¿POR QUÉ LA GENTE ESTÁ VITOREANDO EL DESPLOME DE LAS TASAS DE NATALIDAD?

Por Madeleine Kearns
National Review
27 de agosto del 2023

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La justificación de su misantropía torpe es el alarmismo climático.

En la mayor parte de la historia, la gente podría estar de acuerdo en que los hijos eran una bendición. La religión reforzó la idea, nacida de la experiencia. En el pasado, esperanzas de vida más cortas, tasas de mortalidad infantil más altas, condiciones de vida brutales, y ausencia de programas de asistencia social, hicieron que fuera más difícil dar por un hecho a la familia.

Pero, en el tanto ha existido esta cultura pro natalidad, también los han hecho fuerzas políticas que buscan subvertirla. La ansiedad por la sobrepoblación difícilmente es nueva. Sin embargo, una nueva forma de pensamiento anti natalidad está creciendo en las mentes de responsables occidentales de las políticas. Al desplomarse las tasas de natalidad a lo largo del mundo desarrollado, algunos están aplaudiendo este desarrollo como positivo, y hasta necesario.

La justificación para su misantropía es el alarmismo climático. Sarah Harper, fundadora y directora del Instituto de Población de Oxford y antes consejera gubernamental, hace poco le dijo al Telegraph que las caídas recientes de la natalidad en Occidente eran “buenas para el consumo general que tenemos al momento y nuestro planeta.” El director de población y sostenibilidad del Centro para la Diversidad Biológica, al escribir en el Scientific American, afirmó que
“todos deberíamos estar celebrando la declinación en la población,” pues la actividad humana ha “sacado a la vida silvestre de sus hogares y ha destruido ecosistemas irremplazables.”

Enmarcado de esta forma, este tipo de pensamiento es poco más que un desprecio elitista por las masas. Después de todo, ¿no es cierto que el 1 por ciento de los humanos más ricos del mundo tiene casi el doble de huella de carbono que el 50 por ciento mas pobre? En cuanto adónde se está dando esta supuesta sobrepoblación, es principalmente en países africanos los que tienen las tasas de natalidad más elevadas. Betsy Hartmann, autora de Reproductive Rights and Wrongs: The Global Politics of Population Control, citada en el Washington Post, dice “en esta ideología de ‘demasiada gente,’ siempre hay ciertas personas que son ‘demasiadas.’” En efecto.

Además, incluso si usted fuera a aceptar la premisa de que la sobrepoblación está causando las crisis climáticas, celebrar la declinación demográfica deja de lado problemas económicos y sociales graves que vienen con una población que se encoge, la cual causa crisis propias. Estados Unidos y Europa, junto con la mayoría del mundo desarrollado, ahora tienen tasas de fertilidad por debajo del nivel de reemplazo. Igual pasa con China e India.

Menos gente joven significa menor innovación, una fuerza de trabajo más pequeña, un ejército más vulnerable, así como menor recaudación de impuestos que dan apoyo a pensiones y costos del cuidado de la salud. Esto resulta en una mayor presión sobre la población existente. A inicios de este año, en Francia, hubo protestas luego que la edad de retiro se elevó de 62 a 64 años de edad. Piense sobre la reacción pública cuando haya causa para elevarla a 70 o hasta más. Es ahí hacia dónde vamos.

“Muchos economistas creen que una población trabajadora más pequeña presionará las tasas de interés al descenso en términos reales (dando a entender luego de tomar en cuenta la inflación), pues habrá menos oportunidades de invertir y un gran stock de ahorros acumulados por esos pensionados o a punto de serlo,” advierte el Economist.

Una de las lecciones del Covid que deberíamos haber aprendido es que la vida es demasiado corta y demasiado importante como para gastarla en mitigar desastres. Las conexiones que compartimos entre sí como familias, amigos, y comunidades más amplias son las que hacen que valga la pena vivir. La supervivencia de la civilización y el transcurso de nuestra herencia cultural dependen de una tasa saludable de natalidad. La ausencia de familias grandes también puede sentirse en formas cotidianas más pequeñas.

Una comunidad grande que progresa brinda apoyo y seguridad a sus miembros. Cuando una familia trae al hogar un nuevo bebé o sufre un acontecimiento alterador, otras familias en la comunidad le apoyan, por ejemplo, organizando una “ayuda alimentaria” y tomando turnos para llevar alimentos redondeados para la familia. Los arreglos para el cuido de niños emergen dentro de las familias. Los niños encuentran compañeros naturales de juegos entre sus hermanos mayores, primos, y amigos de la familia. Los adultos mayores son apropiadamente cuidados.

Hace poco visité el cementerio estadounidense en Normandía, Francia, lugar de descanso de miles de soldados estadounidenses quienes murieron en acción durante la Segunda Guerra Mundial. Sentí que era apropiado que, a unas pocas yardas, en las mismas playas en donde algunos de esos hombres dieron sus vidas, hubiera niños y sus familias jugando libremente bajo el sol.

No se equivoque, nuestros ancestros tuvieron sus propias crisis – plagas, hambrunas, guerras mundiales. Las superaron no atacando nuestra humanidad, sino atesorándola como la motivación para perseverar. En esto, ellos eran más sabios. Hay mucho en la vida que está más allá de nuestro control. Lo mejor que podemos hacer es mantener viva la llama de nuestra humanidad y pasar el relevo a la siguiente generación.

Madeleine Kearns es escritora de planta en el National Review y compañera visitante del Foro de Mujeres Independientes.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.