explican plausiblemente los años de crisis post financiera. De ahí que la causa de bajas tasas interés fue una economía menos vigorosa en mucho de la era posterior a la crisis.

El segundo punto -y este es una falta del banquero central, no de Ip- es que no hay una conexión inherente entre “inflación demasiado baja” y “crecimiento estancado.” Estoy seguro que a muchos banqueros centrales les preocupa que necesariamente estas coincidan, pero, eso es porque, en su esencia, son fundamentalistas ingenuos del lado de la demanda. Las economías pueden crecer rápidamente con inflación baja, pueden crecer lentamente con alta inflación, o cualquier cosa en medio. La tasa de crecimiento del gasto nominal (demanda agregada) comparada con la tasa de crecimiento de la economía real (oferta agregada) determinan la inflación. Pero, la tasa de crecimiento de la economía real es en mucho independiente de la política monetaria.

Ip hace ver que déficits recientes son muy altos, según estándares históricos. En el año fiscal 2023, fue 7 por ciento, “mayor que cualquier déficit desde 1930, aparte de guerras y recesiones.” Pero, esta estimación puntual subestima el problema. La deuda federal en manos del público totaliza casi $25.5 billones. Eso excede al 90 por ciento del PIB. Y hay un problema incluso mayor: como lo reconoce Veronique de Rugy, 67 por ciento de la deuda madura en los próximos cinco años. Mucha de esa deuda se emitió cuando las tasas de interés eran muy bajas. Los costos de refinanciarla serán enormes, poniendo una presión incrementada sobre la hacienda nacional.

Circunstancias más allá de nuestro control posiblemente nos obligará a revertir hacia algo como la “vieja religión fiscal” de los presupuestos balanceados para tiempos normales, reservando los déficits para tiempos extraordinarios. Sencillamente, los estadounidenses no tolerarán las tasas impositivas necesarias para resolver nuestro problema de los déficits tan sólo desde el lado de los ingresos. Y dada la ira persistente (justificada) ante la inflación, es posible que los banqueros centrales no hagan mucho por manipular los costos para el gobierno de pedir prestado. Entre más nos rehusemos a reconocer y adaptarnos a la realidad – y, sí, eso incluye necesariamente reformas a la Seguridad Social, Medicare, y Medicaid, que son los principales impulsores de los déficits estructurales- más doloroso será el realineamiento eventual.

Un camino hacia el futuro sería volver a la línea de tendencia fiscal que existió a lo largo del 2019, el año fiscal final antes de la pandemia. No deberíamos tratar al derroche fiscal inducido por el COVID como un fait accompli [hecho consumado]. Podemos encoger gradualmente el peso del gasto gubernamental limitando los aumentos a un límite superior como es la suma del crecimiento de la población más la inflación. Eso mantendrá constante el gasto por persona ajustado por la inflación, permitiendo que el crecimiento económico erosione los costos de una deuda excesiva. La regla fiscal frenaría a políticos y administradores, dándole a los bancos centrales el margen e independencia que necesitan para estabilizar la demanda agregada. Podríamos hacerlo mucho peor– y una parte de mí teme que así será.

Alexander William Salter es Profesor Asociado de Economía en el Colegio Rawls de Negocios y Compañero de Investigación en Economía Comparada del Instituto del Libre Mercado, ambos en la Universidad Texas Tech. Ha publicado artículos en revistas especializadas importantes tales como the Journal of Money, Credit and Banking, the Journal of Economic Dynamics and Control, the Journal of Macroeconomics, and the American Political Science Review. Sus artículos de opinión han aparecido en The Hill, The American Conservative, US News and World Report, Quillette, y numerosos otros sitios. Salter obtuvo su M.A. y PhD. en Economía en la Universidad George Mason y su licenciatura en Economía en Occidental College. Participó en el 2011 en el Programa de Becarios de Verano del AIER.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.