CÓMO LA PROPIEDAD PRIVADA PUEDE RESOLVER LA CONTAMINACIÓN DEL OCÉANO

Por Andrew den Boggende
Fundación para la Educación Económica
Lunes 4 de setiembre del 2023

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La contaminación de los océanos es un caso de libro de texto de la tragedia de los bienes comunales.

El problema de la contaminación del océano no es nuevo. El año pasado, una encuesta conducida por el World Wildlife Fund encontró que más de tres cuartos de los estadounidenses se encuentra “crecientemente frustrados porque el desperdicio plástico generado en Estados Unidos termina en los océanos.” Hoy, la masa de desperdicio plástico en el océano continúa creciendo año tras año, con sólo alrededor de 269.000 toneladas de los más de 4 miles de millones de toneladas que flotan en la superficie, para ser limpiada (menos del 0.006%). Además de la indignación, la encuesta reveló un deseo de mayor intervención gubernamental para arreglar el problema, pero hay una forma mucho más efectiva de disminuir y prevenir la contaminación del océano, que escasamente es reconocida entre el público: los derechos de propiedad privada.

Los derechos de propiedad, la habilidad exclusiva de alguien de poseer, usar, intercambiar y donar propiedad, se han convertido en uno de los pilares legales esenciales del mundo moderno, pero, ellos están misteriosamente ausentes en el reino de los océanos. Nadie en verdad posee, o siquiera se le permite comprar, propiedad en el océano. Como resultado, nadie tiene algún incentivo en preservar o cultivar las aguas por sí mismos.

Lo que siguió sólo puede describirse como un caso clásico de la tragedia de los bienes comunales. En resumen, los océanos se han convertido en un vertedero gigantesco. No sólo la ausencia de derechos de propiedad condujo a la contaminación sistemática del océano, sino que, también, este arreglo ha impedido a la gente cultivar el vasto potencial sin explotar del océano. Dado que a nadie se le permite proteger o cultivar el océano por medio de su posesión como propiedad, se ha limitado extremamente la industria del océano, consistiendo sólo en la extracción de recursos en vez de ser multiplicados por medio de actividades como acuacultura. Aún si cualquiera pudiera elegir involucrarse en acuacultura, corre el riesgo de ser privado de inmediato de su cosecha, pues no habría manera de impedir a pescadores potenciales apoderarse del pescado. Dado este dilema, es posible que sólo hayamos sacado provecho de una fracción del valor inmenso proveniente del pescado y recursos minerales en el mar.

¿Cómo podrían los derechos de propiedad operar en los océanos? Para dar un ejemplo, las granjas de salmón han empezado a surgir, a menudo cerca de la costa o en bahías y ensenadas, usando un enfoque de “cultivo en jaulas,” que efectivamente cerca al pescado, a la vez que lo segregan para que no se coman entre sí, multiplicando sus respectivas poblaciones. También, estas granjas compiten por espacio con otros que valoran la propiedad por razones diferentes. Aunque esto difiere de la más espaciosa costa, un aumento en innovación tecnológica, como jaulas de boyas, ha hecho posible poseer y cultivar en las aguas más procelosas del océano. Algunas jaulas han funcionado tan bien, que los diseñadores aún no tienen una buena estimación acerca de la altura máxima de las olas que pueden manejar.

¿Cómo podría la propiedad del océano ser defendida ante criminales? La belleza de los derechos de propiedad es que el dueño es libre de usar recursos según le parezca, para defender y mantener la propiedad con base en su evaluación, siendo el resultado una asignación eficiente de recursos y la preservación de la propiedad privada oceánica. Si a un acuicultor le gustara pagar para que un bote patrulle su propiedad para mantener alejados a los merodeadores, es libre de hacerlo. Aún más, si alguien es capturado contaminando su sección del océano (digamos que al disponer de residuos), un título de propiedad privada facilitaría mostrar una violación de derechos y buscar compensación sin difundir la aplicación de la ley demasiado finamente, en especial si la propiedad del océano en cuestión está dentro del territorio de un país existente.

La atención creciente en los derechos de propiedad demuestra exactamente qué tan importantes son para resolver la crisis a mano. Sin duda, tomará un inmenso esfuerzo y cooperación entre individuos y organizaciones, Pero, con un poquito de pensamiento innovador, podemos terminar la era de destrucción oceánica e impulsar un océano floreciente, a diferencia de lo que la humanidad siempre ha visto.

Andrew den Boggende es un estudiante universitario e investigador en la Universidad de Florida del Sur, especializándose en economía y estudios de historia del arte y museos.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.