LA POLÍTICA MONETARIA Y ESA ANTIGUA RELIGIÓN FISCAL

Por Bryan Cutsinger & Louis Rouanet
American Institute for Economic Research
26 de marzo del 2023

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es bryan cutsinger & louis rouanet, american institute for economic research, fiscal, March 26, 2023. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

Una vez más, el debate existente acerca de un tope a la deuda ha llevado al frente de la discusión pública las preocupaciones sobre la sostenibilidad de la política fiscal de Estados Unidos. Si bien puede ser tentador culpar los actuales problemas presupuestarios resultantes de la juerga de gastos del gobierno federal por la pandemia, los problemas son mucho más fundamentales. Surgen de la creencia extendida de que el gobierno federal es responsable de administrar la economía.

En vez de sumirnos en el debate actual acerca de los méritos de elevar el tope a la deuda, deseamos dar un paso hacia atrás para encarar preguntas más básicas: ¿cómo fue que llegamos hasta ahí y, más importante, qué podemos hacer acerca de ello?

Antes de la adopción de un dinero fiduciario, la adherencia al patrón oro clásico significaba que la política fiscal anticíclica tenía poco o ningún efecto sobre la economía. Si los políticos trataban de aumentar el gasto total corriendo grandes déficits fiscales, aumentaría la salida de oro, neutralizando el efecto del gasto deficitario. Es más, ejecutar grandes déficits aumentaba el riesgo de suspender el patrón oro. Al aumentar tal riesgo, también lo hacia el precio de pedir dinero prestado en los mercados internacionales de capital. Dado todo esto, no debería sorprender que Estados Unidos no tuviera déficits perpetuos bajo el patrón oro clásico.

Reforzando la limitación de la restricción del patrón oro al dispendio fiscal estaba lo que el ganador del premio Nobel en Economía James M. Buchanan y Richard Wagner llamaron la antigua religión fiscal: la creencia extendida de que el gobierno debería balancear su presupuesto. Para quedar claros, había momentos en que el gobierno necesitaría correr un déficit elevado, tal vez durante una guerra, pero, la creencia popular era que el gobierno debería repagar esa deuda rápidamente.

¿Cómo fue que pasamos de esa antigua religión fiscal a dónde hoy estamos?

La desaparición del patrón oro clásico al inicio de la Primera Guerra Mundial jugó una parte. Sin el mecanismo de ajuste automático brindado por los flujos de oro, recayó en la Reserva Federal asegurar que el gasto total permaneciera estable. Cuando la Reserva Federal falló en hacerlo en 1929, la economía colapsó.

Si bien economistas ofrecieron un rango amplio de explicaciones de lo que había sucedido, una respuesta destacó ante el resto. John Maynard Keynes, uno de los principales economistas del mundo en aquel tiempo, arguyó que las economías de mercado eran propensas a crisis frecuentes, y que, sin una política fiscal anticíclica, no había garantías de que tales economías regresarían al pleno empleo. Según Keynes y sus seguidores, la solución era que los gobiernos tuvieran déficits durante las recesiones económicas a fin de elevar el gasto total en la economía, y, después, pagar de vuelta el dinero pedido prestado luego de que la economía se recuperaba. La idea llegó a conocerse como financiamiento funcional.

Esta idea puede sonar familiar. Funcionarios electos a través del espectro político continúan justificando el gasto gubernamental basados en que eso estimulará la economía. Por supuesto, a menudo ignoran la segunda parte de la receta de Keynes: ¡pagar de vuelta el dinero pedido prestado!

En Democracy in Deficit [Déficit del sector público y democracia: el legado de Lord Keynes], Buchanan and Wagner explican por qué no debería sorprendernos que políticos se refieran selectivamente a la receta keynesiana: el financiamiento funcional no es compatible con los incentivos. Los políticos pueden mejorar sus posibilidades electorales con un gasto deficitario, y tienen poco por ganar elevando impuestos o recortando el gasto.

Cualesquiera que sean los méritos del financiamiento funcional, en la práctica creó un sesgo hacia el gasto deficitario. Al no estar restringidos por el patrón oro y sin el peso de la antigua religión fiscal, los presupuestos balanceados cedieron el camino a déficits perpetuos, cuando los políticos usaron el razonamiento keynesiano para justificar todo tipo de gasto gubernamental, con poca preocupación sobre cómo pagar por aquél. Es así como llegamos a estar adonde hoy estamos.

¿A partir de esto hacia dónde vamos?

Desde nuestro punto de vista, la antigua religión fiscal dominaba debido a que el patrón oro restringía a los políticos.
Una vez que el sistema colapsó, la antigua religión fiscal no era posible. Si nuestra idea es correcta, una restauración de la antigua religión fiscal es poco posible que suceda sin las restricciones monetarias necesarias para apoyarla.

En ningún momento parece posible un pronto retorno al patrón oro. Sin embargo, tener como objetivo el ingreso nominal puede restaurar potencialmente la antigua religión fiscal. Como el patrón oro clásico, este enfoque estabiliza el gasto total en la economía, haciendo que la política fiscal anticíclica sea innecesaria e inefectiva.

Bajo un régimen que tenga como objetivo el ingreso nominal, los políticos no pueden justificar el gasto deficitario al señalar la necesidad de estimular el gasto total de la economía. Si trataran de hacer eso, la reducción compensatoria en el gasto total, causada por un descenso en la oferta de dinero, obstaculizará sus esfuerzos. Tampoco habrá tantos llamados para que el “gobierno haga algo” en respuesta a recesiones, pues es posible que ocurran menos recesiones bajo un régimen que tiene como objetivo el ingreso nominal.

Por supuesto, establecer un régimen que tenga como objetivo el ingreso nominal es más fácil de decir que de hacer. Hacerlo requerirá una regla monetaria genuina, la cual ha sido elusiva por mucho tiempo. No obstante, el objetivo del ingreso nominal puede ponernos de regreso en el camino de la antigua religión fiscal. Desde nuestro punto de vista, es un objetivo que bien vale la pena perseguir.

Bryan Cutsinger es profesor asistente de economía en la Escuela Norris-Vincent de Negocios en la Universidad Estatal de San Angelo, Texas, en donde también sirve como director asistente del Instituto de Mercado Libre en la Universidad Texas Tech. El foco de investigación del Dr. Cutsinger es historia monetaria y economía política. Su trabajo académico se ha publicado en importantes revistas económicas, incluyendo Economics Letters, el European Review of Economic History, Explorations in Economic History, Public Choice, y el Southern Economic Journal. Sus escritos populares han aparecido en el National Review, el Wall Street Journal y el Washington Examiner. El Dr. Cutsinger recibió su licenciatura en economía en la Universidad de Colorado en Boulder, y su maestría y doctorado en la Universidad George Mason, en donde se le otorgó el Premio William P. Snavely por Logro Destacado en Estudios de Posgrado en Economía.

Louis Rouanet es profesor asistente en la Universidad de Kentucky Occidental en el departamento de Economía. El Dr. Rouanet recibió su PhD. en economía en la Universidad George Mason.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.