Último de la serie de tres cuya traducción prometí compartir y que espero les hayan sido útiles y parte de estar bien informados y cultivados.

EN DEFENSA DE DAR PROPINAS: PARTE III- NORMAS QUE AMPLÍAN EL MERCADO

Por Anthony Gill
American Institute for Economic Research
12 de agosto del 2023

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es anthony gill, american institute for economic research, norms, August 12, 2023. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

En los dos artículos previos en que defendí dar propina, afirmé que ellas ayudaban a resolver los problemas del agente-principal y nivelaban la discriminación de precios para beneficio de consumidores, empleadores, y empleados. Estos fueron argumentos estrictamente económicos que descansan en la noción de que todo mundo involucrado en la transacción estaba tratando de maximizar su beneficio neto, un supuesto frecuente en el análisis de la corriente principal de la economía.

Pero, esto plantea un acertijo empírico que confunde a la multitud del costo-beneficio.

¿Por qué alguien dejaría una propina en un restaurante al que ellos saben que nunca volverán?

Es económicamente racional dar propina en un restaurante que usted visita con regularidad. Propinas generosas señalan que en el futuro usted desea un servicio atento y personalizado. Como mínimo, dejar una propina promedio le asegura a usted que al volver no recibirá un mal servicio. Esta lógica está contenida dentro de nuestra discusión de los problemas del agente-principal, en donde el principal (el consumidor) está incentivando al agente (el mesero) a comportarse según el interés del principal.

Pero, si usted va de vacaciones y se detiene en un restaurante al lado del camino que casi, con seguridad, nunca lo visitará de nuevo, no es económicamente racional dejar voluntariamente más dinero sobre la mesa del que usted debe según la cuenta. Recuerde, los economistas postulan que somos individuos que maximizamos la utilidad racionalmente.
Sin la expectativa de un servicio futuro, un comensal debería pagar el costo más bajo posible, lo que significa no dejar propina. Nuestra discusión de precios de reserva en mi artículo previo implica eso. Si el dueño del restaurante sólo cobró diez dólares por una comida por la que el consumidor estaba dispuesto a pagar $15, podría pagar el mínimo que se pide ($10) y capturar las ganancias del comercio ($5) para sí.

A pesar de lo anterior, la gente da propinas en restaurantes que cree nunca regresará. E, interesantemente, le damos propina a choferes de taxis en ciudades grandes aun cuando es negligible la probabilidad de manejar de nuevo con ellos.

¿Por qué?

ESO EMPIEZA CON LA RIQUEZA DE LAS NACIONES

Famosamente, Smith planteó el argumento de que la riqueza de las naciones depende de la división del trabajo en sociedad. Al especializarse más gente en una tarea, más eficiente se hace y eleva la productividad. Eso equivale a aumentar la riqueza social.

Pero, la división del trabajo depende del tamaño de los mercados. Si todos nos especializamos en una actividad en particular, necesitaremos muchas otras personas desempeñando tareas para nosotros, de forma que podamos alimentarnos, vestirnos, tener abrigo, y entretenernos. Esta es la razón por la que ermitaños y pequeñas comunas autónomas nunca se enriquecen, y por qué prosperan países que comercian libremente con otros.

¡Ay!, surge un problema cuando expandimos el tamaño de los mercados. Entre más descansamos en personas que suplan nuestras necesidades y deseos, más debemos interactuar con gente acerca de la cual sabemos muy poco. El comercio se hace anónimo o “cuasi anónimo.” ¿Cómo confía uno en un extraño para que negocie honestamente? Si compro una botella de whiskey escocés de 12 años de edad a un vendedor que nunca antes he conocido, ¿puedo asegurar que el licor fue, en efecto, envejecido durante una docena de años? Hay oportunidades amplias para que extraños se engañen entre sí, si ellos esperan que nunca tendrán que tratar de nuevo el uno con el otro.

Ciertamente el comercio se verá reducido y perdida la prosperidad si no podemos confiar el uno con el otro,
Una forma de sobreponerse al problema de la confianza es escribiendo contratos explícitos y haciendo que esos contratos sean cumplidos por un gobierno coercitivo. Las leyes de vehículos defectuosos [lemon laws en idioma inglés] resuelven este problema para algunos ítems de costo elevado, como automóviles usados. Pero, los contratos son costosos de hacer que se cumplan. Pienso en el tiempo y molestia que toma plantear un recurso legal contra un negocio deshonesto, al darse cuenta que hay una posibilidad de que un juez pueda fallar en su contra. Y, ¿quién puede aseverar que uno puede confiar en que el gobierno confiablemente aplique violaciones a leyes? Los políticos pueden sobornarse, como sabemos. En el mejor de los casos, la regulación es una solución parcial al problema de confianza propio del comercio cuasi anónimo.

Además, los contratos no pueden especificar toda contingencia especifica posible en que un intercambio puede salir mal; los contratos son inherentemente imperfectos. ¿Quién paga por un problema imprevisto? ¿Podemos esperar que el vendedor hará las cosas correctamente, o que el comprador estará en capacidad de pagar? Necesitamos algo más que simples contratos.

Michael Munger, en su libro Tomorrow 3.0, asevera que la tecnología de “plataformas” ha logrado reducir los costos de transacción asociados con la confianza. Sitios en la red, como Yelp o mecanismos de calificación construidos dentro de apps como Uber, permiten que compradores y vendedores reúnan información entre sí más fácilmente, reduciendo la incertidumbre inherente que rodea el intercambio con extraños. Estas son sólo algunas de las versiones más convenientes de cosas que han estado desde hace rato en nuestro alrededor, como el Better Business Bureau y Underwtiter’s Laboratory. La tecnología de internet facilita a negocios calificar y compartir información acerca de clientes, así como asegurar el pago por medio de empresas de terceros. Pero, esta solución no es perfecta, pues esas apps pueden manipularse fácilmente.

Aunque la tecnología sí alivia algunos de los problemas de confiar en extraños, el mundo ha estado sin Yelp durante la mayoría de la historia humana. De hecho, por igual han sido históricamente raros contratos formalmente especificados con un cumplimento adecuado por terceros. ¿Cómo alguna vez los humanos aprendieron a confiar en extraños (y así expandir los mercados)?

LAS NORMAS SOCIALES AL RESCATE

Nuestros ancestros no eran idiotas. Incluso antes que Smith, se dieron cuenta que el comercio producía riqueza. La cuestión fue cómo impulsar la confianza entre redes crecientes de intercambio económico.

Un método frecuente de dar señales de confianza y buenas intenciones fue ofrecer un sacrificio en apariencia irracional de recursos. Al gastar recursos que no se requiere que uno entregue, una persona indica que desea una relación a largo plazo con alguien más. La única forma de recuperar el costo de este “holocausto” inicial sería a través de relaciones a largo plazo en donde ambos individuos eran honestos y generaban beneficios mutuos. Esta es la lógica tras anillos de compromiso y dotes matrimoniales.

También, realizar actos de sacrificio por adelantado revela que, si algo sale mal en un intercambio, es más probable que la parte que sacrifica corrija errores. Ha mostrado a priori que está dispuesta a sufrir un costo a fin de garantizar una relación. Es más posible que uno comercie con un extraño a sabiendas que él corregirá errores si surgen. En parte, esta es una señal de amabilidad, una indicación de que uno estará dispuesto a ser generoso y amable aún en medio de situaciones difíciles.

Esta es la lógica que está detrás de dar regalos. Marcel Mauss (entre otros) hizo ver que el comercio entre tribus arcaicas era precedido por rituales elaborados de dar regalos, que involucraban un desperdicio de recursos en baratijas inútiles o una sobreabundancia de alimentos en un festín que terminaría sin ser comidos. Si alguien se rehusaba a hacer los sacrificios esperados, sus motivos a largo plazo eran cuestionados y serían condenados al ostracismo en interacciones futuras.

Aunque tales rituales prueban ser benéficos para ayudar a que extraños lleguen a ser amigos a largo plazo, sociedades más extensas todavía necesitan impulsar normas de confianza y perdón entre individuos que se encontrarán infrecuentemente el uno con el otro, si no es que tan sólo una vez. En otras palabras, economías de mercado exitosas necesitan construir una cultura generalizada de confianza y amabilidad para alimentar las ruedas del comercio en sociedades extendidas.

Tenga esto en mente la próxima vez que alguien afirme que el “capitalismo” es inherentemente explotador. Los mercados libres requieren generosidad y amabilidad para impulsar la confianza generalizada necesaria para la operación eficiente del intercambio de mercado impersonal. Esta aseveración ha estado generando un apoyo empírico importante en economía y antropología psicológica.

DAR PROPINA ES AMABILIDAD EN ACCIÓN

En esencia, dar propina es una subcategoría de regalar; una práctica ritualizada de sacrificio y amabilidad. Individuos quienes voluntariamente dejan una propina al final de una comida, indican que apreciaron el servicio y son felices contribuyendo más para el mesero de lo que se requiere legalmente.

Por supuesto, como se hizo ver antes, dar propina puede ser muy determinante en su naturaleza. Damos propina generosamente en negocios que visitamos con frecuencia pues queremos incentivar un buen servicio en el futuro. Este es el concepto de agente-principal en acción.

Pero, la razón determinante para dar propina falla en visitas de una sola vez a restaurantes o viajes en taxi. Nuestra propensión a dar propina en esos casos indica que hemos sido enseñados a ser generosos con extraños aun cuando no va en nuestro interés económico estrecho. En efecto, los padres a menudo usan la práctica de dar propina para explicar a sus niños la importancia de ser gentiles y bondadosos.

Piense acerca de cómo esto ayuda a que el comercio cuasi anónimo y anónimo se dé mercados extensos. Si nos vamos a involucrar en relaciones económicas, necesitamos saber que otros no nos engañarán y que, si surgen errores, están dispuestos a sacrificarse generosamente. Considere sacar a cenar a un socio comercial potencial. El socio está de acuerdo en pagar por la comida, pero se rehúsa a dejar propina. Usted lo puede alabar por su frugalidad, pero, ¿le dejará esto inquieto en torno a si él deberá o no soportar un peso financiero si un problema en el proyecto requiere algún tipo de sacrificio? Mejor aún, ¿piense acerca de la señal enviada en una primera cita si la persona que está de acuerdo con pagar por la noche, no da propina con generosidad? Cómo uno trata al personal de meseros puede ser indicación de qué tan generoso será en una relación futura.

En tanto que la vasta mayoría de personas en una sociedad se adhiere a la norma de dar propina apropiada y amablemente, podemos suponer que la mayoría de la gente que encontramos (aun si no la conocemos bien) es razonablemente confiable en sus tratos. El extraño que se detiene a comer en un restaurante al lado de la carretera esperará un servicio de calidad y el mesero similarmente esperará una propina razonable. Así es como se edifica la confianza generalizada.

Uno puede objetar mi categorización de dar propina como algo “voluntario” pues hay una enorme presión de amigos de dar propina, pero, es la culpa interna de no hacer la cosa socialmente apropiada lo que nos refrena a todos. Enfrentémoslo. Todos queremos ser bondadosos, pero, a menudo, necesitamos que se nos recuerde e impulse a hacerlo.

UNAS POCAS ADVERTENCIAS

Aquí es en donde espero que los lectores griten, “Pero, Gill, yo he estado en Francia y ellos no tienen la norma de dar propina y recibo un servicio perfectamente bueno ¡y no temo al comercio cuasi anónimo!” Eso es posiblemente cierto. (Interesantemente, Kerry Segrave escribe que Francia tuvo una cultura vibrante de dar propina hasta fines de los años cuarenta. Por qué esta norma desapareció tan súbitamente presenta un grandioso proyecto de investigación para un aspirante a académico.)

No estoy alegando que dar propina es el único medio de edificar confianza social generalizada. Hay numerosas normas culturales y señales que desempeñan funciones similares. De hecho, en áreas frecuentadas por turistas hay un fuerte incentivo para que vendedores den indicación de su confiabilidad a visitantes por una vez, si pasan por la tienda de regalos sin realizar una compra. Esos mecanismos los dejo para que otros los descubran. (Para aquellos de ustedes que alguna vez se preocuparon de ser robados en una tienda de regalos de turistas, este es el sentimiento psicológico de desconfianza que acompaña al comercio cuasi anónimo.)

Sin embargo, en sociedades en donde se da propina, ellas son una forma de inculcar la importancia del sacrificio y amabilidad. Y la disposición benevolente de ser amable con otros es absolutamente esencial en economías de mercado. Las sociedades con poblaciones paranoicas y vengativas no funcionan igual de bien (como lo demostró la Unión Soviética.)

Nada de esto insinúa que la norma social no pueda corromperse. Hay quejas crecientes de que dar propina se está haciendo irritante debido a tecnologías de pago que piden a los consumidores que seleccionen propinas predeterminadas mientras el mesero los está mirando. Esto es particularmente exasperante cuando no existe el problema del agente-principal (como se discutió antes). Yo estoy de acuerdo. Esta es una degeneración de la norma que sólo subvierte su efectividad. En vez de permitir que la oportunidad voluntaria sea la amabilidad, estas nuevas tecnologías sólo amplían la noción de que dar propina es poco más que extorsión. Las instituciones no son perfectas y evolucionan con el paso del tiempo, algunas veces en formas que las hacen menos efectivas. Veremos si dar propia es lo suficientemente resistente como para sobreponerse a algunas de sus deficiencias.

UNA PROPINA [CONSEJO] FINAL

A menudo, las economías de mercado libre son retratadas bajo una mala luz debido a que la economía de la corriente principal postula que las personas actúan con base en el interés propio. “No es por la benevolencia del carnicero, del cervecero y del panadero que podemos contar con nuestra cena, sino por su propio interés," escribió famosamente Adam Smith en La Riqueza de las Naciones. Pero, también, Smith comprendió nuestros sentimientos morales y el valor de la benevolencia. Nuestro interés propio es mejor servido al actuar con benevolencia hacia otros y anticipar que ellos reciprocarán con bondad. Dar propinas -un análogo de “amabilidad”- es una manera excelente de asegurar esto. (Para los interesados en una defensa más amplia de dar propina, una versión gratuita está disponible en el Journal of Private Enterprise.)

Anthony Gill es profesor de economía política en la Universidad de Washington y compañero sénior distinguido del Instituto para el Estudio de la Religión de la Universidad Baylor. Habiendo obtenido su PhD en ciencia política en la Universidad de California, en Los Ángeles, en 1994, el profesor Gill se especializa en el estudio económico de la religión y la sociedad civil. Recibió el Premio a la Enseñanza Distinguida en la Universidad de Washington en 1999 y es también miembro de la Sociedad Mont Pelerin.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.