LIMPIADO POR EL CAPITALISMO Y ENSUCIADO POR EL SOCIALISMO

Por Donald J. Boudreaux
American Institute for Economic Research
12 de junio del 2023

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es donald j. boudreaux, american institute for economic research, capitalism, June 12, 2023. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

En el 2004, en mi blog Café Hayek puse una serie de comentarios titulados “Limpiado por el Capitalismo.” Cada comentario describe -y típicamente acompañado de la foto de- un producto moderno pagadero y familiar, que hace del ambiente inmediato de humanos algo más limpio, más seguro, y más placentero. Cada uno de esos bienes es hecho asequible para las masas por mercados competitivos innovadores.

LIMPIADO POR EL CAPITALISMO

Un ejemplo es el bombillo. Como hice ver en mi blog,

“Antes del bombillo eléctrico, la gente en la noche usaba lámparas de gas (que eran peligrosas), lámparas de combustible (que eran peligrosas y sucias), y -durante la mayor parte del tiempo previo al siglo XX- candelas (que también eran peligrosas y sucias).


El bombillo no sólo brinda una luz confiable y amplia, lo hace así sin contaminar nuestros hogares, lugares de trabajo, y sitios internos para descansar. Y, siendo mucho más seguro que las candelas, lámparas que queman combustible, o lámparas de gas, es mucho menos posible que los bombillos inicien incendios – fuegos que no sólo acababan con los edificios donde empezaban, sino, también, arriesgaban con quemar edificios de los alrededores.”


Mi serie tiene tres fines relacionados. El primero explica que el ambiente relevante para la humanidad no es sólo el ambiente al aire libre y el a menudo distante en que hoy pensamos cuando encontramos esa palabra. El ambiente de los humanos incluye más que sólo cosas como el aire libre que respiramos, la condición de los océanos y de la tundra lejana, y la temperatura promedio del globo; también, el ambiente de los humanos incluye la limpieza de los edificios en que vivimos, los muebles en que nos sentamos y dormimos, la ropa que usamos, y las comidas que comemos.

El segundo propósito de mi serie es documentar, usando ejemplos de nuestra vida cotidiana moderna, la practicidad de innumerables formas en que mercados capitalistas innovadores limpian nuestros ambientes personales de la suciedad y peligros que constituyen una amenaza mucho más grande y más inmediata para nosotros, de lo que hacen el calentamiento global y otras condiciones ambientales hoy regularmente presentados en las noticias.

El tercer objetivo es estimular a los lectores a comprender que, si bien de hecho la producción capitalista emite contaminantes en el aire y agua, también -y durante el proceso- produce bienes que hacen que nuestra vida diaria sea menos contaminada. Cualesquiera sean los costos de los efectos ambientales “vistos” de la producción industrial -efectos como emisiones de carbono y riesgo de derrames de petróleo- estos efectos deben ponderarse contra los beneficios, incluyendo los beneficios ambientales no vistos de las mismas actividades industriales, que tienen como producto derivado esos efectos ambientales “vistos.”

No hay duda que el ambiente en que viven los humanos modernos es inmensurablemente más limpio, más seguro, y más placentero de lo que era el ambiente sucio y peligroso en que vivieron todos nuestros ancestros preindustriales.

ENSUCIADOS POR EL SOCIALISMO

Pero, en este frente no todas las noticias son buenas. Mientras empresarios innovadores en mercados capitalistas diariamente desarrollan nuevos bienes y servicios para hacer nuestras vidas más limpias y seguras, funcionarios de gobierno están trabajando crecientemente para revertir esa mejora ambiental. Irónicamente, mucha de dicha acción gubernamental se hace en nombre de mejorar el ambiente. Esta realidad abrumadora se hizo recientemente presente en mi casa mediante un correo electrónico de mi amigo Andy Morriss, un profesor en Texas A&M.

Andy -quien sabe de la serie de Café Hayek, “Cleaned by Capitalismo” -estaba en Londres haciendo una investigación en la Biblioteca Británica. Él se vio impulsado por la experiencia para enviarme este coreo electrónico:

“Estoy esta semana en la Biblioteca Británica haciendo una investigación. Ellos tienen lo que parece ser orinales sin agua, con el resultado predecible de que los baños de los hombres hieden de orina. Así que ¡usted debería agregar ‘Ensuciado por el Socialismo’ a la serie!”


Por desgracia hay suficientes ejemplos del gobierno ensuciando nuestro ambiente como para hacer de la idea de Andy una excelente. Pronto empezaré la serie. Y los orinales sin agua son un ingreso inaugural ideal. Hablo por experiencia personal, pues hace varios años se instalaron orinales sin agua en muchos de los baños para hombres, en la ciudad universitaria de la Universidad George Mason, en Fairfax, Virginia. En un par de meses estos baños para hombres estaban sucios, con un olor de orina detectable incluso antes de ingresar a la instalación. Así que, en efecto, el agua fue “ahorrada” al evitar dejar ir el baño, pero este “ahorro” llegó al costo elevado de hacer que el aire de los baños de hombres y superficies de los orinales fuera innecesariamente repulsivos y sucios.

Por algún milagro, en su momento George Mason reemplazó los orinales sin agua con otros con el agua apropiada. La mejora es notoria y bienvenida.

Otro ejemplo de “Ensuciado por el Socialismo” son los tubos, aspersiones, y excusados de bajo chorro de agua ordenados por el gobierno. En el mejor de los casos, estos instrumentos de bajo flujo simplemente fallan en lograr su propósito de ahorrar agua, cuando la gente -para compensar los chorros menores- mantiene abiertos los tubos y aspersiones, así como deja ir los baños múltiples veces. Pero, debido a que la presión del agua, además del volumen, contribuye positivamente a limpiar las manos, cuerpo e interiores de los excusados de uno, nosotros y nuestros baños no se limpian tanto con instrumentos de bajo flujo, como sería con aquellos de chorros mayores.

O, considere una nueva propuesta del departamento de Energía de Estados Unidos que exige a manufactureros de lavadoras automáticas de platos -según reportó el Wall Street Journal- “recortar el uso de agua en un tercio, limitando las máquinas a 3.2 galones por ciclo, debajo del límite federal actual de cinco galones. Los nuevos artefactos deben recortar simultáneamente, el uso anual estimado de energía en casi un 30%.” Como lo explica el Cuerpo Editorial del Journal. “de la manera más dura los estadounidenses han aprendido que reglas de eficiencia más estrictas en artefactos ya eficientes, se traducen en costos mayores, inconveniencia, y, en última instancia, desperdicio.”

Regulaciones como esta, por supuesto, también hacen que nuestros ambientes inmediatos se ensucien y, por tanto, sean menos sanos. Como graciosamente los Editores del Journal ponen el tema a sus lectores: “¿Disfrutó usted del espagueti de anoche, aún pegado al plato? Ahora lo puede probar dos veces.”

Tristemente, pero predecible, nuestros amos en Washington no están contentos con empeorar aún más el desempeño de nuestras lavadoras de platos. De nuevo, el Cuerpo Editorial del Wall Street Journal da en el clavo:

“En meses recientes, el departamento de Energía ha propuesto o finalizado sancionar nuevas normas para hornos, micro hondas, refrigeradoras, y máquinas para lavar (alístese para ropa aún más mohosa). Ellas vienen encima de regulaciones para cocinas, acondicionadores de aire, y bombillos. En diciembre, la Casa Blanca alardeó que había tomado más de 110 acciones de eficiencia para “artefactos y equipo,” como si frustrar la experiencia cotidiana de millones de hogares estadounidense es de alguna manera un asunto de orgullo.”


Así que, solicito su ayuda para mi serie pronto a ser lanzada, en el Café Hayek, titulada “Ensuciado por el Socialismo.” ¿En qué otras formas las regulaciones gubernamentales e histeria ambiental operan para hacer que los ambientes en nuestras casas, sitios de trabajo, escuelas, lugares para juegos, y vehículos, sean menos limpios e higiénicos de lo que de otra manera lo serían? Por favor, envíenme por correo electrónico sus sugerencias a dboudrea@gmu.edu.

Donald J. Boudreaux es compañero sénior del American Institute for Economic Research y del Programa F.A. Hayek para el Estudio Avanzado en Filosofía, Política y Economía del Mercatus Center; miembro de la Junta Directiva del Mercatus Center y es profesor de economía y anterior jefe del departamento de economía de la Universidad George Mason. Es autor de los libros The Essential Hayek, Globalization, Hypocrites and Half-Wits, y sus artículos aparecen en publicaciones tales como el Wall Street Journal, New York Times, US News & World Report, así como en numerosas revistas académicas. Él escribe un blog llamado Café Hayek y es columnista regular de economía en el Pittsburgh Tribune-Review. Boudreaux obtuvo su PhD en economía en la Universidad Auburn y un grado en derecho de la Universidad de Virginia.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.