EFECTIVO, CRIMEN, SALARIO MÍNIMO, Y CONSECUENCIAS NO PREVISTAS

Por Anthony Gill
American Institute for Economic Research
13 de julio del 2023

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es anthony gill, american institute for economic research, unintended, July 13, 2023. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

¿Todavía alguien usa efectivo?

Yo lo hago, y todavía hay suficientes personas como yo para hacer de las transacciones en efectivo un tema de política pública, aquí en el estado de Washington.

Esto es, el Consejo del Condado King en Washington votó recientemente requerir a todos los comerciantes minoristas en persona aceptar los billetes, como firma de pago en porciones no incorporadas del condado. El Pew Charitable Trust reporta que ciudades como Nueva York, Philadelphia, y San Francisco, junto con estados como Nueva Jersey, en años recientes pusieron en marcha ordenanzas similares.

La razón ostensible para estas nuevas leyes es enfrentar el creciente número de negocios y restaurantes que no está aceptando dinero efectivo, lo que impacta al pobre negativamente. La tendencia de “no efectivo” se hizo más común durante la pasada década, cuando consumidores crecientemente descansaron en pagos electrónicos (por ejemplo, tarjeta de crédito o débito, Apple Pay). Algunas empresas, como Amazon Go, hasta han eliminado a cajeros reales y le cobran a la gente cuando compra por medio de una app telefónica al ir caminando por el negocio.

La pandemia del COVID-19 aceleró esa tendencia basada en un temor de que el papel moneda diseminaría gérmenes. Los restaurantes fueron forzados por ley a sólo hacer comida para llevar y el envío empezó a requerir un pre pago en todas las órdenes. Aquellos rápidamente aprendieron que ese era un método rápido y fácil para completar transacciones y muchos mantuvieron ese patrón como una práctica estándar a partir de ese entonces. Otros negocios, como las pulperías, siguieron la moda.

PRESIÓN CONTRA EL SIN EFECTIVO

Aun cuando el crecimiento de transacciones sin efectivo puede considerarse como una respuesta del mercado a demandas cambiantes del consumidor o a temas sociales, no todo mundo está contento.

Activistas y responsables de políticas alegan que los negocios sin efectivo discriminan contra gente “no bancarizada,” gente que no posee teléfonos inteligentes con las apps de pago electrónico, y que tampoco tiene los recursos financieros que la califiquen para tarjetas de débito o crédito. Los no bancarizados tienden a ser individuos en los peldaños inferiores de la escalera socio económica, que incluyen a los que carecen de viviendas. No sorprende que los negocios de sólo sin efectivo hayan sido acusados de racismo, pues es menso posible que minorías raciales posean recursos financieros que no requieran efectivo (incluso después de controlar por el ingreso – ver la figura ES.2).

También, la sociedad sin efectivo irrita a otro grupo en la sociedad: el de quienes no quieren que sus transacciones sean trazadas. Anecdóticamente, agregaría que adultos mayores como yo, quienes, por lo general, somos ineptos ante la tecnología, no confían en las apps financieras, y sólo estamos aculturados a pagar por artículos no caros con billetes y monedas metálicas. (Yo admito una fuerte reticencia a usar tarjetas o apps en cualquier compra de menos de veinte dólares).

A pesar de tal presión en contra, ha habido un aumento relativamente dramático en el porcentaje de gente que nunca usa efectivo, pasando de 24 por ciento en el 2015 a más o menos 41 por ciento en el 2022 (según el Pew Research Center). La gente más joven es la que posiblemente use menos el efectivo, así que sólo deberíamos esperar que el porcentaje de quienes descansan exclusivamente en pagos electrónicos crezca durante la próxima década.

Pero, ¡espere! Revise de nuevo esas estadísticas.

Si solo un 41 por ciento de consumidores exclusivamente no usa efectivo, eso significa que más de la mitad de la población aún usa efectivo al menos para algunas compras. ¿No sería malo para los negocios rechazar una forma de pago que es aún bastante común para hacer negocios? Algunos líderes empresariales afirman que pasar a estar sin efectiva puede desincentivar a los consumidores a que compren. Tal razonamiento parece plausible, dado que yo activamente he elegido no comprar varios ítems si no puedo pagarlos con retratos verdes de Washington o Lincoln (ver luego). Si es cierto, ¿por qué algún negocio querría eliminar una forma de pago que puede atraer ventas?

Hay dos respuestas a la pregunta – el crimen y el salario mínimo. El primero luce obvio, mientras el segundo puede necesitar un poquito más de explicación. Ambas causas revelan consecuencias no previstas que, a menudo, crea la política pública.

LOS CRIMINALES AMAN EL EFECTIVO

Cuando un reportero le preguntó por qué robaba bancos, se reportó que Willie Sutton respondió, “porque ahí es donde está el dinero” (aunque en su autobiografía negó haber dicho eso). No debería impactar que el dinero fuera objetivo primario de ladrones, pues es fácil de transportar y es fungible. Y aún es una forma preferida de moneda en el mercado negro de bienes y servicios ilegales, Para los criminales, el dinero es rey.

Los robos a comercios han venido aumentando en los últimos años, y los comerciantes minoristas están crecientemente preocupados. Mucho de este aumento en robos ha sido en el ámbito de hurtos de bienes dentro de tiendas, aunque los robos en efectivo también han crecido. La Cámara de Comercio del Condado King mencionó a los robos y seguridad del empleado como las razones primarias por las que objetaron la nueva ley requiriendo que acepten dinero en efectivo. Si bien aceptar sólo pagos electrónicos no impediría el robo de cosas dentro de las tiendas, reduciría la probabilidad de que ladrones armados estuvieran interactuando directamente con cajeros.

Que los criminales preferirían robar efectivo es también confirmado por el aumento en robos en dispensarios legales de marihuana. Dado que el gobierno aún considera a la marihuana como substancia controlada, los negocios de la hierba no pueden aceptar fácilmente tarjetas de crédito para pagos, al exponerlos a cargos de lavado de dinero. Por la misma razón, los bancos interestatales grandes son reacios a hacer negocios con aquellos. Tales negocios descansan fuertemente en transacciones en efectivo y, como lo esperaría uno, se han convertido en objetivo importante de ladrones en busca de efectivo rápido.

Hay múltiples factores socioeconómicos en juego en el aumento percibido de robos, incluso escaseces de personal e inflación. Pero, la eliminación de policías en muchas áreas urbanas y el rechazo a perseguir delitos “menores” han contribuido al problema. Si el robo acarrea una pena y una menor probabilidad de persecución, no debería sorprender que el robo aumente. Sin sorprender, los minoristas responden al moverse en exclusiva hacia pagos sin efectivo, para mitigar la exposición a robos de efectivo.

EL SALARIO MÍNIMO Y LOS VENDEDORES MINORISTAS SIN EFECTIVO

El aumento en el salario mínimo es razón por la que minoristas se están volcando hacia sistemas de pago sin efectivo. Esto conexión no es obvia, así que permítanme una historia personal para explicar cómo lo descubrí. (Si bien entiendo que las anécdotas son un dato científico social pobre, ellas, sin embargo, pueden conducir por el camino del descubrimiento si uno es lo suficientemente curioso y observador).

Allá en el 2014, Seattle aprobó un aumento en el salario mínimo que movería a todas las empresas a pagar $15 la hora para el 2021, con los empleadores en gran escala necesitando cumplir ese requisito para el 2017. Mi universidad, que reside en Seattle, se considera un empleador grande, así, rápidamente, estudiantes trabajadores fueron impulsados hacia un salario más alto. De hecho, dada nuestra preocupación por el bienestar del estudiante, hasta pagamos un mínimo superior. (¡El salario mínimo actual en Seattle es de $18.69!)

Hace unos ocho años, fui a comprar una taza de café antes de clase en una de las pequeñas bodegas en la ciudad universitaria. La compra era menor a $3.00, así que saqué un billete de cinco dólares, De inmediato se me informó que el negocio ya no más aceptaba efectivo.

“¿Por qué?” pregunté.

El estudiante cajero respondió con gallardía, “Porque queremos servir mejor a todos nuestros clientes.”

Para mí eso no tenía sentido. Señalé que yo era parte de “todos los clientes” y que rara vez usaba una tarjeta para cualquier cosa de menos de $20. El estudiante me respondió debidamente que, al estar más gente está pagando con tarjetas, podrían servir mejor a sus clientes al no aceptar efectivo. (Observe la tautología.) Claramente era una línea que a los empleados se les había pedido que memorizaran.

Siendo la persona de principios que soy, rechacé el café y salí sin pagar. La pérdida irrecuperable de eficiencia fue lanzada por el tubo. Pero, continué con mi cruzada durante varios días y siempre recibí la misma respuesta: “Estamos aquí para servirle mejor.” (Si eso me hace lucir como un idiota, estoy dispuesto a aceptar la etiqueta en beneficio de la educación económica.) Los cajeros llegaron a conocer mi truco y no más me servirían café sino hasta que lo hubiera pagado.

Por fin, luego de varios intentos vanos de intercambiar efectivo por café, uno de los empleados hizo ver que la razón para sólo aceptar pago electrónico era porque sus administradores no querían que ellos contaran el efectivo al final de la jornada. ¡Eureka! Una respuesta honesta.

Continué con la administración. Resulta que, hacer que los empelados contaran el efectivo de su registradora agrega tiempo laboral a su jornada. Dado que los empleados por hora eran pagados redondeando hasta un cuarto de hora luego de la salida, sólo gastar unos pocos minutos extra contando efectivo agregaba 15 minutos a la planilla. Durante jornadas particularmente ocupadas con montones de transacciones en efectivo, este proceso de cierre puede llegar a ser de hasta media hora de pago extra. (También, los trabajadores tienen un incentivo para “contar lentamente” su registradora por unos pocos dólares extra. Si usted pregunta como lo sé, invoco la Quinta Enmienda de la Constitución [Derecho a no auto incriminarse]).

Aunque un cuarto de hora de paga puede parecer trivial, todo eso suma. Cientos de empleados trabajando unos 15 a 30 minutos extra durante siete días a la semana, y a lo largo de doce meses, se acumulan hasta ser costos importantes para el empleador. Se considerará cualquier esfuerzo por reducir costos que mantengan bajos los precios al consumidor.

La solución escogida por el servicio de alimentos de la ciudad universitaria fue descartar transacciones en efectivo para así eliminar la fracción de salarios por hora necesaria para vaciar de efectivo la registradora de un empleado. Mediante pagos electrónicos, todo lo que un empleado tiene que hacer es apretar algunos botones para reportar las ventas realizadas durante un turno. (Está el beneficio adicional de minimizar el error o robo por un cajero, lo cual es más común con efectivo).

Esto no debería sorprender, pues un estudio de la Universidad de Washington (conducido por académicos en el mismo edificio en que estaba comprando mi café) encontró que el aumento del salario mínimo en Seattle condujo a empleadores a reducir el número de horas promedio laboradas por empleados, irónicamente reduciendo el pago total mensual que llevaban a casa, ¿Costos laborales por hora más altos? ¡Recorten las horas trabajadas!

[Nota al lado: Mientras académicos como Card & Krueger afirman que los aumentos en salarios mínimos tienen poco impacto sobre el desempleo en general, dejan de lado el hecho de que los empleadores no necesariamente despedirán trabajadores sino, en vez de ello, reducen sus horas de trabajo. Esto puede resultar en una disminución de la paga que el trabajador lleva a su casa, como pasó en Seattle, y en un servicio al cliente peor al faltar personal en los negocios].

En resumen, un aumento salarial ordenado por el gobierno puso a los empleadores en un curso de tratar de minimizar los costos de la mano de obra, lo que incluyó eliminar la molestia de empleados contando efectivo.

CONSECUENCIAS NO PREVISTAS EN TODAS PARTES

A menudo, la regulación gubernamental es vista como la salvadora ante problemas que surgen en la economía de mercado, tal como dar menos opciones de pago al pobre por bienes de consumo. Pero, las leyes con frecuencia se enfocan en un único tema que surge en los mercados, sin considerar que la causa subyacente puede ser las consecuencias no previstas de otras políticas públicas.

Cuando se promulga una política gubernamental, a menudo busca cambiar el comportamiento individual. Pero, los seres humanos son listos y con frecuencia responderán a iniciativas de políticas en formas que ya sea contrarrestan los objetivos de la política inicial o bien crean nuevos problemas en otras esferas. Si los responsables de políticas no entienden esto (o lo ignoran voluntariamente), se hace fácil culpar a empresarios privados de los problems que los políticos crearon.

Esto es lo que sucedió aquí. La nueva ley de Condado King ordenando a los vendedores minoristas a aceptar efectivo, se diseñó, en apariencia, para ayudar a los pobres a acceder a bienes y servicios de negocios que habían dejado de aceptar efectivo. Pero, la razón por la que los negocios estaban eliminando las transacciones en efectivo se debía a otras políticas diseñadas para ayudar al pobre. Los cambios propuestos de hacer menos punitivo el sistema de justicia criminal en el caso de “crímenes menores” (a menudo perpetrados por gente que no tiene vivienda o es pobre) condujo a más robos, lo que, a su vez, incentivó a empresas a convertirse en un objetivo menos deseado si removía el efectivo de sus premisas. La gente pobre que obedece la ley pagó el precio al tener un menor acceso a diversos bienes y servicios.

Las leyes de salarios mínimos dirigidas a mejorar los estándares de vida impulsaron a ir más allá a los negocios para encontrar formas de reducir los costos de la mano de obra, lo que incluyó eliminar la necesidad de que los empleados manejaran efectivo. El resultado fue que individuos “no bancarizados” de bajos ingresos tuvieron ante sí menos oportunidad de consumo.

Aquí la mayor lección es siempre profundizar en las fuentes de los problemas que la política pública está tratando de solucionar. Cuando los políticos promulgan nuevas leyes para aliviar las dificultades económicas, deberíamos primero preguntar si ellas fueron la fuente de esos problemas. A menudo, lo son. La solución bien puede ser menos leyes, no más.

Al final de cuentas, yo preferiría que más vendedores minoristas aceptaran mis billetes. Y me imagino que a los negocios les agradaría lo mismo, pero, esta decisión no debería darse por la vía de una orden gubernamental.

Anthony Gill es profesor de economía política en la Universidad de Washington y compañero sénior distinguido del Instituto para el Estudio de la Religión de la Universidad Baylor. Habiendo obtenido su PhD en ciencia política en la Universidad de California, en Los Ángeles, en 1994, el profesor Gill se especializa en el estudio económico de la religión y la sociedad civil. Recibió el Premio a la Enseñanza Distinguida en la Universidad de Washington en 1999 y es también miembro de la Sociedad Mont Pelerin.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.