ANALIZANDO LA ANSIEDAD

Por Ronald Dworkin
Law & Liberty
30 de agosto del 2023

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es ronald w. dworkin, law & liberty, anxiety, August 30, 2023. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

La gente siempre se ha preocupado por el futuro, pero no siempre de la misma forma. Este es, al menos, el argumento de Paul Scherz en su muy interesante nuevo libro Tomorrow’s Troubles. Scherz, profesor de teología y ética moral en la Universidad Católica de Estados Unidos, afirma que cómo nos preocupamos en estos días yace en la raíz de algunos de nuestros problemas sociales y personales. Voluntariamente entregamos una gran porción de nuestra libertad a administradores para que amplíen nuestra seguridad. Atormentados por la ansiedad, constantemente nos preocupamos por rumbos no tomados. Aversos al riesgo, tendemos a hacer un análisis costo-beneficio cada vez que salimos de la casa. Incluso, habiendo terminado la pandemia, aún sé de personas que restringen sus vidas sociales a Zoom, por temor a contraer COVID.

Con su libro, Scherz se ha unido a una tendencia relativamente nueva en la escritura, que explora temas más arcanos que parecen estar debajo de nuestro interés, pero que, al examinarse en mayor detalle, permite que podamos ver al mundo en una forma fundamentalmente nueva. En la publicidad comercial, la tendencia incluye libros como Bacalao y Sal. Alimentos de la vida diaria, dados por un hecho, y, con nada supuestamente interesante que decir acerca de ellos, son, de hecho, partes integrales de historias más amplias que involucran imperios que suben y bajan, y una historia mundial desviada hacia un nuevo rumbo. En publicaciones académicas encontramos la misma tendencia en libros acerca de reglas o el número cero. Lo que suponemos que siempre ha sido, y dado por un hecho, no siempre ha sido. Ocurrió una evolución; cambiaron las actitudes de las personas hacia el tema. Al hacerlo, la sociedad cambió su eje. Algo como esto ocurrió con la materia del riesgo, hace ver Scherz.

La idea del riesgo no se desarrolló sino hasta fines del período tardío del medioevo, escribe Scherz. Antes de aquel momento, la gente vio los acontecimientos como azarosos – el “viraje arbitrario de átomos que eran las partículas fundamentales de la realidad”- o, en el caso de Aristóteles, algo que procedió debido a una causa, pero con ninguna forma de estimar la probabilidad de que ocurriera un acontecimiento. Los autores cristianos tempranos simplemente envolvieron la probabilidad en la providencia de Dios. Ellos, también, carecían de una ciencia del riesgo.

El cambio se dio a mediados del siglo XVII, cuando el filósofo francés Pascal desarrolló una teoría de la probabilidad matemática aplicable a un amplio rango de cosas. ¿Cómo debería dividirse el botín de un jugador al interrumpirse el juego? ¿Es creer en Dios un buen trato si requiere alejarnos de placeres terrenales? Pronto, la gente empezó a apreciar cómo todos los aspectos de la vida podían verse como una apuesta, con cada elección llevando a quien elige por un rumbo diferente. El objetivo de una persona era escoger el rumbo que le rindiera la combinación óptima de costos y beneficios.

El enfoque de Pascal evolucionó en la actual teoría de decisión basada en el riesgo, que hace más que describir cómo las personas ponderan costos y beneficios al planificar sus futuros. Como señala Scherz, la teoría de la decisión basada en el riesgo se ha convertido en prescriptiva y normativa. Simplemente no somos capaces de calcular el riesgo. Usted debe calcular el riesgo para ser una persona responsable. La teoría guía lo que mucha gente en posiciones de influencia considera es la única forma correcta de aproximarse a una toma de decisiones. Por ejemplo, si usted elige comer comidas grasosas en vez de saludables, por tanto poniendo en riesgo su salud futura, las autoridades le declaran como equivocado e insisten en que usted sea reeducado, de forma que la próxima vez elija de manera diferente. Si eso no funciona, a usted del todo puede que se le prohíba comprar comidas grasosas.

A partir de este nuevo enfoque hacia el riesgo, dice Scherz, también emerge mucha de la ansiedad de hoy. Las personas se imaginan ante ellas una variedad de rutas diferentes que pueden tomar en la vida, todas acudiendo a una decisión que toman luego de calcular las diversas probabilidades de disfrutar de felicidad en ahí en adelante. Sus pensamientos se basan en la premisa de un enfoque particular hacia el tiempo. Se imaginan diferentes futuros, La metáfora del tiempo cesa de ser un río o una flecha que fluye, y, en vez de eso, se convierte en un árbol de decisiones.
Así, se tornan ansiosos al aproximarse el futuro, temiendo que puedan “desaprovecharlo” si toman la decisión equivocada y se van por el rumbo equivocado. Aun cuando proceden a lo largo de su rumbo elegido, ellos se imaginan contrafactuales – “qué pasaría si”- como caminos alternativos, imaginados a un lado acechando su presente real.

Admito que es difícil para este escritor pensar de otra forma. En efecto, hacerlo parece ser casi… antiestadounidense. Tocqueville observó que, en Europa, los campesinos bailaban y jugueteaban cuando tenían tiempo libre, mientras que, en Estados Unidos, un trabajador se sentaba sólo al lado de la chimenea, bebía, y pensaba acerca de sus negocios. Tocqueville atribuyó esto al hecho de que los estadounidenses se pueden elevar por encima de su condición. En vez de desperdiciar el tiempo bailando en el presente, el trabajador estadounidense prefería combinar al mismo tiempo el placer de calcular el riesgo en su negocio futuro, con el placer de beber. Yo, también, disfruto haciendo cálculos probabilísticos acerca de mi fútil carrera como escritor mientras bebo una cerveza.

Scherz ofrece modos alternativos para pensar acerca del futuro. Él cita la noción del filósofo Henri Bergson de “duración del tiempo vivido,” en que el pasado influye el futuro continuamente, en vez del tiempo desarrollándose como una serie de momentos definidos. Según Bergson, erróneamente imaginamos al tiempo como una serie de puntos discretos, con una decisión ocurriendo en un punto específico – el momento en que supuestamente empieza la bifurcación. En efecto, dice Bergson, el tiempo es una experiencia vivida, con diferentes recuerdos, pensamientos, y sentimientos corriendo a lo largo de ella. Es un proceso dinámico que nunca se puede aislar en algún punto fijo. No hay un momento único en el tiempo, o punto cero, a partir del cual puede emanar una decisión y empezar una bifurcación. Tal momento aislado en el tiempo es una ilusión – una que da lugar a que surjan árboles de decisión y montones de ansiedad.

Scherz hace un gran uso de este concepto al final de su libro, cuando estimula a la gente para que adopte la idea cristiana de la providencia, que también en su momento parece como un proceso dinámico, en este caso, vivido en relación con la voluntad de Dios. Hacerlo amortigua la preocupación constante acerca de si uno tomó “la decisión correcta” en esa “bifurcación en el camino.” Ayuda a quienes se reprenden a sí mismos por “elegir mal,” sienten arrepentimiento, y le dan vueltas en sus mentes a un “qué pasaría sí.” De acuerdo con la idea de la providencia, las personas toman decisiones porque son lo que son. Ellas son creaturas que Dios hizo. Es el tipo de paradoja por la cual el cristianismo es famoso, la gente elige libremente, pero tampoco se puede elegir de otra manera. Así que, no se preocupe por eso.

También, la obsesión con calcular el riesgo ha conducido a nuestra obsesión con la seguridad. Scherz hace ver que antes la gente no siempre estaba tan obsesionada. En efecto, hasta el período moderno, una obsesión con la seguridad era vista muy negativamente. Hoy, en contraste, la seguridad se ve como una necesidad. De nuevo, asumiendo una posición cristiana, Scherz sabiamente observa como esta obsesión puede hacer miserable a la gente.

Típicamente, la obsesión con la seguridad desempeña un papel en la compra de bienes de consumo. Inevitablemente conduce a la gente a compararse con otros sobre quién disfruta más de los bienes de consumo, dice Scherz. Las personas, entonces, caen presas de la ambición y avaricia. Pero, sin embargo, ninguna seguridad de la persona es más vulnerable que la seguridad de la persona ambiciosa, en el tanto que la seguridad yace a merced de acontecimientos que van más allá de su control. Debido a que la religión reprime gentilmente la ambición y avaricia, puede liberar a la persona de un poco de miseria innecesaria.

Pero, ¿qué pasa con quienes proyectan sus mentes hacia el futuro y sólo se preocupan de satisfacer las necesidades básicas? ¿También necesitan ellos la religión? ¿No es esa preocupación parte integrante de ser una persona responsable? Scherz señala que los seres humanos, a diferencia de animales irracionales, tienen la capacidad de anticipar y vivir lo que sería como quedarse sin comida, vestido, y abrigo, de los cuales disfrutan al momento. Esta habilidad de anticipar les conduce a hacer cálculos probabilísticos de riesgo al planear su camino hacia adelante. Provoca ansiedad, es cierto, pero, ¿hay algún otro camino para vivir?

Aún aquí Scherz invoca la religión y la necesidad de resistir la tentación de lanzarse uno mismo hacia el futuro. “No se enfoque en la comparación entre el presente y el futuro, sino sólo mire hacia Dios, confiando en él,” escribe. Hay alguna sabiduría en lo que dice Scherz. No trate de ser su propia Providencia. Eso nunca funciona. Los judíos tienen su propia versión cómica de esta idea en la vieja expresión yidis, ¿qué es lo hace reír a Dios? Respuesta: Gente haciendo planes.”

Scherz reconoce que es necesario preocuparse acerca de satisfacer necesidades básicas en el futuro. Sin embargo, la religión le ayuda a la gente a disfrutar de lo que tiene en el presente, impulsándola a hacer un escrutinio de su motivación de preocuparse acerca del futuro. Scherz estimula a la gente a mirar dentro de sí misma y a que interrogue su actitud, para asegurarse que “bifurcaciones en el camino” y “toma racional de decisiones” no hayan superado sus pensamientos y agregado a su ansiedad. También, hace ver Scherz, la gente debería preguntarse si quiere satisfacer en el futuro necesidades básicas, o, de hecho, en realidad quiere un “retiro de sus sueños.” En el último caso, el deseo de seguridad parte desde ser capaz de llenar necesidades básicas hasta ser capaz de comprar todo bien de consumo, lo que empeora la ansiedad por otra vía.

Scherz dice que la obsesión con el cálculo del riesgo y la seguridad ha hecho que surjan dos filosofías políticas rivales, ambas convirtiendo a la gente en objeto de analítica probabilística. La gente termina siendo tratada de la forma en que químicos tratan las moléculas en un experimento de laboratorio. De una u otra forma, estas filosofías borran al individuo y le sumergen en una población predecible, siendo el objetivo mejorar la seguridad de esa población, en términos más generales.

La primera filosofía, la gobernanza gerencial, usa el poder de expertos y burocracias, tanto estatal como corporativa, para controlar el comportamiento de la gente y contener el riesgo. El problema con esta filosofía es que le roba a la gente su libertad.

La otra filosofía, el neoliberalismo -básicamente, el capitalismo de mercado tradicional- mira al riesgo, o, al menos, al riesgo empresarial, como fuente de oportunidad productiva en vez de un peligro. Según el neoliberalismo, no es la planificación central sino los mercados los que deberían dirigir la sociedad, y, si bien algunas personas pueden fracasar, la sociedad como un todo es más libre y más rica, con más gente en capacidad de llenar sus deseos individuales. El problema con este modelo es que, cuando todos son libres, y las jaulas se vacían, a veces hay zorros libres persiguiendo gallinas libres. También, hace ver Scherz, esos individuos que fracasan son personas, y, aunque el neoliberalismo les brinda cierto soporte, hay límites. Además no todo mundo empieza la vida desde la misma posición -el zorro tiene ventajas definitivas sobre las gallinas- de forma que surgen preguntas sobre equidad y justicia. En un nivel individual, el mercado libre puede ser aterradoramente destructivo, conduciendo al descontento social.

Aquí Scherz ofrece una alternativa y, al hacerlo, opera en la larga tradición de otros que han buscado una “tercera vía” entre el neoliberalismo y el gerencialismo de arriba hacia abajo. Yo, propiamente, fui expuesto a esta tradición hace décadas, como estudiante universitario, cuando leí las obras de Alasdair MacIntyre, Michael Sandel, Michael Walzer, y Roberto Unger, todos tratando de moverse más allá del debate de Rawls-Nozick y de iluminar una filosofía de gobierno hibrida que se derivara desde lo mejor del gerencialismo y el neoliberalismo. El enfoque de Scherz es refrescantemente diferente de algunos de esos previos, derivando inspiración de la religión, en vez de la filosofía secular, y, tal vez, más próximo al enfoque de MacIntyre. Al mismo tiempo, este paradigma mantiene un punto de apoyo saludable en la filosofía secular.

Él usa un marco tomista del juicio práctico que enfatiza la prudencia en la toma de decisiones. La prudencia, recordarán los lectores, es también un término operativo en la filosofía de Edmund Burke. Según Scherz, la prudencia necesita que se le dé un lugar en la mesa cuando se está trazando un curso de acción, no reemplazando las evaluaciones probabilísticas del riesgo, sino complementándolas. Descansar mucho en cálculos cuantificados de riesgo-beneficio tiende a hacer de la gente un objeto. También, es antidemocrático pues la gente promedio no puede comprender los modelos. La prudencia beneficia a ambos, a quien hace las políticas diseñando planes grandiosos, así como al individuo que trata de decidir cómo proceder en la vida privada, pues en ambos casos se empieza con un juicio de sentido común sobre hacia qué apunta toda esta toma de decisiones.

El paradigma de Scherz probablemente es más útil en el nivel individual. En un nivel social, durante los últimos dos milenios, básicamente ha habido tres formas de acuerdos económicos. La primera ha sido alguna variación alrededor de la economía planificada, como el socialismo, el gerencialismo, y el mercantilismo, en donde a los individuos se les dice qué ser y qué hacer. La segunda ha sido una variación alrededor del capitalismo de libre mercado, como el neoliberalismo, en donde individuos, persiguiendo sus propios deseos acerca de qué ser y qué hacer, mueven la economía. La tercera ha sido la economía tradicional, en donde la tradición, tal como qué hicieron los padres o abuelos de uno, les dice a los individuos qué ser y qué hacer. Según los estándares de hoy, la tercera es la más extraña, y prácticamente no lleva a ninguna parte. Cuando Scherz usa la religión para buscar el balance correcto entre neoliberalismo y gerencialismo, su paradigma tiene un valor real. Si lo usáramos para emprender un nuevo rumbo -sin relación con el paradigma tradicional de la economía, pero que, no obstante, cae en la tercera categoría mejor descrita como “ninguna de las anteriores”- la mayoría de estadounidenses encontraría que es demasiado extraña para comprenderla.

Pero, como guía para la vida a un nivel individual, el paradigma de Scherz tiene mucho que ofrecer. Sabiamente Scherz entiende que la religión tiene mucho que ofrecer. Para los llenos de ansiedad entre nosotros, un buen consejo acerca de cómo pensar acerca de la vida puede ser más beneficioso que un fármaco para esas noches sin dormir, pasadas preocupados acerca de aquellos “qué pasaría si” y por caminos no tomados.

Ronald W. Dworkin es médico y científico político. Sus otros trabajos se pueden encontrar en RonaldWDworking.com

Traducido por Jorge Corrales Quesada.