HAYEK NOS AYUDA A ENTENDER POR QUÉ LAS PERSONAS ESTÁN PERDIENDO LA CABEZA

Por Barry Brownstein
American Institute for Economic Research
2 de setiembre del 2023

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es barry brownstein, american institute for economic research, minds, September 2, 2023. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

Hace poco, vi una calcomanía en la ventana de un carro con la imagen del icónico Oso Smokey y la advertencia: “Sólo usted puede impedir al comunismo.”

En medio del humor, también hay verdad. Impedir al comunismo, ¿cómo? La persona con la calcomanía, amiga cercana de mi hija, vio su papel de prevenir al comunismo continuando su propia educación acerca de por qué es una amenaza existencial para la humanidad. Pero, ella se desalienta al ver cómo muchos de sus compañeros han adoptado posiciones colectivistas y no están dispuestos a considerar alternativas.

Como ella, conozco mucha gente bien intencionada que ha adoptado posiciones antitéticas a la libertad y, aun así, como usted y yo están tan preocupadas por el florecimiento humano. No son ideólogos comprometidos con derrocar la civilización occidental, sino que sus ideas adoptadas nos están conduciendo por la pendiente de un camino peligroso.

Parece que sus amigos bien intencionados han perdido sus cabezas, las han perdido, y usted también podría estar en peligro de perder la suya.

La Arrogancia Fatal
de F.A. Hayek nos ayuda a comprender por qué. Hayek explicó que hemos confundido causa y efecto. La razón no es la causa de la civilización; el raciocinio es un producto de la civilización.

Lo que nos hace humanos, nuestras mentes y nuestros poderes de razonar, no existen separados de nuestro ambiente social Cuando otros descienden hacia la demencia, podemos estar autosatisfechos, al creer que podemos retener nuestros poderes de razonar; pero, las ideas de Hayek nos impulsan a reconsiderar nuestra certeza.

Si meditar existiera separadamente del ambiente social de uno, más gente se resistiría a la tiranía. En vez de ello, somos testigos de gente que alaba y obedece órdenes colectivistas emitidas por autoridades.

Si está seguro que usted habría escondido a Ana Frank o desobedecido las órdenes de matar judíos en un campo de concentración, podría estar autoengañándose. El afamado autor Primo Levi, en su descripción de esa época en Auschwitz, escribió:

“Debemos recordar que estos fieles seguidores, entre ellos los diligentes ejecutores de órdenes inhumanas, no nacieron torturadores, no eran (con unas pocas excepciones) monstruos: eran hombres ordinarios. Los monstruos existen, pero son muy pocos en número como para que sean realmente peligrosos. Más peligrosos son los hombres comunes, los funcionarios listos para comportarse y actuar sin hacer preguntas.”

Usando las ideas de Hayek, podemos preguntar por qué, al retroceder la civilización, tantos “fieles seguidores” pierden la cabeza y su poder de razonar.

En La Arrogancia Fatal, explicó Hayek que, “El hombre no nace sabio, racional y bueno, sino que tiene que ser enseñado para llegar a serlo. No es nuestro intelecto lo que creó nuestra moral; más bien, las interacciones humanas gobernadas por nuestra moral hacen posible el crecimiento de la razón y esas capacidades asociadas con ella.” Hayek lo edificó a partir de Hume, quien hizo ver que, “Las reglas de la moral… no son las conclusiones de nuestra razón.”

Hayek lo analizo por nosotros. Aseveró que “Las exigencias socialistas no son conclusiones morales que puedan derivarse de esas tradiciones que hicieron posible la aparición de la sociedad civilizada moderna.” En otras palabras, los socialistas no se limitan a retorcer el sistema para sacar lo mejor de nosotros.

“Más bien,” lo vio claramente Hayek, “[los socialistas] pretenden sustituir tales esquemas por otros esquemas diseñados
a fuerza de raciocinios cuya aceptación se intenta basar en la satisfacción de algún instinto primitivo.” En resumen, somos seducidos por cualquier promesa que alivie el sufrimiento humano que observamos.

¿Por qué somos seducidos? Escribe Hayek, “[los socialistas] parten de la idea de que, puesto que la humanidad ha sido capaz de establecer determinados esquemas de colaboración para coordinar los esfuerzos de todos, debemos también ser capaces de diseñar a la par otro todavía mejor que sea más gratificante.”

Pero, Hayek comprendió que la civilización no podía edificarse con base en premisas falsas tan sólo porque suenan bien:
“Aunque debamos nuestra propia existencia a la presencia de esos conjuntos de normas de comportamientos que han evidenciado su mayor eficacia a lo largo del tiempo, la humanidad es incapaz de elegir otro sólo con base en que algunos de sus efectos inmediatamente visibles parecen más gratificantes ante nuestras predisposiciones instintivas.”

Hayek siguió con esta poderosa advertencia: “El debate ente el orden de mercado y el socialista es una cuestión que afecta, en definitiva, la misma supervivencia de la especie humana. Asumir las recomendaciones socialistas en materia ética implicaría la desaparición de gran parte de la población y pauperización del resto.”

Podemos ser un grupo repugnante, brutal: pero, detrás del escenario, sin una dirección consciente de nuestra parte, lo peor de nosotros se puede corregir en el curso de un proceso social. En palabras de Hayek, “No es la moral fruto de la razón, sino que más bien fueron esos procesos de interacción humana propiciadores del correspondiente ordenamiento moral, los que facilitaron al hombre la paulatina aparición no sólo de la razón sino también de ese conjunto de facultades con las que solemos asociarla.”

Tome un momento para reflexionar acerca de una interacción social o trabajo no coaccionado que sacó lo mejor de usted. Esas interacciones pueden permanentemente alterar su mirada, cómo ve usted a otros, y a sí mismo. Quedarse sentado en casa meramente intentando meditar hasta un estado “superior,” usted nunca habría logrado dar ese salto o saber de la necesidad de alterar su mirada.

Aquellos con una arrogancia fatal no comprenden que “nuestra razón es tanto el resultado de un proceso de selección evolucionario como lo es nuestra moral.”

La humanidad, explicó Hayek, “logró la civilización al elaborar y aprender a seguir reglas… que, por lo general, prohibían al hombre ceder a sus apetencias instintivas.” Teníamos que estar dispuestos a reemplazar “fines concretos en común” con “conjuntos de normas de conducta no instintivas independientes de sus fines.” Obedecer a un “jefe” decrépito no es libertad.

Llenos de arrogancia, creemos ser capaces de “poder moldear [nuestra] realidad circundante a [nuestro] gusto.” Cegados por esta arrogancia fatal, el milagro del mundo moderno pasa sin ser notado. Pocos se preguntan qué es “el responsable de este orden extraordinario.” La idea de Hayek es que “son las normas reguladoras de la conducta humana plasmadas por vía evolutiva (y en especial las que tratan de la propiedad plural, el comportamiento recto, el respeto de las obligaciones asumidas, el intercambio, el comercio, la competencia, el beneficio y la inviolabilidad de la propiedad privada)” las que generan el orden que damos por un hecho.

Muchos se lamentan ante la inconveniencia mínima, como que un supermercado se quedó sin existencias de su comida favorita, pero, a la vez exhiben “una falta total de curiosidad sobre cuál puede haber sido el proceso a través del cual se ha formado, de hecho, el orden extendido actual de cooperación humana, así como la forma en que se puede garantizar su buen funcionamiento, y, en fin, sobre las consecuencias que podrían acarrear la desaparición de las pautas de comportamiento que facilitaron su aparición y que hoy conservan su eficacia.” Cuando turbas descaradas saquean tiendas de lujo, sus acciones son una consecuencia visible de un ambiente social en que los derechos de propiedad ya no más se valoran.

Hoy, el orden extendido se está derrumbando. A medida que el orden se desmorona, igual lo hacen nuestros poderes de la razón. Muchos están dispuestos a que se les enseñe a disgustarse con quienes son de otra tribu. Muchos han permitido que los límites de sus mentes se reduzcan a identidades tribales; y, con su decisión de ver a gente como “los otros,” han perdido su humanidad.

Somos testigos de la adopción de una creencia fanática, como la describe James Lindsay, de que “el racismo creado por blancos para su propio beneficio es el principio fundamental que organiza la sociedad.” Los que se adhieren a esa creencia se comportan como activistas en la China de Mao, penalizando sanguinariamente a quienes no se inclinan.

Lo que Lindsay describe hoy, lo advirtió Hayek: “La meta socialista no es menos que la radical reconstrucción tanto de la moral tradicional como del derecho y lenguaje, para así acabar con el orden existente” el que, contra la evidencia, es responsable de “condiciones presuntamente inexorables e injustas, que impiden la institución de la razón, felicidad, verdadera libertad, y justicia.”

La civilización y la capacidad de razonar continuarán evolucionando sólo por medio de nuestra participación voluntaria en un proceso social que adopta, en palabras de Hayek, “las cargas del trabajo disciplinado, responsabilidad, asunción de riesgos, ahorro, honestidad, cumplimiento de las promesas, así como… controlar, mediante normas generales, nuestras reacciones naturales de hostilidad hacia los extraños y solidaridad con los ‘nuestros,’ los que son como nosotros.”

“El diseño deliberado,” impuesto por los colectivistas, no arreglará lo que estamos destruyendo.

Barry Brownstein es profesor emérito de economía y liderazgo en la Universidad de Baltimore. Es autor de The Inner-Work of Leadership, y sus ensayos han aparecido en publicaciones como la Fundación para la Educación Económica e Intellectual Takeout.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.