USTED NO ES UN EINSTEIN, EINSTEIN

Por James E. Hanley
American Institute for Economic Research
2 de octubre del 2023

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es james e. hanley, american institute for economic research, Einstein, October 2, 2023. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

En un ensayo de 1949, Albert Einstein hizo una pregunta importante:

“Es aconsejable para alguien quien no es un experto en asuntos económicos y sociales expresar puntos de vista acerca de la temática del socialismo.”

Si hubiera dicho “no,” habría sido un ensayo admirablemente conciso y correcto. En vez de ello, escribió, “Creo por una cantidad de razones que lo es,” y se pronunció decididamente a favor de la planificación central socialista y en contra de la “anarquía económica de la sociedad capitalista,” la que percibió como “la fuente real del mal.”

Él estaba equivocado No era aconsejable que interviniera en un tema importante del que carecía de conocimiento. De hecho, era desaconsejable hacerlo, y hasta no ético, una forma de mala praxis intelectual, considerando el daño masivo causado por el socialismo y el increíble aumento en el bienestar humano producido por el capitalismo.

¿Cómo alguien tan brillante pudo haber estado tan equivocado? El genio de Einstein no era sólo producto de su impresionante inteligencia, sino, también, de un esfuerzo intenso. Por supuesto, era un verdadero experto en física, profundamente familiarizado en las ideas del área, pues la había estudiado tan diligentemente. No habiendo puesto un esfuerzo similar en economía, estaba mucho menos familiarizado con ella, no era un genio, sino un simple aficionado.

Pero, al hacer lo desaconsejable, nos brindó un útil estudio de caso. ¿Por qué persona tan inteligente con conocimiento indudable en una disciplina debería ser precavida al expresar sus ideas con confianza en otras disciplinas? ¿Por qué todos nosotros deberíamos ver sus pronunciamientos con gran escepticismo cuando ellos los hacen? Porque, fuera de la física, hasta Einstein no era un Einstein.

En general, Einstein muestra una perspectiva muy superficial sobre los temas de la economía y estructuración de un gobierno socialista, y fracasa en escribir algo con la claridad y precisión demandada en la física.

Por ejemplo, cautivado por Thorstein Veblen, él considera al capitalismo como siendo parte de la “fase depredadora del desarrollo humano,” pues consiste de “una comunidad enorme de productores cuyos miembros están luchando incesantemente para privarse entre ellos de los frutos de su trabajo colectivo.” Si bien es claro que Einstein odia la competencia económica, no es claro qué da a entender por esa frase, y nada de lo que le sigue lo aclara.

Lo que está claro es que comete el error frecuente del socialista de dividir la economía entre dueños capitalistas y empleados proletarios. Al dejar fuera de su modelo al consumidor – el propósito mismo de la existencia del sistema capitalista- es incapaz de ver que la competencia que él odia tanto es, en realidad, una contienda entre productores para ver quién puede hacer la mejor oferta a los consumidores, quienes son libres de elegir y escoger entre aquellos.
Asombrosamente, este genio vivió en lo que permanece siendo una de las eras más importantes de la historia humana desde la perspectiva del consumidor, al lograrse la luz eléctrica, radios, refrigeradoras, automóviles, y películas de cine, y que sólo pudiera ver depredación en ese sistema, permaneciendo activamente hostil al proceso que enriqueció tan grandemente la vida de la persona promedio.

También, su carencia de experticia se presenta en múltiples formas en su discusión sobre el trabajo. Primera, al quejarse cómo se determinan los salarios, escribió “aún en teoría el pago al trabajador no es determinado por el valor de su producto.” Pero, la teoría de que los salarios se determinan por la productividad marginal del trabajador es una idea que se desarrolló a fines del siglo XX, más de medio siglo antes que se publicara aquel ensayo.

Asimismo, él se quejó que “la competencia ilimitada conduce a un gran desperdicio del trabajo.” De nuevo, su ausencia de precisión obscurece su significado, pero, en el mismo párrafo, afirmó que el capitalismo no tiene provisión que asegure empleo para todos aquellos dispuestos y en capacidad de trabajar, así que siempre hay un “ejército de desempleados.” Esto sugiere que él ve al trabajo no usado como desperdiciado.

Pero, esto no tiene sentido. El trabajo es un recurso, y recursos no usados no son “desperdiciados,” si en ese momento no hay demanda de ellos. En vez de eso, es un desperdicio usar recursos innecesariamente, pues significa un costo mayor al beneficio.

Einstein parece haberse sentido libre de evitar el problema de obtener conocimiento económico, pues lo vio como un conocimiento que se limita a la “fase depredadora del desarrollo humano,” mientras el propósito del socialismo era “superar y avanzar más allá” de ese estado. Por tanto, dijo él, “la ciencia económica en su estado actual puede lanzar poca luz sobre la sociedad socialista del futuro.” Pero, cómo podía él saber los límites de las ciencias económicas sin realmente conocer las ciencias económicas en alguna profundidad, parece ser un asunto que nunca consideró.

Pero, en última instancia, el propio Einstein fue incapaz de lanzar mucha luz sobre la sociedad socialista, en parte debido a su carencia de conocimiento económico. Por ejemplo, falló al no tratar el desafío económico más crítico a la planificación central: cómo determinar el uso más eficiente de los recursos. Si bien, dado el estado de la disciplina económica en esa época, podría haberse equivocado inteligentemente, no hay indicación de que incluso se diera cuenta que el asunto era tema de debate entre economistas contemporáneos.

Al menos, él identificó dos de los cuestionamientos políticos más cruciales sobre el socialismo. En el párrafo más perspicaz de su ensayo, apropiadamente expresó preocupación de que la planificación central pudiera significar “la esclavitud total del individuo,” y preguntó:


  1. “¿[C]ómo es posible, a la luz de la centralización de largo alcance del poder político y económico, impedir que la burocracia llegue a ser todopoderosa y arrogante?”
  2. “¿Cómo pueden protegerse los derechos del individuo y con así asegurar un contrapeso democrático al poder de la burocracia?”


Einstein llamó a estos “problemas socio-políticos extremamente difíciles,” pero falló en brindar un análisis de ellos, y en vez de eso se movió de inmediato a concluir el ensayo antes de empantanarse en sus complejidades. Aquí, de nuevo, un conocimiento de la materia podría haber ayudado. Si bien parece que él intuyó que el socialismo aumentaba los peligros del gobierno autoritario, no parece que hubiera comprendido plenamente que lo que buscaba eran dos objetivos en tensión fundamental: un gobierno más poderoso y a la vez más controlado, ni que, a lo largo de la historia humana, ambos nunca se hayan reconciliado.

Aquí, además de conocimiento de ciencia política, se aplica conocimiento económico, pues Einstein podría haber reconocido el ámbito omnicomprensivo de la toma de decisiones económicas, que es inevitablemente tan extenso que casi nada más que los pensamientos tácitos de un individuo yacen fuera del alcance del planificador.

Considere la educación, a la que Einstein le dedicó considerable atención en este ensayo. El socialismo, afirmó él, requiere un sistema educativo “orientado hacia los objetivos sociales.” Ciertamente, Einstein entendía que un buen sistema educativo promueve opiniones disidentes, de forma que la promoción la disidencia podría, por sí sola, entenderse como un objetivo social, pero, eso no significa que cualquier idea disidente se verá por aquellos con autoridad como socialmente deseable. Así que los planificadores, al determinar cuáles cursos de estudios pueden ofrecerse, qué libros pueden publicarse, y qué académicos financiarse, deben tomar decisiones sobre qué ideas disidentes vale la pena financiar, y cuáles ser privadas de recursos.

El mismo problema pasa con los medios. Einstein alegó que el control capitalista de los medios hace “extremamente difícil… que el ciudadano individual llegue a conclusiones objetivas.” Cómo lo hace no lo especifica, así que no es claro cómo lo puede mejorar el socialismo. Los planificadores no pueden evitar tomar decisiones sobre qué recursos dedicar a los medios, así que definirán cuántas fuentes de noticias habrá. ¿Es económicamente racional -desde la perspectiva de un planificador central- tener múltiples fuentes de noticias en competencia, cuando sólo se requiere una que presente la verdad que los ciudadanos necesitan para arribar a conclusiones objetivas?

Claramente, cualquier sistema en que los planificadores controlan la distribución de recursos usados para la educación y medios no es un sistema que fácilmente pueda apoyar el pensamiento político independiente. Este es el caso aun si los planificadores no intentan conscientemente limitar el ámbito de ideas aceptables, pues ellos no tienen más opción que hacer elecciones en su asignación de recursos, Pero, ¿es siquiera posible que los planificadores traten de ser neutrales en su apoyo a diferentes ideas? ¿Pueden ellos, en buena consciencia, asignar recursos a ideas antisociales; esto es, conceptos que atacan la misma idea de la planificación central? En contraste, ha sido obvio que, al menos desde el día de Friedrich Engels, que algunos capitalistas, y, por supuesto, muchos de los trabajadores en una sociedad capitalista, no tengan reparos en defender el derrocamiento del capitalismo; es inevitablemente un mejor sistema para promover la libertad de pensamiento tan sólo porque la descentralización de recursos dificulta impedir sus gastos en ideas contrarias al sistema.

Entonces, ¿qué tan equivocado estaba Einstein? Tan equivocado que postuló una amenaza mayor a su preciado valor de pensamiento independiente. Tan equivocado que defendió un sistema que, en cada caso intentado -ya sea como un todo o en parte- ha dañado al público, empobreciéndolo algunas veces hasta la indigencia.

Aquí la lección importante no es sencillamente que Einstein estaba equivocado. Es que el genio no se transfiere automáticamente a través de disciplinas. No importa qué tan inteligente sea un académico, por muy logrado que sea en una disciplina, su conocimiento en otro campo depende, no de su inteligencia o logros previos, sino de la profundidad del estudio en esa otra área. Así que, sin importar las tentaciones que puedan sentir los genios para hacer pronunciamientos acerca de ese otro campo, ellos deberían resistirse. Y, cualquier tentación que otros puedan tener de escuchar tales pronunciamientos, ellos, también, debe resistirse.

En resumen, al contrario de Einstein, nunca es aconsejable hablar en condiciones de ignorancia.

James E. Hanley es un analista político sénior del independiente Empire Center for Public Policy. Obtuvo su PhD en Ciencia Política en la Universidad de Oregón, seguido de una beca postdoctoral bajo la ganadora del premio Nobel en Economía del 2009, Elizabeth Ostrom, y enseñar por veinte años Ciencia Política y Economía a nivel universitario. Las ideas expresadas aquí no necesariamente reflejan las ideas de su empleador.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.