ORWELL EXPUSO LA COBARDÍA DE PERIODISTAS E INTELECTUALES

Por Barry Brownstein
American Institute for Economic Research
15 de setiembre del 2023

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es barry brownstein, american institute for economic research, Orwell, September 15, 2023. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

Orwell tenía poca esperanza de que las mentiras totalitarias fueran expuestas por una prensa libre. Su ensayo “The Freedom of the Press” *[La libertad de prensa] tenía la intención de ser el prefacio de Animal Farm [Rebelión en la granja], pero no se publicó sino hasta 1972. Orwell reveló que el ministerio de Información (MOI por sus siglas en inglés) del Reino Unido (creado durante la Segunda Guerra Mundial) le aconsejó al editor que no publicara Rebelión en la granja, pues sería ofensivo para los “rusos soviéticos.”

La tesis de Orwell era que los periodistas, no el gobierno, son los mayores censores:

“el mayor peligro para la libertad de expresión y de pensamiento no proviene de la intromisión directa del Ministerio de Información o de cualquier organismo oficial. Si los editores y los directores de los periódicos se esfuerzan en eludir ciertos temas no es por miedo a una denuncia: es porque le temen a la opinión pública. En este país, la cobardía intelectual es el peor enemigo al que han de hacer frente periodistas y escritores en general.”

Los periodistas cobardes de hoy han suprimido historias de la computadora portátil de Hunter Biden, dudas sobre la eficiencia de mascarillas y cuarentenas, perfiles que cuestionan la seguridad de vacunas, preocupaciones de que las vacunas no impiden la transmisión, preguntas sobre la política de Estados Unidos en Ucrania, y desafíos a la ortodoxia del calentamiento global.

Si bien la administración Biden retorció los brazos de compañías de medios sociales para que censuraran a gente ordinaria, no tuvo que censurar a periodistas. Escribió Orwell: “Las ideas impopulares, según se ha visto, pueden ser silenciadas y los hechos desagradables ocultarse sin necesidad de ninguna prohibición oficial.” Explicó él,

“En un momento dado se crea una ortodoxia, una serie de ideas que son asumidas por las personas bien pensantes y aceptadas sin discusión alguna. No es que se prohíba concretamente decir ‘esto’ o ‘aquello,’ es que ‘no está bien’ decir ciertas cosas… Y cualquiera que ose desafiar aquella ortodoxia se encontrará silenciado con sorprendente eficacia. De ahí que casi nunca se haga caso a una opinión realmente independiente ni en la prensa popular ni en las publicaciones minoritarias e intelectuales.”

En el párrafo siguiente, Orwell pintó un retrato de nuestro tiempo. Al leerlo, sustituya en vez de “Rusia Soviética” por vacunas, cirugía de reasignación de género para adolescentes, energía verde, etcétera,

“En este instante, la ortodoxia dominante exige una admiración hacia Rusia, sin asomo de crítica. Todo mundo sabe de este hecho y, en consecuencia, todo mundo actúa en proporción. Cualquier crítica seria al régimen soviético, cualquier revelación de hechos que el gobierno ruso prefiere mantener ocultos, no saldría a la luz. Y lo peor es que se produce esta conspiración nacional para adular a nuestro aliado, en un trasfondo de antecedentes probados de tolerancia intelectual muy arraigada entre nosotros. Y así, paradójicamente, vemos que no se permite criticar al gobierno soviético, mientras se es libre de criticar al nuestro.”

Orwell no se sorprendió ante “el servilismo con el que la mayor parte de la intelligentsia británica se ha tragado y repetido los tópicos de la propaganda rusa,” aun cuando ella no tenía “presión directa que hiciera que se falsearan sus opiniones.”

El poder de las Grandes Farmacéuticas ya era tema hace casi ochenta años. Orwell observó que, “Como es obvio, existen ciertos temas que no deben ponerse en tela de juicio a causa de los intereses creados que los rodean. Un caso bien conocido es el tocante a los médicos sin escrúpulos.”

Por desgracia, a pesar de sonar las alarmas, Orwell agrega un calificativo a su apoyo a la libertad de expresión:

“Si la libertad intelectual, que ha sido sin duda alguna uno de los principios básicos de la civilización occidental, significa algo, significa que cada uno debe tener pleno derecho a decir e imprimir lo que cree que es la verdad, siempre que ello no impida que el resto de la comunidad tenga la posibilidad de expresarse de expresarse de alguna manera bastante inconfundible.”

Hoy, por supuesto, el calificativo de daño a la comunidad es usado por Google y otros para censurar diferencias legítimas de opinión.

Como advirtiera Hayek en Camino de Servidumbre, Orwell aconsejó, “Por ello, incumbe principalmente a la intelectualidad científica y literaria el papel de guardián de esa libertad, que está empezando a ser menospreciada en la teoría y la práctica.”

Hoy, los autoritarios alegan estar defendiendo la democracia a la vez que lo hacen por medios antiliberales. Orwell observó estas prácticas y reportó que “una creencia muy extendida actualmente argumenta diciendo que la única forma de defender la libertad es por medio de métodos totalitarios. Si uno ama la democracia, prosigue esta argumentación, hay que aplastar a los enemigos sin importar los medios utilizados.”

Los enemigos a ser aplastados incluían a “quienes ‘objetivamente’ la perjudican propalando doctrinas erróneas.” Los censores de hoy también usan este argumento de la desinformación.

Peor aún, Orwell explica que los intelectuales justificaron las purgas de Stalin al afirmar que “opiniones heterodoxas representaban un perjuicio para el régimen y, por consiguiente, la masacre fue un hecho tan normal como las falsas acusaciones de que fueron víctimas.”

Este no es un ensayo para considerar la cancelación de profesionales de la salud, autores, y académicos. Pero, si cree que los intelectuales se oponen a las “acusaciones falsas” al servicio de su buena causa percibida, Orwell diría usted está equivocado.

Orwell hizo la observación de que el gran entusiasmo por la Rusia de Stalin fue sólo “un síntoma del debilitamiento general de la tradición liberal.” Él advirtió que “si usted apoya los métodos totalitarios, llegará un momento en que ellos serán usados ‘contra’ usted y en vez de ‘por’ usted.”

Cualquier adopción tribal de una “ortodoxia” es problemática. Él indicó que “el verdadero enemigo es la mentalidad gramofónica repetitiva, tanto si se está o no de acuerdo con el disco que suena en aquel momento.”

¿Puede la civilización occidental sobrevivir el antiliberalismo que Orwell observó? Orwell tenía sus dudas

“la libertad intelectual es una tradición profundamente arraigada sin la cual nuestra cultura occidental dudosamente podría existir. Muchos intelectuales han dado la espalda a esta tradición, al aceptar el principio de que un libro deberá ser publicada o prohibida, loada o condenada, no por sus méritos sino según la conveniencia política. Y otros, que no comparten este punto de vista, sin embargo lo aceptan, por cobardía.”

Escribió Orwell, “Si algo significa la libertad, es el derecho de decirles a los demás lo que no quieren oír.” Hoy, periodistas e intelectuales nos dicen que la libertad de expresión no es esencial; que, en vez de ser una condición por la que progresa la civilización, la libertad es una amenaza a la “democracia,” Con tales creencias, nos advierte Orwell, estamos creando nuestra propia distopia.

Barry Brownstein es profesor emérito de economía y liderazgo en la Universidad de Baltimore. Es autor de The Inner-Work of Leadership, y sus ensayos han aparecido en publicaciones como la Fundación para la Educación Económica e Intellectual Takeout.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.