En este segundo artículo relacionado con el que traduje el día de ayer, el economista Donald Boudreaux hace una importante crítica a Adam Smith en su propuesta para proceder gradualmente a desmantelar las limitaciones proteccionistas al comercio. Y aboga, en contrario, para que tal eliminación se haga lo más pronto posible, sin dilación. Muy interesante e incluso actual en nuestro medio, ante la oleada politiquera a favor del proteccionismo agrícola, que tanto daño causa y ha causado a los consumidores del país, en especial los de menos recursos.

NO SE TARDE EN ELIMINAR ARANCELES Y OTRAS MEDIDAS PROTECCIONISTAS

Por Donald J. Boudreaux
American Institute for Economic Research
25 de marzo del 2023

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es donald j. boudreaux, american institute for economic research, protectionist, March 25, 2023. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

En mi columna anterior identifiqué algunas políticas iliberales que, si bien deseo que nunca ninguna hubiera sido puesta en vigencia, ahora no las eliminaría directamente presionando un botón. Pero, también describí algunas otras políticas iliberales para las que de hecho lo haría, si pudiera, aboliendo todo con la presión de un botón.

Aquí describo otra política iliberal que, si tuviera el poder de hacerlo, la aboliría inmediatamente. Esa política es el proteccionismo económico. No lo dudaría y de inmediato apretaría un botón que eliminara todos los aranceles y otras barreras a la importación, así como subsidios, puestos en vigencia por el gobierno de Estados Unidos para propósitos diferentes de la promoción de la seguridad nacional.

Aquí mi discusión se confina a las políticas comerciales del gobierno de Estados Unidos. Siendo un estadounidense que vive en Estados Unidos, ellos son mi tierra natal, y por eso el gobierno de Estados Unidos, comparado con otros gobiernos, tiene un impacto desproporcionadamente grande sobre mi bienestar. Sin duda, si tuviera el poder para hacerlo, presionaría un botón que eliminara todas las barreras y subsidios alrededor del mundo; presionar tal botón sería algo glorioso. Pero, mi defensa del libre comercio para Estados Unidos no depende en forma alguna de políticas comerciales de otros gobiernos. Así que concentro mi discusión sobre la política proseguida por el gobierno de mi país natal.

¿Me marca como radical mi disposición de eliminar de inmediato, y de un solo golpe, todas las restricciones y aranceles impuestos por el gobierno de Estados Unidos?

Por supuesto que lo hace en cierto sentido. Una política de libre comercio unilateral y plena -exceptuando aquellas tarifas y subsidios legítimamente impuestos para propósitos de defensa nacional- es un extremo de un espectro, cuyo fin opuesto despliega una política de autarquía total. No puede encontrar justificación económica o ética sólida para estar en alguna parte de ese espectro diferente de su extremo de libre comercio unilateral y pleno.

También, al separarme de Adam Smith, mi disposición de eliminar de inmediato todas las medidas proteccionistas económicamente motivadas me marca como radical. Como yo, Smith endosó una política de libre comercio unilateral; pero, diferente a mí, Smith no eliminaría todos los aranceles existentes apretando un botón. Al menos en algunos casos, parece que Smith impulsaría que los aranceles se eliminen sólo gradualmente.

Estoy en desacuerdo con Adam Smith sólo raras ocasiones y nunca con ligereza. El conocimiento y sabiduría de Smith eran tan inmensos que un mortal ordinario no puede más que preocuparse cuando sus pensamientos no están plenamente de acuerdo con aquellos del Gran Escocés. No obstante, no me persuade el argumento de Smith de que algunas barreras injustas al comercio sólo se reduzcan gradualmente, en vez de inmediatamente. En efecto, como verá, no estoy convencido de que el mismo Smith fuera persuadido por sus argumentos en este asunto.

Al formular su caso en La riqueza de las naciones, a favor de eliminar gradualmente algunas barreras arancelarias, Smith primero expresa preocupación por los trabajadores afectados:

“Un caso discutible sobre hasta qué punto o de qué manera resulta correcto restaurar la libre importación de bienes extranjeros, después de haber sido interrumpida durante algún tiempo, ocurre cuando una industria específica, gracias a los altos aranceles o a las prohibiciones que afectan a los bienes extranjeros que compiten con su producción, se ha desarrollado y emplea a un gran número de trabajadores. Un sentido de humanidad puede en este caso exigir que la libertad de comercio sea restaurada sólo gradualmente, y con mucha reserva y circunspección. Si esos elevados aranceles y prohibiciones fueran suprimidos abruptamente, los bienes extranjeros similares entrarían tan rápidamente al mercado local que arrebatarían de inmediato su puesto de trabajo y sus medios de subsistencia a varios miles de personas. Es claro que ello ocasionaría una perturbación considerable.”

Aquí Smith muy claramente endosa el gradualismo. Pero, ahora lea la siguiente frase:

“Sin embargo, sería probablemente mucho menor de lo que normalmente se piensa, por las dos razones siguientes:”

La primera de las dos razones de porqué la remoción inmediata de restricciones al comercio “probablemente” no cause una “perturbación” excesiva, es que muchos manufactureros tienen grandes mercados de exportación. Smith aseveraba que un aumento súbito en las importaciones al país natal tendría poco efecto sobre el mercado de los productos de tales manufactureros y, por tanto, poco impacto sobre los trabajadores de esos manufactureros.

Por supuesto, no todos los manufactureros tienen mercado de exportación grandes. No se preocupen, parece decir Smith, pues hay una segunda y más fundamental razón para suponer que, si un gran número de trabajadores es despedido de sus empleos actuales por un alza súbita de importaciones, esos trabajadores encontrarán un nuevo empleo con suficiente facilidad:

“…aunque el restablecimiento de la libertad de comercio dejaría sin su trabajo habitual y sin sus medios normales de subsistencia a un gran número de personas, ello en absoluto quiere decir que les privaría de todo empleo y toda subsistencia.”

Smith da el ejemplo de una enorme liberación de fuerza de trabajo de los militares en 1763 al final de la Guerra de los Siete Años. Señaló que “no sólo no hubo una gran convulsión, sino que tampoco surgió un desorden sensible por un cambio tan grande en la situación de más de cien mil hombres.”

Smith escribe como si él mismo no creyera en su argumento de que los trabajadores sufrirán mucho si las restricciones al comercio se eliminaran de inmediato en vez de gradualmente.

¿Y qué pasa con los dueños de empresas e inversionistas que sufren como resultado de una liberalización del comercio? Smith rara vez mostró mucho aprecio por gente de negocios, viéndola como útil sólo porque, y en el tanto, ella desempeña un papel importante en permitir que la economía aumente las producciones de bienes y servicios para el consumo de las masas, Pero, al formular su caso contra la eliminación inmediata de restricciones comerciales, Smith inusualmente mostró una mayor preocupación por los empresarios que por los trabajadores. Él escribió:

“El empresario de una gran industria que se vea forzado a abandonar su negocio por la apertura súbita de los mercados a la competencia extranjera sufrirá sin duda considerablemente. La parte de su capital habitualmente invertida en la compra de materiales y pago de sus trabajadores podrá quizás sin mucha dificultad ser empleada de otra forma. Pero la parte que está fija en talleres y medios de trabajo difícilmente podrá ser liquidada sin una abultada pérdida. Una consideración equitativa de sus intereses, en consecuencia, requiere que todo cambio de este tipo nunca sea impuesto de golpe sino de forma lenta y gradual, y tras un largo plazo de advertencia.”

(Todas las citas de arriba vienen del Libro IV, Capítulo 2 de la obra maestra de Adam Smith, Investigación de la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones).

Después, sabiamente, Smith citó el lamento desafortunado de tales inversionistas -esto es, de inversionistas que, a causa de la liberalización comercial, sufrieron pérdidas de activos cuyos valores existían sólo por restricciones al comercio impuestas previamente - como razón para no imponer restricciones al comercio en una primera instancia.
Pero, Smith, sin embargo, no parece considerar la pérdida súbita de valor de esos activos como razón para no eliminar de inmediato las restricciones existentes al comercio.

Tomado en su plenitud, el caso de Smith contra eliminar algunas restricciones al comercio sólo gradualmente, en vez de una apretando un botón, es muy extraño. No sólo él, de inmediato, da marcha atrás, casi al punto de retractarse, al discutir el lamento de los trabajadores en empleos sujetos a competencia de importaciones, muestra súbitamente simpatía hacia la misma gente de negocios cuyo clamor venal por privilegios monopólicos pincha sin piedad a lo largo de toda La riqueza de las naciones.

Tal vez, en su expresión aquí de simpatía hacia gente de negocios protegidos, Smith estaba siendo chistoso. Me gustaría pensar que sí, pero no lo creo. En vez de ello, creo que en el pasaje arriba citado Smith ofreció un camino para reducir aranceles que él pensaba era políticamente práctico. Esto es, dado el odio cerval de Smith hacia gente de negocios que disfruta de privilegios monopólicos, es inimaginable que él realmente sintiera simpatía por ellos, cuando sufrían cualesquiera pérdidas resultado de una remoción inmediata de todas las restricciones arancelarias. Es más posible que, siendo un realista de mirada clara, esperando elevar los prospectos prácticos de tal remoción, Smith figurativamente se mordió su lengua y afirmó que, al menos algunas restricciones comerciales, deberían removerse sólo gradualmente. Smith no era alguien que permitiera que lo perfecto se interpusiera en el camino de lo bueno.

Cualquiera que sea su intención verdadera, no es convincente el caso intelectual y ético de Smith -en oposición a lo que es, tal vez, un caso políticamente práctico- para dar un giro gradual en vez de inmediato hacia el libre comercio. O, sea como sea, el caso no me convence a mí.

El comercio internacional es sólo una fuente de cambio económico. Otras fuentes incluyen cambios en la demografía, así como avances en tecnología, prácticas administrativas, comunicaciones, financiamiento, y distribución y logística. Y tales cambios se presentan incesantemente en un mercado dinámico y tan grande como el de Estados Unidos.
Felizmente, no hay llamados serios para que esos cambios de fuentes diferentes al comercio sólo se introduzcan gradualmente. Por tanto, no veo razón en economía o ética para destacar al comercio como fuente de cambios económicos que se pueden tolerar o justificar sólo si son introducidos poco a poco.

Como Adam Smith, preferiría que el comercio se liberalizara gradualmente en oposición a nada del todo. Pero, tal vez, a diferencia de él, si se me pusiera frente a un botón que eliminara de inmediato todo tipo de proteccionismo económico, lo presionaría con todo gusto.

Donald J. Boudreaux es compañero sénior del American Institute for Economic Research y del Programa F.A. Hayek para el Estudio Avanzado en Filosofía, Política y Economía del Mercatus Center; miembro de la Junta Directiva del Mercatus Center y es profesor de economía y anterior jefe del departamento de economía de la Universidad George Mason. Es autor de los libros The Essential Hayek, Globalization, Hypocrites and Half-Wits, y sus artículos aparecen en publicaciones tales como el Wall Street Journal, New York Times, US News & World Report, así como en numerosas revistas académicas. Él escribe un blog llamado Café Hayek y es columnista regular de economía en el Pittsburgh Tribune-Review. Boudreaux obtuvo su PhD en economía en la Universidad Auburn y un grado en derecho de la Universidad de Virginia.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.