La lucha por la libertad no es fácil: puede ser muy dura y cruel. La esperanza es su triunfo.

LAS TRIBULACIONES DE LA IGLESIA NICARAGÜENSE

Por Edgar Beltrán
Law & Liberty
8 de marzo del 2023

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“Dejadlos que sean libres, yo serviré sus sentencias,” dijo el arzobispo Rolando Álvarez cuando se le ofreció la oportunidad de exiliarse en Estados Unidos junto con otros 222 prisioneros políticos nicaragüenses.

Al día siguiente, él fue sentenciado a 26 años de prisión.

La mayoría de personas en Occidente sabe que la Iglesia Católica está sufriendo niveles asombrosos de persecución en muchos países, como China o Nigeria. Pero, muchos no se dan cuenta de lo que pasa aquí en el hemisferio occidental, no muy lejos de Estados Unidos, en Nicaragua. La persecución contra la Iglesia está llegando a niveles que pueden recordarnos los peores días de los regímenes comunistas durante la Guerra Fría, o los regímenes liberales anticlericales del siglo XIX.

El 9 de febrero, tres sacerdotes, dos seminaristas, un diácono, y un lego fueron sentenciados a 10 años de prisión. ¿Los crímenes alegados? Conspiración contra el estado de Nicaragua y propagación de noticias falsas. En realidad, todo lo que hicieron fue acompañar a su obispo cuando fue capturado en su residencia. El 4 de agosto del 2022 la dictadura nicaragüense no le permitió salir a celebrar una misa en protesta contra abusos a los derechos humanos en el país.

Quince días más tarde, todos, excepto Álvarez, fueron llevados a El Chipote, prisión conocida por ser un centro de tortura a prisioneros políticos. Álvarez fue puesto bajo arresto domiciliario.

Gobernada por Daniel Ortega, miembro de la antigua guerrilla de extrema izquierda, Nicaragua, desde el 2006, se ha convertido en epicentro del peor caso de persecución abierta contra la Iglesia Católica por un gobierno occidental en el siglo XXI.

Apenas el año pasado, el nuncio (embajador del papado) fue sacado del país, como lo fueron las Misioneras de la Caridad, congregación religiosa fundada por la Madre Teresa. Fueron puestos en prisión ocho sacerdotes, tres legos que trabajaban para una diócesis, dos seminaristas, y un diácono, la mayoría bajo el pretexto de “conspiración,” algunos otros bajo cargos de abuso que lucen endebles hasta para los activistas más liberales en Nicaragua, que han denunciado la influencia de tribunales canguro en Nicaragua [tribunal canguro: uno que ignora normas reconocidas de derecho o justicia, que tiene poca o ninguna reputación oficial en el territorio y que normalmente se convoca ad hoc].

El obispo Rolando Álvarez de la pequeña diócesis rural de Matagalpa, se ha convertido en el rostro de la persecución en el país – y en ícono de la resistencia contra Ortega. Sus fotos, arrodillado con el Sagrado Sacramento en la mano, mientras lo rodeaban oficiales de policía frente a la casa cural, se han convertido en el símbolo de la lucha católica en Nicaragua.

Pero, ¿cómo llegaron las cosas a este punto?

Los sandinistas primero llegaron al poder en 1979, luego de una larga guerra civil de dos décadas y de cuatro décadas de dictadura de la familia Somoza. La primera presidencia de Ortega la marcó el conflicto de los Contras, que tomó las vidas de 30.000 personas en 10 años. Ortega perdería la elección en 1990, pero, de nuevo, la ganaría en el 2006.
Tristemente, él aprendió su lección. Cerró por la fuerza a medios libres, o hizo que miembros de su familia y aliados cercanos los adquirieran, persiguió a candidatos potenciales de la oposición, cambió la Constitución para permitir su reelección indefinida, y copó la Corte Suprema. Cuando la gente se cansó de él y protestó en grandes cantidades contra su régimen en el 2018-19, cientos fueron asesinados, y miles fueron heridos, torturados, y exiliados.

Rápidamente, la Iglesia se convirtió en un chivo expiatorio, tal como había sucedido en los ochentas. Había tensiones internamente en la jerarquía eclesiástica y una parte del clero nicaragüense favorecía la revolución sandinista.
Nicaragua, era, y aún es, un país profundamente católico. Pero, también, era básicamente rural y pobre.

Esto la convirtió en el laboratorio perfecto para la teología de liberación, un revoltijo de marxismo y cristiandad, que había llegado a ser una fuerza significativa en América Latina. Una cantidad importante de sacerdotes y legos en Nicaragua la apoyaron, y, así, la revolución sandinista tuvo matices religiosos. Sacerdotes como Ernesto y Fernando Cardenal. Miguel D’Escoto, y Edgar Parrales fueron parte del gabinete de Ortega y fervientes defensores de la “revolución” sandinista. En su momento, todos fueron suspendidos por el papa Juan Pablo II en 1984.

El cardenal Miguel Obando y Bravo, el entonces arzobispo de Managua, fue uno los más conocidos opositores de los sandinistas, aunque ciertamente antes no había sido amigo de los Somozas. Él resistió la intención de expandir la Misa Campesina Nicaragüense, álbum de canciones que los sandinistas intentaron usar en la misa. Las tensiones se elevaron rápidamente. En 1982, el padre Bismarck Carballo, uno de los colaboradores más cercanos de Obando, fue arrestado y lanzado desnudo a la calle en 1982, lo que fue el inicio de la persecución de sacerdotes en Nicaragua. Diez sacerdotes extranjeros fueron expulsados del país en 1984, mientras que muchos sacerdotes locales fueron acusados de conspiración, y el obispo Pablo Vega de Juigalpa fue expulsado del país en 1986, por supuestamente apoyar a los Contras.

Para el 2006, la situación fue muy diferente. Ortega llegó a ser presidente luego de 16 años, pero estaba en buenos términos con la Iglesia. Él se casó en una ceremonia católica, presidiendo el cardenal Obando y Bravo. También, Obando y Bravo celebraría una misa conmemorando el aniversario de la revolución sandinista en el 2004. Incluso Carballo decidió mantener un perfil bajo, principalmente rehusándose a condenar los abusos a los derechos humanos y la persecución de la Iglesia en el país. Su hermana fue nombrada embajadora en el Vaticano en el 2019.

De este modo, durante la mayor parte de la primera década y media en el poder continuó la deténte [distensión].

Las tensiones permanecieron, pero Ortega no se movió de inmediato contra la Iglesia. En vez de ello, lenta pero seguramente desmanteló las instituciones nicaragüenses y cualquier potencial de frenos y contrapesos en su contra.
Pero, una pésima situación económica y una extensa represión política condujeron a protestas masivas en el 2018. Y la Iglesia rápidamente se convirtió en blanco.

Pronto, la Iglesia ofreció mediar entre Ortega y la oposición, pero las tensiones llegaron a un extremo cuando, en julio del 2018, la policía nicaragüense y civiles armados atacaron el campus de una universidad de Managua, y los manifestantes, estudiantes la mayoría, buscó refugio en una iglesia de las cercanías. Hombres armados sitiaron la iglesia durante dos días y la situación terminó con dos estudiantes muertos. Los manifestantes sólo pudieron salir cuando obispos y miembros de una ONG los escoltaron fuera del edificio.

Con cada ronda de negociaciones fallidas, la Iglesia se convirtió más y más en una amenaza ante los ojos de Ortega. En Nicaragua no hay un rango amplio de instituciones independientes. Nada de partidos políticos, prensa libre fácilmente accesible, no ONGs. Las universidades están en muy malas condiciones. Así, la Iglesia se convirtió en uno de los últimos bastiones de libertad en Nicaragua. Los sacerdotes nunca mantuvieron cerradas sus bocas en relación con las injusticias que vieron diariamente. Ellos predicaron el Evangelio, y se convirtieron en enemigos del régimen. A diferencia de la mayor parte de Occidente, la Iglesia de Nicaragua tiene un flujo constante de vocaciones. El seminario diocesano de Álvarez en Matagalpa tiene más de 100 estudiantes, mientras el seminario de Managua tiene alrededor del doble de ese número. La mayoría de diócesis latinoamericanas mataría por semejantes cifras.

La importante legitimidad pública y el rol social de la Iglesia enfurecieron a Ortega. Se dijo que los obispos estaban tomando parte de un intento de golpe junto con la oposición. Silvio Báez, obispo auxiliar de Managua y la voz más fuerte contra Ortega en Nicaragua, fue obligado a irse al exilio, primero a Roma y luego a Miami, debido a amenazas de muerte creíbles. El padre Rafael Bermúdez huyó luego de ser atacado por paramilitares, como lo hizo el padre Edwin Román, luego de recibir amenazas de muerte. Docenas de iglesias fueron quemadas o atacadas por paramilitares armados

Pero, sería el 2022 el año en que todo cambió. En marzo, Nicaragua sacó del país a Waldemar Sommertag, el nuncio apostólico. Sommertag era ampliamente visto como puente entre el gobierno y los obispos e incluso era controversial dentro de la oposición nicaragüense por ser muy cercano a la primera dama y vicepresidenta Rosario Murillo. El destierro señaló la idea de Ortega: el momento para conversar había terminado.

En mayo, el obispo Rolando Álvarez dijo que él estaba siendo seguido alrededor de Matagalpa por oficiales de inteligencia y que de inmediato haría una huelga de hambre hasta que su seguridad y la de su familia estuvieran garantizadas. ¿La respuesta del gobierno? Cerrar la estación de televisión católica, dirigida por Álvarez.

Pocos días más tarde, la Asamblea Nacional aprobó una ley sobre Organizaciones No Gubernamentales que prohibió más de cien organizaciones sin fines de lucro, incluso la antes mencionada Misioneras de la Caridad. ¿Estaban las Misioneras conspirando contra Ortega? Es difícil imaginarlo pues sólo administraban un par de orfanatos y asilos de ancianos en algunas de las áreas más pobres del país. Sus propiedades fueron incautadas por las autoridades del régimen.

Ese mismo mes, el padre Manuel García fue puesto en prisión y condenado a cuatro años de cárcel por golpear a una mujer – quien se retractó de su acusación y se le acusó de perjurio. El padre Leonardo Urbina fue acusado de violar a una niña de 12 años, pero el juicio estuvo plagado de irregularidades; a él no se le permitió elegir un abogado defensor, y el fiscal no presentó el testigo experto que alegaba tener. Hasta activistas progresistas en el país llamaron al juicio una farsa total. Urbina fue sentenciado a treinta años de prisión.

Luego vino el caso que puso los ojos sobre un obispo rural de un pequeño país centroamericano, sosteniendo una custodia y rodeado de policías atónitos.

Telcor, el regulador de las telecomunicaciones en Nicaragua, anunció que cerraría 11 estaciones de radio y un canal de televisión, incluidas diez estaciones de radio de la diócesis de Matagalpa, dirigidas por Álvarez. Álvarez fue nombrado obispo de Matagalpa en el 2011, cuando tenía 46 años de edad, bastante joven para un obispo católico. Su diócesis combina la muy pequeña ciudad de Matagalpa con casi 400 comunidades rurales que la rodean. Álvarez se hizo famoso por subir a montañas en mula o a pie, cruzando ríos en lanchas pequeñas, y ir en un Jeep hasta comunidades muy alejadas, para llevarles los sacramentos y la presencia de su pastor.

Él se convirtió en un blanco del régimen principalmente a la luz de la gente que él defendía: agricultores que eran víctimas de abuso policial al oponerse a la minería en sus comunidades, y estudiantes durante las protestas en el 2018-19. Él fue la voz principal en la Conferencia de Obispos durante la primera ronda de negociaciones en el 2018. El gobierno lo vetó para una segunda ronda en el 2019. Pero el flujo de vocaciones en su seminario local es testigo del celo evangélico de Álvarez, y del impacto que ha causado su fuerte posición sobre los derechos humanos.

Luego de que Telcor cerrara las estaciones, algunos oficiales intentaron apropiarse de sus equipos de radio. Uno de ellos estaba ubicado en la parroquia de la Divina Misericordia en Sébaco. El sacerdote de la parroquia, el padre Uriel Vallejos, se rehusó a entregar los equipos, lo que condujo a un sitio de su parroquia por 48 horas. Vallejos se vio atrapado en la rectoría con cinco legos, sin acceso a alimentos o agua corriente mientras que la electricidad del edificio fue cortada. Luego, Vallejos huyó a Italia, pidiendo, en su momento, asilo en Costa Rica. El régimen nicaragüense le ha pedido a la Interpol que lo capture por conspiración.

Cuando Álvarez anunció una misa en la catedral local para protestar contra la persecución, no se le permitió salir de la casa cural. Lo que vino luego fueron dos semanas de arresto domiciliario para Álvarez y otros cinco sacerdotes, dos seminaristas, y cuatro legos. A uno de los cuatro se le permitió salir de las premisas, mientras otro se exilió en El Salvador. El resto, incluyendo a Álvarez, en su momento fue tomado bajo custodia el 19 de agosto. Todos, excepto Álvarez, fueron enviados a El Chipote. Álvarez fue puesto bajo arresto domiciliario en un hogar familiar en Managua.

Extrañamente, Álvarez no fue acusado de un crimen durante unos pocos meses. Reportes indican que el Vaticano y la Conferencia de Obispos estaban tratando de negociar el exilio de Álvarez, pero él se negó firmemente.

El papa Francisco ha permanecido básicamente en silencio, así como la Conferencia de Obispos. Algunos creen que hay alguna complicidad en tal silencio. No obstante, hay dos explicaciones más probables. Primera, luego de que Ortega echó a patadas al nuncio, los obispos se convirtieron en los únicos representantes del Vaticano en el país. Así, ellos desempeñan el papel de negociadores en nombre del papa. Segunda, ellos simplemente temen que decir demasiado conduzca a una mayor persecución de la Iglesia, y, así, dejar a los fieles sin sacerdotes y obispos para conducirlos en la fe.

No obstante, el silencio no ha disminuido la persecución contra la Iglesia. Otros sacerdotes, como el padre Óscar Benavidez, han sido puestos en prisión, a la vez que otros, como el padre Erick Díaz, fueron obligados a exiliarse. A otros, como el padre Guillermo Blandón, no se les permitió regresar al país luego de visitar a sus familias en el exterior. Oficialmente, 15 sacerdotes se han ido al exilio. Pero, algunos reportes indican que el número puede superar a 50 y que crece día tras día.

Exactamente un día después de sentenciar a los colaboradores de Álvarez a 10 años de prisión, el régimen nicaragüense decidió enviar a 222 prisioneros políticos hacia los Estados Unidos. Todos ellos fueron despojados de su nacionalidad nicaragüense.

Pero, Álvarez se rehusó a abordar el avión. Y lo pagaría caro: un día después fue sentenciado a 26 años en prisión.

No se sabe mucho sobre el juicio de un día: Si bien su familia le pidió a la corte que nombrar un abogado defensor de su elección, el juez impuso un abogado defensor de Álvarez, que resulta ser el mismo defensor público que manejó el caso del padre Urbina.

Es difícil predecir que sigue para la Iglesia en Nicaragua, pero, parece posible que empeorará la persecución. Aun cuando el régimen liberó la mayoría de sacerdotes encarcelados, muchos están siendo exiliados, se ha prohibido la mayoría de procesiones y casi todos los medios católicos se han ilegalizado. También, el régimen está enviando agentes de inteligencia para que reporten sobre lo que sacerdotes están diciendo durante la misa, Por ejemplo, el padre Óscar Benavidez fue puesto en prisión en la cercanía de su parroquia, un par de horas luego de predicar una misa en donde criticó los abusos a los derechos humanos. Nada indica que la situación mejorará en el futuro previsible.

A pesar de lo anterior, como dijo Álvarez en una homilía durante su arresto en la curia de Matagalpa “aunque parezca que el camino luce obscuro y sombrío, Dios es el rey del universo, y todo lo que Dios permite, como dice San Pablo, sucede para bien de quienes aman al Señor.”

Edgar Beltrán es un politólogo y filósofo venezolano. Es subeditor de El American, el primer medio bilingüe de los hispanos conservadores en Estados Unidos. Actualmente estudia una maestría en Filosofía de la Religión en la Universidad Radbou, en Nijmegen, Holanda.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.