¿NAVEGANDO A VELA EN EL MAR AZUL? MEJOR NOS PROPULSAMOS A TRAVÉS DE…

Por Luis Carlos Araujo Quintero
American Institute for Economic Research
18 de julio del 2023

NOTA DEL TRADUCTOR: la fuente original en inglés de este artículo es luis carlos araujo quintero, american institute for economic research, sailing, July 18, 2023. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

En apariencia hay una solución a ls crisis del cambio climático: ¡navegar a vela! Es una propuesta seria de una compañía francesa Airseas, la creadora orgullosa de Seawing. Supuestamente, esta vela de alta tecnología reduce las emisiones de gas de invernadero en 20 por ciento, y la primera prueba a realizar la llevará a Estados Unidos. Según el dueño, quien rehusó revelar el precio verdadero de Seawing, los compradores obtendrán ese precio de vuelta con el ahorro de combustibles en 2 a 5 años. Este invento, si bien interesante y, en verdad, no un reemplazo completo de combustibles fósiles, está diseñado para “transformar” una industria del transporte global que emite 3 por ciento de las emisiones de gas invernadero del mundo, al movilizar 80 por ciento del comercio mundial en volumen. Como muchas otras maquinaciones ingeniosas, las intenciones ambientalistas de “transformar” el transporte en el comercio internacional no tendrán éxito, pues no reducen los costos o aumentan la velocidad.

Es un asunto de incentivos. Como cualquier otra industria en un mercado libre, el transporte anhela la eficiencia. Es la única forma de permanecer en los negocios. La gente en esta industria quiere reducir los costos o aumentar la velocidad. Los empresarios del transporte encaran dos enemigos abrumadores que elevan sus costos: distancia y uso de la energía. Uno necesita ir más lejos usando menos energía para ser capaz de reducir los precios y seguir siendo competitivo.

Durante la mayor parte de la historia, el transporte ha sido una tarea hercúlea. El músculo y la naturaleza proveyeron energía para el movimiento de bienes. Aprovechar las corrientes de viento y agua convirtió en valiosos a ríos y océanos, pero los agentes no eran libres de moverse según su voluntad. La naturaleza dictaba cuánto tiempo y qué tan lejos podía ir la gente. La Revolución Industrial le dio vuelta a esto.

Por primera vez en la historia humana, la gente tomó el mando. La energía fue producida en vez de ser usada. Los Estados Unidos condujeron esta Revolución del Transporte, capítulo a menudo ignorado de la industrialización. La mayor contribución de la máquina a vapor de Robert Fulton fue impulsar el transporte por el vasto sistema fluvial interior de Norteamérica. Las corrientes de viento y agua ya no más abrían el camino. Las velas (ancestros primitivos de Seawing) fueron creativamente destruidas. Pronto, inversionistas y comerciantes abrieron canales para unir ríos naturales que acomodaran barcos que servían por igual a puertos costeros e internos.

Las dimensiones continentales de Estados Unidos lo convirtieron en el epicentro global de la Revolución del Transporte. El Reino Unido, tierra natal de la Revolución Industrial, tuvo su propia revolución del transporte. Pronto, una Europa movida por el vapor se uniría a un mercado global siempre creciente. El Atlántico Norte se convirtió en el núcleo del comercio internacional. Si bien una tecnología nueva, los ferrocarriles movidos por vapor, ligó los centros industriales sobre la tierra sin necesidad de vías fluviales, la humanidad domó el océano con barcos a vapor. También, las demandas crecientes de eficiencia condujeron a los canales, esta vez a través de continentes. Así como el Canal del Erie abrió los Grandes Lagos al mundo, los Canales de Panamá y Suez llevaron los centros poblados del mundo a una cercanía mayor que nunca antes. El comercio abrió mercados libres en todas partes.

Un mundo interconectado exigía un transporte más rápido. El vapor no era suficiente. Los innovadores encontraron la solución en combustibles fósiles. Barcos, ferrocarriles, carros, camiones, y aeroplanos correrían con base en gasolina, alternativa que concentraba la mayor energía en el volumen más pequeño. Pero, había un problema: la contaminación.
Casi todas las actividades humanas contaminan. Por ejemplo, leer este artículo contribuye al 3.7 por ciento de emisiones globales de CO2 de la internet (que es más alto que el tráfico en el océano o el aire). Pero, también, la gente trabaja para encauzar la contaminación, y las compañías de vehículos hacen esfuerzos por producir motores que ahorran combustible, lo cual reduce costos y emisiones al usar gasolina más eficientemente.

Sin que sorprenda, los políticos piensan que la contaminación es un problema que los mercados no pueden resolver. La intervención es casi un mandato moral. Bajo el llamado Nuevo Trato Verde, Estados Unidos y la Unión Europea tomarán el mando de “corporaciones del transporte irresponsables” que contaminan el planeta, según lo estimula la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Comercio y Desarrollo. Impuestos deberán disuadir a la gente a que use combustibles fósiles. Entre tanto, la inversión en energías limpias, como la energía que usa el Seawing, salvará al planeta. De hecho, la Unión Europea financia a la propia Seawing.

Pero, si a los Estados Unidos, la Unión Europea y las Naciones Unidas realmente se preocupan por el desarrollo del mundo, tendrán que permitir que el comercio se lleve a cabo mediante combustibles fósiles en el tanto en que los mercados no rindan un substituto mejor. Estoy seguro que gente de empresas pequeñas quiere que su producto sea impulsado rápidamente a través del océano hacia Occidente, en vez de tener que esperar un día ventoso para usar el Seawing y horrar combustible.

Luis Carlos Araujo Quintero es doblemente graduado en Relaciones Internacionales y Ciencias Políticas de la Universidad Francisco Marroquín en Guatemala. Es asistente de profesor en la UFM, así como analista junior de asuntos internacionales en una firma consultora de Guatemala. Es autor de artículos de investigación en Elección Pública para el Centro para el Análisis de las Decisiones Públicas (CADEP) y forma parte del equipo de invstigación de su escuela acerca de la Guerra Civil de Guatemala. Actualmente es investigador becario en el Instituto Estadounidense para la Investigación Económica (AIER).

Traducido por Jorge Corrales Quesada.