ACTIVISMO CLIMÁTICO VERSUS LIBERALISMO CLÁSICO A LOS 35

Por Robert L. Bradley
Econlib
7 de agosto del 2023

Hace treinta y cinco años -el 24 de junio de 1988- la primera página del New York Times mostró un anuncio a tres columnas desde la capital de la nación: “El Calentamiento Global ha Empezado, le dice Experto al Senado.” [1] Esta proclama de los “cañones de agosto” invocó una metáfora militar: “Es Urgente un Recorte Fuerte de los Combustibles Fósiles para Batallar contra el Cambio del Clima.”

Philip Shabecoff, el corresponsal ambiental del periódico, reportó acerca de un testimonio ante el Senado del científico de la NASA James Hansen, quien afirmó, con un “99 por ciento” de confianza, que la actual tendencia al calentamiento, guiado por aumentos en el dióxido de carbono atmosférico (CO2) proveniente de la combustión de combustible fósil, ya estaba aquí para quedarse.

“Si continúa el ritmo actual de acumulación de estos gases, es posible que el efecto sea un calentamiento de 3 a 9 grados Fahrenheit a partir del año 2025 hasta el 2050,” resumió Shabecoff. “Se predice que el aumento en la temperatura global… derrita glaciares y hielo polar, causando así que se eleven los niveles del mar entre uno y cuatro pies para mediados de siglo siguiente” (este siglo).

Treinta y cinco años más tarde, las alarmas del Times suenan exageradas – en mucho. Tomando los puntos intermedios de 6 grados y dos y medio pies, con un inicio inminente debido a la fecha (2025), a la fecha el aumento registrado aproximadamente es de un grado y cuatro pulgadas.

El debate sobre el clima ha estado plagado de estimaciones exageradas de calentamiento a partir de modelos no confiables, sesgados, y de una visión de “ecología profunda” del hombre versus la naturaleza. La ciencia física del calentamiento global inicia un debate multidisciplinario sobre política pública. Pero, lejos de ser cautas y moderadas a la luz de desconocimientos y evidencia en contrario, las políticas climáticas han llegado a ser omnipresentes. Hay comando y control en todos los niveles de gobierno, así como un impulso por elevar el precio del CO2 mediante tarifas (“regulaciones en la frontera”) para impedir filtraciones (reubicación de negocios para evitar controles domésticos del CO2).

Los liberales clásicos han evaluado críticamente el caso de la alarma climática y la política de una transformación energética forzada, lejos de combustibles fósiles preferidos por el consumidor, hacia el viento, sol, y baterías. Dos perspectivas destacadas, eternas, han llegado de William Niskanen (1997) y Steven Horwitz (2012).

WILLIAM NISKANEN

En el otoño de 1997, el economista político William A. Niskanen, entonces presidente del Instituto Cato, publicó un ensayo en contra de regular (el CO2) y otros gases de invernadero por la vía de un tratado global (o algo parecido). [2]
El Protocolo de Kioto estaba a la vuelta, lo que enfrentaba a académicos neo malthusianos y corporaciones en busca de ganancias (como Enron y British Petroleum) versus una forma de vida moderna alta en energía dirigida por consumidores.

“En diciembre,” empezaba el ensayo de Niskanen [3], “los responsables de políticas se reunirán en Kioto para discutir un tratado internacional que controle los gases de invernadero.”

“Pero, con una escasez de conocimiento acerca de los costos, beneficios, y alternativas, es prematura una acción regulatoria amplia. …Para que este tratado merezca nuestro apoyo, se les debería preguntar a los proponentes que demuestren la exactitud de todas las afirmaciones siguientes:

1. Un aumento continuo en la concentración de gases artificiales de invernadero (primordialmente dióxido de carbono) en la atmósfera aumentará la temperatura global promedio.

2. Un aumento en la temperatura promedio generará más costos que beneficios.

3. Controles a emisiones son el medio más eficiente para impedir un aumento en la temperatura global.

4. Medidas tempranas para controlar emisiones son superiores a medidas posteriores, ya sea para controlar emisiones como para adaptarse a un aumento en la temperatura global.

5. Controles a la emisión pueden ser efectivamente monitoreados y hacer que sean respetados.

6. Gobiernos de los países del tratado aprobarán las medidas necesarias de control.

7. Controlar las emisiones en países más ricos es deseable, aún si las emisiones en países pobres no son controladas durante varias décadas.”

La condición No. 1 con toda probabilidad ha sido cumplida, pero las otras seis no, presentando un caso contra el activismo gubernamental y a favor de la adaptación al libre mercado. En apoyo de Niskanen, en aquel momento Jerry Taylor, del Instituto Cato, escribió [4]:

“No hay necesidad apremiante para actuar ahora. …Hay una cantidad tremenda de incertidumbres …sólo parecería prudente continuar tratando de responder las preguntas abiertas alrededor del cambio climático, antes de hacer cambios importantes a la civilización Occidental.”

Niskanen agregó esta perspectiva en una vuelta a mirar diez años después [5] (en el 2008):

“Con mi optimismo característico, mi artículo de 1997 acerca del calentamiento global enfatizó que ‘Deberíamos saber más acerca de este tema en los siguientes 10 a 20 años.’ Por desgracia, ha habido un apresuramiento a juzgar sobre este asunto sin un aumento significativo en la información sobre la cual basar este juicio.

[Una] estrategia de disminución …mostrará ser tanto costosa como inefectiva …[Un] apuro a dar un juicio acerca de la respuesta óptima para el aumento en la temperatura es el mayor peligro [que la adaptación].”

STEVEN HORWITZ


El ensayo del economista de la escuela austriaca Steven G. Horwitz, “Global Warming is About Social Science Too,” [6] suplió una lista de preguntas esenciales para formular el caso a favor de una intervención gubernamental.

“1. ¿Se está calentando más el planeta?

2. Si se está calentando, ¿es ese calentamiento causado por humanos?

3. Si se está calentando más, ¿en qué magnitud?

4. ¿Cuáles son los costos del calentamiento global?

5. ¿Cuáles son los beneficios del calentamiento global?

6. ¿Sobrepasan los beneficios a los costos o los costos sobrepasan a los beneficios?

7. Si los costos sobrepasan a los beneficios, ¿qué tipos de política son apropiados?

8. Cuáles son los costos de las políticas diseñadas para reducir los costos del calentamiento global?”

Las primeras tres preguntas se relacionan con la ciencia física; las últimas cinco son para que debatan economistas y otros científicos.

Dado el cambio físico, Horwitz encuentra preguntas abiertas y respuestas inquietantes que evitan salir corriendo hacia el gobierno. La última pregunta (la No. 8), en particular, estimuló su interés. “Aún si diseñamos políticas en el pizarrón que aparentan mitigar los efectos del calentamiento global,” hace ver él, “tenemos que considerar, primero, si es posible que esas políticas sean incluso pasadas por políticos como los conocemos, y, segundo, si las políticas pueden tener costos asociados que sobrepasan sus beneficios.”

Continuando hacia la política pública:

“Así que, si en nuestro intento por reducir los efectos del calentamiento global, reducimos tanto el crecimiento económico como para empobrecer a más gente, o le damos poderes a los gobiernos que es posible se usen en formas que tienen poco que ver con el calentamiento global, tenemos que considerar esos resultados como parte de los costos y beneficios totales de usar política para combatir el calentamiento global. Esta es una pregunta de ciencia social que no es menos importante que las preguntas científicas con que comencé.”

“[E]s perfectamente posible que se acepte la ciencia del calentamiento global, pero que se rechacen las políticas más a menudo puestas para combatirlo,” concluyó Horwitz. “Uno puede pensar que los humanos están causando que el planeta se caliente, pero, lógica y humanamente concluir que nada deberíamos hacer acerca de ello.”

También, Horwitz indica que el peyorativo “negacionista” puede usarse contra quienes comúnmente usan el término contra críticos de la alarma del clima. “[Q]uienes piensan que pueden ir directamente desde la ciencia a la política están, como es evidente, comprometidos con la negación – negación de la relevancia de la ciencia social.”

EL DEBATE HOY

Las preguntas y razonamientos de Niskanen y Horwitz continúan definiendo el debate climático. Y, al cumplir el año 35, su precaución en contra de apurarse hacia la política -ahora un camino climático hacia la servidumbre- es sólo más fuerte.

En relación con la ciencia física, el calentamiento global tibio está ganando sobre las estimaciones de un calentamiento elevado proveniente de modelos climáticos “demasiado calientes.” Datos de series de tiempos de extremos del clima son mucho menos que alarmantes. Y la ciencia del CO2 ha documentado, en experimentos controlados, los beneficios del enriquecimiento del dióxido de carbono a la agricultura y una tierra más verde.

El caso a favor del activismo climático del economista de Harvard Martin Weitzman (2009) [7], basado en resultados de “fat tail” [evento poco frecuente con importantes consecuencias] de resultados catastróficos, ha sido ampliamente criticado por liberales clásicos – y relegado por modelos climáticos que recortan escenarios extremos. [8]

El simple paso del tiempo ha fortalecido el caso a favor de un mercado libre robusto en vez de la mitigación gubernamental del CO2. La adaptación auto interesada internaliza las supuestas externalidades negativas, mientras que la mitigación del gas invernadero disminuye por el “efecto de saturación,” en donde el aumento de las concentraciones atmosféricas reduce el efecto del forzamiento del CO2 (una relación logarítmica).

Desde el punto de vista de la política energética, los costos de la transformación forzada del gobierno por diluir energías inferiores e intermitentes, han creado pobreza energética, declinación económica, y apagones energéticos. Nuevos temas ambientales han resultado por los forzamientos gubernamentales de usar energía eólica y solar sobre la red eléctrica y baterías para el transporte. Entre tanto, energías preferidas por los consumidores y neutrales en cuanto a los contribuyentes (petróleo, gas natural, y carbón), han mostrado su valía bajo un estándar de mejora humana.

JAMES HANSEN EN RETROSPECTIVA

¿Han mancillado las décadas subsecuentes el temor y aspiraciones del padre de la alarma climática, James Hansen? La respuesta breve es no, pero contracorrientes son evidentes en su pensamiento. En 1988, Hansen lanzó duda acerca de su certeza de una ciencia establecida de alto calentamiento:

“Los forzamientos que guían el cambio climático en el largo plazo no se conocen con una exactitud suficiente como para definir el cambio climático futuro. Los gases de invernadero antropogénico (GHGs por sus siglas en inglés), que son bien medidos, causan un fuerte forzamiento positivo (calentamiento). Pero otros, forzamientos antropogénicos medidos, es especial cambios en aerosoles atmosféricos, nubes y patrones en el uso de la tierra, causan un forzamiento negativo que tiende a compensar el calentamiento de tipo invernadero.” [9]

Los críticos de Hansen dirían que este ha sido y es aún el problema, introduciendo el error del experto.

Regresando a la substitución de energía y la política pública (ciencia social, para Horwitz), Hansen ha aseverado:
“Sugerir que renovables nos permitirán escalonar rápidamente lejos de combustibles fósiles en Estados Unidos, China, India, o el mundo como un todo, es casi equivalente a creer en el Conejito de Semana Santa y en el Hada Madrina.

En resumen, los liberales clásicos pueden encontrar apoyo a su caso proveniente del activista climático más importante.

CONCLUSIÓN

El debate continúa con las ideas de liberales clásicos en pleno florecimiento. Existe el “problema del conocimiento” y la “arrogancia fatal” entre los planificadores climáticos en torno a definir el problema y cómo regular, doméstica e intencionalmente. Existe la realidad del fallo (político) del gobierno en su búsqueda por abordar el fallo del mercado – y de la intervención gubernamental expandiéndose a partir de sus propias limitaciones.

También, están los problemas predecibles de busca de rentas por corporaciones y por imaginar en lugar de la soberanía del consumidor y deber fiduciario. ¿Puede sobrevivir el capitalismo?

NOTAS AL PIE DE PÁGINA

[1]
“Global Warming Has Begun, Expert Tells Senate.” Philip Shabecoff, Special To the New York Times, 24 de junio de 1988.
[2] William Niskanen, “Too Much, Too Soon: Is a Global Warming Treaty a Rush to Judgment?” Jobs & Capital, Otoño de 1997, págs. 14–19.
[3] William Niskanen, “Too Much, Too Soon: Is a Global Warming Treaty a Rush to Judgment?” Reflections of a Political Economist (Washington, D.C: Cato Institute, 2008), pág. 29.
[4] Jerry Taylor, “Clouds over Kyoto: The Debate over Global Warming,” Regulation (Invierno de 1998).
[5] William Niskanen, “Too Much, Too Soon,” pág. 29.
[6] Steven Horwitz, “Global Warming Is About Social Science Too.” The Foundation for Economic Education, 23 de febrero del 2012.
[7] Martin Weitzman, “On Modeling and Interpreting the Economics of Catastrophic Climate Change.” Review of Economics and Statistics, 91[1], 2009.
[8] Robert P. Murphy, “The Tables Have Turned on ‘Uncertainty’ and Climate Change Policy.” Institute for Energy Research, 16 de octubre del 2019.
[9] James Hansen, Makiko Sato, Andrew Lacis, y Elaine Mathews, “Climate forcings in the Industrial Era.” PNAS, 27 de octubre de 1998.

Robert L. Bradley, Jr., es director ejecutivo del Instituto de Investigación de Energía (IER por sus siglas en inglés).

Traducido por Jorge Corrales Quesada.