EL DEBATE DE LA GENERACIÓN SOCIALISTA

Por Michael Munger
American Institute for Economic Research
30 de Mayo del 2023

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es michael munger, american institute for economic research, socialist, May 30, 2023. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

La generación actual de gente joven simpatiza mucho más con el socialismo que gente de mayor edad, y simpatiza aún más que gente ahora mayor, quien, en aquel entonces, era joven. No estoy hablando tan sólo del viejo sedante de que los jóvenes corazones socialistas se convierten en viejos cerebros capitalistas; la gente joven de hoy simpatiza más con el socialismo que en cualquier otro momento desde que se han conducido encuestas. La cuestión de cómo pensar acerca de la organización básica de la sociedad puede ser llamada “El Debate de la Generación Socialista.”

Al oír las afirmaciones de personas que abogan por el socialismo han sacado un debate más viejo, uno que parecía resuelto, pero que ha reemergido. Este es el “Debate del Cálculo Socialista,” que encaró la cuestión de cómo una economía centralmente planificada podía obtener la información necesaria para asumir la miríada de elecciones de producción, y beneficios y costos de recursos, necesaria para “manejar” una economía. Es posible identificar una cantidad de historias acerca del origen del debate, pero una sensata es la obra de Enrique Barone, quien buscó llevar las soluciones Walrasianas abstractas al problema del equilibrio general y mostrar cómo un enfoque planificador puede ponerse en práctica, sin el uso de precios generados por mercados competitivos.

Luego de 1919, el problema de cómo organizar una economía planificada en un país grande no fue más una hipótesis, pues la naciente Unión Soviética tenía que resolver ese problema en un sentido concreto. Una cantidad de economistas políticos, matemáticos, y teóricos sociales, asumió el problema, usando una diversidad de herramientas, la mayoría salvajemente inapropiadas para la tarea a mano. Un pensador en particular, Otto Neurath publicó un artículo en 1919 titulado “Desde una Economía de Guerra hacia una Economía en Especie.” La frase “en especie” implicaba un sistema sin dinero, en que los bienes y servicios eran suplidos “en especie” en vez de dinero, con base en la necesidad de los miembros de la sociedad según la doctrina socialista.

Con un reconocimiento profético de la esencia del problema, Ludwig von Mies escribió un artículo titulado “Economic Calculation in the Socialist Commonwealth” [“El cálculo económico en el sistema socialista.”] El desafío del artículo consistía en requerir que impulsores del socialismo aplicaran sus críticas del capitalismo -incluyendo concentraciones de poder, carencia de información, y escasez- a una economía planificada y mostraran específicamente cómo la planificación lo podía hacer mejor.

Mises expandió y refinó su argumento en su libro de 1922, El Socialismo. Antes de las contribuciones de Mises, el debate inicial había sido acerca de “la pregunta de J.S. Mill”: ¿es la gente lo “suficientemente buena” para el socialismo? Dado que los ciudadanos necesitarán motivarse para servir al bien público, en vez de perseguir su propio autointerés individual, “nosotros” necesitamos crear un “nuevo hombre” para que pueble este nuevo mundo mejor. Pero, Mises redirigió el debate en una dirección más técnica: ¿Es posible para un sistema no de mercado hacer todos los “cálculos” necesarios que le hagan capaz de lograr resultados tan buenos como aquellos provistos por un sistema de mercado, que genera precios como medida de los costos de oportunidad?

Resulta que la forma en que Mises se tradujo fue, y es, desafortunada. El título original de su artículo de 1920 era “Die Wirtschaftsrechnung im sozialistischen Gemeinwesen.” La palabra “Wirtschaftsrechnung” puede traducirse como “la aritmética económica,” así que “cálculo” no es incorrecto. Pero, hasta una lectura superficial de Mises, y de expositores posteriores como F.A. Hayek, revela que el problema no es “calcular” la solución al conjunto de ecuaciones en que los datos son dados; todo el punto del proceso de mercado es que el intercambio en un sistema ejecutable de derechos de propiedad genera los datos que el sistema luego puede usar para coordinar los planes y propósitos conflictivos de millones de personas, en ubicaciones geográficamente muy apartes.

Esta aparente elección no importante de una palabra -deseo que Mises hubiera usado una forma de “Generieren,” o “que genera,” en vez de ella- a partir de ese momento ha creado grandes dificultades. Después de todo, si los datos son dados, pero están dispersos, lo que se necesita es poder de computación. Y, sin que sorprenda, así es exactamente cómo los oponentes de Mises interpretaron su argumento. Como (sarcásticamente) lo puso Oskar Lange:

“Ciertamente los socialistas tienen una buena razón para estar agradecidos con el profesor Mises, el gran advocatus diabol [abogado del diablo] de su causa. Pues fue su desafío poderoso lo que obligó a los socialistas a reconocer la importancia de un sistema adecuado de contabilidad económica, que guía la asignación de recursos en una economía socialista… Tanto como una expresión de reconocimiento por el gran servicio por él rendido y como recuerdo de la importancia primordial de una contabilidad económica sólida, una estatua del profesor Mises debería ocupar un lugar honorable en el gran salón del Ministerio de la Socialización o en la Oficina de Planificación Central del estado socialista.”

Es un poco como aquella escena de “Tiburón.” Lange y otros socialistas se asomaron, vieron el desafío enorme y aterrador de Mises, y, luego, regresaron al Ministerio de Planificación Central, y dijeron, “Ustedes van a necesitar un computador más grande.”

Esta interpretación equivocada del problema del cálculo “Misiano” persiste hoy, y está empeorando. El economista del MIT, Daron Acemoglu, recientemente tuiteó la pregunta que está en muchas mentes acerca del conocimiento y el poder computacional.

Lo que Acemoglu llama el “argumento de Hayek” es, en realidad, el argumento de Mises, reinterpretado a través de la explicación Hayekiana del papel de los precios en transmitir información acerca de la escasez relativa. Observe: Si el problema es de “cálculo,” entonces, la pregunta de Acemoglu es perfectamente apropiada. El socialismo no es imposible, está tan sólo limitado por la habilidad de la sociedad para reproducir la función del sistema de precios, reunir datos dispersos y llevar a cabo y actualizar los cálculos muy rápidamente. Pero, eso significa que la función de los mercados es esencialmente mecánica, y que no hay nada en principio, con suficiente poder computacional, que impida a expertos económicos resolver este problema.

Pero… ¡espere, deténgase, no lo haga! El problema no es el cálculo de datos dados, sino la generación de los datos que se requerirían, pero que aún no existen. Un ejemplo dejará claro por qué esto es cierto.

Suponga que nuestra sociedad tiene información perfecta acerca de la cantidad, calidad, y ubicación de todos los recursos disponibles en cada granero, clóset, cada rincón y grieta de la economía. Toda esta información está almacenada en una computadora infinitamente rápida, dando a entender que las computaciones se llevan a cabo al instante, con cero retrasos.

Una cosa que tenemos que decidir es cómo producir un artículo. Hay dos procesos de producción, uno requiere diez libras de hierro, y otro requiere una onza de oro. ¿Cuál deberíamos seleccionar?

Recuerde, sabemos todo lo que Lange y los socialistas piensan que necesitamos saber. Pero, ellos estaban, y están, muy equivocados acerca de eso. El factor limitante no es el poder de cálculo, es la capacidad de un sistema para generar información. Lo que necesitamos saber es qué recurso tiene un costo de oportunidad mayor, diez libras de hierro o una onza de oro. El problema es fácilmente resuelto por los precios, así que, ¿por qué no usar las computadoras para calcular precios?

Ahí está el problema. Los precios no son dados; ellos no son insumos para la decisión de asignación. Los precios son el resultado de millones de personas, alrededor del mundo, eligiendo y reaccionando simultáneamente a la retroalimentación que revelan precios, que se ajustan dinámicamente acerca de las consecuencias de elecciones de parte de otros. El “valor” del hierro y el oro es la consecuencia agregada de una interacción imposiblemente compleja de valoraciones subjetivas de bienes e insumos.

La información requerida para “calcular” la elección correcta literalmente no existe hasta que se permite que el proceso de mercado genere información acerca de los costos relativos de oportunidad de los diversos recursos. Tener las cantidades de recursos en una base de datos le dice muy poco. Sólo el hecho de que una onza de oro cuesta más, en términos de valor dejado de percibir, responde la pregunta. Pero, esa información no es calculada por los mercados, es generada por los mercados. Es en su totalidad una cosa distinta.

Por estas dos razones -la nueva generación y sus simpatías socialistas desinformadas, y la necesidad de dejar de enfatizar el cálculo mecánico pues induce al error- propongo que, a partir de ahora, hagamos un esfuerzo por referirnos a esta controversia como “El Debate de la Generación Socialista.” El problema no puede resolverse con computadoras más rápidas, o inteligencia artificial. El socialismo no es una alternativa viable al proceso de mercado, y necesitamos formular ese caso con mayor persuasión, y usar las palabras que en realidad transmitan lo que damos a entender.

Michael Munger es profesor de Ciencia Política, Economía y Política Pública en la Universidad Duke y compañero sénior del American Institute for Economic Research. Sus títulos son de Davidson College, Washington University en St. Louis y Washington University. Los intereses de investigación de Munger incluyen regulación, instituciones políticas y economía política.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.