¿QUIÉN CUIDARÁ A LOS GUARDIANES? ACUSACIONES EXTENDIDAS DE CORRUPCIÓN EN EL GOBIERNO DESTACAN UN PROBLEMA MUY VIEJO

Por Jonathan Miltimore
Fundación para la Educación Económica
Viernes 25 de agosto del 2023

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El asunto de cómo hacer responsables a los actores políticos (esto es, el gobierno) es uno que los pensadores han ponderado durante milenios.

La teniente de policía Jessica Taylor anunció hace poco que dejaba el Departamento de Policía de Seattle, Washington, luego de más de dos décadas en la fuerza – pero ella no tenía la intención de retirarse quietamente.

En una arenga de 15 páginas que ella publicó en “The Jason Rantz Show,” la veterana de 23 años bombardeó al alcalde y al consejo de la ciudad de Seattle, y pareció acusar de corrupción al jefe de la policía.

Su carta acusa al Departamento de Policía de Seattle de ser un “caldo de cultivo de mentiras, engaños, favoritismo, y corrupción rampante” que, bajo el liderazgo del jefe de la policía, ha resultado en desperdicio e ineptitud y escalamiento del crimen. (El crimen violento aumentó 20 por ciento en Seattle en el 2021, reporta Newsweek.)

“QUIEN CUIDARÁ A LOS GUARDIANES”

Los lectores pueden leer la carta de la Srta. Taylor (pdf) por sí mismos para determinar si tienen mérito los alegatos contra el jefe. Pero, la supuesta presencia de corrupción en el sistema político y el departamento de policía de Seattle difícilmente debería sorprendernos.

Gobierno y corrupción van de la mano, y un antiguo refrán puede ayudarnos a entender por qué: ¿Quis custodiet ipsos custodes (¿Quién cuidará a los propios guardianes)?

El asunto de cómo hacer responsables a los actores políticos (es decir, al gobierno) es uno que los pensadores han ponderado durante milenios. Se puede encontrar en la Biblia -tanto en el Viejo como en el Nuevo Testamento- así como en la filosofía romana y griega. El economista polaco-estadounidense Leonid Hurwicz lidió con la idea en su discurso de aceptación del premio Nobel en el 2007 (pdf) y correctamente señaló que la cuestión se traza apropiadamente al autor romano Juvenal, no a Platón.

Platón, hablando por intermedio de Glaucón, ingenuamente nos dice que “sería absurdo que un guardián necesite un guardia.” Juvenal estuvo en desacuerdo, haciendo ver que tampoco se debería confiar en los guardianes, y la historia ha probado que estaba en lo correcto.

Una parte pasada por alto en la historia estadounidense es la larga historia de corrupción del gobierno, la cual aumentó al expandirse el poder del estado.

Un ejemplo prominente temprano a nivel federal fue la extendida corrupción presenciada en la presidencia de Grant. Aunque el propio presidente Ulysses Grant era una persona honesta, el gobierno había crecido tanto en la posterioridad a la Guerra Civil, que el presidente Grant no pudo contener la oleada de corrupción en su administración, que incluyó al infame escándalo del Anillo del Whiskey.

Sin embargo, esa corrupción fue juego de niños comparada con Tammany Hall [maquinaria política del partido demócrata] de fines del siglo XIX y principios del XX, en que “la corrupción honesta” -término acuñado por el jefe político de la Ciudad de Nueva York, George Washington Plunkitt- no sólo era lo normal, sino que abiertamente celebrada y defendida.

Por supuesto, la corrupción de asambleas estatales y municipales fue más allá de Tammany Hall. Y llegó a extenderse tanto y tan evidentemente en Estados Unidos a principios del siglo XX, que surgió un amplio movimiento político para erradicarla.

En su libro de 1904, "The Shame of the Cities" [“La vergüenza de las ciudades], el escandaloso periodista progresista Lincoln Steffens expuso un impactante nivel de corrupción – “sobornos, mecenazgo, crimen organizado y extorsión; hacer favores a los amigos; llenar sus bolsillos a expensas de los contribuyentes; suprimir el voto; arreglar los libros; poner a parientes en la planilla; manipular el proceso de contratación; y mentirle todo el tiempo a unos medios complacientes,” en palabras de Lawrence Read.

Pero, asombrosamente, Steffens vio la solución a toda esta corrupción en… ¡más gobierno!

“¿UNA INSTITUCIÓN DE AGRESIÓN ORGANIZADA?”

No dudo de Jessica Taylor cuando afirma que su anterior departamento lucha bajo la disfunción y corrupción.
Crecientemente, los estadounidenses se sienten cómodos con el gran gobierno y la corrupción que le acompaña.

Un reporte reciente de OpenTheBooks.com mostró que científicos en los Institutos Nacionales de Salud (NIH por sus siglas en inglés) colectaron alrededor de $325 millones de entidades chinas y rusas -y de compañías farmacéuticas- entre septiembre del 2009 y octubre del 2020.

“Como el más reconocido funcionario de los NIH, el Dr. Anthony Fauci era el rostro de la controversia sobre regalías de terceros. Pero, nuestra investigación era mucho más que acerca de un único científico, dijo en una declaración el representante de OpenTheBooks, Adam Andrzejewski.

Entre tanto, la administración Biden está embrollada en un escándalo que, se presume, vio al hijo del presidente, quien no tenía experiencia alguna en el sector de la energía, recolectar $83.000 al mes por sentarse en la junta directiva de Burisma, una compañía ucraniana de exploración energética que autoridades ucranianas estaban investigando por corrupción. Presuntamente con la ayuda del presidente Joe Biden, que en aquel entonces era vicepresidente de Estados Unidos, fue despedido el fiscal ucraniano que estaba conduciendo la investigación de Burisma. (Lea aquí su declaración jurada).

Nada de esto es para decir que el jefe del departamento de policía de Seattle Adrian Diaz, el Dr. Fauci, o el presidente Biden, son culpables de mala conducta ética.

Pero, plantea preguntas importantes sobre la naturaleza del estado y la rendición de cuentas.

El economista Murray Rothbard aseveró que, por su naturaleza, el gobierno es una “institución de agresión organizada” que “vive parasitariamente de las actividades productivas de ciudadanos privados.”

Aun si uno elige rechazar la visión pesimista de Rothbard sobre el gobierno (aun si suena como cierta), es algo elemental que actores individuales en el gobierno usarán su poder para impulsar sus propios intereses privados.

Entonces, la pregunta se convierte en ¿qué debería suceder cuando aquellos son atrapados haciéndolo?

La mayoría estaría de acuerdo en que ellos deberían ser objeto de reprimenda o ser penalizados por tales acciones. El problema es que la historia muestra que los guardianes tienen poco interés en penalizarse a sí mismos.

Este artículo aprecio originalmente en The Epoch Times.

Jonathan Miltimore es editor administrativo de la FEE.org de la Fundación para la Educación Económica.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.