ENTENDIENDO EL FINANCIAMIENTO POR INFLACIÓN

Por Bryan Cutsinger
American Institute for Economic Research
8 de marzo del 2023

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es bryan cutsinger, american institute for economic research, inflationary, March 8, 2023. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

A pesar de afirmaciones frecuentes en contrario, el gasto gubernamental no causa inflación. Que lo haga depende de la disposición de la autoridad monetaria para ayudar a financiar el gasto gubernamental imprimiendo dinero.

El financiamiento por inflación, o señoreaje, puede ser una fuente atractiva de ingresos para funcionarios de gobierno. Comparado con otros tipos de impuestos, es fácil de recolectar y difícil de evitar, puede ponerse rápidamente en práctica, y sus efectos no son evidentes para la mayoría de personas. Por suerte, los principios del financiamiento por inflación son fáciles de entender.

Para empezar, debemos distinguir ente dos factores determinantes del ingreso tributario que genera un impuesto en particular. El primero es la tasa del impuesto. El segundo es la base del impuesto – la cantidad del activo que está siendo gravado. Mientras que es la autoridad tributaria la que establece la tasa del impuesto, aquellos sujetos al impuesto son quienes en última instancia determinan la base impositiva, por la vía de sus elecciones acerca de cuánto mantener del activo gravado. Esta elección depende, en parte, en la tasa impositiva.

En el contexto del financiamiento por inflación, la tasa del impuesto es la tasa de inflación establecida por la autoridad monetaria, que elige la tasa de crecimiento de la oferta monetaria; la base impositiva es la cantidad real (ajustada por la inflación) de los saldos monetarios que la gente mantiene. Para entender el ligamen ente la base del impuesto inflacionario y la tasa del impuesto, necesitamos entender cómo la demanda de dinero responde a cambios en la tasa de inflación.

Un determinante esencial de la demanda de dinero es la fracción de riqueza que la gente quiere mantener en forma de saldos monetarios. Esa fracción depende de la atractividad relativa de mantener riqueza en saldos monetarios versus otros activos, tales como bonos. Si bien los bonos pagan un rendimiento explícito, el dinero no. En vez de eso, el rendimiento del dinero consiste de los servicios de liquidez que brinda. Al aumentar el rendimiento de otros activos, como los bonos, aumenta el precio relativo de esos servicios de liquidez – medidos como ingresos por intereses dejados de recibir.

Los rendimientos de activos financieros, como los bonos, tienden a aumentar con la inflación, fenómeno que los economistas llaman el efecto Fisher. Si usted espera que los precios sean un dos por ciento mayores dentro de un año a partir de hoy, demandará un rendimiento adicional del dos por ciento en el rendimiento de su inversión, para compensar la pérdida de poder adquisitivo. Así, al aumentar la tasa de inflación, igual lo hacen las tasas nominales de interés. La tasa de interés nominal mayor estimula a la gente a conservar una parte mayor de su riqueza en activos financieros que ganan intereses y, en consecuencia, a mantener una porción menor de su ingreso en efectivo. En otras palabras, la cantidad de servicios de liquidez que el dinero compra desciende cuando la inflación aumenta.

Si bien la autoridad monetaria, al controlar la oferta de dinero, establece la tasa impositiva sobre los saldos monetarios, el público decide la cantidad de ellos que mantiene. Dado que una inflación mayor eleva el precio relativo de los servicios de liquidez que brinda una unidad de saldos monetarios (al presionar hacia niveles más altos el rendimiento de otros activos) la gente mantiene menos saldos monetarios. Por tanto, hay una relación inversa entre la tasa del impuesto a los saldos monetarios -esto es, la tasa de inflación- y la cantidad de saldos monetarios que la gente conserva.

Al aumentar la autoridad monetaria la tasa de inflación, desciende la cantidad de saldos monetarios que la gente mantiene. El ingreso adicional generado al aumentar la tasa de inflación disminuye, e incluso puede llegar a ser negativo con tasas de inflación lo suficientemente elevadas, En otras palabras, hay un límite a cuánto ingreso la autoridad monetaria puede generar sin causar una inflación galopante.

Suponga que un gobierno tiene un déficit presupuestario tan grande que ya no puede obtener más ingresos mediante el aumento de impuestos, ni tampoco emitiendo bonos. En tal caso, los funcionarios de gobierno deben volcarse al financiamiento inflacionario para cubrir ese déficit. Como resultado, la inflación aumentará cuando la autoridad monetaria imprime el dinero necesario para financiar el déficit del presupuesto del gobierno. En tanto que el déficit sea menor que la cantidad máxima de señoreaje que se puede recoger dada la demanda de dinero del público, la dependencia del gobierno en el financiamiento inflacionario no resultará en una inflación galopante.

Pero, en casos extremos, un déficit del presupuesto gubernamental puede ser tan grande que excede al señoreaje máximo proveniente del financiamiento inflacionario. En tal caso, la inflación aumentará sin límite, cuando la autoridad monetaria no tiene otra opción más que imprimir dinero a una tasa que se acelera, la cual -en ausencia de reformas fiscales- resultará en hiperinflación. A menudo, tendencias fiscales no sostenibles subyacen en las causas de la inflación galopante.

Por suerte, esos casos son raros. En la mayoría de países desarrollados, el señoreaje es una parte pequeña del ingreso total de impuestos. Esos países típicamente descansan en impuestos con bases amplias (impuestos a las ventas, impuestos al ingreso, impuestos a la propiedad, etcétera) en vez de financiamiento por inflación. La razón para hacerlo es clara. Si bien todos los impuestos implican costos, los costos ligados al financiamiento por inflación aumentan más rápido que los de otras formas de impuestos. Si la gente mantiene menos saldos monetarios, hay menos transacciones, lo que reduce las ganancias del intercambio. Descansar en formas más tradicionales de imposición típicamente reduce el daño general que causan los impuestos.

A pesar de lo anterior, mientras los bancos centrales se mantengan dispuestos a ayudar a los gobiernos a pagar las cuentas, incluso países con sistemas tributarios relativamente eficientes descansarán en el financiamiento inflacionario en algún grado. De hecho, brindar ingreso al estado es una de las razones (y tal vez la primordial) para que gobiernos en todo el mundo monopolicen la emisión de dinero de alto poder.

Bryan Cutsinger es profesor asistente de economía en la Escuela Norris-Vincent de Negocios en la Universidad Estatal de San Angelo, Texas, en donde también sirve como director asistente del Instituto de Mercado Libre en la Universidad Texas Tech. El foco de investigación del Dr. Cutsinger es historia monetaria y economía política. Su trabajo académico se ha publicado en importantes revistas económicas, incluyendo Economics Letters, el European Review of Economic History, Explorations in Economic History, Public Choice, y el Southern Economic Journal. Sus escritos populares han aparecido en el National Review, el Wall Street Journal y el Washington Examiner. El Dr. Cutsinger recibió su licenciatura en economía en la Universidad de Colorado en Boulder, y su maestría y doctorado en la Universidad George Mason, en donde se le otorgó el Premio William P. Snavely por Logro Destacado en Estudios de Posgrado en Economía.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.