POR QUÉ NUNCA DEBE SER OLVIDADA LA ALIANZA ENTRE STALIN Y HITLER

Por Benjamin Williams
Fundación para la Educación Económica
Domingo 23 de julio del 2023

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El silencio e inacción intencional de Stalin durante la Segunda Guerra Mundial permitió que el Holocausto se desarrollara sin resistencia o neutralización significativa alguna.

La Segunda Guerra Mundial fue uno de los períodos más catastróficos de la historia humana, marcado por una violencia sin precedente, genocidio, y destrucción. Pero, si bien la narrative es dominada por el Eje y los poderes Aliados de Occidente, el rol de la Unión Soviética, en particular bajo Joseph Stalin, en apoyo indirecto a la campaña de terror y conquista de la Alemania Nazi, a menudo pasa sin ser reportado. Derivando de varios extractos históricos, este artículo desempacará el involucramiento de la Unión Soviética en los esfuerzos de guerra nazi y su fracaso en proteger o informar a su población judía de atrocidades inminentes.

El pacto Molotov-Ribbentrop se firmó en horas tempranas del 24 de agosto de 1939, en una ceremonia surreal en que las esvásticas ondeaban a la par de la hoz y el martillo. Las banderas con esvásticas supuestamente vinieron de un estudio de cine, en donde se habían sido usadas en películas de propaganda anti nazi. El pacto de no agresión por diez años entre la URSS y Alemania iba acompañado de un protocolo secreto que expone las esferas de influencia para cada poder en Europa del Este, incluso la partición de Polonia y entrega de los Estados Bálticos y Besarabia a los soviéticos.

Stalin hizo un brindis en el que afirmó, “Conozco cuánto ama la nación alemana a su Führer, por tanto, debería brindar por su salud.” El brindis era irónico si se considera la posición hostil que la URSS había mantenido previamente hacia Alemania nazi. El primer regalo de Stalin luego del pacto fue adjudicar a Alemania alrededor de 600 comunistas alemanes, la mayoría judíos. Él hizo que fueran extraditados a la Gestapo en Brest-Litovsk, una ubicación simbólica inmersa en implicaciones históricas. Entre los extraditados estaba Hans David, un compositor dotado, quien después pereció en las cámaras de gas de Majdanek, una suerte compartida por muchos otros. Este proceso de entregar prisioneros judíos o comunistas a los nazis persistió más allá de 1939.

Margarete Buber-Newmann, una anterior comunista convertida en firme anticomunista, fue uno de esos individuos transferidos desde la prisión soviética a manos de la Gestapo en 1940. Sobreviviendo las condiciones brutales tanto de la prisión soviética como del campo de concentración nazi, Buber-Newmann luego escribió la memoria "Under Two Dictators” [“Prisionera de Stalin y Hitler”], en que detalla las duras realidades de la vida bajo los gobiernos totalitarios de Stalin y Hitler.

En las etapas iniciales de la Segunda Guerra Mundial, luego de firmar el Pacto Molotov-Ribbentrop en 1939, la Unión Soviética y Alemania nazi se embarcaron en una relación diplomática que permitía la expansión territorial y maniobra política. Los dos regímenes socialistas totalitarios formaron una incómoda sociedad caracterizada por la cooperación económica, retención de información, y no agresión. El impacto de esta alianza sobre la población judía, en particular en la zona de Polonia ocupada por los soviéticos, fue severo y catastrófico.

El cálculo ideológico de la política exterior de Stalin se hizo patente en su anticipación del inminente ataque alemán sobre Polonia. Reconociendo la inevitabilidad de la intervención británica y francesa, Stalin vio una oportunidad única para impulsar la causa del comunismo. Desde su perspectiva, un conflicto prolongado entre los poderes capitalistas presentaba un escenario ideal, al sembrar la discordia y crear oportunidades para diseminar la influencia soviética.

Stalin fue explícito en sus maquinaciones, al expresar que la URSS, la Tierra de los Obreros, ganaría a partir de una guerra total que debilitaría tanto al Reich como al bloque anglo-francés. Temiendo una conclusión rápida de la guerra, Stalin enfatizó la importancia de ayudar a Alemania para asegurar un conflicto duradero y costoso. A pesar de las tensiones existentes con Japón en el Lejano Oriente, Stalin vislumbraba, en ese momento, la entrada potencial de la URSS al teatro europeo como lo más ventajoso para intereses soviéticos. La visión estratégica del líder soviético subrayaba un pragmatismo inclemente y compromiso inquebrantable con la causa comunista.

La deportación en masa de aproximadamente un millón de refugiados polacos iniciada por la NKVD [policía secreta soviética] de Lavrentiy Beria en febrero de 1940, una mitad de ellos judíos, destaca el primer aspecto inquietante de la colaboración soviética-nazi. Los deportados, categorizados bajo diversas etiquetas como “La Contrarrevolución Nacional de los Judíos,” fueron enviados a Siberia bajo condiciones horrendas que condujeron a muchas muertes en el camino. Notoriamente, muchos lideres y activistas judíos estaban entre los arrestados, incluyendo a Menachem Begin, un joven líder sionista, y Henryk Ehrlich y Viktor Alter, fundadores del Bloque Polaco, el partido judío más grande de Polonia. Esta deportación en masa representaba el “principal método administrativo de la sovietización.”

Al mismo tiempo, las autoridades soviéticas mantuvieron desinformada a la población judía acerca de las atrocidades existente de los nazis exactamente al otro lado de la frontera, manteniendo un silencio deliberado que activó el Holocausto. Como parte del pacto de no agresión, los órganos soviéticos no reportaron las masacres genocidas conducidas por los nazis entre 1939 y 1941. Aquellas antes mencionadas películas anti nazis ya no más se producían.
Periódicos soviéticos, como Pravda incluso usó escasamente la palabra “fascista” entre 1939 y 1941. Este silencio continuó aún luego que los nazis rompieron el pacto e invadieron la URSS, movida que precipitó el exterminio de 1.5 millones de judíos en Rusia Blanca y Ucrania. En esencia, el silencio e inacción de Stalin permitieron que se desarrollara el Holocausto sin ninguna resistencia significativa o contraataque.

Todavía más, la complicidad soviética contribuyó a normalizar la violencia nazi. En medios soviéticos, rutinariamente las víctimas judías de ejecuciones en masa eran mencionadas como “Polacos” o “Ucranianos” en los medios soviéticos, obscureciendo la naturaleza específica antisemita de los pogromos [voz rusa que significa matanzas acompañadas de pillaje] nazis. La población soviética, a pesar de un adoctrinamiento constante, no era educada acerca del antisemitismo nazi o su plan genocida, promoviendo ignorancia que, en última instancia, condujo a colaboración extensa contra poblaciones judías.

También, en conjunto con estas políticas, la Unión Soviética brindó apoyo económico a la Alemania nazi, lo que fue instrumental en facilitar la guerra de conquista de Hitler. La importancia de esta asistencia no puede subestimarse en el tanto que la URSS suministró cantidades importantes de alimentos y materias primas a los nazis. Por ejemplo, durante la invasión a Francia y Países Bajos, la URSS le suministró al Reich 163.000 toneladas de petróleo y 243.000 toneladas de trigo ucraniano tan sólo en mayo y junio de 1940. Al aumentar la demanda alemana durante batallas críticas, como aquella en Dunquerque, los suministros de petróleo soviético surgieron para llenar las necesidades, alimentando efectivamente la conquista de Europa Occidental por Hitler.

Públicamente, incluso la Unión Soviética apoyó la invasión alemana de Francia y Países Bajos. El Partido Comunista Francés fue instruido a no resistir a los alemanes, conduciendo a una oleada de defecciones y debilitamiento ulterior de la habilidad de Francia para soportar el ataque alemán. A pesar de la disensión y resistencia interna, los soviéticos continuaron propagando eslóganes derrotistas, minando activamente el esfuerzo de guerra contra los nazis.

En el discurso actual, hay una tendencia entre apologistas soviéticos de alabar a la URSS como la fuerza única que derribó en última instancia al régimen nazi en 1945. Esto, por supuesto, ignora el apoyo crítico que vino de los Estados Unidos por la vía del Programa de Tierras y Arrendamientos. Hasta Stalin admitió que “Sin las máquinas que recibimos por medio del Programa de Tierras y Arrendamientos, habríamos perdido la guerra.” Si bien los sacrificios hechos por millones de soldados soviéticos no deberían olvidarse o esconderse bajo la alfombra, es vital que simultáneamente nosotros iluminemos las esquinas más obscuras de este pasado.

Deberíamos resistir el llamado a ignorar la realidad sombría de la complicidad de la Unión Soviética. Uno no puede olvidar que la alianza inicial forjada entre Stalin y Hitler estaba enraizada, no en la necesidad, sino que brotó del suelo de la ideología socialista de Stalin. Tal era el veneno entrelazado con este tapiz político que, si Hitler no hubiera invadido la URSS en 1941, o sí del todo hubiese dejado pasar ese rumbo, la Unión Soviética podría haber continuado estando en silencio y en apoyo. Con sus ojos viendo hacia otro lado, podría haber permanecido como observadora y cómplice cuando el monstruoso régimen nazi se expandió a través de Europa.

Al echarle una mirada al pasado, se arroja una sombra de tristeza, un eco de lamento por las, en una época, víctimas sin voz, resonando con una rogatoria para que la historia no pueda repetir sus horas más obscuras. Nuestro deber con la memoria requiere que mantengamos cerca estas verdades amargas y aprendamos de ellas, si es que vamos a honrar los legados de quienes sufrieron y murieron bajo la sombra de regímenes totalitarios.

Benjamin Williams es compañero en el Proyecto de Periodismo Ejecutivo Henry Hazlitt de la Fundación para la Educación Económica. Ha producido videos y es escritor de contenido para muchas organizaciones libertarias, como el Instituto Mise y Estudiantes por la Libertad. Bajo el alias de PraxBen en TikTok, ha amasado más de 200.000 seguidores y ha sido visto más de 80 millones de veces visto promoviendo una economía sólida y un libertarismo para generaciones más jóvenes.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.