Primero de dos traducciones de artículos del economista Donald J. Boudreaux acerca de la liberalización de restricciones al libre comercio. Mañana sigue el otro, si Dios quiere.

ALGUNOS BOTONES QUE NO APRETARÍA, Y ALGUNOS QUE SÍ APRETARÍA

Por Donald J. Boudreaux
American Institute for Economic Research
20 de marzo del 2023

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es donald j. boudreaux, american institute for economic research, buttons, March 20, 2023. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

Mi confianza en los mercados libres es tan grande, y tan baja mi fe (pues se requiere fe) en el gobierno, que mi suposición es que casi todas las intervenciones gubernamentales en la economía son, en el neto, injustificadas y dañinas. Esta suposición alimenta mi instinto de que esas intervenciones deberían eliminarse pronto. Pero, también estoy lo suficientemente influido por trabajos de Adam Smith, Edmund Burke, Lord Acton, y F.A. Hayek, para entender que cambios extensos y súbitos a una economía o sociedad pueden ser peligrosamente perturbadores, aún cuando esos cambios involucren revertir políticas que, en primer lugar, nunca debieron existir.

Así que, incluso si hubiera tenido el poder de eliminar todas las intervenciones gubernamentales que creo son dañinas, no apretaría un botón que eliminara a todas ellas. Por ejemplo, estoy convencido que el estado asistencial corroe la disposición de quienes reciben asistencia, para asumir la responsabilidad plena de sí mismos y sus hijos. Un resultado es un drenaje de la dignidad del receptor, y crea un sistema de castas de ciudadanos que trabajan y pagan, al lado de ciudadanos que básicamente están ociosos y en paro. El estado asistencial corroe a la sociedad.

Pero, aún si no hay chance de que una eliminación súbita del estado asistencial impulsaría a receptores y defensores a causar caos con levantamientos o a alterar la política “ordinaria” hasta que se restauren los pagos asistenciales, no presionaría de inmediato el botón que elimina el estado asistencial. La alteración para los receptores sería muy grande. Tristemente, millones de personas descansan en diversas formas de pagos asistenciales otorgados por el gobierno. Un recorte súbito de esa dependencia impondría un costo demasiado alto y una carga injusta a quienes los reciben.

El movimiento apropiado sería reducir gradualmente el tamaño y alcance del estado asistencial, con el objetivo final de que, en su momento, desaparezca para bien.

También, tal vez no presionaré un botón que remueva tropas y otro apoyo militar estadounidense en regiones en el mundo en que, si se hubieran seguido cursos más inteligentes en años previos, allí hoy no se encontrarían tales tropas o apoyo. Me preocupa que el vacío político y militar creado por una remoción abrupta de tropas y apoyo estadounidense muy posiblemente sería llenado por brutos especialmente repugnantes, quienes pondrían en peligro especialmente elevado las vidas de personas ordinarias en esas regiones). Aquí califico mi posición con un “tal vez,” pues no soy experto en política internacional o militar de Estados Unidos. Es posible que, si me informara más, de hecho apretaría un botón que causa la remoción inmediata y total de tropas y apoyo militar de Estados Unidos en esas regiones. Pero, juzgando a partir de lo que hoy sé, no apretaría ese botón específico). Abogo, para estar claros, por una remoción gradual, pero firme.

Un tercer botón que me rehusaría a apretar, si estuviera disponible, es uno que eliminara de inmediato la Reserva Federal. Estoy convencido que los estadounidenses estarían mucho mejor si nunca hubieran tenido un banco central, Pero, la historia no es opcional. La FED ha estado a nuestro alrededor por 110 años; y sus prácticas por mucho tiempo han estado entrelazadas plenamente con el tejido de la economía estadounidense (y global). Abolir abruptamente la FED, abriría enormes cortes en el tejido complejo de las relaciones financieras y del mercado y las expectativas de las que depende la economía entera.

Estoy seguro que la economía podría -y debería- estar plenamente desvinculada de la FED, pero, esa desvinculación debe hacerse gradualmente, para asegurar que el proceso cause poco daño a los mercados financieros. Para propuestas prácticas en tal sentido, descansaría en académicos como mi colega en economía de la Universidad George Mason Larry White, en mi amigo de muchos años y académico sobre banca George Selgin, y otros estudiosos serios del dinero y banca (que no lo soy).

Sin duda hay otras intervenciones gubernamentales insensatas que desearía eliminar, pero que tampoco estaría dispuesto a apretar, de inmediato, el botón para eliminarlas.

Pero, hay botones que sí apretaría.

De inmediato eliminaría toda ley de salarios mínimos, Por supuesto, esta legislación resulta en algunos trabajadores siendo pagados salarios más altos de lo que serían en ausencia de un salario mínimo, pero, ella también resulta en algunos otros trabajadores siendo involuntariamente desempleados o, si siguen empleados, trabajando en empleos excesivamente exigentes y desagradables. Aún si los trabajos con salarios mínimos fueran uniformemente “distribuidos” a través de grupos de edad, la caída en salarios para algunos trabajadores como consecuencia de la abolición inmediata de salarios mínimos sólo ocasionaría una ligera dificultad, comparada con los beneficios casi inmediatos que arribarían en forma de nuevas oportunidades de empleo para los trabajadores menos calificados.

Pero, los trabajadores con salarios mínimos son, de hecho, desproporcionadamente jóvenes; el 44 por ciento es menor de 25 años, dando a entender que esos trabajadores es menos posible que sean cabezas de hogares, que trabajadores más viejos. Aún más, sólo 1.4 por ciento de todos los trabajadores estadounidenses que gana por hora, obtienen salarios no mayores que el salario mínimo por hora de $7.25 ordenado federalmente. Es más, un simple cuatro por ciento de todos los empleados de 16 a 19 años de edad, gana salarios tan bajos como el mínimo federal. Estas realidades cierran el caso a favor de una eliminación inmediata de esta política vil que, debido al precio, hace que trabajadores menos calificados pierden sus empleos.

El hecho que varios estados y localidades tengan salarios mínimos superiores al salario mínimo federal, no hace nada, desde mi punto de vista, por variar este cálculo: todos los salarios mínimos deberían eliminarse, pues las ganancias para trabajadores que al fin podrían ser capaces de tener ingreso y lograr una valiosa experiencia laboral es casi seguro que ahogarían la ligera caída en los ingresos de algunos otros trabajadores.

Otro botón que apretaría es uno que avanzaría grandemente la elección escolar. Empezando con el año escolar 2023-2024, usaría, si pudiera, una combinación de créditos impositivos y bonos o vales, pagados provenientes de los ingresos percibidos por escuelas estatales en la actualidad, para terminar en todas partes de Estados Unidos con la sujeción monopólica que sindicatos de maestros y escuelas estatales desde kínder hasta secundaria, tienen sobre familias de ingresos bajos y moderados. En mi mundo ideal, ese cambio sería un primer paso hacia una separación total de la escuela y el estado. Los chillidos de maestros sindicalizados serían escandalosos, como lo sería el lamento de administradores de escuelas gubernamentales. Pero, el dolor sufrido por estos grupos de interés protegidos por tanto tiempo, sería más que superado por los incentivos que de inmediato aumentan para mejorar su enseñanza y atacar sus esfuerzos de adoctrinamiento.

Tal vez, también este movimiento súbito hacia una fiable elección escolar provocaría algunos gritos de furia de dueños de casas de clase media altas, cuyos valores de propiedad suburbana hoy reflejan la superioridad de escuelas gubernamentales en su vecindario, comparadas con las abismalmente pobres escuelas en otros vecindarios. Qué pena. Estos premios en el valor de la propiedad no son más justos de lo que serían si, en vez de ello, los causaran zonas exclusivas que, digamos, tuvieran mejores supermercados manejados por el gobierno, comparados con almacenes manejados por el gobierno en vecindarios más pobres. Si la caída en los valores de la propiedad de gente de ingreso medio y más alto, causada al mejorar el acceso de gente pobre a los alimentos, no sería razón para mantener a gente pobre atada con supermercados incompetentes, la caída en los valores de la propiedad de gente de ingreso medios y más altos, causada al mejorar el acceso de gente pobre a la educación, no es razón para mantener a la gente pobre atrapada a escuelas incompetentes.

Hay muchos otros botones que, con gusto, apretaría, incluyendo, si existiera, un botón que eliminara todas las restricciones y subsidios al comercio, que no se relacionen con la defensa nacional. Pero, sobre este tema, encontraré oposición hasta de Adam Smith. Esta realidad sugiere que debo dedicar una columna entera para explicar mi justificación para una eliminación inmediata y completa de todo proteccionismo económico. Así que, manténgase entonado para mi siguiente columna.

Donald J. Boudreaux es compañero sénior del American Institute for Economic Research y del Programa F.A. Hayek para el Estudio Avanzado en Filosofía, Política y Economía del Mercatus Center; miembro de la Junta Directiva del Mercatus Center y es profesor de economía y anterior jefe del departamento de economía de la Universidad George Mason. Es autor de los libros The Essential Hayek, Globalization, Hypocrites and Half-Wits, y sus artículos aparecen en publicaciones tales como el Wall Street Journal, New York Times, US News & World Report, así como en numerosas revistas académicas. Él escribe un blog llamado Café Hayek y es columnista regular de economía en el Pittsburgh Tribune-Review. Boudreaux obtuvo su PhD en economía en la Universidad Auburn y un grado en derecho de la Universidad de Virginia.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.