DE TODOS MODOS, ¿QUÉ SIGNIFICA “LIBERAL”?

Por David Boaz
Policy Report
Cato Institute
Mayo-junio del 2023

Los liberales defendieron la libertad para todos basada en la dignidad y los derechos naturales iguales de toda persona.

Los Estados Unidos son un país liberal en un mundo liberal. ¿Qué significa eso? Consideremos un poco de historia.

Por miles de años, la mayoría de la historia registrada, el mundo se caracterizó por el poder, el privilegio, y la opresión. La vida para la mayoría de la gente era, en la frase Thomas Hobbes, pobre, desagradable, brutal, y breve.

Y, luego, algo cambió. En el siglo XVII, la Revolución Científica emergió a partir de una forma nueva, más empírica, de hacer ciencia. Y, eso condujo al inicio de la Ilustración que empezó a fines de ese siglo. En su libro Enlightenment Now [En defensa de la ilustración], Steven Pinker identifica cuatro temas de la Ilustración: razón, ciencia, humanismo, y progreso.

El liberalismo emergió en ese ambiente. Las personas empezaron a cuestionar el rol del estado y la iglesia establecida. Defendieron la libertad para todos basada en la dignidad y los derechos naturales iguales de toda persona. John Locke, a menudo considerado el padre del liberalismo, afirmó en su Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil, que toda persona es dueña de su propia persona y de “la obra de sus manos;” que el gobierno se forma para proteger la vida, libertad, y prosperidad, y está basado en el consentimiento de los gobernados; y que, si el gobierno se excede de su rol apropiado, las personas tienen derecho a reemplazarlo.

Como lo ha mostrado el economista e historiador del intelecto Daniel Klein, en los años de 1770 los escritores empezaron a usar términos como “política liberal,” “plan liberal,” “sistema liberal,” “visiones liberales,” “ideas liberales,” y “principios liberales.” Adam Smith fue otra figura fundadora del liberalismo. En su libro de 1776 La Riqueza de las Naciones, escribió acerca de “permitir que cada persona persiguiera su propio interés a su manera, según la norma liberal de igualdad, libertad y justicia.” El término “liberalismo” vino alrededor de una generación más tarde.

Por supuesto, el año 1776 también vio la publicación de la pieza más elocuente de escritos liberales o libertarios jamás vista, la Declaración de Independencia de Estados Unidos, que concisamente desplegó el análisis de Locke acerca del propósito y límite del gobierno.

También, el liberalismo estaba emergiendo en la Europa continental, en los escritos de Montesquieu y Constant en Francia, Wilhelm von Humboldt en Alemania, y otros. En la década de 1820, los representantes de la clase media en las Cortes Españolas, o parlamento, vinieron a llamarse los Liberales. Ellos luchaban con los Serviles, que representaban a los nobles y la monarquía absoluta. El término Serviles para quienes abogaban por el poder estatal sobre los individuos, por desgracia no pegó. Pero, la palabra “liberal,” para los defensores de la libertad y el principio de legalidad, se diseminó rápidamente, El Partido Whig en Inglaterra llegó a llamarse Partido Liberal. Hoy, conocemos como liberalismo a la filosofía de John Locke, Adam Smith, los Fundadores de Estados Unidos, y John Stuart Mill.

EL SIGLO XIX LIBERAL

Tanto en Estados Unidos como Europa, el siglo previo a la Revolución Estadounidense fue marcado por la diseminación del liberalismo. Las antiguas prácticas de esclavitud y servidumbre se terminaron. Las constituciones escritas y legislación de derechos protegieron la libertad y garantizaron el principio de legalidad. Las guildas y monopolios fueron básicamente eliminados, con todas las actividades económicos abiertas a una competencia basada en el mérito. Las libertades de prensa y religión fueron grandemente expandidas, se aseguraron más los derechos de propiedad, y el comercio internacional fue liberado. Luego de la derrota de Napoleón, Europa disfrutó de un siglo de relativa paz.

La liberación de la creatividad humana desató un progreso científico y material asombroso. La revista Nation, que en aquel entonces era una revista verdaderamente liberal, mirando hacia atrás a 1900, escribió, “Liberados de la intromisión vejatoria de los gobiernos, los hombres se dedicaron a su tarea natural, la mejora de sus condiciones, con los maravillosos resultados que nos rodean.” Los avances tecnológicos del siglo XIX liberal son innumerables: la máquina de vapor, el ferrocarril, el telégrafo, el teléfono, la electricidad, la máquina de combustión interna. Gracias a innovaciones tales y a una explosión de empresariedad, en Europa y Estados Unidos las grandes masas de personas empezaron a ser liberadas del trabajo agotador, que había sido la condición natural de la humanidad desde tiempo inmemorial. La mortalidad infantil cayó y la esperanza de vida empezó a crecer a niveles sin precedente. Una persona que mi viera hacia atrás desde 1800 vería un mundo que en miles de años había cambiado poco para la mayoría de la gente; para 1900 el mundo era irreconocible.

EL ALEJAMIENTO DEL LIBERALISMO

Hacia el final del siglo XIX, el liberalismo clásico empezó a ceder ante nuevas formas de colectivismo y poder del estado. El editorial de la Nation llegó a lamentar que “la comodidad material había tapado los ojos a la generación presente hacia la causa que la hizo posible” y que “antes que [el estatismo] fuera de nuevo repudiado, debería haber luchas internacionales en una escala aterradora.”

A partir de la desastrosa Primera Guerra Mundial, los gobiernos crecieron en tamaño, alcance, y poder. Una imposición exorbitante, el militarismo, la conscripción, la censura, la nacionalización, y la planificación central indicaron que la era del liberalismo, que tan recientemente había suplantado al viejo orden, era ahora suplantado por la era del megaestado.

A través de la Era Progresista, la Primera Guerra Mundial, el Nuevo Trato, y la Segunda Guerra Mundial, hubo tremendo entusiasmo por un gobierno de mayor tamaño entre intelectuales estadounidenses. Herbert Croly, el primer editor de la revista New Republic, escribió en La promesa de la vida estadounidense, que esa promesa sería satisfecha “no por… la libertad económica, sino por cierta medida de disciplina; no por la abundante satisfacción de deseos individuales, sino por una gran medida de subordinación y sacrificio individual.”

Incluso, alrededor de 1900 el término “liberal” sufrió un cambio. Gente que apoyaba un gobierno de gran tamaño y quería limitar y controlar al libre mercado empezó a llamarse a sí misma liberal El economista Joseph Schumpeter observó que, “Como un cumplido supremo, sin bien no intencional, los enemigos de la empresa privada han pensado que es sabio apropiarse de su etiqueta.” Académicos empezaron a referirse a la filosofía de derechos individuales, mercados libres, y gobierno limitado -la filosofía de Locke, Smith, y Mill- como liberalismo clásico. Algunos liberales, incluyendo a F.A. Hayek y Milton Friedman, se continuaron llamando a sí mismos liberales. Pero, otros vinieron con una nueva palabra, libertarios.

Aún hoy en mucho del mundo a los proponentes de la libertad aún se les llama liberales. En África del Sur, los liberales, como Helen Suzman, rechazaron el sistema de racismo y privilegio económico conocido como apartheid, a favor de los derechos humanos, políticas no raciales, y mercados libres. En China, Rusia, e Irán, los liberales son quienes quieren reemplazar al totalitarismo en todos sus aspectos, con el sistema liberal de mercados libres, libertad de expresión, y gobierno constitucional. Aún en Europa Occidental, el término liberal todavía indica al menos una versión borrosa del liberalismo clásico. Por ejemplo, los liberales alemanes, que usualmente se hallan en el Partido Democrático Libre, se oponen al socialismo de los Social Demócratas, al corporativismo de Demócratas Cristianos, y al paternalismo de ambos.

Con todo y el crecimiento del gobierno en el siglo pasado, el liberalismo sigue siendo el sistema operativo básico de Estados Unidos, Europa, y una parte creciente del mundo. Esos países respetan ampliamente principios liberales básicos como propiedad privada, mercados, libre comercio, la regla de la ley, gobierno por el consentimiento de los gobernados, constitucionalismo, libertad de expresión, libertad religiosa, derechos de las mujeres, derechos de los homosexuales, paz, y, en general, una sociedad libre y abierta – pero, por supuesto, no sin abundancia de argumentos acerca del ámbito del gobierno y los derechos de individuos, desde impuestos y el estado asistencialista hasta prohibición de drogas y guerra, Pero, como escribió en su historia del movimiento libertario, Radicals for Socialism, Brian Doherty, vivimos en un mundo liberal que “funciona bajo principios aproximadamente liberales, con una creencia general en derechos a la propiedad y los beneficios de la libertad.”

LA HERENCIA LIBERAL DE ESTADOS UNIDOS

Y eso es ciertamente verdad en Estados Unidos. El gran historiador estadounidense Bernard Bailyn escribió:

“Los principales temas del liberalismo radical [inglés] del siglo XVIII [fueron] hechos realidad aquí. El primero es la creencia en que el poder es malo, una necesidad tal vez, pero un mal necesario; que es infinitamente corruptor; que debe ser controlado, limitado, restringido en todas las formas compatibles con un mínimo de orden civil. Las constituciones escritas; la separación de poderes; las declaraciones de Derechos; las limitaciones al ejecutivo, a legislaturas, y cortes; restricciones al derecho a coaccionar y llevar a cabo la guerra – todos expresan una desconfianza profunda hacia el poder que yace en el corazón ideológico de la Revolución Estadounidense y que ha permanecido con nosotros como un legado permanente para siempre.”

A través de todas nuestras luchas políticas, en especial luego de la abolición de la esclavitud, el debate estadounidense ha tenido lugar dentro de un amplio consenso liberal.

La moderna política estadounidense puede trazarse a la era del presidente Franklin D. Roosevelt, cuando “liberalismo” llegó a significar gobierno activista, teóricamente para ayudar a los pobres y la clase media -impuestos, programas de transferencias, y regulación- además de una preocupación creciente por derechos civiles y libertades civiles. Las relaciones de raza, que habían dado un vuelco para mal en la Era Progresista, al volverse a segregar la fuerza de trabajo federal bajo Woodrow Wilson, la película del 1915 de D.W. Griffith, El nacimiento de una nación, y el surgimiento de un segundo Ku Klux Klan, empezaron a mejorar luego de la Segunda Guerra Mundial con la desegregación de las fuerzas armadas y el empleo federal y los movimientos subsecuentes para deshacer la segregación legal. Surgió una nueva oposición, un movimiento conservador dirigido por William F. Buckley, Jr., el senador Barry Goldwater, y el presidente Ronald Reagan. Ese movimiento conservador predicaba un evangelio de mercados libres, una fuerte defensa nacional, y “valores tradicionales,” que, a menudo, significaron oposición a derechos civiles, derechos de las mujeres, y derechos de la población LGBTQ.

Y esas fueron las facciones opositoras en la política estadounidense desde los años sesenta hasta el 2015. Pero, Donald Trump cambió ese panorama. Él realmente no hizo campaña acerca de mercados libres, valores tradiciones, y una defensa nacional fuerte. Enfatizó su oposición al libre comercio e inmigración, fue básicamente indiferente ante el aborto y derechos de homosexuales, y se dedicó abiertamente a buscar chivos expiatorios raciales y religiosos. Ese fue un gran giro del partido Republicano conformado por Ronald Reagan, pero Trump rehízo ese partido a su imagen.

Ahora tenemos a Demócratas moviéndose hacia la izquierda en todos los rumbos equivocados – gasto mucho mayor incluso que el de la administración Obama, funcionarios abiertamente socialistas, y esfuerzos agresivos para restringir la libertad de expresión en nombre de luchar contra el “discurso de odio.” Entre tanto, los Republicanos se están moviendo hacia el tipo equivocado de derecha – una guerra cultural que enfrenta a estadounidenses contra estadounidenses y una nueva disposición a usar el poder del estado para dañar a sus opositores, incluyendo empresas privadas.

EL CENTRO LIBERAL O LIBERTARIO

¿Adónde deja eso a los libertarios? Bueno, justamente donde siempre hemos estado: promoviendo la filosofía de la libertad – libertad económica, libertad personal, derechos humanos, libertad política. O, como dice el lema del Instituto Cato, derechos individuales, mercados libres, gobierno limitado, y paz.

Pero, si liberales y Demócratas se vuelven más hostiles hacia el capitalismo y abandonan la libre expresión, y los Republicanos insisten más en un proteccionismo y conservadurismo cultural agresivo, tal vez haya algún espacio para una nueva agrupación policía, que podemos llamar el centro liberal o libertario.

Comentaristas suelen hablar mucho acerca de electores indecisos “fiscalmente conservadores y socialmente liberales,” y una encuesta de Zogby encargada por el Instituto Cato encontró, en una ocasión, que el 59 por ciento de estadounidenses estaba de acuerdo con que se les describiera de tal forma. La mayoría de estadounidenses está contento tanto con las liberaciones culturales de los sesentas como con las liberaciones económicas empezadas en los ochentas.

Ese centro ampliamente libertario hoy políticamente está sin hogar. Si nos aproximamos razonablemente a la política y las políticas, los libertarios pueden brindar un núcleo para ese centro amplio de gente pacífica y productiva en una sociedad de libertad bajo la ley.

EL DESAFÍO LIBERTARIO

Ante lo obscuras que a veces parecen ser las cosas en Estados Unidos, definitivamente hay problemas peores en el mundo. En mucho del mundo, ideas que pensamos habían muerto están de regreso: socialismo y proteccionismo y nacionalismo étnico, hasta “nacional socialismo,” autoritarismo tanto de la izquierda como de la derecha. Vemos esto en Rusia y China, por supuesto, pero no sólo allí; también en Turquía, Egipto, Hungría, Venezuela, México, las Filipinas, tal vez India. Una candidata de extrema derecha -antiinmigración, antiglobalización, anti libre comercio, anti privatización, anti reforma a las pensiones- para nuestra tranquilidad casi llegó a la presidencia de Francia.

Como escribió Tom G. Palmer en la edición del Cato Policy Report de noviembre-diciembre del 2016, podemos identificar tres amenazas compitiendo con la libertad: políticas de identidad y la izquierda intolerante; populismo y el anhelo de un gobierno de un hombre fuere que invariablemente le acompaña; y un islamismo político radical, con menos atractivo político en Occidente.

Gente que se opone a esas ideas necesita desarrollar una defensa de la libertad, igualdad, y democracia. Los libertarios son muy adecuados para hacer eso.

En 1997, Farid Zakaria escribió:

“Considere lo que el liberalismo clásico representó a inicios del siglo XIX. Era contra el poder de la iglesia y a favor del poder del mercado; contra los privilegios de reyes y aristocracias y por la dignidad de la clase media; contra una sociedad dominada por el estatus y la tierra y a favor de una basada en los mercados y el mérito; se opuso a la religión y la costumbre y a favor de la ciencia y el secularismo; a favor de la autodeterminación nacional y contra los imperios; a favor de la libertad de expresión y contra la censura; a favor del libre comercio y contra el mercantilismo. Por encima de todo, estuvo a favor de los derechos del individuo y contra el poder de la iglesia y el estado.”

Y, dijo él, el liberalismo clásico logró una victoria aplastante contra “un orden que había dominado la sociedad durante dos milenios – aquel de la autoridad, religión, costumbre, tierra, y reyes.”

Los libertarios se ven tentados a estar demasiado deprimidos. Leemos los periódicos de la mañana, o vemos los espectáculos del cable, y pensamos que el mundo va, de hecho, en “el camino de servidumbre.” Pero deberíamos rechazar un consejo deprimente. Hemos estado luchando contra la ignorancia, superstición, privilegio, y poder por muchos siglos. Nosotros y nuestros antepasados clásicos hemos ganado grandes victorias. La lucha no se acaba, pero el liberalismo continúa siendo el único sistema operativo que funciona para un mundo de paz, crecimiento, y progreso.

David Boaz es compañero sénior distinguido del Instituto Cato.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.