EL INFANTILISMO DEL MOVIMIENTO DEL DESPERTAR [“WOKEISM”]

Por Donald J. Boudreaux
American Institute for Economic Research
24 de febrero del 2023

Nota del traductor: la fuente original en inglés de este artículo es donald j. boudreaux, american institute for economic research, wokeism, February 24, 2023. En él podrá leer enlaces relevantes originalmente en letra azul en el texto.

El movimiento del despertar exhibe muchas fallas incluso como para hacer una lista -olvídese de discutirlas- en un ensayo de una extensión razonable. Pero una de esas fallas para mí sobresale como siendo la más irritante: un infantilismo incesante.

Aún me acuerdo de mis días en la escuela primaria católica las muchas ocasiones en que un compañero de clase acusara públicamente a otro por decir una mala palabra. Esas acusaciones siempre fueron anunciadas triunfalmente, revelando el sentimiento del acusador de servir heroicamente al bien público, al exponer una amenaza en nuestro medio. Algunas veces, la acusación se basaba en una simple ignorancia del lenguaje, como cuando uno de mis compañeros de cuarto grado usó la palabra “estúpido” y era de inmediato delatado a nuestra maestra, la hermana Agnelia, por haber dicho una maldición.

No me acuerdo si “estúpido” se usó correctamente, pero, por suerte, la Hermana Agnelia sabía que, como fuera, no era una mala palabra. Ella declaraba inocente al estudiante acusado de cometer un mal.

Por supuesto, palabras genuinamente verboten [prohibidas] como “infierno” o “maldito” eran algunas veces pronunciadas. Pero, aun siendo niño, siempre simpaticé con el malhechor siempre que su ofensa era públicamente denunciada por otro compañero de clase, a quien invariablemente veía como habiendo cometido una ofensa mucho más seria que usar un lenguaje de orinal.

Siempre vigilante contra el uso de malas palabras, el woke [despierto] es exactamente tan inmaduro como lo eran mis remilgados compañeros de escuela primaria. Y el woke es también igual de ignorante del significado de las palabras – como se reveló hace varios años, cuando un asistente al entonces alcalde del Distrito de Columbia Anthony Williams fue obligado a renunciar, luego de ser acusado de expresar un insulto racial al usar la palabra “mezquino” en una conversación sobre financiamiento.

En realidad, el woke es incluso peor que mis más hipersensibles compañeros de clase. Diferente de ellos, de quienes no recuerdo vez alguna que conscientemente manufacturaran pretextos de verse ofendidos por el lenguaje, el woke es un maestro artesano -lo siento, gente de la artesanía- de tales pretextos. Para evidencia vea no mas allá de un reciente tuit del libro de estilo de la Prensa Asociada en donde “Recomendamos evitar las etiquetas generales y a menudo deshumanizantes de “el” tal como el pobre, el mentalmente enfermo, el francés, el discapacitado, el educado en la universidad.”

Para ser claro, dado que reconozco el enorme poder del lenguaje, aplaudo que el lenguaje sea más inclusivo, menos racista, y menos sexista. Pero, el lenguaje es orgánico. Su vocabulario y gramática no son constructos humanos conscientes que de la noche al día pueden variarse al gusto. Sentirse ofendido, por ejemplo, por el uso casual del término “artesano” para describir una mujer quien se gana la vida como carpintera o plomera es ofenderse ante un hábito inocente de la expresión. Es manufacturar una justificación para desplegar sensibilidades supuestamente superiores. Y sólo la gente inmadura se comporta de manera tan desagradable.

Pero, sentirse ofendido por el uso del artículo “el” requiere un nivel más alto que todo de inmadurez desagradable. La inmadurez de este tipo es la inmadurez del matón del lugar de juegos, obsesionado consigo mismo al tiempo que es destructivo.

También, el woke es infantil al ver el mundo sólo en blanco y negro. Ser woke ante las injusticias de hoy en apariencia conlleva ignorar las complejidades e incertidumbres de la realidad. También, parece implicar un desprecio al hecho de que mucho de lo que parece como malo o indeseable es el resultado, no de actores malos o ignorantes, sino, en vez de ello, de gente haciendo compensaciones difíciles e inevitables.

En apariencia, el matiz es un espejismo visto sólo por el egoísta, en tanto que la humildad es un rasgo poseído sólo por los ignorantes.

Considere el ejemplo de los derechos trans para niños menores de edad. Como lo reportó en el Washington Post la columnista Megan McArdle, muchos entre los wokes quieren diluir el poder de los padres en las decisiones de sus niños para hacer la transición de un género a otro. Pero, independientemente de su posición sobre el tema más amplio de derechos trans, la responsabilidad parental y el amor de los padres por sus hijos siguen siendo consideraciones muy reales. McArdle sugiere correctamente que, calificar como “transfóbico” a alguien que simplemente arguye que el estado no debería sobreponerse al poder de los padres en los tratamientos médicos recibidos por sus hijos menores de edad -en especial cuando el ejercicio de tal poder no pone en peligro las vidas de los niños- es ignorar infantilmente el peligro de despojar a los padres de esta responsabilidad vital.

Cualquier bien que se puede imaginar que venga de despojar la responsabilidad paternal en ese caso en particular, es un “bien” adquirido al precio de diluir la habilidad de esas personas que aman y conocen más a sus niños -los padres- de crear sus niños según mejor juzguen. Sólo una mente inmadura aseverará que este precio es incuestionablemente uno que valga la pena pagar. En verdad, alguien que se resiste a diluir la responsabilidad paternal en tales ejemplos no es un ignorante primitivo o un malvado fanático religioso, sino, en vez de ello, alguien quien entiende la realidad del amor paternal y el valor -tanto para los niños como para la sociedad- de las responsabilidades paternales ejercidas debido a ese amor.

Aún otra manifestación del infantilismo woke es su interpretación de todo a través de los lentes de intenciones imaginadas. ¿Es el pago promedio a las mujeres menor que el de los hombres? Sí. ¡La razón debe ser que la sociedad es diseñada por hombres para “privilegiar” a hombres a expensas de mujeres! ¿Es la cantidad de negros matriculados en cursos de honores de los colegios desproporcionadamente pequeño? Sí. ¡La razón debe ser que los currículos de escuelas y métodos de exámenes están diseñados para “privilegiar” a blancos y asiáticos a expensas de negros!”

Por supuesto, algunas veces las malas intenciones están en operación. Pero, para muchos de los temas sociales y económicos que dominan las discusiones de política pública, las diferencias en los “resultados” de diferentes grupos son los frutos, no de la intención o el diseño, sino de innumerables decisiones hechas por individuos que luchan esforzándose por alcanzar de la mejor manera posible las compensaciones ineludibles a las que se enfrentan. La mujer que elige dejar temporalmente la fuerza de trabajo para ser una mamá a tiempo completo, a menudo pierde con ello algunas habilidades laborales, y, al regresar al sitio de trabajo, se le paga menos de lo que habría sido pagada si nunca hubiera tenido hijos. A su vez, la paga promedio es disminuida con respecto a la paga promedio del hombre. Pero, en operación aquí no está un diseño pernicioso. Pero, la mente infantil, incapaz de apreciar la realidad de las consecuencias no previstas y la inevitabilidad de las compensaciones, salta a la conclusión de que la paga promedio menor de las mujeres es resultado de chauvinismo y discriminación masculina.

Un rasgo infantil final del woke vale la pena mencionarlo – este es, la incapacidad infantil, o rechazo, de poner los asuntos en una perspectiva apropiada. Innegablemente es cierto que algunos individuos son racistas, mientras otros son xenofóbicos, que algunos hombres son sexistas, y alguna gente es homofóbica. Tristemente, ese siempre será el caso. Pero, no hay duda que el racismo, xenofobia, sexismo y homofobia son muchos menos frecuentes hoy en Estados Unidos, de lo que eran incluso hace sólo unas pocas décadas. Pero, el woke se agarra de cualquier ejemplo reportado de tal intolerancia -reportes que en si son amplificados por los medios sociales- como evidencia de que la sociedad estadounidense está cargada de racismo, xenofobia, sexismo, y homofobia sin cura. Debido a que los wokes están mucho más interesados en desplegar su superioridad moral imaginaria de lo que están en entender la realidad, se rehúsan a reconocer la civilidad y tolerancia abrumadora de la sociedad estadounidense moderna. Como niños, el entendimiento del woke de la sociedad en que habita es defectuoso. Por desgracia, a diferencia de los niños, ellos ocupan un lugar prominente en los medios, en la academia, y en la burocracia.

Donald J. Boudreaux es compañero sénior del American Institute for Economic Research y del Programa F.A. Hayek para el Estudio Avanzado en Filosofía, Política y Economía del Mercatus Center; miembro de la Junta Directiva del Mercatus Center y es profesor de economía y anterior jefe del departamento de economía de la Universidad George Mason. Es autor de los libros The Essential Hayek, Globalization, Hypocrites and Half-Wits, y sus artículos aparecen en publicaciones tales como el Wall Street Journal, New York Times, US News & World Report, así como en numerosas revistas académicas. Él escribe un blog llamado Café Hayek y es columnista regular de economía en el Pittsburgh Tribune-Review. Boudreaux obtuvo su PhD en economía en la Universidad Auburn y un grado en derecho de la Universidad de Virginia.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.