EL MITO ACERCA DE LA DESIGUALDAD Y ESTANCAMIENTO DE ESTADOS UNIDOS

Por Donald J. Boudreaux
American Institute for Economic Research
25 de mayo del 2023

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es donald j. boudreaux, american institute for economic research, inequality, May 25, 2023. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

En el 2023 no es difícil darse cuenta que funcionarios de gobierno e intelectuales de la derecha política están recientemente uniendo voces con funcionarios de gobierno e intelectuales de la izquierda política, en demanda de un mayor control gubernamental de la economía. Por supuesto muchos detalles de las intervenciones propuestas por conservadores difieren de aquellas propuestas por progresistas. Por ejemplo, en su banquete de intervenciones favoritas, es menos posible que los conservadores, comparados con los progresistas, desplieguen políticas orientadas a luchar contra el cambio climático. También, los nombres que los conservadores adosan a sus esquemas intervencionistas difieren de las etiquetas favorecidas por los progresistas. Muchos conservadores de hoy mercadean sus intervenciones bajo la etiqueta vulgar de “capitalismo del bien común,” mientras que progresistas se inclinan hacia marcar sus diseños con alguna variación de la palabra “equitativo.”

Pero, en la raíz del anhelo, tanto del conservador como del progresista, por infundir al estado con aún mayor poder sobre la economía, está la creencia de que, por décadas, la economía estadounidense sólo ha servido a lo súper ricos, a la vez que deja “atrás” a los estadounidenses ordinarios. La afirmación de que los estadounidenses de la clase media y pobre han estado estancados económicamente durante décadas, mientras los ricos ambiciosos, alejados de la realidad, hacen un festín con los despojos del abrazo depredador del “fundamentalismo de mercado” y del “neoliberalismo,” se repite tan a menudo y ampliamente a través del espectro ideológico, que es tomada por ser un hecho tan irrefutable como lo es la proposición de que 2+2=4.

Pero, esta afirmación acerca de la economía no es simplemente discutible, sino plenamente falsa, tal como es sabido por cualquier persona de mente abierta que pone atención a más que encabezados, clics y ruidos en la red, y peroratas políticas. Tan temprano como mediados de los noventas, el economista Michael Cox y su coautor Richard Alm empezaron a desenmascarar la ya, para aquel entonces, sabiduría convencional, de que, empezando a mediados de los setentas, la economía estadounidense le estaba fallando a todo el mundo, excepto a los súper ricos. El libro de Cox y Alm de 1999, Myths of Rich & Poor, es un clásico temprano y aún relevante que desacredita esta sabiduría convencional.

Esta desmitificación continuó su ritmo en el siglo XXI, con una investigación cuidadosa y bien documentada de (entre otros) William Cline, Terry Fitzgerald, el fallecido Steve Horwitz, Scott Lincicome, Mark Perry, Alan Reynolds, Stephen Rose, Bruce Sacerdote, Michael Strain, y Scott Winship. Esta investigación prueba, incluso más allá de dudas irracionales, que estadounidenses de ingresos pobres y medios han disfrutado, en el curso de décadas recientes, de ganancias substanciales en ingreso y bienestar real. El tema recurrente familiar, al menos cuando se aplica a Estados Unidos, de ricos enriqueciéndose más, de pobres empobreciéndose más, y clases medias haciendo aguas, es demostrado falso por cantidades devastadoramente grandes de evidencia empírica.

Tal evidencia continúa acumulándose, y en ninguna otra parte es más impresionante que en el brillante libro del 2022, de Phil Gramm, Robert Ekelund y John Early, The Myth of American Inequality. (Divulgación total: Bob Ekelund, en los años ochenta en la Universidad Auburn supervisó mi tesis doctoral. Yo y él somos amigos y juntos hemos sido coautores de artículos.)

Este volumen está relleno, de principio a fin, con conclusiones empíricas documentadas impecablemente, acompañadas de explicaciones directas de cómo se ensamblaron los datos que apoyan estas conclusiones y que significan. Es un tour de force de investigación. Recomiendo que todo mundo lea cada una de sus páginas. Pero, para quienes de ustedes no leen el libro -o para convencer a aquellos de ustedes que se mantiene al margen de leerlo, lo hagan una realidad- abajo, y continuando en mi siguiente columna, hay un resumen de algunos de los más importantes hallazgos de Gramm, Ekelund, y Early (GEE por sus siglas en inglés).

Convincentemente, GEE muestran que la mayoría de la incomprensión acerca de cambios en el tiempo en el bienestar económico, tanto de estadounidenses no ricos como ricos, surge de dos importantes fallas en el procesamiento y ensamble de datos económicos. La primera de estas dos fallas importantes es el fracaso de la Oficina del Censo de agregar a los ingresos de estadounidenses de menores ingresos, muchos de los beneficios económicos transferidos por el gobierno, a la vez que, simultáneamente, fracasa en substraer de los ingresos reportados de estadounidenses de mayores ingresos, las cantidades que pagan en impuestos. La segunda de estas fallas importantes es la práctica frecuente de ajustar por la inflación usando el Índice de Precios al Consumidor – un índice conocido por subestimar substancialmente por casi 30 años la tasa de inflación.

Hay, en adición a estas fallas importantes, otras fuentes de malentendido, como concluir erróneamente que, lo que le sucede a un promedio (por ejemplo, el salario por hora del trabajador promedio de la manufactura), describe necesariamente lo que les sucede a individuos de carne y hueso. Sin embargo, limpiar los datos de los muchos errores causados sólo por estas dos mayores fallas, revela un panorama más agradable de la condición económica de los estadounidenses ordinarios.

En la Introducción de ellos, GEE resumen sus hallazgos claves:

“Notablemente, la Oficina del Censo elige medir sólo $0.9 billones de aquellos $2.8 billones en pagos de transferencias gubernamentales, como ingresos para quienes reciben esas transferencias, contando sólo ocho de los más de cien programas federales de transferencias de pagos y sólo un número selecto de programas de pagos de transferencias locales. Excluidos de la medición del ingreso de los hogares hay alrededor de $1.9 billones en transferencias gubernamentales – programas como créditos impositivos reembolsables, en que los beneficiarios reciben cheques del ministerio de Hacienda; bonos para alimentos, por los que los beneficiarios adquieren comida con tarjetas de débito emitidas por el gobierno; y numerosos otros programas, como Medicare y Medicaid, en que el gobierno paga directamente las cuentas de los beneficiarios.

Los estadounidenses pagan $4.4 billones al año en impuestos federales, estatales, y locales, 82% de los cuales es pagado por el 40 por ciento más alto de generadores de ingresos. Aun cuando la mayoría de hogares nunca ve este dinero, debido a que es retenido de sus cheques de salarios, al medir la desigualdad del ingreso, la Oficina del Censo no reduce el ingreso familiar por el monto de impuestos pagados.

El resultado neto es que, en total, la Oficina del Censo elige no medir el impacto de más de un 40 por ciento de todo ingreso, que es ganado en pagos de transferencias o perdidos en impuestos. El proceso de recolección de datos por el Censo es el mejor del mundo, pero los supuestos que hace en relación con qué medir como ingreso, distorsiona toda medición estadística que incorpora en su medición de ingreso. La Oficina del Censo está midiendo exactamente lo que ha elegido medir, sin embargo, no está midiendo las cosas correctas.”

Así, ¿qué sucede con el panorama de los ingresos de estadounidenses cuando tomamos en cuenta plenamente los pagos de transferencias del gobierno y los impuestos? He aquí un resultado feliz:

“[C]uando usted toma en cuenta todas las transferencias como ingreso para las familias que reciben los pagos, el número de estadounidenses que vive en pobreza en el 2017 se desploma del 12.3 por ciento, el número oficial del Censo, a sólo un 2.5 por ciento.”

Y, aquí hay otro:

“[C]uando usted incluye todos los pagos de transferencias e impuestos, y mira los cambios en la desigualdad del ingreso a lo largo del tiempo, usted encuentra que la desigualdad no está aumentando. De hecho, ha caído en un 3.0 por ciento desde 1947, comparada con el 22.9 por ciento de aumento mostrado en la medición del Censo.”

Un ajuste ulterior de los ingresos de las familias -en especial al incluir el valor de los beneficios pagados por el patrono (que también erradamente la Oficina del Censo excluye de sus datos acerca del ingreso)- conducen a GEE a esta conclusión razonable:

“[E]s mucho más difícil argüir que el quintil superior de los hogares obtiene demasiado y que el quintil inferior obtiene muy poco, cuando el más alto obtiene 4.0 veces ese tanto, en vez de la medida oficial del Censo de 16.7 veces ese tanto.”

El panorama se hace aún más agradable al tomarse en cuenta el hecho que los hogares de ingreso superior por lo general tienen más miembros de los que tienen los hogares de menor ingreso; específicamente hoy, los hogares en el quintil de ingreso superior tienen un promedio de 3.10 miembros, mientras que las familias en el quintil de ingreso inferior tienen un promedio de sólo 1.69 miembros:

“En una base per cápita, el quintil superior tiene sólo 2.2 veces tanto ingreso por persona que vive en el hogar que el quintil inferior, una diferencia considerablemente menor que los 4.0 veces ese tanto sin ajuste alguno por el tamaño de la familia. Pero, el hallazgo impactante es que, en una base per cápita, la familia promedio del quintil inferior recibe más de un 10 por ciento más que el promedio de la familia del segundo quintil e ¡incluso un 3 por ciento, más que la familia promedio de ingreso medio!

En lo que llaman “el hallazgo impactante,” correctamente GEE arguyen es evidencia de que los pagos de transferencias del gobierno empañan los incentivos para trabajar de muchos estadounidenses – empañamiento que es posible que impida a través del tiempo a estas cifras de ingreso familiar ser más alentadoras de lo que ya son.

¿Y qué acerca de la pobreza absoluta? GEE dejan claro que en Estados Unidos ha sido casi eliminada del todo:

“Entre familias definidas como pobres, el hambre ha sido virtualmente eliminada, también, la vivienda inadecuada casi que ha desaparecido, y las comodidades de la vida diaria se han expandido. Estos datos constituyen una verificación definitiva, independiente, de la vasta reducción histórica de la pobreza, desde un 17.3 por ciento de nuestra población al empezar la Guerra contra la Pobreza a sólo un 2.5 por ciento en el 2017.”

Estos hechos positivos acerca de la economía estadounidense, como aquellos que reportaré en mi siguiente columna, no son bienvenidos por profesores, comentaristas, y políticos a los que les pica sujetar la economía a un mayor control gubernamental. Si la economía va bien para casi todos los estadounidenses, en vez de sólo a los súper ricos -si la desigualdad en el ingreso no es muy elevada o está creciendo- si la pobreza absoluta está casi conquistada- colapsa el caso a favor de intervenciones tales como redistribución del ingreso, política industrial, y un estado asistencialista más grande. Así que hechos como esos que son ampliamente reportados por Phil Gramm, Bob Ekelund, y John Early, han de ser descartados o ignorados. Descartar estos hechos es casi imposible, en el tanto sean ensamblados con integridad académica en un panorama convincente del éxito económico de Estados Unidos. La única opción que queda es ignorarlos – una opción que los lectores de esta columna confío no elegirán.

Donald J. Boudreaux es compañero sénior del American Institute for Economic Research y del Programa F.A. Hayek para el Estudio Avanzado en Filosofía, Política y Economía del Mercatus Center; miembro de la Junta Directiva del Mercatus Center y es profesor de economía y anterior jefe del departamento de economía de la Universidad George Mason. Es autor de los libros The Essential Hayek, Globalization, Hypocrites and Half-Wits, y sus artículos aparecen en publicaciones tales como el Wall Street Journal, New York Times, US News & World Report, así como en numerosas revistas académicas. Él escribe un blog llamado Café Hayek y es columnista regular de economía en el Pittsburgh Tribune-Review. Boudreaux obtuvo su PhD en economía en la Universidad Auburn y un grado en derecho de la Universidad de Virginia.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.