¡MEDIR APROPIADAMENTE LA INFLACIÓN Y DEFLACIÓN ENSEÑA HUMILDAD!

Por Vincent Geloso
AIER
12 de julio del 2023

NOTA DEL TRADUCTOR: la fuente original en inglés de este artículo es vincent geloso, american institute for economic research, inequality, July 6, 2023. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto

Durante la pandemia, una afirmación frecuentemente reiterada fue que la contracción de la economía no fue dramáticamente menos severa en áreas que adoptaron políticas más moderadas, sin embargo reportaron niveles más altos de mortalidad. Esto se tomó como argumento para que la compensación por reducir la actividad económica para disminuir el contagio y evitar llenar los hospitales no fue demasiado onerosa. Después de todo, países como Suecia (que tuvo políticas menos estrictas) no tuvieron un desempeño económicamente mejor que países como Dinamarca, Noruega y Finlandia, todos los cuales adoptaron políticas más estrictas.

Pero, esta puede ser una percepción falsa resultante de cómo se usan los datos para convertir cantidades monetarias nominales (como consumo personal, ingreso personal, gastos de empresas, etcétera) a cantidades reales (esto es, ajustadas por la inflación) fueron afectadas por la pandemia.

En un artículo reciente publicado en el Canadian Journal of Economics, Erwin Diewert – quien, en esencia, es el padre de descubrimientos teóricos importantes que sirven de base para los índices modernos de precios al consumidor (IPC) que crean las agencias gubernamentales- y Kevin Fox señalaron que muchas cuarentenas crearon un sesgo de “desaparición del producto.” Este sesgo empieza de la forma en que se construye el IPC, cuando los precios deben ponderarse según la importancia de cada bien en los gastos totales de un hogar. Estas “ponderaciones” crean una canasta fija que agencias estadísticas ajustan con frecuencia gracias a diversas encuestas.

Durante la pandemia, muchos bienes y servicios no estuvieron disponibles o sencillamente no podían consumirse. Así, las ponderaciones perdieron algo de su validez, y se sesgaron las mediciones de inflación durante la pandemia. Al principio, muchos economistas hallaron que había diversas razones para creer que la deflación aparecida en el primer año de la pandemia era mucho menos severa que aquella reportada en datos oficiales.

Algunas soluciones tratar con el problema se intentaron por agencias gubernamentales, pero, como muestran Diewert y Fox, esas soluciones se quedaron cortas. Esto porque el problema de “desaparición del producto” vino con un sesgo de “nuevos productos” –numerosos bienes, que eran desconocidos por los consumidores o sólo se consumían ocasionalmente (y, así, no se les midió), llegaron a ser ítems de consumo importantes. En general, ellos afirman que la deflación durante las cuarentenas fue sobreestimada.

¿Por qué esto importaría? Porque usamos estos índices de precios para convertir variables “nominales” (es decir, dólares actuales, no ajustados por la inflación) ¡en variables “reales” (es decir, dólares constantes, ajustados por la inflación)!
Hipotéticamente, si el consumo nominal cae un 20 por ciento durante una cuarentena, mientras el índice de precios medido también baja un 20 por ciento, el consumo “real no varía. Pero, si el índice de precios verdadero (es decir, que toma en cuenta los problemas planteados por Diewert y Fox) sólo cayó en un 10 por ciento, entonces, el valor ajustado por la inflación del consumo en realidad cayó un 10 por ciento.

Esto significa que, si hubiéramos usado el verdadero índice de precios, habríamos hallado una mayor contracción debida a cuarentenas. Eso significa que subestimamos el costo de las cuarentenas. Todavía más, una implicación lógica a partir del trabajo de Diewert y Fox (quienes no trataron este punto en particular) es que áreas que aplicaron políticas más estrictas probablemente hicieron mayores sobreestimaciones. Como tales, ellas son también las áreas que más subestimaron la contracción económica durante las cuarentenas, A su vez, significa que malinterpretamos los verdaderos costos de la política de cuarentena.

¿Significa eso que las cuarentenas no valieron la pena? Es posible que algunos de mis colegas afirmen que eso sólo confirma su punto de vista de que, no, ellas no lo valieron. Otros pueden argüir que ello no cambia su opinión acerca de la deseabilidad de políticas de cuarentena.

No quiero derivar lecciones como esa. La lección que derivo es que hay muchas cosas que no sabemos y que sólo podemos descubrirlas a posteriori. En esencia, en trabajos como ese de Diewert y Fox, yo veo la necesidad de humildad de parte de responsables de políticas y asesores de políticas (por ejemplo, economistas y científicos sociales que buscan aconsejar a responsable de políticas). Si tanta incertidumbre acerca de las consecuencias de políticas sólo se puede saber a posteriori, hay necesidad de modestia al diseñar política. Esta puede ser una aburrida conclusión de política, pero no apresurarse a tirarse de cabeza hacia cosas cuyas consecuencias no podremos medir apropiadamente sino luego de que se han hecho, parece como una conclusión razonable.

Vincent Geloso, un compañero sénior en el American Institute for Economic Research (AIER), es profesor asistente de economía en la Universidad George Mason. Él obtuvo su PhD en Historia Económica en la Escuela de Economía de Londres.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.