Tenemos que tener los ojos muy abiertos ante cualquier tipo de manipulación de los intereses del narcotráfico. La experiencia de Ecuador, que nos narra el politólogo Edgar Beltrán, puede servirnos aquí, para cuidarnos ante posibles diversas jugadas políticas y delictivas: es mucho lo que tenemos en juego como país.

ECUADOR AL FILO

By Edgar Beltrán
Law & Liberty
14 de setiembre del 2023

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El 9 de agosto, Fernando Villavicencio de Ecuador, un candidato presidencial anti corrupción, murió de un disparo luego de una manifestación en la ciudad capital Quito. Fue exactamente diez días antes de la elección presidencial.
El asesinato se convirtió en el símbolo del Ecuador de hoy, en una época una nación en desarrollo boyante que ha sido sumido en el caos debido a una combinación de inestabilidad política y un poder creciente de las pandillas de drogas ligadas a carteles internacionales. Este es un momento crucial para Ecuador. El asesinato podría estimular una verdadera reforma política, o bien podría conducir a mayor inestabilidad y derramamiento de sangre.

Mientras todavía el asesinato está bajo investigación, la mayoría de reportes apunta hacia un golpe relacionado con el cartel, pues Villavicencio era conocido por su activismo anti corrupción. Su campaña estuvo edificada alrededor de críticas a las pandillas de las drogas y sus arreglos con políticos ecuatorianos. Villavicencio había mencionado que había recibido amenazas de muerte de parte de miembros del cartel unos pocos días antes de su asesinato.

Y, si bien Villavicencio estaba rezagado en las encuestas (la mayoría de ellas le ubicaban entre un tercer y una quinta posición), su muerte cambió todo en la elección. Con el apoyo de Rafael Correa, la figura política más importante y controversial en Ecuador, la izquierdista Luisa González se suponía que ganaría aplastantemente, tal vez ni siquiera necesitando una segunda ronda para ser proclamada presidenta. Luego del asesinato, las cosas se complicaron más.

Ya sea que el ganador de la segunda vuelta resulte ser González o Daniel Noboa, el hijo de un magnate bananero, recibirá un Ecuador muy diferente. Hoy, el país se parece más a Colombia en los ochentas -cuando los carteles dominaban y los asesinatos políticos eran frecuentes- que al país que muchos pensaron llegaría a ser una de las potencias económicas de América Latina.

Pero, ¿cómo Ecuador llegó a ser políticamente tan inestable, y tal semillero del tráfico internacional de drogas?

LA PUERTA GIRATORIA Y EL SOCIALISMO DEL SIGLO XXI

Entre fines de los noventas y principios del 2000, Ecuador tuvo un registro inestable. La corrupción rampante, el abuso del proceso de juicio político, y la falta de coordinación entre coaliciones políticas llevó al país a 8 presidentes entre 1996 y el 2006.

Montado en la “ola rosada” de los años 2000, el anterior ministro de Economía Rafael Correa ganaría la elección en el 2007, bajo la promesa de aplicar el socialismo del siglo veintiuno, la fórmula popularizada por Hugo Chávez en Venezuela.

Correa usaría su recién encontrado poder para seguir la fórmula de Chávez y presionar al Congreso y la Corte Suprema para llevar a cabo un referendo para ver si los ecuatorianos aprobarían una asamblea constituyente que redactara una nueva Constitución. Ellos lo hicieron.

La nueva Constitución hizo más difícil el juicio político, pero una reforma en el 2014 le permitió a Correa ser reelecto indefinidamente como presidente.

A pesar de lo anterior, la popularidad y el éxito de Correa de reducir la pobreza en Ecuador, la presión contra su reelección fue intensa, y, en vez de ella, él optó por apoyar a su vicepresidente, Lenín Moreno, como candidato presidencial en el 2016. Muchos pensaron que Moreno sería un títere de Correa.

Estaban equivocados. Rápidamente Moreno mostró ser dueño de su mente y en el 2017 él y Correa ya se habían peleado. Para el 2018, Moreno había eliminado la reelección presidencial, se había alejado de los aliados internacionales de Correa, como Venezuela y Cuba, y había seguido una política fiscal conservadora. También, él empezó investigaciones sobre corrupción contra Correa y muchos de sus aliados, lo que condujo al autoexilio de Correa en Bélgica.

Pero, también eso significó que Moreno fuera un hombre sin partido – no podía lograr la aprobación de muchas partes de su agenda. Luego, los precios del petróleo se desplomaron, y, a pesar de la austeridad fiscal, la deuda pública aumentó. En el 2019, Moreno propuso otro paquete que incluía la eliminación de subsidios al combustible, lo cual desató extensas protestas a lo largo del país.

Ecuador había cambiado. Era un país fracturado. La economía se había deteriorado y, con el Covid, las cosas sólo empeoraron. También, aumentó la presión con la llegada de miles de refugiados venezolanos huyendo de la crisis humanitaria en su país. Con el aumento en la pobreza, también el crimen empezó a aumentar, lento pero seguro.

Muchos de los vecindarios más pobres de Ecuador se convirtieron en cuarteles de pandillas de drogas relacionadas con los carteles mexicanos y colombianos – y hasta de la mafia albanesa. Ellos reclutaron jóvenes desempleados, de baja calificación, desafectos, mientras que el gobierno perdió el control de sus prisiones, que se convirtieron en centros de operación de carteles locales.

LA MUERTE MUTUA

Uno habría esperado que el estancamiento económico, un presidente altamente impopular, y el malestar civil pavimentarían el camino para un presidente populista ecuatoriano, en especial al considerar que los populistas, de izquierda y derecha, estaban creciendo a lo largo de América Latina.

Eso no pasó. Un conjunto extraño de factores condujo a la victoria de Guillermo Lasso, antes un banquero que había sido dos veces candidato presidencial. Lasso corrió sobre una plataforma de libre mercado, promoviendo la creación de empleos por medio de la liberalización del mercado laboral, inversión extranjera, y reducción de impuestos.

Pero, Lasso encaró un obstáculo importante: la Asamblea Nacional aún estaba controlada por la Alianza PAÍS, el partido de Correa, y el partido de Lasso sólo tenía 12 de 137 asientos. Aunque al inicio Lasso fue alabado por su excelente campaña de vacunación, sus limitaciones legislativas rápidamente se hicieron evidentes.

En realidad, el efecto de las protestas del 2019 nunca se desvaneció. La federación indígena que había convocado esas protestas tomó de nuevo las calles en el 2022, poco después del primer aniversario de estar Lasso a cargo Lasso, bloqueando caminos y llamando a la huelga. Lasso vio algo de recuperación y éxito económico post Covid, con 3% de crecimiento del PIB en el 2022 y una baja inflación. Sin embargo, falló miserablemente en seguridad. Los crímenes se duplicaron en el año, y las masacres en prisiones se hicieron más comunes, En el 2021, más de 380 internos fueron asesinados en protestas en las prisiones. La tasa de homicidios en el país es de 25 por cada 100.000 personas, más alta que Colombia y México.

Lasso llegó a ser uno de los presidentes más impopulares de América Latina. Él fue electo sobre una plataforma conservadora, pero cambió su opinión en temas como el aborto y LGTB; a la vez que balanceó las finanzas del país, los recortes en el gasto deterioraron los servicios públicos, y nen realidad nunca pudo enfrentar los temas de seguridad ni llegar a acuerdos con la Asamblea Nacional controlada por la oposición.

Todo esto condujo a la impresión de que Lasso no estaba haciendo nada. Los ecuatorianos se impacientaron, y la oposición izquierdista aprovechó de la oportunidad. El 3 de marzo del 2023, se aprobó un juicio político de destitución contra Lasso debido a una supuesta corrupción en el otorgamiento de contratos públicos. Pero, estos contratos habían sido otorgados por el gobierno previo de Lenín Moreno, no por Lasso.

Lasso parecía estar listo a seguir el mismo destino de cualquier presidente ecuatoriano antes de la constitución del 2008: un juicio rápido de destitución política.

Pero, la Constitución del 2008 tenían un freno y contrapeso diseñado para hacer que la Asamblea pensara dos veces antes de continuar con el juicio político: la muerte cruzada, que le da al presidente el poder de disolver la Asamblea Nacional y llamar a una nueva elección legislativa y presidencial.

Lasso, viendo que el complot político en su contra no le dejó posibilidad de sobreponerse al juicio de destitución, activo la muerte cruzada el 17 de mayo de este año y, también, anunció que no correría para la repentina elección presidencial, dejando el campo totalmente abierto.

LA ELECCIÓN

Entre la impopularidad de Lasso, y el regreso al panorama político de la izquierda, parecía que la protegida de Correa, Luisa González, habría tenido un camino fácil hacia la victoria.

Pero, la muerte de Villavicencio, que sucedió luego de publicarse la última encuesta, hizo impredecible a la elección.
Después de todo, Villavicencio fue el enemigo #1 de Correa durante su presidencia. Villavicencio llegó a ser conocido como uno de los periodistas anti corrupción más efectivo y creíble en el país, lo que le llevó a una sentencia de prisión de 18 meses por supuestamente haber difamado a Correa en el 2014, luego de revelar un caso de corrupción. Él huyó del país, yendo primero a los Estados Unidos, luego regresando a la vez que se mantenía fuera de radar en la jungla amazónica, y, después, pidiendo asilo político en Perú. Luego de definitivamente regresar a Ecuador, su caso sería por fin desestimado en el 2018.

En este punto es natural mirar hacia Correa y sus aliados por la muerte de Villavicencio. Muchos de ellos habían amenazado con matarlo, y muchos de ellos tenía ligámenes con bandas de drogas, lo que condujo a la sospecha. Pero, aún no se ha encontrado prueba de tal ligamen.

Con todo y eso, el voto anti Correa se elevó fuerte, impulsando a la segunda vuelta a Daniel Noboa, quien estaba en un solo dígito en las últimas encuestas, mientras Christian Zurita, que asumió la nominación del partido de Villavicencio, y Jan Topic, un nuevo candidato de la derecha en la versión de Bolsonaro o Bukele, terminaron de tercero y cuarto, respectivamente.

Topic ya prometió su apoyo a Noboa, mientras que Zurita no lo endosó, pero dijo que trabajaría con él, lo que llevó a la mayoría de sus seguidores apoyarlo. Otto Sonneholzner, el anterior vicepresidente de Moreno, terminó quinto y, a pesar de no darle su apoyo directamente a Noboa, dijo él “nunca votaría por el socialismo.” Algunos de los partidos en su alianza ya dijeron que apoyarían a Noboa.

Esto pone a González en una situación difícil. Zurita, Topic, y Sonneholzner acumulaban un 37% del voto, lo que, agregados a los de Noboa, es suficiente para derrotar a González por un margen amplio.

¿UN ESTADO FALLIDO?

Pero, ¿pueden Noboa o González ponerles freno a los carteles de la droga en Ecuador o se convertirá en la versión del siglo XXI de Colombia, que llegó a ser en un estado fallido bajo Pablo Escobar, las FARC, y otros carteles de la droga?

Lo más probable es eso último. Desde la época de Moreno, el gobierno les ha declarado la guerra a los carteles, pero no ha resultado como se esperaba. Condujo a un incremento exponencial en la población en prisiones, que saltó desde 11.000 en el 2009 hasta 40.000 en el 2021. No obstante, no había una política carcelaria consistente que permitiera al país poner en la cárcel a tanta gente tan rápidamente sin saturar las prisiones. En efecto, si hay algo, el gobierno hizo lo opuesto: el presidente Moreno, el predecesor de Lasso, redujo el presupuesto penitenciario en un 30%.

Rápidamente, el esto perdió su autoridad en las prisiones. Esto condujo a que las pandillas tomaran el control de las prisiones, operando sus negocios desde el interior, y a un rápido aumento de los motines y violencia de las pandillas dentro de las prisiones, que habrían matado a cientos en los últimos años. Aún más, el rápido incremento en la población de internos facilitó que las pandillas encontraran nuevos reclutas.

Ecuador no es nuevo en torno a la violencia de las drogas. Después de todo, el país yace entre dos de los productores de coca más grandes en el mundo – Colombia y Perú. Pero, las guerras de las drogas no eran en gran escala y sólo afectaban a la población civil en partes específicas de algunas ciudades del país. Todavía más, en los últimos años, diferentes organizaciones internacionales empezaron a operar en el país: carteles mexicanos y carteles colombianos están luchando por controlar las rutas del tráfico desde Perú hasta el sur de Colombia, e incluso la mafia albanesa ha entrado en acuerdos con pandillas locales.

También, la violencia ha visto niveles no imaginados. Hace pocos años, el país habría sido impactado al escuchar acerca de decapitaciones, carros bomba, y niños baleados afuera de sus escuelas. Ahora, ellas son la ocurrencia diaria. Últimamente, las pandillas parecen sentirse lo suficientemente fuertes como para asumir una posición en la política del país.

Para julio, el alcalde de Manta, una ciudad costera, Agustín Intriago fue asesinado mientras supervisaba la construcción de algunos edificios públicos. Él había sido reelecto en marzo. Aunque la investigación aún continúa, muchos vieron los signos del involucramiento de pandillas en su muerte. Pedro Briones, un político del ala izquierda en la provincia de Esmeraldas, también fue asesinado en agosto, mientras que el alcalde electo de la ciudad de Muisne fue asesinado antes de asumir el cargo en mayo.

En los ochentas, Colombia llegó ser la zona caliente de la producción global de cocaína, y los carteles de la droga gobernaron ciudades enteras, a la vez que amenazaban y asesinaban a cualquiera que se entremetía en su camino.
Ellos hasta fueron capaces de infiltrarse dentro del gobierno. Pero, en 1989, el candidato presidencial Luis Carlos Galán, fue asesinado en una manifestación en un golpe ordenado por Pablo Escobar. Galán era conocido por su promesa de librar a Colombia de los carteles y la corrupción, lo que le ganó muchos enemigos poderosos.

El asesinato de Galán condujo a un cambio de actitud entre las élites colombianas contra los carteles. Un nueva Constitución se redactó en 1992, permitiendo la extradición de nacionales, y Colombia acepto más ayuda de Estados Unidos para lidiar con los carteles. Para 1993, Escobar estaba muerto y, para 1996, ambos carteles, el de Medellín y el de Cali -los más grandes del país- estaban desmantelados.

Ahora, en el 2023, Colombia aún tiene problemas con pandillas y carteles de las drogas. Pero, ya no más es gobernada por ellos y tampoco es el estado fallido que era en los ochentas.

Los paralelos entre la Colombia de los ochentas y el Ecuador de hoy son impresionantes. ¿Llegará a ser el asesinato de Villavicencio un “momento de Galán,” o sólo será la confirmación de que Ecuador esta lenta pero seguramente conviertiéndose en un estado fallido?

Edgar Beltrán es un politólogo y filósofo venezolano. Actualmente estudia una maestría en Filosofía de la Religión en la Universidad Radbou, en Nijmegen, Holanda.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.