EL MONSTRUO TRICÉFALO QUE NOS DARÁ UNA POLÍTICA PÚBLICA MALA

Por Art Carden
American Institute for Economic Research
24 de agosto del 2023

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es art carden, american institute for economic research, monster, August 24, 2023. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

Hemos logrado avances fantásticos en nuestra comprensión de cómo funcionan nuestros mundos físicos y sociales. Durante el Gran Enriquecimiento de alrededor de los últimos tres siglos, eso pasó porque adoptamos el Acuerdo Burgués de “Déjeme sólo y yo le enriqueceré,” lo que nos ha elevado a estándares que nuestros ancestros vivientes no podían haber imaginado. Pero, la prosperidad que disfrutamos es atacada constantemente por un monstruo político que nunca deja de poner obstáculos a lo largo del camino hacia la riqueza. El monstruo es un bestia poderosa con tres cabezas: ignorancia, avaricia y arrogancia. Juntas, ellas nos ayudan a entender por qué la política pública no es mucho mejor.

LA IGNORANCIA

En primer lugar, nosotros no sabemos qué hacer. Es una revelación para muchos estudiantes de economía que políticas como salarios mínimos, control de alquileres, leyes contra la “manipulación de los precios,” y aranceles sobre bienes hechos en países del extranjero, dañan a la gente que se suponía ellas les ayudarían. Las personas no aprecian qué tan bien funcionan los mercados, no saben qué tan pobremente le ha ido al comunismo, y no entienden exactamente qué tanto mejor estamos de lo que estaban nuestros ancestros, Tratamos de corregir esto con la educación, pero la economía no es fácil – y, para el ciudadano individual, aprender todos los pormenores del análisis de la oferta y demanda no es posible que haga mucho para cambiar la política pública.

En segundo lugar, no sabemos qué es lo que se está haciendo. Esto no es porque seamos perezosos o fallamos en nuestra obligación cívica; más bien, se debe a que las políticas públicas generan beneficios concentrados pero con costos dispersos. Por ejemplo, loa aranceles al azúcar valen muchos millones para los productores de azúcar de Estados Unidos, pero, probablemente, no le cuestan lo suficiente a una familia individual como para que sea valioso para ella incluso la medición de la carga. Una mirada rápida al Federal Register [especie de Gaceta gubernamental] del viernes 4 de agosto contiene un ligamen en primera página para esta petición para

“comentar sobre una propuesta para actualizar el Programa para la Evaluación de Carros Nuevos de la Administración para la Seguridad del Tráfico de las Carreteras Nacionales (NCAP por sus siglas en inglés), que les provea a los consumidores información sobre la resistencia de los nuevos vehículos a los choques que protejan a los peatones. Las actualizaciones propuestas al NCAP brindarían información valiosa de seguridad para los consumidores sobre la habilidad de los vehículos para proteger a los peatones y podría incentivar a los manufactureros de vehículos a producir vehículos que provean una protección mejor para usuarios vulnerables en los caminos, tales como los peatones. Además, esta propuesta aborda diversas órdenes establecidas en la sección 24213 de la Ley Bipartita sobre Infraestructura de noviembre del 2021, aprobada como la Ley de Inversión y Empleo en Infraestructura.”

¿Cuánta gente conoce la sección 24213 de la Ley Bipartita sobre Infraestructura de noviembre del 2021? ¿Cuánta gente tiene en su recordatorio de administración de tareas, que necesita enviar un comentario público (a propósito, el límite era el 25 de julio)? Pocas y menos, me sospecho, pues es extremamente poco posible que se tome el tiempo y energía en que esto vaya a cambiar el curso de la política pública. Por supuesto, los manufactureros de autos probablemente tienen alguien cuyo trabajo es saberlo, pues podrían estar en juego millones de dólares.

LA AVARICIA


¨Por qué vivir por su cuenta cuando se puede vivir por cuenta de otra persona? Esto, de paso, es precisamente cómo Frederic Bastiat definió al gobierno, como “la gran ficción mediante la cual todo mundo se propone vivir por cuenta de todos los demás.” Muchos de nosotros no nos damos cuenta que estamos haciendo eso. La gente retrocedería horrorizada ante la idea de meterse en la casa del vecino y robar el efectivo en su billetera. Sin embargo, vota entusiastamente por políticas que le quitan una tajada de su sueldo. Refrenar la avaricia requiere frenos constitucionales que nos obliguen a respetar los derechos de otros. También, requiere un cambio cultural por el cual rechazamos la antigua concepción de que otras personas existen para servirnos y reconocer que ellas tienen sus propias prerrogativas que podríamos no conocer o aprobar, pero que eso, literalmente, no es asunto nuestro.

Aún cuando las reglas, regulaciones, y programas de gasto lucen como si estuvieran allí para proteger al inocente, usualmente tienen el apoyo de un interés especial que se propone hacer un montón de dinero a partir de eso. Considere el Programa de Evaluación de Carros Nuevos arriba mencionado. Los fabricantes de carros existentes pueden dificultar la competencia al ordenarse que exista un nuevo equipo de seguridad para proteger a peatones. Obtenemos carros más caros y los fabricantes de autos logran mayores utilidades pues tienen menos competidores, Y, por el efecto Peltzman [“cuando se ponen en práctica medidas de seguridad, las personas disminuyen la percepción del riesgo, y así la gente siente que ahora puede tomar decisiones más riesgosas”], puede que los peatones no terminen estando más seguros.

LA ARROGANCIA

La arrogancia es la tercera cabeza de nuestra bestia política. La arrogancia viene al pensar que el mundo es un lugar sencillo, que sería fácil de arreglar si tan sólo tuviéramos la voluntad política de poner a gente apropiada en el poder o que lleve a cabo las políticas correctas. Los expertos en desarrollo económico internacional tienden hacia la arrogancia: Es fácil ver las curas para todo lo que plaga al Asia Suroriental, África, y América Latina, desde una cómoda silla en una universidad estadounidense o europea.

La nobleza moderna exige que aquellos de nosotros que sabemos más, manejemos a los tontos ignorantes que no comparten nuestra versión ilustrada del mundo. Tal vez es para su propio bien. Tal vez es porque nosotros estamos, entre aquellos que Thomas Sowell llamó Los Ungidos,” encargados de propósitos gloriosos, como Loki en el Universo Cinematográfico de Marvel. ¿Acaso no saben todos que vamos a cambiar el mundo? Históricamente, puede haber sido porque alguien fue elegido por la deidad local. En la actualidad puede ser porque somos expertos en La Ciencia®, que está asentada. De todas maneras, aún el mundo no se ha dado cuenta que nosotros deberíamos estar a cargo, y que ellos, con gusto, nos darían nuestros cetros y coronas debidos si supieran que es bueno para ellos.

¿Podemos defenestrar este monstruo tricéfalo? Es dudoso, pero hay razón para ser optimista. Los últimos tres siglos de cambio retórico, institucional, y cultural, lo han encadenado en beneficio de un mundo que rápidamente está haciendo de la pobreza una historia. Aún con esos obstáculos, todavía causa mucho daño; pero, si podemos atar al monstruo incluso más rápidamente renunciando a relaciones políticas y abrazando relaciones comerciales, podemos reducir su amenaza a nuestra libertad y florecimiento.

Art Carden es compañero sénior del American Institute for Economic Research. También es profesor asociado de Economía en la Universidad Samford, en Birmingham, Alabama y compañero de investigación del Independent Institute.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.