CÓMO FLORECEN LOS TOTALITARIOS

Por Theodore Dalrymple
Law & Liberty
16 de agosto del 2023

La grandiosidad moral parece haber infectado a la nomenclatura de clase de corporaciones gigantes. No es suficiente para ella asegurar que las corporaciones tengan una ganancia decente en el marco de la legalidad; también, ellas deben afirmar que están mejorando la moral, si no es que, en realidad, están salvando al mundo.

Así pasó con Alison Rose, la primera ejecutiva principal del Banco National Westminster, un banco británico grande propiedad en un 39 por ciento del gobierno británico. Al inicio, cuando se la nombró en esa posición, dijo que pondría al combate del cambio climático en el centro de las políticas y actividades del banco. Se desconoce si los accionistas estaban encantados oyendo esto.

Pero, el banco, bajo su dirección, fue más lejos. Su subsidiaria, Coutts, fundada en 1692 y por mucho tiempo el banco para los ricos, recopiló un expediente tipo Stasi [la policía secreta de Alemania Oriental] de uno de sus clientes, Nigel Farage, antes de “excluirlo” del banco, para usar el elegante término empleado por la Srta. Rose. (Tal vez, más tarde vendrá “defenestración.”)

Por supuesto, Farage es una figura política prominente del ala derecha en Gran Bretaña, tanto detestado como admirado. No existe un alegato en el expediente de que él hubiera hecho algo ilegal; de hecho, en persona, siempre había actuado con corrección y cortesía hacia el personal. Lo que se dijo era que sus “valores” no iban acordes con aquellos del banco, que se autoproclamaba como “inclusivo” (aunque no para gente con depósitos o préstamos menores a $3.5 millón). Farage fue retratado como xenófobo y racista, principalmente porque estuvo a favor del Brexit y contra una inmigración ilimitada. Era inconcebible para pensadores diversos e inclusivos del Banco Coutts, que alguien pudiera apoyar el Brexit por cualquier razón diferente de xenofobia, u oponerse a la inmigración ilimitada por algo distinto a ser racista.

La Srta. Rose vio apropiado filtrar detalles a la BBC acerca de los asuntos bancarios de Farage, alegando creer que ya eran del conocimiento público. Ella no mencionó el informe de 40 páginas que su personal había reunido, acerca de los puntos de vista públicamente expresados de Farage. La Stasi habría estado orgullosa de mostrar que él tenía ideas contrarias al despertar [“woke”].

Independiente de lo que algo más se pueda decir acerca del Sr. Farage, nadie lo describiría como una persona fácil de convencer, el tipo de persona que aceptaría acostado el maltrato. Hasta el periódico Guardian, que no puede sospecharse de ser parcial hacia él, sugirió que el banco y su principal ejecutiva tenían preguntas por responder.

No pasó mucho tiempo para que la Srta. Rose tuviera que batirse en retirada. Ella emitió una declaración en la que dijo:
“He dado disculpas al Sr. Farage por el lenguaje profundamente inapropiado contenido en [el informe].”

La junta directiva del banco dijo que “luego de una reflexión cuidadosa [la junta] ha concluido en que mantiene su plena confianza en la Srta. Rose como directora general del banco.”

Al día siguiente Rose renunció, admitiendo cometer “un grave error de juicio.” El valor del banco cayó en más de $1 mil millones.

Vale la pena examinar las palabras engañosas de la Srta. Rose y la junta directiva del banco. Ellas desviaron, y me sospecho que intentaron con el fin de desviar, la crítica principal dirigida hacia la Srta. Rose y el banco; es decir, que el banco había estado envuelto en una vigilancia escandalosa y siniestra de las ideas políticas del Sr. Farage e intentó usarlas como razón para negarle servicios bancarios, todo en nombre de sus ideas políticas propias, que ellos asumieron iban más allá de la crítica o discusión. El humilde rol de custodiar su dinero, prestárselo, o, tal vez, darle consejo financiero, no fue suficiente para ellos: se vieron a sí mismos como guardianes de la política correcta.

No fue que las palabras empleadas para describir al Sr. Farage fueran “inapropiadas,” o incluso que fueran difamatorias. Es que, del todo, el banco vio como apropiado investigarlo y describirlo, al menos en ausencia de cualquier sospecha de fraude, lavado de dinero, etcétera. “El error de juicio” al que se refirió la Srta. Rose no fue que habló con la BBC acerca de sus asuntos bancarios (de paso, no es fácil creer que ella lo hizo sin malicia), sino que ella, en primer lugar, recopiló un expediente acerca de Farage – y, por ende, “error de juicio” es difícilmente un término suficiente acerca de lo que era un intento evidente y hasta malvado de instituir una forma de totalitarismo.

Esto plantea la cuestión de si uno puede ser malvado sin intentar serlo, pues es muy claro que la Srta. Rose no tenía una comprensión real, incluso luego de su renuncia, de la absoluta peligrosidad y depravación de lo que el banco, bajo su dirección, había hecho.

En cuanto a la algo retorcida declaración de la junta directiva de que “luego de una reflexión cuidadosa, concluyó que mantenía su plena confianza,” etcétera, sugiere que estaba involucrada en un ejercicio de autoexamen psicoanalítico, en vez de un estado de cosas objetivo: absurdo, a la luz de la renuncia de la Srta. Rose dentro de veinticuatro horas. La junta, no más que la propia Sr. Rose, entendió cuál era la esencia del problema. Para aquella, si no hubiera habido publicidad, no habría existido problema: así que, cuando el Sr. Farage pidió el despido de la junta en masa, simpaticé con su punto de vista.

Está, por supuesto, la pregunta de la competencia en la administración del banco. El año pasado, las utilidades del banco aumentaron 50 por ciento (deseo que mi ingreso hubiera aumentado ese tanto). No me siento competente para comentar sobre ls solidez de este logro: excelentes utilidades en un año seguidas de un colapso completo el siguiente, no me parecen ser desconocidas en el mundo de la banca. Pero, el crecimiento de la utilidad bajo la Srta. Rose durante los cuatro años de su dirección me parece que señala competencia, al menos en cierto nivel. Cuántas personas igualmente competentes existen que pudieran reemplazarla, yo no lo sé.

Aun así, es preocupante la tendencia a la grandiosidad moral combinada con una carencia de escrúpulos elementales, como se ilustra en este episodio. ¿Confiaría uno en esa gente si el viento político cambia de dirección? Sus visiones cambiarían, pero la certeza moral de hierro y su autoestima permanecerán siendo las mismas, como la sonrisa del Gato Risón [el Gato de Cheshire del cuento de Alicia en el País de las Maravillas]. ¿En cuántas reuniones me he sentado en que algún apparatchik ha alegado estar apasionadamente comprometido con una política, para t sólo estar tan apasionadamente comprometido con el opuesto exacto, ¡cuando sus propios dueños demandan un cambio de dirección!? La historia de Coutts es una de cómo puede florecer el totalitarismo.

Theodore Dalrymple es un psiquiatra y médico de prisiones retirado, editor contribuyente de City Journal, y Compañero Dietrich Weissman del Manhattan Institute. Si libro más reciente es Embargo and other stories (Mirabeau Press, 2020).

Traducido por Jorge Corrales Quesada.