PARÁSITOS ECONÓMICOS: LA GANANCIA DE ELLOS ES SU DOLOR

Por Robert E. Wright
American Institute for Economic Research
18 de agosto del 2023

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es robert e. wright, american institute for economic research, parasites, August 18, 2023. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

Los parásitos roban recursos sin consentimiento del organismo anfitrión. Las consecuencias de las infecciones oscilan desde una inconveniencia menor hasta la muerte. Los parásitos económicos roban recursos sin consentimiento del ente anfitrión. Las consecuencias de las infecciones oscilan desde un descenso pequeño en la producción a casi un colapso total en el largo plazo.

La libertad económica es para los parásitos económicos, lo que la ivermectina es para los biológicos.

Algunas veces, los parásitos económicos son gobiernos. Algunas veces, son empresas. Algunas veces son empresas sin fines de lucro. Los peores parásitos tienden a ser llamados “complejos,” o entes públicos y privados que trabajan en concierto para apoderarse de lo que, en cierto momento, fue suyo y hacerlo de ellos.

Con frecuencia, organismos infectados saben que algo está mal, pero no saben qué hacer para deshacerse de sus parásitos, sin dañarse en el proceso.

Los entes económicos infectados a menudo saben que sus recursos están siendo expropiados. Los estadounidenses aman “The Rich Men North of Richmond” [del cantante Oliver Anthony] y canciones similares, pues saben que ellas exponen el parasitismo económico que reduce sus vidas. Pero, muy pocos saben qué hacer ellos mismos para deshacerse de los parásitos, sin dañarse en el proceso.

En último caso, la única fuente de creación de recursos emerge de los esfuerzos de seres humanos individuales, alguna vez trabajando solos, como Robinson Crusoe, pero, más a menudo, trabajando en concierto con otros. Cómo compartir los recursos resultantes permanece siendo un asunto problemático, porque determinar las contribuciones a un producto conjunto puede ser difícil de discernir y todo el mundo quiere reclamar más recursos de los que realmente crearon.

Si un grupo de producción decide dividir todo en partes iguales, todo mundo tiene un incentivo para eludir, y en grupos grandes podrán eludirlo muy efectivamente. Vea al comunismo, en donde trabajadores fingen trabajar y lideres del grupo fingen compartir recursos con ellos.

Si el grupo decide dividir los recursos desigualmente, alguna gente será compensada en exceso por sus esfuerzos, mientras otros no reciben compensación suficiente. Todo tipo de argucia emergerá para justificar la distribución, como aseveraciones de que lo que debería importar son los insumos (¡él trabaja muchas horas!) o la necesidad (ella tiene cuatro niños), en vez de la contribución a la producción.

Como resultado, aun en economías de mercado avanzadas, todos se sienten expropiados en el trabajo, y, en realidad, mucha gente lo está, pero no en el grado que cree. Su único consuelo es que aquellos con ingresos mayores son gravados más fuertemente con impuestos en términos de dólares y, tal vez, aún en términos porcentuales. Pero, la mayoría de esos impuestos financian parásitos, entidades económicas que reciben muchos más recursos de los que crean.

Así como los parásitos biológicos tratan de ocultarse en nichos de cuerpos anfitriones, los parásitos económicos tratan de ocultarse en nichos del cuerpo político. Algunos, como las sanguijuelas, se adhieren tenazmente al ser expuestos a la luz. Otros, como los anquilostomas, se alimentan en las profundidades intestinales de la bestia económica. Pero otros, como la triquina, infestan instituciones económicas vitales.

Aunque usualmente los parásitos biológicos pueden erradicarse temprano en la fase infecciosa con medicinas milagrosas como ivermectina, si se les deja sin tratar pueden dañar severamente al anfitrión y necesitar ser removidos quirúrgicamente. También, los parásitos económicos cavan profundo, tan hondo que podría parecer que removerlos podría dañar al anfitrión.

Considere, por ejemplo, el complejo militar-industrial. Recórtele un centavo al presupuesto del ministerio de Defensa, ¡no!, no permita que crezca más rápido que la inflación, y los muchos adláteres del complejo advertirán que Estados Unidos será de inmediato conquistado por Rusina del Norte, tal vez trabajando en concierto con Veneubarán.

Similarmente, si no se alimenta financieramente de manera adecuada al complejo científico-universitario, sus secuaces alegarán que la nación perderá la ventaja tecnológica y en pocos años tendrá que capitular ante Eurojapnam, tal vez trabajando concertadamente con Israwán.

Trate de eliminar el complejo médico-farmacéutico y observe cuando comentaristas pagados pontifican que, como resultado, estadounidenses morirán de Covipox, más rápidamente de cómo pueden decir “ganancia ilegal de investigación de funciones.”

Obviamente, esos alegatos son interesados, pero se hacen deliberadamente para que suenen tan calamitosos que, aun cuando se descuentan, permanecen siendo preocupantes. Así, muchos estadounidenses concluyen que es mejor callar y pagar.

Pero, ¿es alguna vez bueno que un anfitrión permita que los parásitos se enconen? Tal vez ocasionalmente, pero, ciertamente, no como regla. Podríamos, como mínimo, tratar de recortar el financiamiento para ver qué pasará. Algunas veces, menos es más. La mayoría de personas se hace más saludable al comer menos calorías, pero de inmediato ella no se muere de hambre.

¿Serían los Estados Unidos realmente propenso a invasión si sólo conservara sus armas nucleares y estableciera milicias civiles? Ya no más podría invadir países que no complacieran al complejo militar-industrial, pero, ¿es eso lo que, en realidad, quiere el ciudadano estadounidense?

¿Hay otra forma de financiar la investigación científica? Es claro que el sistema actual está roto y es caro. ¿Por qué no tratar otro modelo, como el privado que nos sirvió tan bien hasta la Segunda Guerra Mundial? O, ¿qué tal juntar dineros públicos y privados en una olla de la cual los investigadores pueden obtener fondos a través de un proceso al azar, o una revisión cuádruple ciega (los beneficiarios y donantes permanecen anónimos, así como los investigadores y la situación de los sujetos a prueba)?

Y, ¿no tiene sentido poner a aseguradoras de salud y vida a cargo de investigación médica, pues, como los estadounidenses, quieren protocolos preventivos efectivos y tratamientos de una sola vez, no adicciones de por vida a medicinas, vacunas, o cualquier cosa con efectos “colaterales” adversos.

Desafortunadamente, en la actualidad los estadounidenses disfrutan de insuficiente libertad económica para proseguir alguna de las alternativas aquí propuestas. Así que los parásitos crecen aún más, al igual de cómo lo hace una contracultura populista que, algún día, puede optar por una forma más directa de librar al cuerpo político de sus complejos parasitarios, aunque la mejor cura es simplemente mayor libertad económica – menos impuestos, menos regulaciones, y una moneda más fuerte.

Robert E. Wright es compañero sénior de investigación en el American Institute for Economic Research (AIER). Es (co)autor o (co)editor de más de una docena de importantes libros, series de libros, y colecciones editadas, incluyendo The Best of Thomas Paine (2021) y Financial Exclusion (2019) de AIER. También, ha sido (co)autor de numerosos artículos para revistas importantes, que incluyen a American Economic Review, Business History Review, Independent Review, Journal of Private Enterprise, Review of Finance, y Southern Economic Review. Robert ha dado cursos de negocios, economía, y política en la Universidad Augustana, en la Escuela de Negocios Stern de la Universidad de Nueva York, la Universidad Temple, la Universidad de Virginia y en otras partes, desde que obtuvo su PhD en Historia en la Universidad del Estado de Nueva York en Buffalo, en 1997.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.