Tuve el gusto de conocer personalmente a Carlos Alberto Montaner, y la descripción que de él hace Álvaro Vargas Llosa es atinada y merecida.

EL LEGADO DE CARLOS ALBERTO MONTANER

Por Álvaro Vargas Llosa
Independent Institute
1 de setiembre del 2023

Este gran patriota cubano luchó con la pluma, no con la espada

Hace poco, Cuba perdió su más destacada figura intelectual y política, Carlos Alberto Montaner, quien se fue al exilio en 1960, luego de escapar de las prisiones de Fidel Castro y meterse de contrabando en la embajada de Honduras. Él nunca pudo lograr su sueño de regresar a una Cuba libre. Pero, si una democracia liberal bajo el principio de legalidad alguna vez se arraiga en esa isla, en parte, se deberá a su legado.

A la edad de 80, luego de sufrir de la enfermedad de Parkinson por muchos años y, más recientemente, sabiendo que tenía una parálisis supranuclear progresiva incurable -una rara condición neurológica que afecta caminar, el movimiento de los ojos y el balance- Montaner murió pacíficamente en su hogar en Madrid, por la vía de un suicidio asistido. (España es uno de ocho países que lo permiten; en Estados Unidos morir asistido médicamente es legal en 10 estados y el Distrito de Columbia.)

Deja tras sí un poderoso cuerpo de trabajo al que los cubanos necesitan prestarle atención si quieren edificar algo mejor de lo que habían tenido en el siglo y cuarto desde que la isla se independizara.

A menudo, él y yo discutíamos acerca del acertijo de la gallina y el huevo del desarrollo político y socioeconómico.

¿Necesitamos cambiar la cultura de los países subdesarrollados antes que se puedan establecer instituciones modernas y duraderas, o pueden las instituciones apropiadas crear los incentivos que en su momento cambiarán la cultura? Él tendía a estar del lado de quienes, como el desaparecido Lawrence Harrison, autor de “El subdesarrollo está en la mente,” creen que la cultura viene de primero.

Pero, también encontró sentido en el economista ganador del premio Nobel Douglas North y otros, quienes enfatizaron fuertemente el cambio institucional desde el inicio. Si y cuando Cuba se convierte en una democracia liberal floreciente, le deberá mucho a las ideas de Montaner sobre las bases culturales de la prosperidad, expresadas en libros como “Las raíces torcidas de América Latina,” “Los latinoamericanos y la cultura occidental” y otros.

Siendo testigo de la transición desde dictaduras a la democracia y regla de la ley en la Península Ibérica en los años setenta y en muchos países latinoamericanos a inicios de los ochentas (muchos de los cuales, lamentablemente, han revertido a sus viejas mañas), llenó sus libros e innumerables conferencies con sabiduría práctica.

Luego del colapso en 1991 de la Unión Soviética, pensando que era inminente la transición de Cuba, Montaner incluso formó un partido político, la Unión Liberal Cubana, y se unió a otros dos partidos, los Socialdemócratas y los Democristianos, con la esperanza de que la alianza (conocida como la Plataforma Democrática) desplegaría un papel en la nueva era.

Nunca se dio, pero, como vicepresidente de la Internacional Liberal, una federación global de partidos políticos democráticos, anti autoritarios, viajó extensamente, siendo testigo de la democracia liberal en operación en todo tipo de ambiente y de redes con líderes mundiales, que mostraban cómo podría lucir en el futuro una vida política normalizada y de cómo Cuba, si cambiaba su sistema político, podría, rápidamente, insertarse en la comunidad internacional de naciones civilizadas.

Como un liberal clásico, se daba cuenta profunda de la importancia de impedir el abuso del sistema democrático de mayoría, poniendo en su sitio salvaguardas institucionales, como la Declaración de Derechos de Estados Unidos, para proteger a individuos y minorías.

Él estudió el caso de muchas naciones, incluso, en décadas recientes, a Venezuela, que se convirtió en dictadura a través no de insurrección violenta o un golpe de estado, sino, sino a través de elecciones y el desmantelamiento gradual del principio de legalidad desde su interioridad.

En algunos de los libros que escribió (junto con Plinio Apuleyo Mendoza), se propusieron mostrar cómo el nacionalismo, el populismo y el absurdo del concepto de gobierno de la mayoría, todos, podían destruir la libertad.

Su estilo era esa rara combinación de periodismo y pedagogía, humor y erudición, razonamiento y cuento de historias, que hicieron de sus libros algo tan convincente (al inicio y final de su carrera literaria, la ficción predominó en sus escritos) y, al mismo tiempo, sus conferencias tan agradables y didácticas, sin un atisbo de pedantería.

Si bien escribió y habló y era conocedor de muchas cosas, Cuba fue su pasión, razón por la que el catálogo de su casa editorial, que él fundó y fue dueño por muchos años, Playor, está lleno de algunos de los grandes nombres de la no ficción cubana contemporánea, incluyendo al historiador Leví Marrero y el economista Carmelo Mesa-Lago.

Aunque los libros de texto fueron un gran foco de su empresa, Playor también enseñó a los cubanos acerca de su historia, su sociedad, su cultura y su literatura, a través de muchas publicaciones importantes. Esta es otra razón por la que una Cuba libre le deberá tanto a él.

Descanse en paz, querido amigo.

También publicado el jueves 31 de agosto del 2023 en The Washington Times.

Álvaro Vargas Llosa es compañero sénior del Independent Institute.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.