EN LA TIERRA DE LOS LIBRES, LOS ESTADOUNIDENSES AÚN LUCHAN POR LIBERTAD DE BOMBEAR GASOLINA

Por Jonathan Miltimore
American Institute for Economic Research
21 de agosto del 2023

NOTA DEL TRADUCTOR: la fuente original en inglés de este artículo es Jonathan Miltimore, american institute for economic research, gas, August 21, 2023. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto

Por primera vez desde la administración Truman, a los choferes del estado de Oregón se le permitirá tomar una manguera de la gasolinera y llenar sus tanques de combustible, todo por sí solos.

El viernes pasado, la gobernadora Tina Kotek firmó la legislación que tuvo efecto inmediato, la que levanta la prohibición de 72 años de autoservicio en el estado, dejando a Nueva Jersey como el último estado en Estados Unidos que tiene prohibidas las gasolineras de autoservicio.

Probablemente, muchos estadounidenses no tienen ni idea de que esas prohibiciones aún existan, tan ridículas como puedan ser. Sin embargo, el gobernador de Nueva Jersey, Phil Murphy, dice que él no tiene intención de levantar la prohibición en el llamado Estado Jardín.

“Acerca del autoservicio de combustibles – ha sido una especie de tema más conflictivo en Nueva Jersey, que históricamente no he cruzado,” le dijo Murphy hace poco a una estación local de noticias. “No necesariamente lo estoy firmando pues necesito entender el impacto.”

No es claro lo que Murphy quiere decir por “entender el impacto” -más acerca de eso en un minuto- pero, es importante hacer un escrutinio del propósito establecido por tales leyes.

La ley de Nueva Jersey, como la de Oregón, claramente surgió de preocupaciones por la seguridad. En 1949, el estado aprobó la Ley de Seguridad y Regulaciones para el Despacho de Gasolina al Menudeo, ley que se actualizó en 1916, y citó “los riesgos de incendio asociados con despachar combustible” como justificación para prohibirlo.

Si le parece una tontería la idea de que los estadounidenses y las gasolineras estarían ardiendo en llamas sin funcionarios estatales protegiéndonos ante el bombeo de gasolina, debería parecerlo. De hecho, la seguridad no fue la razón verdadera de la prohibición de Nueva Jersey (como tampoco lo fue para la prohibición de Oregón, aunque el estado citó “el riesgo aumentado de un crimen y el riesgo mayor de daño personal resultante de resbalarse sobre superficies resbaladizas” como justificación).

Para entender las razones verdaderas por las que los estados prohibieron las estaciones de servicio, vea la vida de Irving Reingold (1921-2017), un empresario rebelde y adicto al trabajo, a quien le gustaba volar su colección de aviones clásicos de la Segunda Guerra Mundial en su tiempo libre. Reingold creó una crisis de gasolina en el Estado Jardín, en palabras del escritor de Nueva Jersey Paul Mulshine, “al hacer algo que los dueños de gasolineras odiaban: Él redujo los precios.”

A fines de la década de los cuarentas, en Nueva Jersey la gasolina se vendía en cerca de 22 centavos el galón. Reingold averiguó cómo vender a un precio menor al del “acuerdo de caballeros” en que dueños locales de gasolineras habían entrado para mantener el precio actual. Él permitiría a los consumidores servirse la gasolina por sí mismos.

“Reingold decidió ofrecer a los consumidores una alternativa abriendo una estación de suministro de gasolina durante las 24 horas en la Ruta 17 en Hackensack,” escribe Mulshine. “Él ofreció gasolina a 16.9 centavos de dólar el galón. El único requisito era que los choferes se la sirvieran ellos mismos. A ellos no les importó. Hicieron fila por cuadras.”

A los consumidores les encantó este pedacito de destrucción creativa introducido por Reingold. Sus competidores quedaron menos entusiasmados. Decidieron detenerlo – disparando a la estación de él. Reingold respondió instalando vidrio a prueba de balas.

“Ante esto, los minoristas buscaron un objetivo más fácil – el Congreso del Estado,” escribe Mulshine, “La Asociación de Gasolineras al Menudeo prevaleció sobre sus colegas en la Legislatura para que se aprobara una ley que prohibía la gasolina de autoservicio. El pretexto era la seguridad.”

El verdadero propósito de la ley de Nueva Jersey no tenía nada que ver con la seguridad o “el bien común.” Era el anticuado amiguismo, el proteccionismo a través del chanchullo de los antiguos contrabandistas y bautistas.

Los políticos ayudaron a la Asociación de Gasolineras al Menudeo a sacar del negocio a Reingold. Él y los consumidores fueron los perdedores de la historia, pero sigue siendo un caso de estudio maravilloso en la economía de la teoría de la elección pública.

El economista James M. Buchanan recibió un premio Nobel por su trabajo pionero que demostró una idea sencilla: Los funcionarios públicos tienden a arribar a sus decisiones basados en el interés propio y los incentivos, tal como todos los demás.

Hay un supuesto frecuente de que políticos y burócratas toman decisiones de forma diferente al resto de nosotros, que ellos están trabajando para “el bien común.” Pero, Buchanan entendió -y mostró persuasivamente- que los humanos no se convierten en ángeles altruistas tan sólo porque ellos hayan aceptado un trabajo gubernamental. Ellos continúan sirviendo sus intereses privados en el cargo público, lo que no debería sorprendernos, pues toda acción es acción individual.

Y, si toda acción es individual, en última instancia todos los intereses son privados, explicó Milton Friedman.

“…todo individuo sirve su propio interés privado…” escribió el laureado con el Nobel. “Los grandes Santos de la historia han servido a sus ‘intereses privados’ al igual que el avaro más codicioso ha servido a su interés. El interés privado es lo que sea que impulsa a un individuo.”

Por supuesto, aquellos en el gobierno son reacios a admitir que algo tan burdo como “intereses privados” ´podría motivar su pensamiento. De hecho, su poder (y futuro político) descansa en la idea de que ellos están sirviendo a intereses mucho más grandes que ellos mismos.

No obstante, mucha de la maquinaria del gobierno moderno descansa en el supuesto de que políticos y burócratas realmente sirven al bien común.

Los políticos en Nueva Jersey no podrían admitir gustosamente que ellos estaban sirviendo sus intereses propios cuando decidieron jugar en conjunto en la Asociación de Gasolineras al Menudeo y sacar de los negocios a Reingold. Ellos tenían que convencer a la gente de que estaban protegiendo al pueblo del caos que sobrevendría, si a los consumidores se les permitía bombear su propia gasolina a un precio menor.

El alegato de que bombear combustible es alguna especie de riesgo de seguridad es, por supuesto, aún más tonto hoy de como lo era en 1949, razón por la que el gobernador de Nueva Jersey tenía que divagar tanto -“necesito entender el impacto”- al preguntársele si apoyaría legislación que permita a ciudadanos del Estado Jardín a bombear su propia gasolina.

El hecho importante a tener en mente es que el paradigma en operación aquí no es la excepción, sino la regla: La gente en el gobierno servirá a sus propios intereses. En efecto, la idea sencilla de que los humanos no son ángeles y que su poder sobre la gente necesita ser restringido no era, por supuesto, algo que desperdiciaran los padres fundadores de los Estados Unidos.

“Si los hombres fueran ángeles, no sería necesario ningún gobierno,” escribió James Madison en El Federalista 51. “Si los ángeles fueran a gobernar a los hombres, no serán necesarios controles externos ni internos al gobierno.”

Esta es precisamente la razón por la cual el gobierno necesita de un principio que lo limite, uno que restrinja su uso a la protección de la vida, libertad, y propiedad.

“Una vez que se admite el principio de que es deber del gobierno proteger al individuo contra su propia necedad, no se pueden presentar objeciones serias contra futuras usurpaciones,” escribió el economista Ludwig von Mises.

En ausencia de ese principio limitante, terminamos con legisladores -todo los cuales están muy lejos de ser ángeles- prohibiéndole a la gente que se sirva gasolina en nombre de la seguridad pública… y mucho peor.

Es un estado de cosas triste que en la Tierra de los Libres, los estadounidenses aún están luchando por la libertad de bombear gasolina.

Jonathan Miltimore es editor administrativo de la FEE.org. Sus reportajes y artículos han aparecido en la revista TIME, el Wall Street Journal, CNN, Forbes, Fox News y el Star Tribune.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.