UN MÉTODO ETERNO PARA RESISTIR LA TIRANÍA

Por Barry Brownstein
American Institute for Economic Research
27 de junio del 2023

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es barry brownstein, american institute for economic research, tyranny, June 27, 2023. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

Si yo fuera a resumir el mensaje entusiasta de la monografía del siglo XVI de Étienne de la Boétie, Discurso de la Servidumbre Voluntaria, diría que no somos víctimas del mundo que observamos. Hemos revertido la causa y el efecto.
La tiranía no nos pasa a nosotros, está pasando debido a nosotros.

¿Nos estamos engañando a nosotros mismos acerca de nuestro papel en facilitar a nuestros opresores? Como lo puso Murray Rothbard en su brillante introducción al Discurso de La Boétie, “La tiranía necesariamente debe estar basada en la aceptación general del público.”

Peor aún, ¿estaba Aldous Huxley en lo correcto de que la gente abrazaría con alegría su opresión? Como escribió Neil Postman en Divertirse hasta Morir, “[E]n la visión de Huxley, no se requiere un Gran Hermano para privar a la gente de su autonomía, madurez e historia. Como lo vislumbró él, la gente llegará a amar su opresión, a adorar las tecnologías que deshacen sus capacidades de pensar.”

Escribió Huxley, “[L]a mayor parte de la población no es muy inteligente, teme a la responsabilidad, y no desea algo mejor que se le diga qué hacer.”

Si usted no está viviendo en San Francisco u otra ciudad distópica, camine por su pueblo y note cómo la gente es cooperadora y pacífica. Usted se puede maravillar, tal como lo hizo La Boétie,

“cómo puede ser que tantos hombres, tantos burgos, tantas ciudades, tantas naciones aguanten alguna vez a un tirano único, el cual sólo tiene el poder que aquellos le dan; el cual no tiene el poder de hacerles daño sino en tanto que aquellos tienen la voluntad de soportarlo; el cual no podría hacerles mal alguno sino mientras prefieran sufrirle que contradecirle.”

“Prefieran sufrirle que contradecirle” siempre ha sido una tendencia humana y algo con lo que todos estamos muy familiarizados.

El Discurso de La Boétie fue influido por el ensayo del filósofo griego Plutarco “Sobre el Cumplimiento.” Michael Fontaine, profesor de clásicos en Cornell, está trabajando en una nueva traducción de “Sobre el Cumplimiento.” En una serie de charlas, una pública, Fontaine explica que Plutarco exploró la dysopia (no se confunda con distopia). La dysopia [disopsia: término médico para visión defectuosa] es tanto un “sentimiento emocional de ser presionado y acosado” como un “acto de ceder a una petición impropia o inapropiada.” No hemos experimentado todos disopsia cuando alguien nos pregunta algo irrazonable, y contra nuestro mejor juicio, de todas formas lo hacemos.

No necesariamente Plutarco estaba escribiendo acerca de interacciones coercitivas en que se aplica la fuerza; él estaba enfocado en situaciones en donde “está en su poder decir que no.” Tal vez usted asistió a una reunión del sitio de trabajo en el cual alguien propuso que los no vacunados fueran despedidos. ¿Dirigiste los vítores? ¿Le brindó su consentimiento al no decir algo en oposición? ¿Arguyó contra órdenes a estudiantes de vacunarse, cuyos riesgos de la vacuna tal vez excedían a cualesquiera beneficios? ¿Apoyó usted los derechos de otros a tomar sus propias decisiones médicas?

Correctamente, La Boétie señaló que somos “traidores” a nosotros mismos al cooperar en nuestra opresión:

“Aquel que tanto os domina sólo tiene dos ojos, sólo tiene dos manos, sólo tiene un cuerpo, y no tiene nada más de lo que [tiene] el menor hombre del gran e infinito número de vuestras ciudades, a no ser las facilidades que vosotros le dais para destruiros. ¿De dónde ha sacado tantos ojos con que espiaros, si no se los dais vosotros? ¿Cómo tiene tantas manos para golpearos si no las toma de vosotros?”

La Boétie imploró, “Resolveos a no servir más.” Continuó él, “Yo no quiero que os lancéis sobre él, ni que le derroquéis, sino, solamente, que no le apoyéis más, y le veréis entonces como un gran coloso al que se le ha retirado la base y se rompe hundiéndose por su propio peso.”

La Boétie reconoció que hay pocos en el corazón del poder, pero que ese corazón emplea a cientos, los que emplean a miles, quienes hoy dan empleo a millones “para que puedan servir como instrumentos de avaricia y crueldad, ejecutando las órdenes en el momento apropiado.”

Hoy, el gobierno tiene sus tentáculos en todas partes y emplea a un porcentaje significativo de la población. ¿Cómo podemos retirar el consentimiento? Si no pagamos impuestos, podemos terminar en una corte, aún si somos Hunter Biden.

A primera vista, puede parecer que el análisis de La Boétie no ofrece un camino accionable hacia adelante para derrocar a los tiranos de hoy. Pero, mire de nuevo.

En donde nosotros necesitamos retirar nuestro consentimiento es de los apologistas del Estado. Lo explicó Rothbard,

“La Boétie destaca el punto de que este consentimiento es producto de ingeniería, principalmente de propaganda dirigida al populacho por gobernantes y sus apologistas intelectuales. Los dispositivos -de pan y circo, de mistificación ideológica- que hoy usan los gobernantes para engañar a las masas y obtener su consentimiento, permanece siendo el mismo de los días de La Boétie. La única diferencia es el enorme aumento en el uso de intelectuales especializados al servicio de los gobernantes. Pero, en este caso, la tarea primaria de los opositores a la tiranía moderna es uno educativo: despertar al público ante este proceso, para desmitificar y desacralizar el aparato del Estado.”

Hoy puede no ser fácil retirar el consentimiento del gobierno. Aun así, podemos retirar el consentimiento de los cortesanos contemporáneos del gobierno – los académicos, periodistas, comentaristas, expertos, influyentes [influencers], y administradores que, como escribió Rothbard, “engañan a las masas para obtener su consentimiento.”

Estos “apologistas” principalmente lo tratan a usted con irrespeto; afirman ser oráculos y dicen que usted no tiene capacidad de entender sus dogmas. Apelan a su experticia y autoridad, a la vez que ofrecen poca evidencia. Ambicionan el dinero y poder no ganado sirviendo a consumidores, sino siendo señores sobre los consumidores. Los principios que facilitan el florecimiento de la humanidad nada significan para ellos. El antídoto es ignorarlos o correr la cortina para exponer su retórica vacía. Apague la televisión y pase sus tardes de verano con sus seres queridos o con un buen libro que fortalece su coraje moral.

Fontaine, traduciendo a Plutarco, nos pide que nos sobrepongamos a nuestra disopsia al hacer ver nuestra tendencia a ser “complacedor de gente” y que recobremos el poder de decir no.

La Boétie ofreció una ruta para encontrar nuestro propio valor moral. Los tiranos, observó él, nunca son amados ni se aman. La amistad genuina, señaló él, es “nunca desarrollada excepto entre personas de carácter, y nunca echa raíces excepto a través del respeto mutuo; florece no tanto por la bondad como por la sinceridad.” Estamos seguros de nuestros amigos cuando tenemos “conocimiento de [su] integridad.”

Ni los tiranos ni los apologistas actúan con integridad. Desarrollar nuestro carácter al respetar la autonomía de otros es una ruta hacia la libertad. Arguyó Plutarco, y La Boétie habría estado de acuerdo, que “ceder exacerba los problemas en vez de resolverlos.” No habrá una solución de Mago de Oz. No podemos simplemente golpear nuestros talones tres veces y estar de regreso en “la tierra de los libres.” Con sólo leer a La Boétie no se libera a nadie. Como escribiera el poeta William Blake, nuestros grilletes son forjados por la mente. Con un cambio en la mentalidad, nos hacemos inmunes a nuestra disopsia. En cuanto más de nosotros retiremos el consentimiento, se puede evitar un futuro distópico.

Barry Brownstein es profesor emérito de economía y liderazgo en la Universidad de Baltimore. Es autor de The Inner-Work of Leadership, y sus ensayos han aparecido en publicaciones como la Fundación para la Educación Económica e Intellectual Takeout.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.