ADAM SMITH DESCUBRIÓ (¡Y RESOLVIÓ!) EL PROBLEMA DEL TRANVÍA

Por Michael Munger
American Institute for Economic Research
28 de junio del 2023

El “problema del tranvía” fue primeramente expuesto en su forma moderna por Philippa Foot en 1967. Posiblemente no puedo agregar nada a la útil montaña de análisis ya publicado sobre el tema, así que sólo expondré simplemente mi versión del “problema,” para que todos sepamos de qué estamos hablando.

Considere 3 escenarios:

1. Un tranvía grande y pesado se está deslizando a toda velocidad en una pendiente. Adelante en la vía está una persona que moriría si nada cambia. Pero, usted puede salvar a la persona, pues puede desviar al tranvía hacia otra línea. Sin embargo, si usted hace eso, las cinco personas que están en la otra vía morirían.

2. La misma situación, excepto que la línea actual tiene cinco personas en ella, y la línea que se desvía tiene una persona. Si usted no hace nada, cinco personas morirán; si se desvía, morirá una persona.

3. Cinco personas en un hospital morirán mañana si no reciben respectivamente; (a) un trasplante de corazón; (b) un trasplante de hígado; (c) y (d) trasplantes de riñón; y (e) una transfusión de sangre de un tipo raro de ella. Hay una sexta persona en el hospital quien es, por asombrosa coincidencia, un donador combinación exacta como donador a todos los cinco. Si el jefe de cirujanos no hace nada, cinco personas morirán esta noche, sin esperanza de vivir hasta mañana. Si el jefe de cirujanos le da al donador perfecto una inyección letal indolora, bajo el falso pretexto de que se le administran antibióticos que le ayudan, se pueden recolectar la sangre y órganos y todas las cinco personas vivirán.

En términos de evidencia de estos casos hipotéticos basada en encuestas:

Casi todo mundo elegiría hacer nada en el escenario 1. Es inquietante que usted podría haber salvado a la persona, y escogió no hacerlo, pero realiza una acción claramente inaceptable que resulta en la muerte de cinco otras personas.
Por supuesto, ha habido variaciones – la persona es su hijo o hija, o es usted; ¿qué haría entonces? ¿Mataría a los tres extraños para salvarse usted o a su hijo? Aún así, la mayoría de la gente no hace nada, o dice que no haría nada.

El escenario 2 es más problemático. Una mayoría escasa (algunas veces) desviaría el tranvía, matando a uno para salvar a cinco. Pero, hay una diferencia entre fallar en actuar y permitir que una vida se tome, y activamente quitar una vida al llevar a cabo una acción mortal intencional contra alguien que, de otra manera, no estaba en peligro. Esta diferencia es llamada “agencia moral,” y significa que, aunque usted puede preferir el resultado de “una persona que muere” a “cinco personas que mueren,” el hecho que usted sea el que debe tomar la agencia causal y presionar el botón, apretar el gatillo, o bajar la plancha para causar la muerte, cambia la situación.

El escenario 3 es aparentemente “fácil” para la mayoría de quienes respondieron: Casi nadie, tal vez hasta el propio Peter Singer, en realidad, asesinaría a la fuerza al paciente donante perfecto para salvar las vidas de los cinco que necesitan trasplantes.

Todo esto tiene sentido hasta que usted reconoce que no hay una diferencia real entre los escenarios 2 y 3 en términos de las utilidades sociales involucradas. ¿Por qué la gran diferencia en las proporciones de aquellos que actuarían en el escenario 2, pero no actuarían en el escenario 3? En ambos casos, usted intencionalmente está actuando para tomar una vida para salvar a cinco vidas.

Para ser justo, mucha gente ha respondido a esta pregunta, en muchas formas distintas, y no estoy en posición de contribuir a esa discusión que tal vez ha pasado el punto de rendimientos decrecientes. Aún así, por supuesto, es todavía una forma útil de empezar discusiones en el curso de Equipo de Protección Individual para universitarios. (No es que haya algo malo en clases de Equipo de Protección Individual a universitarios Si usted está usando el problema del tranvía para tal fin, podría estar interesado en la discusión de Walter Block acerca de la idea de “ley libertaria,” la contextualización en la psicología de Steven Pinker, y el episodio de The Good Place ¡que obligó a consideraciones más concretas de los temas!)

En vez de ello, lo que quiero hacer es proponer un cuarto escenario, uno que usted puede no haber pensado de dicha forma antes. Va así:

4. La misma situación (el tranvía desbocado, sin frenos) como en 1 y 2, excepto que la línea actual tiene 100 millones de personas en ella, y la línea desviada tiene a su pequeño dedo prensado en el riel. Si usted no hace nada, morirán 100 millones de personas, pero, si se desvía, usted pierde su dedo pequeño.

Lo sé, eso suena ridículo. Pero esa, mutatis mutandis [haciendo los cambios necesarios] es exactamente la pregunta planteada por Adam Smith en un famoso pasaje de La Teoría de Sentimientos Morales. Smith pregunta qué pasaría si un “hombre humanitario europeo” escuchó que hubo un terrible terremoto en la distante China, que mató “a cientos de millones de su gente.” Smith se imaginó que el hombre expresaría un dolor genuino porque eso haya pasado, reflexionando acerca de “la precariedad de la vida humana, y la lenidad de todas las labores del hombre, cuando puede ser así aniquilado en un instante.”

También, el hombre puede pensar acerca de cómo este desastre puede afectar la política mundial, y la economía internacional, creando nuevas oportunidades de inversión o reequilibrando el portafolio del hombre, dado el cambio de circunstancias. Pero, en general, la distancia, física y emocional, de la catástrofe aislará los sentimientos del hombre ante cualquier incomodidad real y preocupación prolongada. Smith hace un alegato acerca de los sentimientos humanos que parece monstruoso, pero es perfectamente factible: nos enfocamos principalmente en nosotros mismos.

“El contratiempo más frívolo que pudiese sobrevenirle daría lugar a una perturbación mucho más autentica. Si fuese a perder su dedo meñique mañana, no podría dormir esta noche; siempre que no los haya visto nunca, roncará con la más profunda seguridad ante la ruina de cien millones de semejantes y la destrucción de tan inmensa multitud claramente le parecerá algo menos interesante que la mezquina desgracia propia.”

Entonces, ahí esta la configuración: A la gente le importan más sus propias desgracias, incluso pequeñas, de cómo lo hace acerca de las desgracias de otros, incluso grandes. Suena como la configuración perfecta para el problema del tranvía, versión 4, de arriba. En específico, si me importa más mi propio dedo pequeño que cien millones de extraños, ¿desviaría el tranvía?

Por supuesto que lo haría. Es la razón de por qué clamé en el título de esta pieza que Smith “resolvió” el problema del tranvía.

“Entonces, para prevenir esa mísera desdicha ¿sería capaz un hombre benévolo de sacrificar las vidas de cien millones de sus hermanos, siempre que no los hubiese visto nunca? La naturaleza humana siente un escalofrío de terror ante la idea y el mundo, en su mayor depravación y corrupción, jamás albergó a un villano tal que fuera capaz de sostenerla.”

Aunque en algún sentido yo estaría más preocupado ante el prospecto de perder mi pequeño dedo que el prospecto de cien millones de muertes en la distancia, si se me ubica en la posición de la agencia moral, yo, de inmediato, sacrifico mi pequeño dedo. Smith se concentra en la paradoja aparente:

“Pero ¿cuál es la diferencia? Cuando nuestros sentimientos pasivos son casi siempre tan sórdidos y egoístas ¿cómo pueden ser nuestros principios activos frecuentemente tan nobles y desinteresados?”

El hecho que “me importe más” mi dedo pequeño, en el sentido de que el prospecto de perderlo me afecta más que oír acerca de un desastre distante, no es en realidad una referencia en que califico al desastre distante por encima de la pérdida de mi dedo. La reacción es emocional, no razonada, y, también, la reacción descansa en la premisa acerca del supuesto de que no tengo opción o agencia en cualquiera de los dos casos.

Lo que es realmente interesante es que Smith primero alega que la razón por la que desviaríamos el tranvía (mis palabras) para cortar nuestro dedo, en vez de matar a cien millones, es que estamos preocupados acerca de lo que otras personas pensarían de nosotros si fuéramos egoístas. Pero, luego, se mantiene firme en su opinión y alega que la razón fundamental de nuestro sacrificio sería lo que pensamos acerca de nosotros mismos. Su lenguaje al describir la resolución de la paradoja es magnífico:

“No es el apagado poder del humanitarismo, no es el tenue destello de la benevolencia que la naturaleza ha encendido en el corazón humano lo que es así capaz de contrarrestar los impulsos más poderosos del amor propio. Lo que se ejercita en tales ocasiones es un poder más fuerte, una motivación más enérgica. Es la razón, el principio, la conciencia, el habitante del pecho, el hombre interior, el ilustre juez y arbitro de nuestra conducta… Lo que nos incita a la práctica de esas virtudes divinas no es el amor al prójimo, no es el amor a la humanidad. Lo que aparece en tales ocasiones es un amor más fuerte, un afecto más poderoso: el amor a lo honorable y noble, a la grandeza, la dignidad y eminencia de nuestras personalidades.”

Michael Munger es profesor de Ciencia Política, Economía y Política Pública en la Universidad Duke y compañero sénior del American Institute for Economic Research. Sus títulos son de Davidson College, Washington University en St. Louis y Washington University. Los intereses de investigación de Munger incluyen regulación, instituciones políticas y economía política.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.