ADAM SMITH BRINDÓ UN BASE MORAL PARA LAS LIBERTADES DE TRABAJADORES

By David B. McGarry
American Institute for Economic Research
20 de agosto del 2023

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es david b. mcgarry american institute for economic research, Smith, August 20, 2023. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

Existe una tontería abyecta en exigir requisitos para poder trabajar. Alguna gente formula argumentos coloridos (si bien no indisputados) para que se pueda obtener permiso de trabajo en profesiones de habilidades complejas, de alto riesgo, como médicos. Pero, la mayoría de restricciones hacen poco, excepto beneficiar intereses laborales establecidos a expensas de trabajadores y consumidores. Ninguna catástrofe de política pública o económica seguirá a la abolición de requisitos para poder trabajar como cosmetólogos, meseros de bares, o “luchadores temporales,” o muchas otras profesiones reguladas.

La Riqueza de las Naciones
de Adam Smith elocuentemente plantea el tema de las restricciones a la fuerza de trabajo, que transmite la misma esencia de la economía de libre mercado y la teoría de los derechos naturales. “La propiedad que cada persona tiene de su trabajo es la base fundamental de todas las demás propiedades, también es la más sagrada e inviolable,” afirma Smith. “El patrimonio de un hombre pobre estriba en la fuerza y destreza de sus manos; el impedir que emplee esa fuerza y esa destreza de la forma en que él crea más conveniente sin perjudicar a nadie, es una violación flagrante de la más sagrada de las propiedades.”

Los derechos de propiedad empiezan con la propiedad de uno mismo. La autonomía corporal y mental del individuo (cuando se les deja sin ser molestada por el estado) le empodera, por medio de su trabajo, para crear valor para sus congéneres. Las señales de precios -escritas por la mano invisible del mercado- les ayudan al empresario o al trabajador a maximizar su utilidad hacia otros (y sus ganancias).

En la concepción de Smith, la especialización de la fuerza de trabajo engendra eficiencia y prosperidad. Cada trabajador especializado intercambia sus propios productos por aquellos que él mismo no puede crear. Los individuos “comprenden que les resulta más conveniente emplear su esfuerzo de forma de tener alguna ventaja sobre sus vecinos, y comprar lo que necesitan con una parte del producto de su esfuerzo, o lo que es lo mismo: con el precio de una parte.” Así, los mercados libres, complejos, y lejanos -ligados entre sí por redes de comercio- producen entre sus partícipes una dependencia, colaboración y riqueza mutuas.

Todavía más, dado que los derechos a la libre asociación y contrato necesariamente involucran al menos dos partes, también las restricciones a la fuerza de trabajo infringen la “libertad justa” de los potenciales empleadores, escribió Smith. Los empleadores –“cuyo interés preocupa tanto”- puede efectivamente examinar las calificaciones del solicitante.
No requieren protección del gobierno. Las pretensiones de los legisladores, en contrario, son “evidentemente tan impertinentes como [son] opresivas.”

La impertinencia y opresión de ese paternalismo parecen aún hoy ser más claras, cuando muchos reguladores modernos razonan que los propios trabajadores requieren que el gobierno restrinja su liberad de trabajar cuándo y cómo ellos lo consideran apropiado. Estas nociones se han hecho manifiestas en leyes como la infame de California A.B. 5, que impide a muchos trabajadores potenciales contratar flexible e independientemente con empleadores potenciales. Pero, estas medidas enérgicas sobre contratistas independientes simplemente sirven intereses especiales. Por ejemplo, taxistas amenazados por Uber y Lyft, insurgentes en la industria del transporte, presionan fuertemente por legislación como esa. De hecho, la mayoría de trabajadores independientes prefiere su suerte al empleo tradicional. Una encuesta del 2021 de Pew Research Center encontró, por ejemplo, que aproximadamente cuatro de cinco trabajadores temporales o independientes “valoran positivamente su experiencia en esos empleos.”

Smith entendió la naturaleza especial de los intereses de los trabajadores en lo referente al gobierno. Él hizo ver que “El gobierno corporativo de las ciudades estaba completamente en manos de comerciantes y artesanos.”

Por ejemplo, a menudo “los oficios incorporados” condicionarían la membresía a que se termine un largo aprendizaje. Aún más, los oficios limitarían el número permitido de aprendices que cualquier maestro puede enseñar. “Los tejedores de seda de Londres se agruparon en un gremio, cuando impusieron un estatuto que prohibía a cada maestro tener más de dos aprendices a un mismo tiempo,” escribe Smith. Este proteccionismo laboral encogió la oferta de comerciantes en el campo específico, así inflando artificialmente sus ganancias.

Emergiendo de las Edades Obscuras de Europa, las guildas [agrupaciones gremiales del medioevo] conservaron y preservaron los monopolios patrocinados por el estado en sus industrias. Los Grandes Sindicatos [grandes sindicatos labores influyentes políticamente considerados como un grupo] impusieron controles de precios, cuotas a la producción, adherencia a cadenas de suministro designadas, y mucho más. A menudo, las guildas frenaron innovaciones tecnológicas o metodológicas cuyas resultantes eficientes pueden reducir los precios a los consumidores. Pero, al subvertir las fuerzas del mercado, a menudo, las industrias con guildas tuvieron un desempeño inferior a su competencia sin guildas. En su momento, las mareas crecientes del capitalismo e instituciones políticas democráticas elevaron los botes de los empresarios y consumidores – pero ahogaron el sistema de guildas.

La búsqueda de rentas de los Grandes Sindicatos contemporáneos -mediante permisos para poder trabajar en una ocupación y medidas contra la contratación, entre otras- tiene los mismos defectos morales que el esfuerzo de las guildas de antaño. “Las guildas suplieron un mecanismo organizacional para que grupos de empresarios negocien con las élites políticas, por privilegios legales exclusivos que les permitieran apoderarse de rentas monopólicas,” escribe Sheilagh Ogilvie, profesora de historia económica de la Universidad de Cambridge. “Luego, los miembros de la guilda usaron sus guildas para redirigir una porción de esas rentas hacia élites políticas a cambio de apoyo y cumplimiento.” Tal amiguismo refleja las actividades de muchos sindicatos modernos de trabajadores, en particular en el sector público.

Smith presenta un par de propuestas. La propuesta moral es que es bueno para los individuos ser libres para trabajar y contratar según elijan. La propuesta económica es que tal libertad genera una riqueza espectacular. Estas apuntalan toda la prosperidad impulsada por el mercado, desde las transacciones cotidianas más simples hasta los más bizantinos y opacos mercados financieros. Para dar forma a unos Estados Unidos más moral, más rico, y más perfecto, los responsables de las políticas deben rechazar los deseos regresivos, medievales, de los Grandes Sindicatos.

David B. McGarry es un analista de política en la Alianza para la Protección de Contribuyentes (APC). Un periodista antes de unirse a la APC, David B. McGarry ha escrito acerca de un amplio rango de tópicos relacionados con la tecnología, rendición de cuentas de gobiernos, y elección del consumidor. Ha reportado intensamente sobre política tecnológica y telecomunicaciones, en particular en la Comisión Federal de Comunicaciones y en el Congreso.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.